Vicentin no es un fideo
- Opinión
“Frente a las enfermedades que generan la miseria,
frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos,
los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”
Ramón Carrillo, primer ministro de Salud Pública de la República Argentina (1949 / 1954)
Las corporaciones económicas jamás dejaron de operar para tratar de evitar que el gobierno argentino del Frente de Todxs que conduce Alberto Fernández gobernase en función de los intereses del país y con el objetivo puesto en paliar la situación crítica a la que fueron arrastrados los sectores más empobrecidos bajo el impulso de las políticas del neoliberalismo con libreto fondomonetarista.
Con el Caballo de Troya de la deuda (impagable y de exigencias inmediatas) incrustado en el futuro de todas y de todos, los grupos económicos al despedirse de los despachos oficiales que ocuparon sus gerentes junto a Mauricio Macri comenzaron a preparar sus tropas para iniciar un trabajo de desestabilización que impida, por lo menos, que la nueva administración avance por la traza de una economía productiva con inclusión social.
Fueron pocas las semanas en las que los Fernández pudieron planificar, repartir tareas, acordar prioridades y, en el caso del Presidente, puntear las acciones destinadas a evitar que las escasas divisas genuinas que podrían entrar al país sangrasen hacia el pago de intereses y capital de la deuda que la alianza Cambiemos elevó al peligrosísimo nivel del 100% del PBI nacional. Fue entonces que llegó el coronavirus, “mandó a parar” y, sobre la torta de una miseria exacerbada entre diciembre de 2015 y 2019…, cayó la frutilla de la pestei.
La “tregua” generada por el desembarco de la Covid19 y la cuarentena que obligó a decretar para contener el proceso de contagios, ganar tiempo para fortalecer un sistema sanitario abandonado y, en definitiva, salvar vidas, terminó muy rápido. Antes incluso de que la curva de crecimiento de casos y fallecimientos empezara a trepar comenzó el bombardeo al grito de “disparen contra la curva” de casos que el sistema sanitario argentino trabajó y trabaja para achatar. Días después se intensificaron los cohetazos del sistema privado de presión mediática de los grupos económicos que controlan la economía local.
La agenda se desplazó desde el compromiso de la población en la pelea contra el virus, los trabajos sanitarios de contención y el “éxito” comparativo que arrojaban las medidas sanitarias, hacia la “angustia de la gente”. El virus dejó de ser “el enemigo” y el problema pasó a ser la cuarentena.
Entonces… llegó Vicentin. Fue cuando sonaron las alarmas del vaciamiento de las empresas del sexto exportador argentino de cereales, oleaginosas y sus derivados y líder en exportación de biocombustibles, en el país que es el primer vendedor mundial de aceite de soja, tercero del poroto y QUE ocupa entre el primero y segundo sitio en la exportación global de biocombustibles, con un despacho de 300 barcos al año entre granos, harinas y aceites.
Su caída, constituiría un desastre laboral, alimentario, económico y financiero y agudizaría la especulación sobre el valor del dólar, el precio de la producción granaria y hasta de los alimentos que se usan en cada cocina argentina. Ante ese panorama, el Gobierno decidió jugar sus cartas…. y la oposición partidaria, empresarial e informativa, puso en marcha sus planes.
De cuarentena a Venezuela
Hasta el pasado lunes 9 de junio, “Vicentin” parecía el nombre de algún juguete, a lo sumo de una marca de fideos, y no el de uno de los grupos económicos más importantes de la Argentina, con una facturación anual de 4 mil millones de dólares. Port otra parte, Avellaneda”, era el municipio de 342.000 habitantes lindante con la Ciudad de Buenos Aires en los que conviven colosos del fútbol como Independiente y Racing y no una localidad santafecina de 25.995 pobladores que, hasta el parate pandémico, dividía sus amores futboleros entre el Atlético Tigre y el Club Barrio Norte.
Aquella jornada, el presidente Alberto Fernández dispuso la “intervención transitoria de la sociedad VICENTIN S.A.I.C. por un plazo de SESENTA (60) días, con el fin de asegurar la continuidad de las actividades de la empresa, la conservación de los puestos de trabajo y la preservación de sus activos y patrimonio”. En paralelo, se difundió el contenido de un anteproyecto de Ley de declaración de utilidad pública y sujeto a expropiación del grupo.
El planeta pareció estallar. De la anticuarentena fogoneada y el negacionismo de una pandemia (que al cierre de esta nota tenía 10.424.992, casos de COVID-19, 509.706 muertes confirmadas en 188 países de todo el mundo) la agenda pasó a articularse alrededor del “camino a Venezuela” supuestamente iniciado por el Presidente, de las expropiaciones sin límite que se encadenarían de Vicentín en adelante y al abandono definitivo de “la República”, la Constitución y las libertades públicas.