De cómo surgieron los Pepes

16/05/2011
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En los primeros años de la década de 1990 conocí a un muchacho colombiano en un restaurante de comida china adonde yo llegaba a beber cerveza y a escribir poemas. Mi mesa nadie la ocupaba y yo siempre llegaba solo, porque de otra manera no se puede escribir, y menos poesía (el género literario al que irremediablemente diré adiós después de publicar tres libros que tengo terminados desde hace muchísimos años y a los que agregaré unos pocos poemas que he ido escribiendo para ciertas personas que quiero mucho).
 
No recuerdo el nombre de aquel muchacho, pero sí uno de los tantos altercados que tuvimos, porque mientras yo estaba concentrado derramando la tinta sobre las hojas de mi cuaderno el muy infeliz se acercaba buscando conversación y yo siempre le decía que se fuera a la chingada, que me dejara en paz. Era tal mi concentración que varias veces llegaron a asaltar el negocio sin que yo me diera cuenta sino hasta que me contaban que habían sido cinco o siete hombres armados. Una vez hubo una balacera en la acera de enfrente y sólo me di cuenta porque Anita, la guapa chinita dueña del negocio, me agarró los brazos y me llevó arrastrado hasta la cocina para protegerme de una bala perdida, gesto que le agradecí no sin antes gritarle que me había hecho mierda mi cuaderno y encima de eso se había cagado en el final de un poema que me estaba saliendo de lo más chingón (ese poema se llama El deseo de cada noche y lo usé como título de mi único libro de poesía que he publicado).
 
He de reconocer que aquel lugar era tranquilo, hospitalario y siempre me atendieron como atendían a Ernest Hemingway en las tabernas cubanas. Lo único que me sacaba de mis casillas era el colombiano, hasta que una vez nos gritamos de todo y a punto de destrozarnos hasta la muerte en una pelea a puñetazos intervino Anita y las meseras.
 
-¡No mamés gallo! -me gritó el colombiano.
 
Entonces volteé a ver a Anita y a las meseras (entre ellas una guapa jutiapaneca mejor dotada incluso que la Jennifer López) y me reí como un loco (ellas también me respondieron con unas miradas y sonrisas pícaras) y le dije al colombiano que se sentara a la mesa y ordené que le llevaran un litro y un plato de arroz frito con camarones.
 
A partir de ahí comenzamos a platicar como amigos y luego de hablar de mujeres, literatura, música y otras cosas, lo bueno se puso cuando comenzó a contarme historias del narcotráfico. Los carteles de Cali y Medellín eran años atrás dos entes más poderosos que la ONU y la FIFA (esta última, ya se sabe, está por encima de todas las organizaciones mundiales). Pablo Escobar Gaviria era el hombre más temido y el más querido en Colombia. Ni las entonces poderosas FARC se metían con él. Había ofrecido pagar la deuda externa de Colombia y era el sostén financiero de todos los bancos de aquella nación suramericana.
 
El poder de Pablo Escobar fue tal que los capos del cartel de Cali convocaron a una reunión al Gobierno, Ejército y la supercúpula económica para hacer una alianza estratégica (que incluía también a la DEA y a la CIA, según el colombiano) para hacer un frente común y destruir al cartel de Medellín (desde luego para eliminar la competencia y asumir el monopolio). No fue una sino varias reuniones y al final el Gobierno y el Ejército se comprometieron a aportar los combatientes y la inteligencia, los empresarios el dinero y las armas y el cartel de Cali el resto de dinero que hiciera falta y los sicarios.
 
De aquella alianza surgieron los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) y en adelante se desencadenó una guerra encarnizada y prolongada que terminó con una espectacular emboscada contra el hombre fuerte de Medellín. Lo demás es historia y ya todo mundo la conoce.
 
Guatemala, mayo 17 de 2011 
 
- Godo de Medeiros es Escritor. Guatemala, C.A.
https://www.alainet.org/es/articulo/149796
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