La dispersión

23/07/2019
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De acuerdo con el DRAE dispersar es hacer que un conjunto de personas o cosas se separe, se esparza en diferentes direcciones.

 

Este concepto primario de la lengua con relación al verbo y después sustantivo, dispersar, dispersión, señala que el conjunto está esparcido como cuando en el acto del cultivo de maíz, lanzáramos las semillas en todas direcciones, podríamos decir en términos genéricos que no estamos sembrando una milpa.

 

La dispersión es una característica al menos en Honduras, misma que la izquierda ha experimentado desde el tiempo en que se fundó el Partido Comunista.

 

Pareciera que no existe memoria histórica de los líderes de los movimientos políticos y de los partidos progresistas hondureños.

 

Es una sintomatología en donde prevalecen la visión personalista del mundo, es un síndrome repetitivo en el decurso del proceso liberacionista de nuestro país.

 

La envidia, la antipatía, el resentimiento, la rivalidad, la antipatía, la animadversión, la inquina, constituyen una especie de placer en la descalificación del otro, de aquel que no está en mi grupo, en mi colectividad.

 

Es una especie de negación de quien no responde a mis intereses, a mis puntos de vista, a la concepción del contexto que he elaborado y que —a troche y moche— los demás deben asumir como el fundamento de la verdad.

 

Es una especie de atavismo basado en unas formas de comportamiento propias de un profundo sentimiento de asumir mi verdad como explicación del universo, que se retrotrae a una herencia que siempre está alumbrando mi pensamiento particular del mundo.

 

Otro elemento característico de la dispersión es que cuando en el conjunto de una empresa social y política, el jefe, el regente, el cabecilla, no satisface mis ambiciones, mis codicias, mis avideces, mis tendencias y egoísmos, a veces disfrazados de expresiones ideológicas o racionales, entonces paso de inmediato a convertirme en el disidente del grupo, del líder, del dirigente, aunque este sea reconocido por la mayoría democrática que expresa su voluntad de elegir a su dirigente.

 

Sucede que existen liderazgos nacionales, regionales, locales y grupales, entonces el discrepante, el divergente, que controla grupos locales y regionales a través de ciertas canonjías que reparte entre sus seguidores, se coloca en el ámbito de la rivalidad que puede concretarse en la escisión y separación del todo, de la totalidad.

 

Cada uno de los discordantes va construyendo su propia tienda de pensamiento, acción y discusión disfrazada de ideología confrontativa, a pesar de que vea que la masa mayoritaria comprobada mediante votaciones específicas, va en el sentido opuesto a su propuesta política y social.

 

Allí surge de manera pública una oposición impulsada por intereses personales insatisfechos, el responsable de esta circunstancia asume un discurso aparentemente justo y equilibrado, mas no sabe el interlocutor que el herido, en sus más caras ambiciones detrás de su argumentación, posee una profunda decepción del líder central del movimiento o partido político.

 

En este caso, el líder de esta disensión que se torna cisma de confrontación es capaz de llegar a la total discrepancia e impulsado por su profundo resentimiento llega a tocar las puertas de la traición a los principios que constituyen el eje fundamental de un partido político.

 

Y de este modo, como en el caso de la fecundación, el óvulo puede irse dividiendo hasta establecer un conjunto de pequeños islotes que se niegan a formar parte del continente o sea la gran extensión que a manera de cierta totalidad contiene en sí misma otras expresiones ligadas entre sí como un sistema.

 

La dispersión va debilitando el todo del continente y entonces los grandes propósitos históricos de los movimientos o partidos políticos se pierden en archipiélago de la disensión que en aras de satisfacer sus intereses subjetivos contribuye al fracaso del objetivo general de alcanzar el poder del Estado Nacional.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/201150
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