Entre militares y empresarios, amolados estamos

05/09/2007
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Ahora que la intención de voto está claramente inclinada a provocar una segunda vuelta para elegir Presidente de la República las preocupaciones van en aumento y, no dudamos que muchos guatemaltecos estén pensando en cambiar su voto.

De las dos opciones que aparecen al frente de las encuestas, ninguna representa ni expresa los anhelos e intereses de la mayoría de los guatemaltecos. Por un lado, Álvaro Colom, tiene en su contra la vinculación que se le ha hecho con el crimen organizado. Cierto o no, la idea de que en el partido UNE confluyen agentes del narcotráfico, personas que aspiran al enriquecimiento ilícito en puestos del Estado y, la debilidad de su carácter, ha debilitado su caudal electoral.

El otro candidato tampoco de mucha confianza. Otto Pérez Molina, un militar retirado, ex agente del tenebroso Estado Mayor Presidencial y oficial de inteligencia, tiene en contra suyo, toda la historia de luto y dolor que el Ejército causó en miles y miles de familias guatemaltecas. En sus círculos más cercanos también hay gente acusada de corrupción y tiene como candidato vicepresidencial a un empresario que sin lugar a duda profundizará la pobreza en nuestro país.

De modo que, en un análisis de simple lógica, los guatemaltecos estamos ante la interrogante insalvable de favorecer a las oscuras mafias para que saquen el Estado, o bien por la línea dictatorial de un militar y un empresario que además de muerte nos traerá más miseria.
Por supuesto que el menú de candidatos es más extenso. Está el candidato oficial que tiene menos argumentos en su contra; la premio Nóbel que expresa necesariamente la representatividad del pueblo maya; un par de candidatos de izquierda condenados a la marginalidad electoral y, una decena de candidatos de derecha a quienes la población ve con desconfianza.

La decisión de por quién votar seguramente no es asunto fácil, para la gran mayoría de votantes. Pero hay una parte del electorado que tiene absolutamente claro lo que no desea para el país. Ahora que las encuestar le dan un ligero margen de triunfo al general (ex G-2), la preocupación parece extenderse. Y es que los agentes G-2 u oficiales S-2, mejor conocidos como “orejas” entre la población durante la guerra y como “matamarrados” dentro del mismo Ejército, son responsables de graves violaciones a los derechos humanos. De hecho, sobre Pérez Molina se ha comentado que fue el ‘encargado’ del caso “mincho” (1)

Otros militares que le conocen su vida, lo reconocen como “comandante Tito”, y tampoco hablan bien de él. Incluso, el mismo Otto Pérez Molina no ha explotado su carrera militar en esta campaña, sabe que no le conviene electoralmente, aunque apela al electorado con el ofrecimiento de aplicar “mano dura” contra la violencia... quizá no lo diga, pero también podría ser su consigna contra los pobres que se atrevan a fastidiar su forma de gobernar en caso de triunfo.

Las víctimas de la guerra y sus familias saben perfectamente a que nos referimos. Así, la idea de promocionarse como el militar de la paz resulta contradictorio en alguien que ofrece resolver los problemas del país por la vía no pacífica.

Igualmente contradictorio resulta que en su programa de gobierno hable de impulsar la Seguridad Democrática, cuando la gente que votará por él, lo hace pensando en que “terminará” con todos los delincuentes, que hoy tienen de rodillas al país. El asunto puede ser complejo, porque si ofrece algo que no está dispuesto a cumplir lo convierte en un vulgar y tradicional político de buenos ofrecimientos y pésimas actuaciones. Pero si por el contrario, lo que hace es implementar la “mano dura” como todos lo suponen, estará metiendo al país en una espiral de violencia que aún no hay posibilidades de imaginar sus dimensiones.

Hasta ahora, a pocos días de las elecciones, están comprendiendo las familias que viven en los asentamientos y las llamadas “zonas Rojas” que un gobierno como el del Partido Patriota, podría “acabar” con los delincuentes y también con aquellos que no lo son. ¿De cuándo acá, los militares guatemaltecos han aprendido a hacer otra que no sea matar? Los más avanzados, a lo más que han llegado, es a instalar, en su retiro, empresas de seguridad. Algunas incluso son ilegales.

Más allá de la pronosticada violencia que tendremos con un gobierno de corte militar, en la parte política estaremos retrocediendo lo limitados pasos que hemos dado hacia la democracia. Quiéralo o no, Otto Pérez Molina no parece un hombre con quien se pueda hablar y negociar. Y eso siempre será contraproducente para la democracia.

La última parte a considerar, respecto a la candidatura de Pérez Molina, es que el binomio presidencial del PP, expresa con clara contundencia la histórica alianza entre militares y oligarquía, que durante más de un siglo han tenido al pueblo guatemalteco, bajo la bota, con salarios de hambre y han mantenido al país en el subdesarrollo, sin educación, sin salud, sin vivienda y en los primeros lugares de desnutrición y pobreza. O ¿acaso no es esa nuestra realidad?

Un empresario y un militar juntos, no pueden traer nada bueno para un país que apenas comienza a curarse de una guerra de 36 años y que, lucha día a día por conseguir alimento para sus ciudadanos.

Nota

(1) Efraín Bámaca Velásquez alias “comandante Everardo”, quien había sido capturado por tropas de la Zona Militar de Quetzaltenango, luego torturado en la Zona de San Marcos, hasta finalmente terminar sus días a manos del “todopoderoso” G-2.

Erwin Pérez

Editor del Reporte Diario y analista de Incidencia Democrática.

Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org

 



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