Peste, fútbol y negocios

Messi Campeón de América,  Bolsonaro contra las cuerdas brasileñas

13/07/2021
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A las 23.04 del sábado 10 de julio, cuando Lionel Messi (mejor jugador de la “Copa América 2021”) y Neymar da Silva Santos Júnior (mejor jugador de Brasil en esa competencia) se dieron el abrazo más extraordinario de la historia del fútbol mundial, en el país sede del negocio del “circo sin pan” de la CONMEBOL se producía el fallecimiento número 532.887 causado por la Covid-19, que ya registraba 19.069.003 contagios.

 

Después de veintiocho años, el fútbol mayor argentino triunfaba en una final, contra Brasil y en el Maracaná. El Obelisco porteño recibía el abrazo de una modesta multitud y estallaba la alegría en distintos lugares del país, con justicia y por encima de la visión ciega de la cultura bancaria, en la que “lo único que vale es ganar”, llevada al absurdo por el bilardo-simeonismo para el que “el segundo es el primero de los últimos”.

 

Un año antes, Alejandro Domínguez, mandamás paraguayo de la CONMEBOL, había logrado filtrarse entre los presidentes participantes de la cumbre del MERCOSUR, con la excusa de presentar el ‘‘¿protocolo para la vuelta del fútbol”. El economista graduado en la Escuela de Negocios de la Universidad de Kansas e involucrado en el marketing y la comunicación de su país, coló en el zoom regional y se apresuró a presentar al fútbol como “un bálsamo necesario para todo lo que necesitarán nuestros países para recuperarse de este duro golpe” de la pandemia.

 

 

Negacionismo y negocios

 

Meses después, la prédica, mascarón de proa de los negocios que genera la pelota, hizo que el continente, con muertos y contagiados por coronavirus en aumento, se transformase en Libertadores, eliminatorias y Copa. La Confederación impuso sus criterios por encima de los sanitarios y, en el caso de Colombia, sin importarle la protesta social y la represión estatal, al punto de que algunos partidos se jugaron con el estruendo de las balaceras gubernamentales de fondo y hasta debieron interrumpirse por el castigo de los gases lacrimógenos.

 

Al final, Colombia se bajó, empujada por el conflicto generado por las políticas fondomonetaristas del presidente Iván Duque Márquez. Argentina hizo otro tanto, al borde del colapso hospitalario generado por la segunda ola de Covid. Domínguez acudió a Jair Bolsonaro, mandatario brasileño acusado de fascista, corrupto, homofóbico..., un negacionista que condujo a su país a un desastre sanitario que, en plena Copa, presentaba una media de 45.000 nuevos contagios reportados por día e instalaba al país en el segundo escalón de muertos por coronavirus del planeta.

 

La información de la CONMEBOL sobre los contagios fue confusa. Sin embargo, a once días de competencia, reconocía 166 casos, equivalentes a entre tres y cuatro delegaciones completas de un torneo en el que participaron diez seleccionados; presentó ese número como “auspicioso”, con el agravante de destacar que la mayoría de los afectados “corresponden a personal tercerizado de apoyo logístico en Brasil, que aún no había sido vacunado, por razones ajenas a la CONMEBOL”, es decir, personas de segunda, contra la “absoluta minoría” de primera, constituida por los jugadores.

 

La selección de Venezuela fue la excepción a ese escenario: un día antes inaugurar el campeonato con el local Brasil, sufrió 12 casos positivos, que después se elevarían a 14 (10 jugadores y 4 miembros del equipo técnico).

 

Tampoco es fácil lograr los números totales de recaudación de la CONMEBOL; sin embargo, solo con sumar los u$s 350 millones anuales que le reporta el contrato con IMG-Perform por venta y postventa de los derechos televisivos, un mínimo de otros 140 que le garantiza la comercialización de la Copa América por parte de la japonesa Dentsu (quinta red de agencias de publicidad del mundo) y más de 35 millones provenientes de sus sponsors, se llega a los 525 millones de dólares anuales, que se multiplican con ingresos por las copas Libertadores y Sudamericana.

 

Claro, el reparto es fuerte y, por ejemplo, la Argentina de Claudio Fabián “CHiqui” Tapia, por ejemplo, embolsará un total de 16 millones de dólares por su participación campeona en Brasil.

 

La variable de ajuste de la máquina de generar recursos son los jugadores. La concentración de partidos de esas dos copas de clubes en solo seis semanas obliga a desplazar por el continente, convertido en uno de los epicentros de la pandemia, a 64 planteles, sin respetar los cronogramas de cada federación nacional.

 

De televisaciones, medialunas y delincuentes

 

Desde hace décadas, los deportes populares son más espectáculos televisivos que juegos con multitudes como participantes necesarias. La pantalla es el verdadero escenario, mucho más en tiempos de pandemia, con cuarentenas y distanciamiento social.

 

No por nada, el campeonato que acaba de finalizar no fue la “Copa América 2021” sino la “CONMEBOL Copa América 2021”, donde las mayúsculas no son para el torneo ni para el continente, sino para la empresa organizadora, es decir, la Confederación Sudamericana de Fútbol, prácticamente oculta tras el nombre de fantasía adoptado en 2016, en pleno proceso de encarcelamiento y enjuiciamiento de decenas de “dirigentes” y empresarios.

Muy atrás quedan los orígenes de una asociación creada a instancias del gobierno argentino para organizar el primer torneo internacional de fútbol del mundo entre

Uruguay, Brasil, Chile y los anfitriones, en conmemoración del centenario de su Independencia, una experiencia que conduciría a la primera Copa del Mundo disputada en Uruguay en 1930.

 

El periodismo deportivo, en general, prefiere no recordarles a sus seguidores que sigue viva la investigación del l “FIFAgate”, que tiene contra las cuerdas a 40 dirigentes y empresarios del fútbol -más los que ya fallecieron-, 22 de los cuales reconocieron su culpabilidad en alguno de los 92 delitos en las que están implicados y con más de u$s 200 millones en sobornos aceptados o entregados.

 

La pesquisa pone en el centro del dispositivo al “co-conspirador número 1" o “Señor del Fútbol Número 1”, cuyo nombre no se escribe porque falleció antes de iniciarse el proceso judicial. Sin embargo, hay una sola persona que, en el período investigado fue presidente de la AFA y vicepresidente senior de la FIFA, se llamaba Julio Humberto Grondona, a quien el banco suizo Julius Baer (BJB) admitió hace solo dos meses haberle pagado 30 millones dólares de sobornos.

 

Hay otro argentino en la alfombra roja de la investigación: Alejandro Burzaco, máxima autoridad de “Torneos” hasta que fue denunciado, perseguido, encarcelado y sentenciado por lavado de dinero, fraude electrónico, crimen organizado y sobornos. Antes había protagonizado un despiste de película cuando las autoridades suizas, a pedido de la Justicia estadounidense, apresaron a siete dirigentes en el lujoso hotel Baur au Lac de Zúrich. Impertérrito y anónimo, él logró mantenerse pasar desapercibido su mesa de desayuno con croissants.

 

En sede judicial neoyorkina reconoció que él y su empresa pagaron alrededor de 160 millones de dólares en concepto de sobornos a dirigentes de la CONMEBOL, para quedarse con las transmisiones televisivas. Declaró que su hermano Eugenio, siendo el segundo de Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad argentino, le advirtió sobre “instrucciones (que) habían sido dadas a la Policía de Buenos Aires, la más grande del país, de callarme para hacer que fuera imposible que dijera cualquier cosa en Estados Unidos, incluso matándome”, según la transcripción del diario argentino La Nación.

 

La misma empresa, Torneos, presentada como especialista en “generación de contenidos deportivos”, hoy en manos de DirecTV, volvió a comprar los derechos de televisación y comercialización del torneo.

 

Detrás del merecido final feliz para los hinchas argentinos, quedan las sombras de los negocios, las tumbas de las muertes por la peste y hasta los manejos de una dirigencia futbolística que decidió no contratar un director técnico para conducir el camino hacia el mundial de Qatar a una de las cinco principales selecciones de fútbol del mundo. El citado “Chiqui Tapia” apostó por el tercer ayudante de campo del fracaso ruso de Jorge Sampaoli. Sin respetar los “códigos” de los que muchos futbolistas hacen alarde, Lionel Scaloni no siguió el camino de quien lo llevó hasta la conducción de la Selección Argentina; se quedó, y el sábado 10 de julio, a las 23.04 se abrazó a sí mismo y a los que bordaron la victoria.

 

 

Si no hay un terremoto, lo espera el golfo Pérsico, donde ya se registraron 6.500 muertes relacionadas con las condiciones, denunciadas por “inhumanas”, del trabajo en obras relacionadas con el Mundial 2022, donde el show seguirá circulando, después de que los petrodólares llegasen hasta la FIFA de “Sepp” Blatter y del “Señor del Fútbol Número 1” y los negociosos inventasen un nuevo lugar para que ruede la pelota, la que “no se mancha” pero sirve para todo servicio.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/213037
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