Estamos frente a una gran batalla que debemos librar

09/09/2007
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Amigos, compañeros y camaradas han manifestado su extrañeza por haber interrumpido ese casi diario escribir y publicar artículos que caracterizaba a mi trabajo anterior. Las razones que les he expuesto dicen a la necesidad de terminar con premura el libro que constituye la primera parte de la trilogía sobre “Poder económico, poder político y poder fáctico”, que ahora preparo y que se difundirá bajo el título ‘Los “dueños” del Ecuador’, en el futuro próximo. Igualmente, les he manifestado que consideraba indispensable no dejarme atrapar por lo coyuntural, para lo cual era necesario dedicar mis reflexiones a asuntos de mayor alcance. Finalmente evaluaba la oportunidad o  no de  difundir mis reflexiones sobre varios temas que concentraban mi atención. 

Hoy, por razones que se explicarán  en cada uno de los próximos artículos he decidido retomar el escribir y difundir mis reflexiones que me habían alejado. Esta es la primera  de aquellas y trata sobre los problemas y las consecuentes necesarias rectificaciones que ha emprendido la Revolución Cubana, como lo expresará  el compañero Raúl Castro en su discurso en Camaguey. Problemas sobre los cuales, se había ya referido el compañero Fidel en el 2005[1].

Antes de entrar en materia, debemos advertir que, como es evidente para los compañeros cubanos, nuestra adhesión, compromiso, respaldo y solidaridad con la Revolución Cubana es inalterable. Tan es así que, como ellos bien lo conocen, me he negado constantemente a ser parte de  eventos cuyo propósito era la discusión pública de  los problemas que enfrenta la Revolución Cubana. Conocen también que  siempre me limité a expresar mis reflexiones directamente a los compañeros cubanos, entre ellos a compañeros del Comité Central. Más hoy, cuando los compañeros James Petras y Robin Eastman-Abaya, han difundido por varios medios de comunicación alternativa, sus puntos de vista sobre el tema[2] y vistas las expresiones de Pedro Campos Santos y de Heinz Dieterich en la mesa redonda sobre “El Socialismo del Siglo XXI”, realizada en Quito el 29 de agosto del 2007[3], considero inevitable expresar mis opiniones en forma pública, sobre este tema.

La vigencia de la teoría del valor

Los compañeros Petras y Estman-Abaya, describen las diferencias en los salarios percibidos en diferentes ramas de actividad  y las consecuencias negativas que ello determina. A nuestro criterio esa percepción, si bien refleja una realidad objetiva innegable: las desigualdades que genera, soslaya el problema principal del cual deviene: la puesta en vigencia de la Ley del Valor en Cuba. Esta posición que incluso la califican como novedosa algunos compañeros cubanos, tiene ya larga historia. Los debates que mantuvieron sobre el tema Lange con Pajestka en la década de los 60,  demuestra lo añejo de este debate, a la vez que advierte sobre cinco fenómenos que se hicieron presentes en los ex países socialistas como consecuencia de la puesta en vigencia de la Teoría del Valor:

  1. La vigencia de la Ley del Valor, como es el caso del régimen salarial establecido para el sector industrial hoy en Cuba, conduce inevitablemente a generar desigualdades económicas de gran importancia, tanto a nivel sectorial como entre sectores,  como lo ejemplifican bien Petras y Eastman-Abaya  al referirse a las diferencias salariales intersectoriales;
  2. La desigualdad salarial posibilita y conduce a procesos de acumulación, al aparecimiento de “nuevos ricos” como los denomina Fidel y, posteriormente y sobre esa base, al desarrollo de sectores capitalistas y, consecuentemente,  a la reproducción de ideología capitalista[4];
  3. La omisión de la estructura de los salarios bajo el socialismo y el capitalismo, les permitió introducir análisis comparativos de los salarios monetarios, sin consideración a los componentes educación y salud gratuita, por ejemplo, que son propios del socialismo. Todo ello en el objetivo de viabilizar la vigencia de la Teoría del Valor; 
  4. El desarrollo de desigualdades en las sociedades socialistas, genera una contradicción evidente con el discurso de igualdad propio del socialismo, lo que termina por erosionar el compromiso de muchos ciudadanos con el socialismo. El mejor indicador de este proceso son las deserciones, que en la etapa actual y dada su magnitud, no puede ser adjudicada, en forma simplista, a estratos contra revolucionarios; y,
  5. El desarrollo, ante la presencia de grandes desigualdades y el fortalecimiento de ideologías individualistas y arribistas,  de sectores del lumpenproletariado ávidos de lograra mayores ingresos, como los que se advierten en la sociedad cubana y bien los describen los compañeros Petras y Estman-Abaya.


El contenido de los literales anteriores, constata los efectos, más no explica el proceso teórico y práctico en el cual se desarrollan esos resultados. Por ello, es menester puntualizar, si bien en forma sintética y simplificada, cuales son los planteamientos “teóricos” que rigen ese proceso. Estos son los siguientes:

  1. La aceptación de que la Teoría del Valor es válida incluso en el socialismo, determina que se reconozca, implícitamente, la existencia de valor y un excedente social[5];
  2. El salario que corresponde a  la fuerza de trabajo es equivalente solamente  a una parte del valor de la misma, puesto que excluye el excedente;
  3. Si subsiste la generación de excedente, una parte del valor agregado no estaría siendo entregado a quien lo genera, lo que, según quienes sostienen estas tesis, es la causa de desincentivos que conducen a ineficiencias como las que comentan Petras y Estman-Abaya;
  4. Para superar las ineficiencias generados por los bajos salarios, quienes sostienen la vigencia de la Teoría del Valor en el socialismo, adoptan el concepto trabajo formulado por Lasalle, propio igualmente de los clásicos de la economía burguesa, y plantean que el salario del trabajo debe corresponder al producto integro del trabajo, esto es valor más el excedente[6];
  5. La igualdad salario-trabajo, en el marco conceptual mencionado en el numeral 4 inmediato anterior, determina la transformación de las hoy empresas socialistas en empresas estatales, en la concepción socialdemócrata. Esto es unidades productivas en las cuales el excedente se destina a los procesos de inversión y reinversión y a salarios, restringidos a la empresa. Proceso exactamente contrario al que se produjo en Venezuela en el caso de PDVSA, empresa que inauguró en la historia, la conversión de una empresa estatal en empresa de propiedad social, a través de ampliar el destino de parte de los excedentes al financiamiento de las Misiones, esto hacia la sociedad en su conjunto;
  6. Sobre la base de los conceptos trabajo simple y trabajo complejo, los salarios al interior de las empresas se diferencian notablemente, cuanto más que algunos directivos intencionalmente sobrevaloran el tipo de trabajo cumplido, dando lugar a estratos privilegiados en el seno de la empresa y de la sociedad en su conjunto. Los denominados “cogollos” en Venezuela, es claro ejemplo de este comportamiento;
  7. La sobrevaloración del trabajo cumplido antes mencionada, que determina grandes diferencias saláriales se extiende a los sectores burocráticos, creándose con ello, posiciones de  privilegio al interior del aparato estatal;
  8. La gravedad del accionar mencionado en el numeral anterior, se deriva de una realidad evidente: muchos de los funcionarios privilegiados por esa práctica son miembros del Partido, por lo que dan pábulo a pérdida de credibilidad sobre el conjunto del Partido, a más de incentivar la burocratización para justificar, precisamente, las “elevadas” funciones que “justifican” los nuevas escalas salariales;
  9. Los elevados sueldos que se asignan por los salarios diferenciados en los sectores productivos y los cuadros directivos del estado, crea condiciones para un inicial atesoramiento y un posterior proceso de acumulación. Se instaura entonces condiciones para el desarrollo capitalista.


El proceso expuesto así como los efectos antes descritos, hemos de insistir, fueron ya demostrados en los ex países socialistas, y, se convirtieron en la causa principal del derrumbe del socialismo, puesto que fueron determinantes para el desarrollo de sectores capitalistas y de la más amplia difusión de la ideología capitalista, la cual se convirtió en hegemónica al interior de las sociedades socialistas, inaugurando un fenómeno inédito hasta entonces: la presencia de una estructura socialista  con una superestructura capitalista, que terminó por definir el reflujo del socialismo en esos países.

Eficacia y políticas salariales

El argumento para la puesta en vigencia de la Teoría del Valor y, consecuentemente, la aprobación de salarios altamente diferenciados en los países socialistas, tuvo ayer y tiene hoy, como caballo de batalla la necesidad de elevar la “eficacia”, eliminar la corrupción o los problemas burocráticos, como lo evidencian los planteamientos de algunos ideólogos cubanos. Analicemos como opera su propuesta, para, sobre esa base, definir las posibles consecuencias que generan tales tesis.

Quienes sustentan estos planteamientos sugieren que ante el absentismo y la reducción de la “eficiencia” que se manifiesta como baja productividad, indolencia burocrática, robos de combustibles o de productos como los denunciados por Fidel, obedece a los bajos salarios, los cuales, según ellos, no equivale al valor total del trabajo en la concepción antes descrita ni tampoco a las “grandes diferencias” derivadas del tipo de trabajo desempeñado. En consecuencia, la solución, para ellos, pasa por establecer salarios diferenciados sobre la base del “trabajo” que, como quedó dicho, es la suma del valor más el excedente,  y no por el principio solidario básico de la sociedad socialista: “cada quien de acuerdo a sus capacidades a cada quien de acuerdo a sus necesidades”[7], puesto que demanda una retribución por el trabajo desempeñado por las diferentes “capacidades” individuales, lo que reemplaza el aportar con toda la capacidad individual disponible, por el pago por  las distintas capacidades. Capacidad que, por otra parte, es un producto social, que no individual, puesto que en el marco de la sociedad cubana, la educación es gratuita, financiada por los recursos de la sociedad en su conjunto y no por un financiamiento individual o familiar, como en el capitalismo. Este enfoque, como se advierte claramente, se inscribe el proceso en una visión utilitarista, materialista. En términos históricos, sugiere se adopte la errónea visión de Escalante, en contra de la propuesta de incentivos morales que el CHE sostuvo en la controversia que se produjo al respecto a inicios del proceso revolucionario.

Igualmente, cuando en procura de la “eficiencia” se propone se asuma el “principio de equivalencia” en la visión de Dieterich, se asume igualmente que el salario es el precio del trabajo en el entendimiento de Lasalle antes comentado[8]. Este planteamiento, a más de desestimar el principio marxista de que lo que se vende es la fuerza de trabajo y no el trabajo, y, que “El tiempo que mide el trabajo del objeto producido, viene determinado por el trabajo socialmente necesario para producirlo y no por el trabajo individual (las negrillas son nuestras)”, no considera que la suma de los salarios demandados será entonces igual a la totalidad del producto social.

Si adicionalmente sostienen que el salario debe ser igual al “todo el valor agregado”, como insiste Dieterich[9], por ejemplo, se presupone que salario debe ser igual el valor más el excedente, lo que contraviene la conformación del fondo social que financia, entre otros rubros, la prestación de servicios gratuitos, que se sustentan, precisamente, en el uso del excedente social, así denominado por el carácter social de la propiedad sobre los medios de producción. Por ello, de aceptarse esa tesis no solo se sentarían las bases para afectar la permanencia de la actual estructura del salario socialista, puesto que en aquella es de especial importancia el componente en “especie” como la educación, salud y otros, a más de pasar por alto el carácter de la propiedad socialista, como efectivamente ocurrió en los ex países socialistas, sino y lo que es más importante se estaría desconociendo que de la “totalidad del producto social”, hay que deducir: “Primero: una parte para reponer los medios de producción consumidos. Segundo: una parte suplementaria para ampliar la producción. Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidentes, trastornos debidos a fenómenos naturales, etc.”, luego de lo cual señala Marx: “Queda la parte restante del producto social destinada a servir de medios de consumo. Pero antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que deducir todavía: Primero: los gastos generales de administración no concernientes a la producción (…) Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colectivas, tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc. (..) Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el trabajo”. Luego de todo este detalle Marx sostiene que: “Sólo después de esto podemos proceder a la “distribución”. Por ello afirma Marx que: “El “fruto integro del trabajo” se ha transformado ya, imperceptiblemente, en el “fruto parcial” aunque lo que se le quite   al productor en calidad de individuo vuelve a él, directa o indirectamente, en calidad de miembro de la sociedad”[10].   

Pero sobre todo ello, lo más importante es la generación de estratos diferenciados por los niveles de ingreso, lo que termina, mucho más en una situación de oferta limitada como es el caso de Cuba -por razones derivadas principalmente del bloqueo-, a la generación de excedentes que pueden destinarse a actividades capitalistas, incluso legalmente permitidas, no se diga a actividades ilícitas. Este proceder, inevitablemente conduce a ampliar el sector capitalista, y, lo que es más grave, a reproducir y difundir en forma más amplia la ideología capitalista con consecuencias nefastas para el futro socialista, como se demostró en los ex países socialistas.

Este fenómeno, al alcanzar determinados niveles, se vuelve incontrolable, como ocurrió en los ex países socialistas, puesto que tales conceptos e ideas erróneas alcanzan posiciones hegemónicas en el entendimiento de Gramsci, la que se pone de manifiesto incluso en la dirección del Partido Comunista. Gorbachev y la  perestroika son los mejores ejemplos de la difusión en los más altos niveles de las propuestas de retorno al capitalismo.

Así planteado el problema, ante la aprobación de salarios diferenciados para el sector industrial en Cuba, es previsible que tal política pueda ampliarse a otros sectores, puesto que la fuerza demostrada por los “eficientistas”, y de los partidarios del Socialismo del Siglo XXI en la versión de Dieterich, se ha mostrado ya como importante, incluso a niveles de decisión política y operativa, puesto que se han aprobado esas reformas, así como la realización de un gran evento para discutir ese “tipo” de socialismo en Cuba. Ante ello sólo cabría una revisión inmediata de esos planteamientos, cuesten lo que cuesten los esfuerzos indispensables para contrarrestarlos. Cuanto más que, como lo demostrará el compañero Pedro Campos en Quito,  acuden ya y con mayor frecuencia a planteamientos ideológicos como el afirmar que estas políticas son novísimas, desestimando toda la experiencia negativa que se constató en los ex países socialistas. Cuanto más que igualmente recurren a la frase del compañero Carlos Lanz de que “la eficiencia es la base del socialismo” para presentarla como un argumento más a su favor, ocultando, en este caso, que Carlos Lanz se refiere a formas de gestión para lograr mayor eficiencia en la construcción socialista, como dice su práctica en la empresa ALCASA, que no a la necesidad de introducir relaciones capitalistas de producción en un régimen socialista[11].

La adopción de posiciones ideológicas capitalistas

“Todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa”
Lenin en el “Que hacer”

La decisión del Partido Comunista Chino, bajo la dirección de Mao Tse Tung de emprender en la denominada “Revolución Cultural”, tenía como base el entender que en el cerebro de los hombres se produce, en tanto subsiste el socialismo y el capitalismo, una lucha entre las dos ideologías, por lo que la relación mecánica, unívoca que sostenía que la reforma estructural modificaba totalmente la superestructura era  falsa. Afirmaba que la dialéctica  enseñaba que la superestructura podía también influir en la estructura, a través del predominio de elementos ideológicos capitalistas, los que propiciaban se definan reformas como la vigencia de la Teoría del Valor -habitualmente amparadas en la muletilla de la “eficiencia” como quedó dicho-, que inducían a la creación de relaciones capitalistas de producción, las que reproducían  su ideología, incluso a nivel de los miembros de la dirección del Partido Comunista, generándose una suerte de círculo vicioso que conduciría inevitablemente, como efectivamente ocurrió, al desmantelamiento del socialismo.

En consecuencia, uno de los elementos principales que, a nuestro criterio, debe enfrentar la dirección del Partido Comunista cubano, pasa por la revisión de todos los antecedentes y las consecuencias que tuvo sobre los ex países socialistas la puesta en vigencia de la Teoría del Valor, así como un análisis profundo de la tesis que sostiene que la aplicación de la Teoría del Valor es indispensable para erradicar las “ineficacias” que se registran en la sociedad cubana, a las cuales hicieron alusión tanto Fidel en su discurso de noviembre del 2005, como Raúl el 26 de julio del 2007.

A ese tipo de desviaciones ideológicas, se torna igualmente importante elevar la vigilancia sobre la asunción de una serie de conceptos que se han difundido en el seno de la intelectualidad cubana. Es lugar común encontrar el uso de conceptos como factores de producción, mano de obra, desarrollo humano, principio de equivalencia, libertad creativa, movimientos sociales en la visión de Touraine, sector privado identificado con “eficiencia”, “Socialismo del siglo XXI” en la visión subjetiva de Dieterich, el pago de salarios por rendimiento, por citar algunos.

Merece especial atención la frase expresada por el compañero Raúl Castro, cuando afirmó que: Somos conscientes igualmente de que en medio de las extremas dificultades objetivas que enfrentamos, el salario aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades, por lo que prácticamente dejó de cumplir su papel de asegurar el principio socialista de que cada cual aporte según su capacidad y reciba según su trabajo”[12], puesto que podría pensarse que el concepto trabajo que incluye, tiene la connotación de la concepción comentada y criticada ampliamente en el presente análisis. Lo más probable, es que el compañero Raúl utiliza ese concepto en la línea de lo expuesto por Marx, cuando mencionaba que la propiedad de la sociedad sobre los medios de producción no elimina los defectos de la distribución y la desigualdad por cuanto los productos son distribuidos “según el trabajo”. Posición que, por cierto, no tiene nada que ver con la concepción de Lasalle antes mencionada.  Ante la posibilidad de un mal uso de la afirmación del compañero Raúl, podría resultar altamente beneficioso, si no se lo ha hecho con anterioridad,  se debata sobre estos conceptos en los niveles que el Partido Comunista cubano considere pertinente y conveniente, en el objetivo de rebatir la posición Lasallana que hemos advertido.  

En el campo de la cultura de las bellas artes, el largo relato de las desviaciones que se producen incluidas en el texto de los compañeros Petras y Estman es tan abundante, que no cabe adición alguna.

Solo resta agregar que las demandas de “libertad creativa”, y la profusión de obras del tipo como las comentadas y criticadas por Petras y Estman-Abaya, permitió el aparecimiento de los Havel, los cuales demostraron sus verdaderos objetivos y sus consecuencias, años más tarde. En este caso en la ex República Socialista de Checoslovaquia.

La separación entre el Estado cubano y el Partido Comunista de Cuba

Los compañeros Petras y Estman-Abaya, afirman que la contradicción entre lo que se conoce como “Intereses de Estado” y la Política del Partido obedece a una falta de separación entre el Estado y el Partido. Aseveran que: “El problema crucial es la falta de separación entre el Estado cubano y el Partido Comunista de Cuba. Lo que es apropiado desde el punto de vista diplomático para el Estado cubano es políticamente reaccionario desde el punto de vista de los movimientos de masas populares en los países que combaten contra regímenes neoliberales. Cuba podría resolver el problema si el Estado y el partido fueran organizaciones claramente distinguibles. El partido podría hablar desde una perspectiva revolucionaria en solidaridad con las luchas de los pueblos y el Estado podría trabajar con los regímenes existentes”.

A nuestro criterio, la afirmación anterior, a más de excesiva es incorrecta.   

Excesiva, en tanto y en cuanto implica aceptar que el Estado cubano ha antepuesto los “intereses de Estado” sobre los principios revolucionarios, lo cual es muy lejano a la realidad objetiva. La solidaridad demostrada en muchos países del mundo, en diversos campos y circunstancias, a pesar de las limitaciones impuestas principalmente por el bloqueo imperialista,  niegan rotundamente esa afirmación, a más de demostrar fehacientemente que la solidaridad revolucionaria, esto es los principios, han estado siempre sobre los “intereses de Estado” en la práctica del Partido y Estado cubano.

Incorrecta, puesto que proponer una tácita separación de la política del Estado cubano respecto al Partido, sería repetir la negativa experiencia de los ex países socialistas, en los cuales, precisamente se produjo la distinción sugerida. Distinción que posibilitó que se privilegien los “intereses de Estado”, lo que, a su vez, justificó la adopción de políticas incluso contrarias a los principios y a los movimientos revolucionarios, bajo el argumento de que ello era indispensable para mantener buenas relaciones con determinados Estados.

La unidad Partido-Estado, y el predominio del primero, son garantía para evitar la burocratización del segundo y, principalmente, de que éste privilegie, anteponga los “intereses de Estado” sobre los principios revolucionarios. El mejor ejemplo sobre la razón de ser y de conducta que impone ese tipo de relación es el caso del Brasil. En tanto Cuba como Estado trata de consolidar las relaciones interestatales, desde la visión antiimperialista, Fidel, como el más alto mandatario del Partido y del Estado cubano se pronunció abiertamente en contra de la política que respecto al etanol defiende en forma denodada el Presidente brasilero Lula da Silva, en la línea de los intereses del imperialismo.     

A forma de conclusión hemos de reconocer que los compañeros cubanos ya han advertido y desarrollado acciones contra los problemas derivados del uso del dólar, la existencia de almacenes pagaderos en divisas, etc. Igualmente, que los compañeros advierten la complejidad de los problemas que enfrentan y los que podrán generarse en el futuro. Pero no sólo ello, están dispuestos a librar una gran batalla y no sólo a librarla sino a vencer en la misma, como lo expresará el compañero Fidel. Resta entonces esperar que los análisis se profundicen y que se tomen los correctivos que eviten que la Revolución Cubana sea conducida por viejos caminos.

Finalmente hemos de confesar que nunca hemos tenido la oportunidad de visitar Cuba socialista, por lo que nuestros planteamientos no han podido ser contrastados plenamente con  la realidad objetiva. Ello, sin duda alguna, nos priva reconocer e incluir matices que podrían ser importantes para el análisis. Pero ello no resta validez a nuestro punto de vista, cuanto más que éste se basa en la experiencia de los ex países socialistas, de cuyo derrumbe fuimos testigos presenciales, específicamente en la ex República Socialista de Checoslovaquia.

Quito, 8 de septiembre del 2007



[1] Fidel Castro: "Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades".  Discurso pronunciado por el presidente de Cuba, en el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad. La Habana, el 17 de noviembre de 2005

[2] Petras, James y Estman-Abaya, Robin: “Revolución permanente y contradicciones contemporáneas”, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55223

[3] La presencia de Pedro Campos, junto a Heinz Dieterich no es casual ni fortuita. Responde a su coincidencia en los postulados de Lasalle respecto al destino del excedente social; en el debilitamiento, expreso o implícito que expresan,  del fondo social; el privilegiar la ampliación de formas de propiedad cooperativa, que la suponen forma socialista y no privada como corresponde, afirmando tonterías como aquella de que: “en las cooperativas el excedente lo controla el grupo de trabajadores y no un capitalista” en total desconocimiento de éste tipo de organización de producción. Sería prudente que Campos ausculte las razones por las cuales esa  forma de organización fue fuertemente impulsada por Alianza para el Progreso,  precisamente luego del triunfo de la Revolución Cubana, para que descubre que las cooperativas  consolidan el capitalismo y no el socialismo como lo pretende.

[4] Fidel Castro los denomina “nuevos ricos” quienes abrazan la ideología burguesa, capitalista, y, “luchan” denodadamente por difundir esos principios.

[5] En el presente análisis utilizamos excedente social en lugar de plusvalía, para connotar la propiedad social sobre los medios de producción que predomina en Cuba.

[6] Esta es una vieja tesis de Lasalle. Al respecto Lenín afirma que: “En la Crítica del Programa de Gotha, Marx refuta minuciosamente la idea lasalleana de que, bajo el socialismo, el obrero recibirá el “producto integro (o “completo”) del trabajo”. Marx demuestra que de todo el trabajo social de toda la sociedad habrá que descontar un fondo de reserva, otro fondo para ampliar la producción, para reponer las máquinas “gastadas”,etc., y, además de los artículos  de consumo, un fondo para los gastos de administración, escuelas, hospitales, asilos de ancianos, etc.”. Lenín: “El Estado y la Revolución”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1960, Obras escogidas, II tomo, página 376. 

[7] Podría objetarse a esta afirmación, en el sentido de que la Revolución Cubana se halla aún en la etapa socialista, y que el tipo de distribución mencionada corresponde a la segunda etapa, como lo sostiene Marx. Ante ello, sólo vale recordar que el propio bloqueo ha determinado un avance acelerado en el objetivo que podría ser acotado. A más de que dado el tiempo transcurrido desde el inicio de la Revolución, seguramente el derecho vinculado ha sido objeto de muy importantes modificaciones.

[8] Este punto de vista lo sostiene Dieterich en todos sus escritos, y, lo reiteró en la mesa redonda que para tratar sobre el Socialismo del Siglo XXI organizó en Quito, la APDH.

[9] Dieterich no es original ni tampoco el “pensador” que ha creado nuevas teorías como se ufana y proclama. Es un simple copista de Lasalle. Efectivamente Lasalle afirmaba que una “distribución justa” es “el derecho igual de cada uno al producto igual del trabajo”, que es lo que esgrime Dieterich como una novísima aportación.

[10] Marx, Carlos: “Crítica del programa de Gotha”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, Tomo II, página 14.

[11] La posición Pedro Campos no es fortuita, se inscribe en su línea para acabar con lo que el llama “Socialismo neocapitalista de Estado” al referirse a Cuba Socialista, para lo cual sugiere, entre otras cosas privilegiar la propiedad privada cooperativo sobre la social, debilitar lo que él denomina neocapitalismo de Estado, que; “tiene sus ejes en el predominio de la propiedad estatal y el trabajo asalariado y persiste en su modelo de acumulación a partir del control centralizado del excedente social”,  la entrega de parte del excedente directamente a los trabajadores, etc. Véase: Campos, Pedro:  “Cuba: dilema y esperanza”, en Penultimos dìas, martes 18 de julio del 2006.

[12] Castro, Raúl: “Discurso del 26 de julio” en Camaguey.

https://www.alainet.org/es/articulo/123130
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