Elecciones Bolivia 2019: Se hizo sentir el racismo en los resultados

22/10/2019
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El racismo golpeó una vez más en Bolivia. La gente que votó por Carlos Mesa lo hizo porque aún mantiene en su mentalidad el desprecio hacia el indio.

 

Si bien el partido de gobierno (MAS), ganó las elecciones de este domingo 20 de octubre con un 46,85 %, según el conteo de 95,63 % de las actas, el candidato de la oposición Carlos Mesa obtuvo un 36,74 %, lo que no es poco. Si Mesa hubiera obtenido la oportunidad de ir a segunda vuelta, como se preveía con los primeros resultados que publicó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) al 83 % del conteo, y hubiera ganado las elecciones en ésta última instancia, en corto tiempo todo se hubiera transformado para el pueblo boliviano.

 

Lo insinuó el mismo Mesa durante su campaña indicando que no podemos estar al margen de una economía como la de los Estados Unidos. Esto significa que con Mesa de presidente, se hubiera retornado a la antigua dependencia económica boliviana de esa potencia, se redolarizaría la economía haciendo que la moneda nacional se devalúe, los sueldos se congelen y suban los precios de los productos de primera necesidad. Eso hubiera sido sólo el comienzo de las consecuencias de una larga lista de medidas antinacionales.

 

Cambios que no quitan el racismo

 

Parece increíble que no fueran suficientes tantos cambios positivos en Bolivia, para que muchas personas hayan decidido darle la espalda el presidente Evo Morales, y hayan votado por Carlos Mesa. No bastó el constante crecimiento económico que cada año registra el país desde 2006, no bastaron los logros en la lucha contra el narcotráfico que superan a Colombia y Perú, ni los miles de kilómetros de carreteras que se construyeron, que, en comparación a lo que hicieron los gobiernos de los 180 años de vida republicana hasta 2006, es un maratónico avance; no bastaron los programas sociales destinados a la población más vulnerable como ancianos, minusválidos, mujeres y niños; miles de ciudadanos votaron por Carlos Mesa.

 

Pero, ¿cuál fue la motivación de las personas que votaron de esta manera? ¿Lo hicieron porque realmente están “cansados de una dictadura”, o porque se dice que Bolivia está en “camino de convertirse en Venezuela” por culpa del gobierno de Evo Morales? Esos son apenas los pretextos, la verdad es más compleja. La gente opinaba en las redes sociales: “no voy a votar por Evo, porque no quiero el comunismo, no quiero que Bolivia sea como Venezuela”, “hay que dar oportunidad a otros, ya es suficiente de eternizarse en el poder”, “yo vivo de mi trabajo, no de la política, y ya fue suficiente con Evo”. Podemos seguir mencionando un sin número de pretextos que se expresaron, pero la realidad es que el racismo golpeó una vez más en Bolivia. En el fondo la gente que votó por Carlos Mesa lo hizo porque aún mantiene en su mentalidad el odio hacia el indio.

 

Muchos aún no quieren aceptar que un indio gobierna Bolivia, alguien que ha nacido en una comunidad remota del altiplano donde para sembrar hay que retirar muchas piedras de la tierra, alguien que de niño estaba condenado a la desnutrición, que raramente comía con un pedazo de carne en su plato, alguien que a sus cortos 6 años solamente hablaba aymara y de joven no tuvo la oportunidad de acceder a estudios universitarios, y principalmente, alguien que carga en su piel los rasgos de la indianidad.

 

No lo quieren aceptar, porque ha dignificado a la gente de los sectores populares que son los que mantienen en su piel y su cultura los rasgos de la indianidad más evidentes, los ha sacado de la bestialización de la que nos habla Frantz Fanon definiendo el nivel de deshumanización a la que se condena a las personas a causa de su color de piel.

 

Los resultados de las elecciones generales refleja que son muchas las personas que, considerándose de clase media, miran con desdén al presidente Evo Morales. Lugar al que han ascendido socialmente gracias al crecimiento económico y el apoyo estatal. Lo hacen cuando viaja en un avión presidencial, cuando usa un auto blindado para trasladarse, cuando almuerza en un hotel, cuando una periodista de una cadena internacional le hace una entrevista, cuando es recibido con honores en Europa o en cualquier parte del mundo. Y piensan, “¿hasta cuándo gobernará este indio?”, “es momento de sacar al indio”.

 

Desde el 2006 en algunas oportunidades la rabia racista contra el presidente se ha manifestado con el insulto. No olvidemos que el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, lo llamó “macado menor”. En otros casos, principalmente a través de las redes sociales, se lo ha atacado indicando que es un burro, un ignorante, se lo ha comparado con una llama. Principalmente en el 2008 y 2009, momentos de agitación social promovida por la derecha, algunas personas se han atrevido a gritarle en el aeropuerto, “indio de mierda”.

 

Cabildos rearticulan a población racista

 

Enfáticamente nos atrevemos a señalar, que es el racismo el que ha dotado de un logro importante a la derecha en estas elecciones generales. La convocatoria que alcanzaron los tres cabildos que se realizaron en las ciudades del eje troncal, pocos días antes de las elecciones, organizados por los comités cívicos, así lo demuestran. Fueron momentos de reencuentro de una sociedad que no ha superado sus prejuicios en contra del indio.

 

Los cabildos hicieron ver que son muchas las personas que añoran un pasado en el que se sentían alguien siempre y cuando se oponían a lo indio, a su raza, a su cultura. La numerosa convocatoria obtenida en los tres cabildos envalentonó a aquellas personas que ante la falta de opciones habían comenzado a convencerse que la única opción era resignarse a votar por Evo Morales y asegurar una estabilidad económica para el país, y no aventurarse a dar el voto a otros candidatos aunque su identidad racial así se los exigía. De repente se sintieron poderosos, porque al reencontrarse vieron que no eran pocos, y así optaron por darle su voto a Mesa, no importando lo que pase después, pese a que lo único que prometió éste candidato es no privatizar las empresas del Estado y no eliminar los bonos sociales, aunque con esto último rompía su promesa anterior de acabar con el Estado rentista. Recurrir a cabildos en última instancia fue una patada estratégica de la derecha boliviana. Ningún partido de derecha pudo reunir tanta gente en sus mítines como lo hicieron los cabildos.

 

En los cabildos dos medidas que colocaron a la población racista contra el resto de la población, revivieron los deseos coloniales de atacar al indio, de aplacarlo: el desalojo de los campesinos de sus tierras en el departamento de Santa Cruz, que según el Comité Pro Santa Cruz son ilegales, y el enjuiciamiento y no reconocimiento del triunfo de Evo Morales si esto llegara a suceder, como finalmente sucedió. Se demostró que no es pequeña la población boliviana que está dispuesta a defender los intereses de los comités cívicos, la derecha, las oligarquías y de los Estados Unidos, aunque no está consciente que lo está haciendo en contra de sí misma también. Le obnubila su odio racista.

 

¿Por qué no se pudo eliminar el racismo en Bolivia?

 

Pero, ¿por qué después de tantos años de gobierno no se pudo eliminar el racismo en la sociedad boliviana, un racismo que ahora se vuelve contra el mismo gobierno? Posiblemente una de las razones es que no se fue capaz de hacer una lectura más real del racismo que afectó y que continúa afectando a los bolivianos. Un ejemplo de esta falta de capacidad es el spot en la televisión donde aparece una mujer negra, y que transmite el mensaje de que no debemos discriminar a los negros, cuando ése no es el problema boliviano. El problema boliviano es de la indianidad no de la negritud. Por lo contrario, si uno observa con detenimiento muchos bolivianos prefieren aparentar más rasgos negros para esconder sus rasgos indios y no ser discriminados.

 

O tal vez no hubo el espíritu y la voluntad en los mandos medios del gobierno para hacer un esfuerzo y aplicar políticas efectivas, tal parece demostrarlo el trabajo que se realiza desde el Viceministerio de Descolonización, entidad del que se sabe sobre su existencia solamente cuando alguien ha filmado una agresión provocada por el racismo.

 

Otra razón, es que no se ha invertido suficientes recursos y de manera inteligente en la transformación de la subjetividad boliviana. Se sigue reproduciendo una subjetividad colonizada a través del cine estadounidense, de los programas top show, reality show de producción chilena que imponen un modo de ser, gustos, sentimientos, aspiraciones, etc., adecuados a los cánones del consumismo y la frivolidad. Estas son iniciativas privadas. La acción del Estado en este campo brilla por su ausencia.

 

Conocemos muy bien al Capitán América y a los Avengers, o a los gladiadores de Calle Siete, pero no conocemos nuestra historia o nuestras culturas a través de las pantallas del cine y la televisión. Pocos tienen conocimiento sobre las guerras chiriguanas y sobre los héroes Apiaguaiki Tüpa y Pedro Ignacio Muiba, aunque los tengamos en nuestros nuevos billetes. ¿Cómo sentirnos orgullosos de nuestras raíces indias y de tener un presidente indio si no conocemos nuestro pasado?

 

Tras las elecciones, muchos bolivianos nos alarmamos con una posible segunda vuelta luego de que el TSE revelara los primeros resultados al 83%. Si se daba este caso no hubiera habido tiempo para rectificar con una falta como ésta. La transformación de las subjetividades no es algo que se da de la noche a la mañana. Lo único que hubiera quedado es difundir por todos los medios y constantemente las consecuencias para el país de elegir a un candidato como Carlos Mesa, para que la población no vuelva a equivocarse.

 

Comunidad Clara Chuchío, Santa Cruz, 22 de octubre de 2019

 

Emilio Hurtado Guzmán

Escritor y periodista. Director de Revista Digital La Rendija, de Santa Cruz - Bolivia.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/202792
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