Eliminación del racismo: una tarea que no puede quedar pendiente con Arce

28/10/2020
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Foto: https://www.eabolivia.com
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En apenas 11 meses de gobierno de la autonombrada presidenta Jeanine Añez, el desempleo ascendió de 4,2 % a cerca del 12 % en Bolivia. Desde 2009 y hasta octubre de 2019 el crecimiento anual de la economía boliviana había sido superior al 4 %, en 2020 se experimenta una recesión de -11 %. El presente año los indicadores sociales también empeoraron; aumentó la pobreza a la par de la mayor concentración del ingreso en pocas manos. Así, los resultados de las elecciones nacionales del 18 de octubre pasado, no podían mostrar algo diferente al triunfo contundente del Movimiento Al Socialismo (MAS) y su candidato Luis Arce Catacora, quien obtuvo más del 55 % de los votos.

 

11 meses de dictadura de la derecha boliviana solamente habían servido para demostrar que es imposible que ésta se abstenga de saquear el Estado y se ponga a gobernar realmente pensando en las necesidades de los bolivianos, aunque sea por un año. El escándalo más grande que la enlodó fue la compra de respiradores que nunca funcionaron a un monumental sobreprecio, y que debían destinarse a los hospitales para combatir el Covid-19.

 

La promesa de recuperar la economía llevó a depositar la confianza social en Arce, quien había sido el artífice más importante del modelo comunitario productivo boliviano que se implementó durante el gobierno del presidente Evo Morales (2006-2019), y que había producido el crecimiento de la economía boliviana por muchos años. Los demás candidatos durante sus campañas sólo prometieron el retorno del neoliberalismo, e intentaban usar el odio racista al MAS y al expresidente Morales para ganar votos.

 

Ahora bien, Arce, a la par de las medidas con las cuales levantará la economía en los próximos años, deberá enfrentar los ataques de la derecha, que convoca constantemente a su militancia y a la población en general a manifestarse de manera violenta en contra del MAS haciendo uso del racismo, sentimiento muy arraigado en la sociedad boliviana. El uso de este sentimiento colectivo jugó un papel de primer orden en el golpe de Estado del año pasado que instaló la dictadura de Añez y expulsó a Morales del gobierno. De esta manera, la eliminación de éste mal debe ser un reto que no puede quedar pendiente durante el gobierno de Arce que iniciará en noviembre próximo.

 

El racismo que acentuaron los cabildos

 

La derecha, a través de su control de los medios de comunicación privados, sus representantes de los partidos políticos, de sus dirigentes afincados en los comités cívicos departamentales y provinciales y de algunas organizaciones y gremios, desde 2006, cuando ingresa el MAS al gobierno, en muchas oportunidades ha intentado confundir a la población provocando descontento y movilizando a uno o varios sectores, principalmente de clase media, en contra del gobierno progresista de Evo Morales. En 2008 estuvo a punto de concretar un golpe de Estado y en 2019 logró este cometido. Sus convocatorias de cabildos y marchas han logrado reunir a miles de personas (y hasta millones), en las principales ciudades capitales. Esto ha sido posible porque ha sabido usar el odio racista contra el MAS, partido que proviene y tiene su máximo apoyo en el sector campesino aymara-quechua.

 

Un golpe de Estado cívico-político-policial y militar expulsó a Morales del gobierno en octubre-noviembre del año pasado, con el apoyo de una parte importante de la población. Veamos las expresiones racistas de este acontecimiento.

 

Una semana antes de las elecciones del 20 de octubre de 2019, los comités cívicos del eje central realizaron tres cabildos, uno en cada ciudad capital de departamento (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz). La significativa convocatoria que alcanzaron estos, dotó de un importante logro a la derecha en los resultados de dichas elecciones. Su principal partido, Comunidad Ciudadana y su candidato Carlos Mesa, logró un 37 % de los votos. Estos cabildos fueron un momento de reencuentro de una sociedad que no ha superado los prejuicios en contra del indio (Hurtado, 22 de noviembre de 2019).

 

La numerosa convocatoria obtenida en los tres cabildos envalentonó a aquellas personas, que se sienten de clase media, que ante la falta de opciones habían comenzado a convencerse que la única opción era resignarse a votar por el MAS y asegurar la continuidad de la estabilidad económica para el país, y no aventurarse a dar el voto a otros candidatos aunque su identidad racial así lo exigía. En estos actos, al reencontrarse todos aquellos que nunca dejaron de menospreciar al masismo y al presidente indígena, por considerarse blancos o mestizos, vieron que no eran pocos, y se sintieron poderosos al son de las intervenciones racistas de los oradores, y optaron por darle su voto a Carlos Mesa, el candidato favorito de la derecha, quien con orgullo afirmaba haber tenido un abuelo español.

 

Ningún partido político de derecha había podido reunir tanta gente en sus mitines y cierres de campaña aquel año como lo hicieron los cabildos (Hurtado, op. cit.). Por eso el vicepresidente Álvaro García Linera no dudó en afirmar que los verdaderos cierres de campaña de los partidos de derecha fueron los cabildos (La Época, 12 de octubre de 2019). Estos estuvieron repletos de expresiones racistas.

 

Durante el cabildo realizado en la ciudad de La Paz, Julio César Paredes, más conocido como el mimo Wallake, fue golpeado e insultado por los asistentes, sólo porque, al representar a un personaje callejero local aymara, sus prendas de vestir están confeccionadas con tela de aguayo. Paredes, quien se gana la vida, moneda a moneda, haciendo su show en la calle Sagárnaga, ante las agresiones fue defendido por una señora vendedora de ají de fideo, quien también fue insultada y desalojada del lugar. Otro hecho registrado, también en el cabildo de La Paz, se trata de un adulto mayor quien fue insultado y empujado por un grupo de jóvenes, “¡andate llama, ándate!, ¡es nuestro cabildo, carajo!”, le gritaron (ATB Digital, 11 de octubre de 2019).

 

En el cabildo que tuvo lugar en Cochabamba, los asistentes prohibieron el uso de la wiphala (bandera indígena). Un grupo de supuestos dirigentes indígenas que militan en la derecha llegaron con sus wiphalas al acto, pero fueron obligados a guardarlas. “Fuera la whipala, fuera la wiphala”, fue el grito de los intolerantes (La Época, op. cit.).

 

En los cabildos se revivieron los deseos coloniales de dominar al indio: el desalojo de los campesinos de sus tierras en el departamento de Santa Cruz, que según el Comité Pro Santa Cruz son ilegales, y el enjuiciamiento y no reconocimiento del triunfo de Evo Morales en las elecciones, si esto llegaba a suceder (como finalmente sucedió) (Hurtado, op. cit.), fueron propuestas que se aprobaron con los gritos de la multitud.

 

Rememorando el antiguo cabildo abierto colonial, modalidad de reunión que adoptaban los vecinos de las antiguas ciudades españolas en América Latina en momentos de amenaza externa o desastre, la derecha boliviana adopta el cabildo. Hoy como antes es convocado ante el peligro que significa la presencia de la insumisión india. La Paz, Charcas (hoy Sucre) y Santa Cruz, realizaron cabildos abiertos para alertar a la población criolla del cerco indio en la época de la colonia española. Aymaras y quechuas a finales del siglo XVIII con los hermanos Tomás y Dámaso Katari y Tupac Katari, provocaron miedo en la población criolla y mestiza de las ciudades con sus levantamientos que pretendían eliminar crueles sistemas de explotación. En la región del Oriente, durante el siglo XVII, los asaltos de tribus chiquitanas, en más de una oportunidad, provocaron el traslado de la ciudad de Santa Cruz, que había sido fundada a orillas del arroyo Sutó, como centro de cacería de esclavos indios para ser vendidos en tierra altas (Véase: Krekeler, Birgit. Historia de los Chiquitanos).

 

Estos antecedentes nos demuestran que el sentimiento de miedo y desprecio se repite en nuestra época, por eso se vuelve a los cabildos en los cuales se expresa el racismo en su más alto nivel y se llama a la movilización violenta en contra del MAS y sus candidatos.

 

Violencia contra campesinos tras elecciones de 2019

 

Los cabildos fueron la antesala, algo así como un manifiesto del odio racista que tras las elecciones de aquel 20 de octubre se materializarían con acciones de hecho que conducirían al golpe de Estado. Tras aquellas elecciones, la movilización que convocó la derecha denunciando un supuesto fraude se extendió por todo el país, y provocó centenares de heridos entre simpatizantes, militantes, dirigentes y autoridades del partido MAS, y de muchas personas que sin tener nada que ver en la política tenían en su piel los rasgos de la indianidad.

 

A inicios de noviembre, en Cochabamba una marcha pacífica pero multitudinaria de campesinos, que ingresó a la ciudad en apoyo al gobierno, fue recibida por el grupo de choque organizado por la derecha denominado Resistencia Cochala, con golpes y pedradas. Hombres, mujeres y niños resultaron heridos.

 

En el municipio cochabambino de Vinto, la alcaldesa, Patricia Arce, fue sacada de la alcaldía por miembros de la Resistencia Cochala, fue arrastrada por las calles, rapada su cabeza, insultada y sometida a otros vejámenes, sólo por ser del MAS.

 

Acciones urgentes

 

No podemos negar el significativo apoyo social que tiene la derecha, y que esto es posible esencialmente porque hace uso del racismo. Por otro lado, es importante observar que en 14 años de gobierno el MAS no ha podido eliminar este mal; posiblemente porque no se ha invertido lo suficiente y muchos planteamientos, impulsados por ONGs. (Fundación para la Democracia Multipartidaria, Capítulo Boliviano de Derechos Humanos, Pastoral Universitaria Normalista, etc.), han quedado en la teoría y el debate académico y no se han traducido en políticas que eliminen el racismo de manera práctica y abarquen a la totalidad de la sociedad. La clase media principalmente ha quedado al margen de las políticas de descolonización, cuando ésta es la más colonizada y racista.

 

Las nuevas políticas dirigidas a eliminar el racismo, deben surgir de un diálogo al interior de los movimientos sociales, principalmente campesinos e indígenas, es decir desde la propia subjetividad aplacada y atacada, sin la intervención de ONGs., que, al final, defienden intereses externos y que aparecen con rostro paternalista y supuestamente humano.

 

La transformación de la subjetividad boliviana es una tarea urgente, y sólo será posible a partir de la formación de una identidad nacional fuerte que parta del reconocimiento y valoración de nuestro ser indio, y solamente los bolivianos podemos realizarla. No desde la subjetividad colonizada y racista que se hace presente principalmente en las ciudades, sino mirando y aprendiendo de nuestros hermanos campesinos aymaras y quechuas. Es algo que el nuevo presidente Luis Arce debe tomarlo en cuenta, para emprender un proceso de eliminación del racismo en serio, que signifique la inversión de importantes recursos económicos y que se haga posible a través de los medios de comunicación y la educación.

 

Fuentes

 

“Cabildos políticos y cierres de campaña opositores”. Portal: La Época, 12 de octubre de 2019.

 

Hurtado Guzmán, Emilio. “Elecciones Bolivia 2019: se hizo sentir el racismo en los resultados”. América Latina en Movimiento, 22 de noviembre de 2019.

 

Krekeler, Birgit. Historia de los chiquitanos. Editor: Jurgen Riester.

 

“Mimo Wallake denuncia que fue golpeado y desalojado del cabildo del Conade”. Portal: ATB Digital, 11 de octubre de 2019.

 

Clara Chuchío, Santa Cruz, 27 de octubre de 2020

 

Emilio Hurtado Guzmán

Periodista, autor de varios ensayos sobre historia y cultura de los pueblos del Oriente boliviano.

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/209535
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