Los horrores de “El General” (III)

20/07/2006
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
En sus días de gloria como comandante general del Ejército, ‘El General’ vistió traje de campaña militar para dirigirse a la población. Se sentía “iluminado” por fuerzas divinas llegadas del cielo, a un país convertido en infierno. Hubo rompimiento del tejido social, intimidaciones, jueces sin rostro, transgresión al principio del debido proceso, también hubo concentración de presupuesto a favor del Ejército, grupos paramilitares -abiertos y clandestinos- reprimiendo a los ciudadanos. Hubo desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, persecuciones, desarraigos, torturas, violaciones y masacres. El recuento de los daños, hecho por la Comisión del Esclarecimiento Histórico, con reconocimiento de la ONU, revela “la tragedia del enfrentamiento armado”: 23 671 ejecuciones arbitrarias; 6159 desapariciones forzadas. La CEH registró que “las fuerzas del Estado y grupos paramilitares afines fueron responsables del 93% de las violaciones que fueron documentadas, incluyendo el 92% de las ejecuciones arbitrarias y el 91% de las desapariciones forzadas”. La magnitud de esta barbarie, desde luego, no puede ser atribuida a una sola persona. En la ejecución de los hechos participaron varias estructuras legales, encubiertas, clandestinas, paramilitares y civiles. Quienes no fueron asesinados y no pudieron huir hacia las montañas o los refugios en México, fueron encerrados en “aldeas modelo”, bajo rigurosa vigilancia. A los campesinos, indígenas o no indígenas, les contabilizaban las horas que salían de su casa, a dónde iban, con quién, para qué, llegando al extremo de controlar las libras de maíz y fríjol producidas, para así evitar que sirvieran de sustento a los grupos insurgentes. Los organizaron en Patrullas de Autodefensa Civil, PAC, siempre bajo las órdenes de un militar, reclutaron soldados a la fuerza y crearon la figura de los comisionados militares. Todo este andamiaje de terrorismo militar y paramilitar se construyó antes, durante y después de los 17 meses del gobierno de ‘El General’. Él, muy cómodo en la silla presidencial y con todo el aparato represivo a su disposición, creyó que su poder sería más duradero. No fue así porque la estrategia del alto mando militar necesitaba una maniobra aperturista. Una vez destituido del puesto y abandonado por el gran imperio del norte, ‘el general’ –ahora con minúsculas- volvió a repensar en el poder. Con los años, los amigos, el financiamiento adecuado y, en la nueva etapa ‘democrática’ del país, iniciada en 1985 (esa que él trató de retardar), el militar construyó un partido político. Quiso ser candidato una vez pero la ley se impuso y el artículo 186 de la Constitución, que prohíbe ser presidente a golpistas, se cumplió; trató una segunda vez y de nuevo fracasó. Pero esta vez su partido ganó las elecciones a Presidente y consiguió que la mayoría de diputados en el Congreso fueran de los que gustan decirle ‘mi general’. Él mismo se convirtió en Presidente de ese organismo, y mandó reformar la ley para poder serlo cuatro años seguidos y como Presidente de la República puso a un pollito que le resultó gavilán. Para entonces ya habían transcurrido 18 años desde su golpe de Estado. Hay quienes aseguran que él gobernó el país desde el Congreso, ‘el general’ lo niega porque esos cuatro años (en los que él fue Presidente del Congreso y su pupilo de la República), están marcados por la corrupción, el crimen organizado, la violencia impune, la alteración de leyes y el robo descarado en las arcas del Estado. Así, la atención está puesta en esos males y muy pocas veces se hace referencia a aquellos horrores cometidos por ‘el general’, durante su gobierno de facto. Sin embargo las fosas comunes donde fueron enterrados miles y miles de guatemaltecos y guatemaltecas comienzan a desenterrarse. La verdad de lo ocurrido durante la guerra aparece implacable. Al general no se le puede olvidar lo ocurrido, porque en cada cementerio clandestino descubierto en los destacamentos y bases militares, se recuerda su nombre y el de Lucas, también el de Mejía Víctores y el de muchos otros señalados de graves violaciones a los derechos humanos. La tercera ocasión que se propuso ser candidato lo consiguió. Metódicamente planificó cómo sería la estrategia para violar de nuevo la Constitución. Con tiempo y paciencia colocó gente fiel en puestos clave de decisión. Para eso le sirvió tener una aplanadora en el Congreso y en la Corte de Constitucionalidad. En medio de las ansias por el poder se recordó, muy claramente por cierto, de sus viejos amigos y aliados: los patrulleros de las PAC y los comisionados militares, aquellos que con gustosa disciplina cometieron los más horrorosos crímenes. Los convoca, reorganiza y los hace viajar en el tiempo y espacio. Ellos, muy alebrestados y violentos como siempre, reaparecen en la capital a finales de julio de 2003, toman las calles, persiguen periodistas –uno muere-, colocan barricadas y por el camino de la violencia –el único que conocen- quieren obligar a las autoridades judiciales y electorales a permitir la inscripción de su ‘general’. Con sus acciones construyen, lo que la oligarquía denominó el “jueves negro” y “viernes de luto”. Después fue Óscar Berger quien hizo traer, nuevamente, a las PAC para “manifestar su apoyo” a la defenestrada ministra de Educación, María del Carmen Aceña. Mientras que el resto de partidos observa a estas fuerzas de violencia como un caudal electoral. ¡Que barbaridad¡ Gracias a las manipulaciones ‘el general’ logró ser candidato presidencial, pero de eso escribiremos en la próxima edición. - Erwin Pérez, editor del Reporte Diario y analista de Incidencia Democrática. Fuente: Boletín Noticias y Análisis de Tendencias Nº 1013 / Incidencia Democrática http://www.i-dem.org Guatemala, 21 de julio de 2006
https://www.alainet.org/es/active/12460
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS