Una mirada desde la Historia
Los guerrilleros no son los únicos victimarios
12/06/2013
- Opinión
Ensayo en clave de pensamiento estratégico
A La Facultad de Humanidades
En sus 50 Años de fructuosa Vida
ABSTRACT
1. Si no dispone de una hora para leer de modo crítico y contributivo este Atisbos, no lo lea, o, quédese con este Abstract.
2. El juego intereses-necesidades y posiciones: Cuando en una negociación, a partir de modificaciones en el juego intereses-necesidades, se producen cambios en las posiciones- que es lo más difícil de cambiar-, es porque efectivamente se ha estado avanzando siendo esto lo que puede evidenciarse en estos nueve meses de conversaciones en la Habana: se ha logrado un acuerdo informal acerca de la medida en que se afectará la propiedad rural- hasta la abolición del pre-moderno e injusto latifundio improductivo-,asunto éste que en el debate nacional unos por miedo de alborotar han callado mientras que otros han deformado presentándolo o presintiéndolo como una ataque frontal contra toda la propiedad rural.
En el asunto de los tiempos, en cambio, las posiciones más que cambiar, han tendido a radicalizarse. En este orden, el juego intereses-necesidades ha sido distinto.
3. Santos busca la paz, ¿electoralmente habrá que apoyarlo? Como en la práctica han tomado forma dos estrategias distintas de cara a la paz, neoliberal una y anti-neoliberal la segunda, lo que en la coyuntura habría que hacer, sin adhesiones mecánicas y hasta incoherentes, es construir acuerdos entre las dos fuerzas y estrategias buscando salvar los acuerdos pacificadores de la Habana.
4. De cara al actual proceso de negociación, existen unos enemigos abiertos para quienes el discurso de “una muy posible impunidad frente a delitos atroces” no es más que una táctica de torpedeo. Lo que les importa es que la negociación no salga avante. En esas condiciones, para ellos no hay Justicia Transicional que valga. Con ellos, muy alineados alrededor del llamado “Centro Democrático”, parece inoficioso el debate público sobre esta forma excepcional de justicia pues, siempre le encontrarán reparos y enormes limitaciones y extensos vacíos. Pero, como lo ha destacado William Ospina, existen otros enemigos de buena fe y hasta casi todos sus amigos, que están muy interesados en que la paz no signifique tapar culpas y crímenes, pero que también saben que el único castigo no es la cárcel.
5. “LA PAZ DIFÍCIL”, un importante artículo de Jorge Orlando Melo.
6. Las conversaciones han sido relativamente prudentes, pero sÍ se sabe bajo qué términos se está negociando en la Habana y sobre qué materias.Los acuerdos informales que se vayan formulando no saldrán de estos temas, a. reforma rural; b. reforma del régimen político y electoral; c. cooperación de las Farc en la redefinición de la Política anti-narcóticos; d. derechos de las Víctimas; e. sentido y propósitos de la dejación de las armas; y. f. formalización-verificación de los Acuerdos y situación del post-conflicto armado.
7. Desde hace, por lo menos, diez años, dos imaginarios bélicos, han alcanzado amplia cobertura social convirtiéndose, desde las mentes de un amplio sector de la ciudadanía, en verdaderos obstáculos a la paz. El primero de ellos dice que esos viejos e idealistas guerrilleros han dejado de ser actores políticos y que, por lo tanto, si ahora buscan negociar, no hay razones robustas para otorgarles prerrogativas para que hagan política; no menos fuerte y amplio es el otro imaginario, que dice que como el fin del fin de las guerrillas se encuentra a la vuelta de la esquina, más que negociar con ellos, lo que habría que hacer sería arreciar la guerra. Los amigos de la paz, en sus distintas versiones ciudadanas, deben hacer mucha pedagogía evidenciando cómo esos imaginarios no se corresponden con la realidad. Golpeados durante el octoenio de Uribe en lo militar y en pérdida progresiva de control territorial entre el 2002 y el 2007, en el 2008, producto de la readecuación estratégica liderada por Cano, los farquianos empezaron a reactivarse en el 2008, levantando cabeza militar en los últimos doce meses del gobierno de Uribe, y, a partir de entonces, en lo territorial han venido reconfigurando un largo y complejo corredor, que partiendo desde Catatumbo, se abre paso por Arauca y Antioquia hasta llegar al Valle desde donde continúa hasta el Cauca y Nariño para llegar al Putumayo y a los límites con Ecuador.
8. En esta sociedad nuestra ¿serán los guerrilleros los únicos victimarios? Claro que ellos lo han sido y lo continúan siendo, sobre todo, por las formas específicas como han dirigido su movimiento con múltiples acciones ilegítimas de guerra contrarias al DIH y con un enorme impacto perverso sobre las poblaciones civiles habitantes de los territorios de guerra. Pero, en esta sociedad la lista de victimarios es más amplia, compleja y enredada.
9. En los finales de la violencia entre partidos, ¿quién obligó a Marulanda Vélez y amigos a salirse de un cargo oficial? Entrevista de Jorge Leyva al Sargento Pascua.
10. El 20 de mayo de 1964, 14 hombres y 2 mujeres liderados por Marulanda Vélez le enviaron al presidente Valencia una carta solicitándole que se hiciese en Marquetalia una reforma agraria completa. Archivo General de la Nación Fondo Presidencia.
11. En la década de 1960, el propio Ministro de Guerra también se lo advirtió al Estado: En Colombia habrá violencias si no se hacen reformas estructurales. Entrevista de Humberto Vélez y Adolfo LeónAtehortúa al General Alberto Ruiz Novoa.
12. En la época de la violencia entre partidos- mediados del siglo XX- se llegó a unas formas extremas de ejercicio de la violencia, casi “patológicas”. Una corta y expresiva ilustración.
13. Algo aún más extremo y sistemático acaeció en la década 1990-2000: apareció, por ejemplo, la práctica de desmembrar a las personas con motosierras. El caso del genocidio del Salado.
14. Sin pretender desvanecer responsabilidades morales y penales en lo personal, algo de perverso ha entrado a hacer parte de “nuestro cuerpo social”. Entrevista de El Tiempo al Embajador Francés FrancoisZimeray.
15. Expresión clara y robusta de ese social colombiano precario y desvanecido ha sido la enorme inequidad social que ha caracterizado a esta sociedad. Un solo ejemplo: en materia de distribución de la propiedad rural, con un Gini de 0.86 casi que se acerca a la más perfecta desigualdad.
16. Como para levantar la hipótesis según la cual, como un resultado histórico, en esta segunda década del siglo XXI los colombianos tienden a atenerse a dos modelos regulatorios ambivalentes de las conductas personales, uno para “hablar y discursear” y otro para “hacer”: El primero, especulativo e inefectivo pero muy loado, el segundo, socialmente efectivo pero pactado y agazapado. Por eso los colombianos, más que institucionales, son y han sido para-institucionales.
17. Por todas estas últimas razones medio esbozadas entre los acápites 9 y 16 del presente Atisbos, lo que los colombianos deberíamos estar haciendo sería tratar darle forma a una necesaria y compleja pero todavía dificultosa y casi imposible LEY DE PUNTO FINAL; algo al respecto, ha avanzado Pablo Catatumbo.
18. La Justicia Transicionalno ha sido concebida para perdonar a las personas en lo penal porque sí y ni siquiera para pagarles o agradecerles la dejación de las armas a quienes las han empuñado de modo subversivo; es una forma de justicia, concebida para abordar y manejar un conflicto macro, grave para el país y de mucho impacto perverso para el conjunto de sus habitantes. Por sí y en sí misma carece de sentido, pues es una función de las condiciones en las que se maneje el conflicto. Es así como, a la luz de sus propias lógicas, el cómo y el cuánto de justicia dependen de los niveles de reparación de las víctimas, así como de los grados efectivos alcanzados de establecimiento de la verdad, de garantías de no repetición y de reconciliación. Esto parece olvidarlo, casi por completo, el líder de la oposición a la paz, el ex-presidente Alvaro Uribe Velez, así como sus asesores y seguidores. ¿Mala fe o interés político u obsesión guerrerista o todo a la vez? Recordemos ahora que, hace 21 años, el propio Uribe, como senador y ante una situación crítica de vacío legal, sacó avante una ley de re-indulto total para el M19.
Entonces, en síntesis, LA JUSTICIA TRANSICIONAL TIENE QUE VER CON LAS IDEA SANA Y SALUDABLE DE DESMITIFICAR Y DESACRALIZAR LO JURÍDICO, DE BAJARLE UN POCO EL TONO A LAS DECISIONES JUDICIALES PERO SIN DESVANECERLAS NI REDUCIRLAS A SU MÍNIMA EXPRESIÓN ABRIÉNDOLE ASÍ ESPACIO A LAS DECISIONES POLÍTICAS EN FUNCIÓN DE UN TRATAMIENTO ADECUADO Y RICO Y OPORTUNO DEL CONFLICTO POR LA VÍA DE UNA EQUITATIVA REPARACIÓN DE LAS VÍCTIMAS.
***1***
Habíamos prometido no llevar los Atisbos, a no ser de tiempo en tiempo, más allá de 1.300 palabras, pero ahora, la importancia del tema- La Habana bajo la mirada de la historia colombiana- amerita llevarlos a un nuevo Ensayo. Los expertos en leer rápido sin entender casi nada, arrollarán este luengo Atisbos en uno o dos momentos, pero los cultores de la lectura pausada y crítica, que es para quienes escribimos, gastarán su hora y buscarán aportar.
***2***
Hoy 26 de mayo del 2013 se cumplen nueve meses desde que el pasado 26 de agosto se iniciaron los diálogos de la Habana, pero, dada la confidencialidad básica del proceso, sólo los negociadoressaben si han marchado de modo lento o rápido o adecuado. En abstracto, podría afirmarse que, a ese ritmo, gastarían dos o tres años para cubrir los cinco temas nucleares pactados en la etapa exploratoria de pre-negociación, que teniendo cada uno de ellos su grado de importancia, sin embargo, están todos subordinados a los acuerdos informales que se construyan en el ámbito del primer tema, el del desarrollo rural integral. En este ámbito, se escondía un asunto ideológico, el del estatuto de la propiedad privada y, por eso, los tiempos del primer tema y nueve ciclos, no serán ni los tiempos ni los ciclos de los otros cuatro, excepción hecha quizá del problema de las víctimas, asunto no ideológico sino ético.
En general, adivinando, presumiendo pero también recogiendo pistas regadas en el camino, dos asuntos parecen haber sido los más álgidos en los nueve ciclos en que hasta ahora han desdoblado la cuestión rural: primero, si se afectaba o no se afectaba el estatuto de la propiedad rural y, segundo, el asunto de los tiempos, sobre si los diálogos con acuerdos informales debían terminar hoy por la tarde, mañana por la mañana o pasado mañana al medio día.
“Que sí debía afectarse el estatuto de la propiedad privada rural”, fue la primera posición de las Farc; “que debía permanecer inconmovible, que ése no era asunto para discutir, que, a lo Uribe, ése era un inamovible”, fue, desde un principio, la posición del gobierno. Sin embargo, al entrar en juego intereses y necesidades, de parte y parte, las posiciones cerradas empezaron a modificarse. Los farquianos, que necesitaban que la negociación se focalizara desde “un cambio mínimo en las condiciones sociales de la gente”[1], propusieron entonces que una reforma agraria, como componente central de una reforma rural, se hiciera afectando con vigor el latifundio improductivo, pero, sin lesionar el latifundio capitalista comercial moderno; y el gobierno, que necesitaba que la locomotora minera pudiera marchar sin conflictos atravesados por las guerrillas, también modificó su posición, pues la propiedad latifundista improductiva no era un inamovible absoluto, pues el propio espíritu de muchas leyes señalaban que la propiedad de la tierra debía estar en manos productivas.
Cuando en una negociación, a partir de modificaciones en el juego intereses-necesidades, se producen cambios en las posiciones -que es lo más difícil de cambiar-, es porque efectivamente se ha estado avanzando siendo esto lo que se evidencia en estos nueve meses de conversaciones en la Habana: ha habido un acuerdo informal acerca de la medida en que se afectará la propiedad rural – hasta la abolición del pre-moderno e injusto latifundio improductivo, asunto éste que en el debate nacional unos por miedo a alborotar han callado mientras que otros han deformado presentándolo o presintiéndolo como una ataque frontal contra toda la propiedad rural.
A este respecto, hoy domingo 26 de mayo en declaración conjunta leída por el representante de Noruega como país garante, los negociadores le han comunicado a Colombia y al mundo los acuerdos informales construidos sobre el primer tema[2],
“Los delegados del Gobierno y las FARC-EP, informan que: Hemos llegado a un acuerdo sobre el primer punto de la Agenda contenida en el "Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera". Acordamos denominarlo “Hacia un nuevo campo colombiano:Reforma rural integral”. En el próximo ciclo de conversaciones, presentaremos el primer informe periódico de la Mesa.
Hemos construido acuerdos sobre los siguientes temas:
Acceso y uso de la tierra. Tierras improductivas. Formalización de la propiedad. Frontera agrícola y protección de zonas de reserva. Programas de desarrollo con enfoque territorial. Infraestructura y adecuación de tierras. Desarrollo social: salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza. Estímulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa. Asistencia técnica. Subsidios.”
En el asunto de los tiempos, en cambio, las posiciones más que cambiar, han tendido a radicalizarse. En este orden, el juego intereses-necesidades ha sido distinto. En la ya citada Entrevista, Pablo Catatumbo ha ratificado la posición inicial de las Farc:
“Para empezar, diferimos en los tiempos. No queremos un proceso exprés. A una confrontación que ha causado tanta tragedia en el país y que se ha prolongado durante casi 50 años es muy complicado ponerle plazos…”.
El gobierno en cambio, tras nueve meses de conversaciones en las que ha bailoteado sobre el asunto, por estos días ha reafirmado su posición mandando a decir con el Ministro de Gobierno que Santos sólo se aguantará hasta noviembre del 2013, fecha en la que el presidente deberá formalizar o no su aviso indirecto de aspirante a una reelección. Catatumbo, dentro del espíritu de los tiempos más pausados de su organización, no mira con recelo esa aspiración,
“Me parece positivo. Si el presidente es reelegido se le da continuidad al proceso. De otro lado, le da la oportunidad para que lo defienda, cosa que no ha hecho hasta ahora con suficiente fuerza y convicción”.
***3***
En excelente balance crítico de 6 meses de conversaciones, Carlos Medina Gallego de la Universidad Nacional, nos lo ha advertido: El momento es complejo y lo serán los meses venideros, pues, no obstante un exitoso recorrido, subsisten muchos nudos por desamarrar; en la parte gubernamental, el talón de Aquiles del propósito reeleccionista de Santos es el proceso de paz[3], aunque el presidente insista, una vez lanzada a la reelecciónsu Política de Prosperidad para todos, en que él, aunque las Farc no le marchen al proceso, sacará adelante la paz en Colombia.
Pero, ahora la pregunta que muchos se hacen es el cómo un presidente inclinado a iniciar la pacificación del país, podrá sacar adelante su propósito de paz aplicando unas Políticas Públicas cuyo contenido neoliberal no alcanza a verse ocultado por acciones sociales efectistas como las cien mil viviendas gratuitas para pobres, por ejemplo.En el nivel de los deseos, todos los demócratas y progresistas con conciencia social con seguridad apoyarán el propósito pacificador, lo que, en el nivel práctico, debería traducirse en un apoyo electoral a la reelección de Santos. Pero, serán la realidad y los niveles de convicción, y no los deseos y el deber ser, los que definirán la contradicción. Lo que en el movimiento real se observa es que, en la coyuntura, han tomado forma dos estrategias distintas de cara a las posibilidades de paz: de un lado, un gobierno pro-pacificación de inspiración neoliberal, y, del otro, un amplio movimiento social ciudadano pro-paz, que postula que, si la negociación resulta exitosa, ése sería sólo un primer paso en la construcción de paz. Por lo tanto, lo que en la coyuntura habría que hacer, sin adhesiones mecánicas y hasta incoherentes, sería construir acuerdos entre las dos fuerzas y estrategias buscando salvar los acuerdos pacificadores de la Habana.
***4***
Como ya hemos visto en la Habana se han producido importantes acuerdos informales siendo el más importante el de la realización de una histórica reforma agraria, que por vez primera toque en profundidad al latifundio improductivo transfiriendo, por ejemplo, 20 de los 40 millones de hectáreas dedicadas a la ganadería extensiva a un programa de construcción de alguna delas formas complementarias de Soberanía Alimentaria. Se podrá pasar, entonces, al primer ciclo, ya algo adelantado, de la participación política de los exguerrilleros en la vida política.
Como podrá observarse, si en el primer tema el escollo central fue el del estatuto jurídico y real de la propiedad rural, ahora en el segundo lo será el del estatuto político de ex-guerrilleros, que sin haber sido sufrido una derrota militar, que sin ni siquiera encontrarse en la condición de necesaria capitulación, decidieron negociar, dejar las armas, partir de unas reformas sociales mínimas, ahorrarle al país “unas 20.000 víctimas más” e ingresar al régimen político institucional a hacer su política. Y el Estado, de modo autónomo, decidió negociar con ellos. Si durante el gobierno de Uribe hubiesen sido derrotados, el gobierno vencedor, de modo autónomo, habría decidido qué penas aplicarles. La sensatez que acompaña al sentido común, señala que una guerrilla que, en lo militar, no ha sido derrotada- aún más, que golpeada hasta el séptimo año del gobierno de Uribe, a partir de allí se reactivó hasta alcanzar en estos momentos la iniciativa militar en algunas regiones del país- no va a colocar la firma a un documento que la conduciría a la cárcel o, que, como quieren los uribistas, la dejaría en manos de la benevolencia del Estado, que sería el que determinaría qué niveles de penalización imponerles.
Como decir que a guerrilleros negociadores aunque hayan incurrido en delitos de lesa Colombia, no se les puede dar el mismo tratamiento que a guerrilleros derrotados, pero tampoco el Estado puede, sin más ni más, borrar las culpas y los crímenes ligados a delitos nucleares. Entonces, por eso el Estado ha decidido, como excepcionalidad, aplicarles otra forma de justicia llamada “Justicia Transicional”, cuyos contenidos y prácticas definiremos más adelante.
De cara al actual proceso de negociación, existen unos enemigos abiertos para quienes el discurso de “una muy posible impunidad frente a delitos atroces” no es más una táctica de torpedeo. Lo que les importa es que la negociación no salga avante. En esas condiciones, para ellos no hay Justicia Transicional que valga. Con ellos, muy alineados alrededor del llamado “Centro Democrático”, parece inoficioso el debate público sobre esta forma excepcional de justicia, pues, siempre le encontrarán reparos y enormes limitaciones y extensos vacíos. Pero, como lo ha destacado William Ospina, existen otros enemigos de buena fe y hasta casi todos sus amigos, que están muy interesados en que la paz no signifique tapar culpas y crímenes, y que también saben que el único castigo no es la cárcel. En muchos países se permite que un delito sea olvidado porque el denunciante retira la demanda; en otros se han concedido indultos y excarcelaciones a cambio de información para los organismos de seguridad. No sólo hay que pensar en las víctimas que fueron sino, también en las que serán. Como lo dijo un guerrillero hace diez años cuando se cancelaron lo diálogos, “Nos vemos dentro de 20.000 muertos”. Cada día de guerra significa más muertos, más destrozos, más violaciones de los derechos humanos de las poblaciones, más inversión de los recursos públicos. Entonces, ha destacado Ospina, no se trata de cerrarle el espacio a las decisiones jurídicas, sino de abrírselo a las decisiones políticas, cerrarle un poco el espacio a las primeras para que quepan las dos pensando en las víctimas de hoy y de mañana.[4]
***5***.
El 8 de mayo pasado Jorge Orlando Melo, siempre lúcido y aterrizado como investigador y ciudadano pensante, escribió un artículo en este tono y dirección:todavía es difícil creer que se logre un acuerdo, pero no imposible, a veces es necesario repetir lo obvio:
“Un acuerdo de paz es imposible si el gobierno no admite que debe dar a los crímenes de las Farc un tratamiento especial y si las Farc no aceptan que, en el mediano plazo, están totalmente derrotadas y que esta es la última oportunidad de salir del conflicto mediante una negociación…Hoy muchos insisten que no se sabe que se está negociando, qué se ha acordado y que ésta pendiente. Piden entonces que el gobierno diga ya, con claridad, si va a conceder una amnistía a las Farc por sus delitos graves, y que las Farc acepten desde ahora públicamente sus crímenes y pidan perdón a sus víctimas…La opinión pública puede ayudar a que los dos lados midan hasta dónde pueden ir, qué es posible lograr. Un mensaje claro a la guerrilla de que se respaldará la paz, pero que para ello deben aceptar su papel de victimarios y pedir perdón al país, puede ayudar a fijar los límites de lo que puede acordarse”.[5]
En su formulación y contenidos centrales, los Atisbos están de acuerdo con algunas de las tesis del profesor Melo, sin embargo, alrededor de ellas, vamos a formular algunos comentarios complementarios y críticos sobre dimensiones de ellas que él no tenía por qué abordar en un corto y medido artículo de prensa.
***6***
Los enemigos de la negociación publicitan que,
A. que no se sabe en qué términos se está negociando. Ya se vio cómo Melo destaca que la pre-negociación fue exitosa, pues permitió fijar unas reglas previas, y, de no haber sido así, las conversaciones se habrían disparado tal como acaeció en el Caguándonde se pretendió avanzar a debatir sobre una revolución social, tema éste que no puede ser objeto de una negociación y que, por demás, tiene su propio espacio en las luchas sociales.Hasta ahora, las conversaciones, no obstante los lógicos desbordes, han sido relativamente ordenadas y canalizadas.
B. También reiteran a toda hora que no se sabe a qué acuerdos han llegado. Las reglas también definieron que acuerdos, acuerdos concretos sólo habrá cuando todo esté acordado, pero, se sabe, por parte y parte, que no obstante los disensos, se ha avanzado en su formulación. Hoy 26 de mayo se han anunciado acuerdos informales concretos.
C. De todas maneras, para tranquilidad del establecimiento, se sabe que en lo que al punto central y primero respecta, el único derecho de propiedad que será afectado será el del latifundio improductivo. Por otra parte, los acuerdos que se vayan formulando no saldrán de estos temas, 1. reforma rural; 2. reforma del régimen político y electoral; 3. cooperación de las Farc en la redefinición de la Política anti-narcotráfico; y. 4. derechos de las víctimas; 5. sentido y propósitos de la dejación de las armas; y. 6. formalización-verificación de los Acuerdos y situación del post-conflicto armado.
***7***
Jorge Orlando también destaca que la Opinión Pública debe ayudar a que los dos lados midan hasta donde pueden ir y qué es posible lograr.
Esta tesis es pertinente, sin embargo, háblese de Opinión Pública o de Sociedades civiles, es allí en las mentes de las ciudadanías poli-clasistas donde desde hace más de una década se han asentado y reproducido dos imaginarios colectivos bélicos, que alimentados con persistencia por un sector importante de los Medios de Comunicación, han funcionado como vacas muertas mentales atravesadas a los procesos de negociación. El primero de ellos señala que como desde hace tiempo esos viejos idealistas dejaron de ser actores políticos para convertirse o en terroristas o en delincuentes comunes, en el momento de una “negociación” no puede pensarse en otorgarles prerrogativas para que hagan política. Y como prueba de ello destacan cómo se han dedicado a apropiarse tierras siendo, por lo tanto, casi el único victimario en el conflicto interno armado. Sin embargo, sin pretender desconocer que las estrategias guerrilleras han violado casi de manera permanente los derechos humanos de los campesinos, importa destacar que, en el caso de las guerrillas, esa “apropiación de tierras” y el mismo manejo de los recursos, no han tenido el mismo carácter que en el de los paramilitares. Es posible que en uno de los tres sectores que podemos distinguir en las guerrillas - en el de los manejadores de las finanzas - se haya dado el caso en pequeña escala de apropiación de tierras y de recursos financieros en beneficio personal o en el de sus allegados. Pero, pensamos que esa conducta no ha sido central en los otros dos sectores- en el de los más politizadosy en la masa crítica de guerrilleros que no han aprendido otro oficio que el de disparar- pues, en general, los recursos financieros han sido manejados para la causa que pregonan y lo que se podría llamar “apropiación de tierras” ha sido un asunto intrínseco a sus mismas estrategias de guerra, sobre todo en el caso de una guerra territorial como ha sido el conflicto interno armado colombiano. Es por aquí por donde se puede encontrar la prueba central de que las guerrillas, lo reconozca o no el Estado, continúan siendo un actor político.
El otro imaginario colectivo bélico, también de mediana duración, se encuentra asociado a la idea de que la derrota de las guerrillas se encuentra a la vuelta de la esquina y de que, por la tanto, para qué negociar con ellos si arreciando la guerra, se las puede derrotar. Desde el primer día del gobierno de Uribe empezó a fraguarse esa representación social bélica y durante todo el octoenio no se hizo más que reproducirla y reiterarla y profundizarla encontrándose todavía atada en la actualidad al ideario y al programa del doblemente mal denominado “Centro democrático”, así como a las mentes de las masas uribistas. Se puede decir, entonces, que La Política de Seguridad Democrática no es más que una idea central obsesiva y frenética, orientada a derrotar a las Farc, subordinando a sus lógicas, necesidades y ritmos todas las instituciones y acciones y recursos y esfuerzos y necesidades del Estado. Pero sabemos que este imaginario no se corresponde con la realidad.Golpeados durante el octoenio en lo militar y en pérdida progresiva de control territorial entre el 2002 y el 2007, en el 2008, producto de la readecuación estratégica liderada por Cano, los farquianos empezaron a reactivarse en el 2008, levantando cabeza militar en los últimos doce meses del gobierno de Uribe, y, a partir de entonces, han venido reconfigurando en lo territorial un largo y complejo corredor, que partiendo desde Catatumbo, se abre paso por Arauca y Antioquia hasta llegar al Valle desde donde continúa hasta el Cauca y Nariño para llegar al Putumayo y a los límites con Ecuador. [6]
Entonces, aunque ha habido un importante cambio en las posiciones territoriales, y aunque el Estado ha adquirido importantes ventajas estratégicas sobre todo en capacidad de combate aéreo, en la racionalización técnica de la inteligencia militar y en la prioridad en las acciones armadas de pequeñas Unidades apoyadas por un enorme ejército regular, sin embargo, 1. en lo militar, las Farc no están derrotadas, aún más, en muchas zonas de ese largo corredor señalado mantienen la iniciativa militar; 2.como lo ha destacado un analista serio que las ha conocido de cerca, Jorge Leyva, las Farc “son más grandes y mucho más arraigadas a múltiples partes del territorio nacional de lo que se piensa”[7]; 3.en lo militar, en esta negociación lo que pesa y está pesando no es, como afirma Jorge Orlando, que “en el mediano plazo, están totalmente derrotadas”- lo que puede ser o no ser- sino, más bien, la correlación militar de fuerzas en el presente actual. Por algo, mientras no haya la dejación de las armas- acto que no consistirá, como sus propios voceros lo han reiterado, en hacer largas colas para entregarlas materialmente sino, más bien, en un compromiso político de no usarlas para hacer política asumiendo con seriedad los espacios institucionales propios para hacerla[8] - no podrá pensarse en el tan deseado por tantos cese bilateral del fuego. Aunque continúan siendo fuertes en lo militar, en la actualidad no lo son tanto como para presionarlo e imponerlo.
Volvamos, entonces, a los dos imaginarios señalados: he ahí vivitos y coleando dos poderosos enemigos del proceso Oslo-La Habana. Para removerlos y conmoverlos y sacudirlos y debilitarlos, y para meterle ciudadanía al proceso, será mucha e intensa la pedagogía que tendrán que desplegar los amigos de la actual pacificación.
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Finalmente, Jorge Orlando Melo nos señala que la Opinión Pública debe enviar un mensaje claro a la guerrilla de que se respaldará la paz, pero que para ello deben aceptar su papel de victimarios y pedir perdón al país, pues ello puede ayudar a fijar los límites de lo que puede acordarse.
Estando de acuerdo con que el victimario político, si pretende y busca y desea negociar, debe hacer eso, sin embargo, es aquí donde surge una pregunta, ¿serán los farquianos y los elenos los únicos victimarios? Claro que ellos lo han sido y lo continúan siendo, sobre todo, por las formas específicas como ellos han dirigido sus movimientos con múltiples acciones ilegítimas de guerra contrarias al DIH y con un enorme impacto perverso sobre las poblaciones civiles habitantes de los territorios de guerra. Pero, en esta sociedad la lista de victimarios es más amplia, compleja y enredada.
***9***
“Vengo de la guerrilla liberal, le contó el sargento Pascua a Jorge Leyva cuando le solicitó que le contara esa historia de los antecedentes de la fundación de las Farc. Cuando me desmovilizo con Marulanda, hay una circunstancia que nos lleva a solidarizarnos con los que habían marchado con nosotros, los del Partido Comunista. Nos desmovilizamos, trabajamos en el Huila, Felio Andrade nos dio un contrato, y yo asistí a Marulanda en su nueva obligación, que era ser interventor de la vía de Neiva a la Gaitania. Pero, varios desmovilizados fueron asesinados, por lo que resolvimos irnos para Marquetalia, armados, porque temíamos por nuestras vidas. Allá solicitamos la presencia del Estado, no lo confrontamos, sino que solicitamos su presencia.(los subrayados son del autor). Queríamos que el Estado hiciera obras, pero en el Congreso Alvaro Gómez Hurtado habla de Repúblicas Independientes, y viene el comienzo de unjhuevo proceso dee la misma violencia que venía de atrás”.
Tras esas entrevistas, Jorge Leyva inició una investigación cuyos resultados publicó en el Libro Blanco de la Violencia en Colombia, “donde muestro que la responsabilidad del inicio de la conflagración recae en ambos partidos. Lo que quiero significar es que el incendio no comienza con las Farc, sino mucho antes y la visión que tienen los señores de La Habana es que todo esto tiene un antecedente, prolongado en el tiempo, que la responsabilidad es histórica, que es de todo el mundo. Es dentro de estas circunstancias que las Farc dicen, ‘Lo nuestro no es de hoy, nosotros somos hijos de un proceso. Por eso aquí no somos los únicos victimarios, aquí hay de todo y por eso el Estado es el responsable’ ”. [9]
La anterior fue la hipótesis empírica o descriptiva que Jorge Leyva apelando al método inductivo, infirió de las entrevistas y estudios que realizó.
Habrá que recordar que en un principio en este proceso Oslo-La Habana cuando a los farquianos se les empezó a indilgar su condición de victimarios, reaccionaron advirtiendo que ese debate era intrascendente, sin embargo, al avanzar la reflexión han reconocido la necesidad de avanzar a una reparación integral de las víctimas bajo la premisa precisa de que “el depositario primero y último de esa responsabilidad es el Estado colombiano”. [10]
***10***
En el Fondo de la Presidencia del Archivo General de la Nación reposa una carta enviada el 20 de mayo de 1964 [11]por los “colonos y campesinos residentes en Marquetalia” y radicada el 17 de junio del mismo año en el despacho del Ministro del Interior. La misiva está escrita a máquina, con una extensión de cinco páginas y fue firmada por 16 hombres y mujeres liderados por Manuel Marulanda Vélez. La Carta, dirigida al Presidente Guillermo León Valencia, respetuosa, comienza así, “Queremos ponerle al corriente, señor Presidente, sobre cuestiones de importancia que Ud. Seguramente ignora” y, sin temor pero advirtiendo, termina así, “EL SEÑOR PRESIDENTE NO IGNORA QUE ESTÁ JUGANDO CON FUEGO”.La advertencia final aparece asociada a la denuncia que formulan: que se sentían incómodos por el cerco militar y frente al creciente número de Fuerza Pública, que los estaba asediando.
En esta carta lo único que demandan es una reforma agraria con carreteras y caminos para sacar sus productos al mercado, con escuelas y puestos de salud. Señalan que nada tienen que hacer con tierras ricas, pero desterritorializadas, como diríamos en la actualidad.
De nuevo, tenemos aquí a los campesinos demandando la presencia del Estado.
***11***
Y entonces el 27 de mayo de 1964 se inició el incendio, que todavía, tras medio siglo, no hemos podido apagar: El nacimiento de las Farc. El Estado, asesorado por la Embajada norteamericana, se vino con todo lo que de coercitivo militar tenía en ese momento y los campesinos de Marquetalia, con la ayuda del Partido Comunista, respondieron también con todo lo que de acumulado armado tenían tras 15 años de violencia interpartidista. El número de movilizados, de parte y parte, pudo haber sido mayor o menor a 16.OOO soldados bien armados contra 46 campesinos, 44 hombre y 2 mujeres, provistos de machetes y escopetas hechizas. De todas maneras, al margen del número, que tiene como fuente a los propios enfrentados, la correlación efectiva de fuerzas y de armamentos sí debió ser altamente asimétrica, pues, a ese respecto, el evento provocó la admiración de Sartre y Simón de Beauvoir en Francia.[12]
Fue así como nacieron las Farc, resultado final y dialéctico de una ausencia permanente y secular del Estado en esas regiones. De nuevo, la hipótesis empírica se sobre-impone: El conflicto interno armado en Colombia no nació por la sola acción de Las Farc, aunque éstas sí han sido las responsables directas de la dirección y orientación y acciones y prácticas concretas de su movimiento.
***12***
En el primer semestre de 1996 con Adolfo Atehortúa, recién egresado del departamento de historia, le hicimos en Bogotá una larga Entrevista al General Alberto Ruiz Novoa, Ministro de Guerra del gobierno de Valencia. [13] Paradojal y rara avis este militar, el 27 de mayo de 1964 en el hotel Tequendama leyó un Ensayo suyo en el que con suma facilidad les dijo a los poderosos dueños de la tierra en el país, organizados en la SAC, que para enfrentar el problema de la violencia había que diseñar y aplicar una estrategia integral, que, entre otras cosas, implicaba la realización de reformas estructurales, entre las que se destacaba una reforma agraria. [14] En esa ocasión habló sobre la necesidad de discutir las causas de la violencia “sin miedo o falsa timidez” porque, dijo, “aquí sucede que muchas personas cuando se habla de cambio de estructuras o de la indebida influencia de los grupos de presión, creen ver el diablo y se persignan como beatas del siglo XV”. Postuló, por otra parte, que sus tesis y opiniones correspondían a hechos reales, los cuales había sido estudiados por la economía y la sociología de acuerdo con diagnósticos posibles de efectuar en cada nación”. Por otra parte, en la Entrevista no nos ocultó que él había estado al frente del diseño de la “Operación Soberanía”, más conocida como “Operación Marquetalia”, pero que él pensaba que la violencia había que enfrentarla en lo político yendo más allá de los fusiles mediante las reformas estructurales y, sobre todo, levantando un PROPÓSITO NACIONAL, que, en su concepto, para la generación de la década del 60,no podía ser otro que el de la superación de la desigualdad reinante luchando por implantar la justicia social.
Parecería que el General Ruiz Novoa de 1962 estuviese hablando para esta coyuntura del proceso Oslo la Habana en el 2013.
De nuevo se observa que la ausencia del Estado en la realización de necesarias y reclamadas reformas estructurales, de muchas formas encuentra ligazón con el asunto de las violencias. En este caso, fue el más alto oficial de las Fuerzas Armadas el que en la década del 60 se lo advirtió, pero el autista Estado colombiano continúo de largo como si de él no se tratara.
Pero los victimarios no han sido solamente los guerrilleros y el Estado y buena parte de la dirigencia política, pues muchas indicaciones empíricas acusan también a las formas mismas como esta sociedad, desde los presentes pasados nos ha llegado hasta el presente actual: Con un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que colectivo.
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En la época de la violencia entre partidos, se llegó a una dimensión de su ejercicio, que podemos medio dibujar así,
“…centenares de asesinatos con hileras de decapitados en los caminos, degollados con el famoso corte de franela o de corbata – así llamado, ilustramos nosotros porque al cortarles el cuello les sacaban la lengua simulando una corbata- , incluso llegando a despellejar a sus víctimas y extender su piel como piel de ganado, mujeres embarazadas con el estómago llenos de piedras mientras los fetos colgaban de los árboles,, y así durante una década con el listado diario de muertos, fincas incendiadas, ganado robado, asaltos de caminos y caseríos incendiados…” [15]
Al referirnos a la mortandad colectiva que hubo en Colombia en la época de la violencia entre partidos, dijimos en nuestro libro SECUESTRO, “De entrada, para ahorrarnos falsos golpes de pecho frente a fenómenos actuales que creemos inéditos – sí lo fue haber pasado de 90 secuestros en 1980 a 3.041 en el 2001- recordemos en clave un poco literaria, a la Colombia de hace cincuenta años. Rememoremos la época del simbólico machete, la de un machete de doble filo, ‘por un lado conservador y por el otro liberal, pero un solo y único cortador de cabezas’… Puestos en línea, con los cuellos sin cabeza tocando los cuellos sin cabeza del vecino, esa apocalíptica mortandad colectiva habría cubierto la ruta entre dos ciudades ubicadas a 450 kilómetros de distancia. Es decir, recordemos ese genocidio nacional, pues a cada una de esas matanzas colectivas, la acompañó otra matanza simbólica más grande, ocurrida en las cabecitas ciudadanas de los amigos ideológico-afectivos de los victimarios. Entonces, LA SOCIEDAD SE QUEDÓ CALLADA. ‘Para qué son rojos”, dijeron en 1950 unos, ‘para qué son azules”, replicaron los contrarios.” [16]
En la época del 90 los genocidios fueron pan de cada día. En Colombia todos los actores armados han masacrado civiles, pero para esas calendas los militares los volvieron una práctica sistemática con lo que convirtieron a más de cien municipios del país en campos de terror, de perversidad y de sevicia y no durante unas horas o minutos sino durante días enteros. Aparecieron, entonces, prácticas desconocidas en nuestro medio como la desmembración de personas con motosierras. Según Camilo Echandíaentre 1999 y el 2001 en Colombia hubo 3.750 masacres. [17]
Notorio, innovador en sus formas de crueldad y sanguinolento y fiestero fue, por ejemplo, el genocidio cometido en el Salado donde durante dos días a sol y luna, el 26 y 27 de febrero del 2000, cuando de modo selectivo y dosificado y progresivamente cruel, asesinaron a 60 personas, una por una, al son de tamboras, altisonante música pública, botellas de aguardiente y orgías sexuales. A guisa de ilustración veamos unos pocos casos,
Para inaugurar el festival de terror la primera víctima fue Eduardo Novoa Algis. “A él fue el primero que mataron en la cancha. Le pusieron una bolsa en la cabeza y le mocharon una oreja primero… el gritaba que no lo mataran, le pegaban por la barriga patadas y puños, por la cara, toda la cara se la partieron y nos decían “miren para que aprendan, para que vean lo que les va a pasar a ustedes, así que empiecen a hablar…El se demoró en morir, esa agonía de la muerte es horrible.. Después de la primera ejecución sacaron los instrumentos musicales de la comunidad que estaban en la Casa de la Cultura y comenzaron a tocar una tambora dando inicio a la fiesta de sevicia…se les veía el placer de matar… Después, cuando cogieron a la madre comunitaria, la difunta Rusmira, a ella la colocaron con una cabuya de guindar tabaco, la amarraron por aquí (señalan el cuello) y entonces la jalaban, el uno se la pasaba al otro, y la jalaban como una vaca… Después cogieron a una hija de Arrieta… esa muchacha sí tuvo una muerte también horrible. La acostaron boca abajo, entonces vino ese tipo, se le sentó en la espalda y la cogió por la cabeza y la jaló duro para atrás, la estranguló y la desnucó…después de haberla desnucado buscó unos palitos pequeños, le alzó la pollera, se la quitó y le metió unos palitos por el pan…”. “A mí me dejan casi la lado del baño, cuando llega la enfermera paramilitar llamada María…La vieja esa me levanta a cachetadas y me dice zorra, perra, que ahora si vas a saber lo que es bueno… que cuántas veces había hecho el amor… Me empezó a tocar, a manosear, me dice que me quite la ropa pero que lo haga despacio, que vamos a ver un show …comenzó a manosearme los senos, después vi un Carlos…me besaba todo el cuerpo, mientras esa vieja María se reía, Carlos me tocaba… después de eso me violó delante de ellos…”. El fin de la masacre sólo sobrevino al otro día cuando uno de los victimarios recibió la orden de parar la masacre con el énfasis de que habían matado mucha gente inocente… No se permitió llorar ni enterrar los cuerpos de los familiares, vecinos y amigos asesinados….Mientras los sobrevivientes permanecían en estado de zozobra dentro de sus casas, los paramilitares deambulaban por el pueblo consumiendo licor y tocando música…”.[18]
En el caso de las masacres en Colombia la explicación se hace hasta normal y fácil cuando el fenómeno se asocia a las luchas y pugnas entre los actores por el control de territorios. Para ganar territorios basta la violencia necesaria asociada a una relación favorable de fuerzas. También muchos genocidios han estados asociados a la necesidad mercantilista de sacar, por distintos medios, a la gente de una región para facilitar la explotación de los recursos por parte de las transnacionales como fue el histórico caso de la nación indígena NUKAK BAKUK, que en diez años pasó de 1400 miembros a 400.[19]
En la actualidad de estos días, las razones de algunas masacres también se han puesto sobre el tapete con la condena que ha tenido el excongresista liberal antioqueño César Pérez García como autor intelectual de una masacre que dejó 43 muertos en Segovia el 11 de noviembre de 1988. Mediante una alianza enhebrada por él entre militares-políticos y paramilitares buscó recuperar por esa vía en ese municipio el poder que había perdido a manos de la Unión Patriótica en las primeras elecciones municipales por votación popular.[20] Quizá desde este evento de condena judicial ejemplar, se podrá escudriñar, de manera más adecuada, la otra gran masacre nacional que ha habido en Colombia en la contemporaneidad: El partidicidio que sufrió la Unión Patriótica entre 1984 y el 2004, período en el que casi toda su militancia fue diezmada en las distintas regiones del país. Y con el agravante de que la sociedad nacional también de nuevo casi que se quedó muda. Como en la época del 50, sólo algunos musitaron, “pobrecitos, pero ¿para qué son pro-guerrilleros? Pero, ¿cuáles pro-guerrilleros? Si La Unión Patriótica era una organización creada por personas civiles democráticas de izquierda, que querían acoger en su seno a aquellas guerrillas que, al negociar con el gobierno el final del conflicto interno armado, 1.renunciaban a acudir a las armas para hacer política; 2.se comprometían a hacerla en nuevos espacios institucionales en proceso de democratización, y. 3.estaban dispuestas a luchar por sus idearios revolucionarios desde la democracia. Todo indica que la “cementarización colectiva” de la Unión Patriótica fue un proceso programado y organizado a escala nacional: Desde 1986 en su 45 Conferencia Episcopal, el Cardenal Alfonso López Trujillo condenó las alianzas con la izquierda y el gobierno de Belisario Betancur y los católicos permanecieron callados; durante el gobierno de Virgilio Barco, al arreciar el partidicidio, su Ministro de Gobierno, Lemos Simmonds declaró que la culpa recaía en los militantes de esa organización por ser “testaferros políticos de la guerrilla”. Protestó entonces Bernardo Jaramillo, “eso equivale a colgarle al cuello una lápida a la oposición”, fue lo único que alcanzó a decir, pues tres días después fue asesinado. Cuando accedió al gobierno Gaviria, se limitó a minimizar o descalificar las denuncias hechas `por los líderes de la emergente pero ya casi sepultada organización: Esas, dijo, no son más que paranoicas denuncias, que buscan posicionar en lo electoral a esa nueva fuerza. Seis meses después, fue asesinado Manuel Cepeda Vargas, el último senador mohicano de la Unión Patriótica. Entonces, se llevó el caso a la OEA y los gobiernos de Samper y Pastrana descargaron en el narcotráfico la responsabilidad del atroz genocidio político y los barones de la droga dijeron que los habían eliminado a causa del chantaje de las guerrillas. Finalmente, en su “Catecismo Democrático”, Uribe Vélez anticipó que la exterminación estaba ligada a los propios errores de la U.P, que pretendía combinar “la política con los fusiles”. [21]
Constituye la anterior una historia reciente que pesa sobre el cerebro de los negociadores de las Farc en la Habana. Por eso la participación política de los exguerrilleros debe ser una participación estatalmente blindada, con el Estado como su principal garante. De ahí la importancia de recordar la entrevista que el año pasado le hizo a Otto Morales Benitez - un conocedor en laboratorio de la negociación frustrada en la época de Belisario Betancurt- Camila Zúñiga: Cuando se organizó la UP, declaró, “hubo una gran oposición en su contra, lo que hizo que muchos regresaran a la guerrilla, pues sintieron que no tenían garantías”; sin embargo, ahora “no veo ese espíritu en el país y menos en el presidente , que es el que dirige todas las acciones.”[22]
Pero, más allá de todo esto, surge una pregunta central: ¿por qué y para qué tantas veces se ha ido mucho más allá de esa “necesariedad” de violencia llegando a niveles de crueldad, de atrocidad y de sevicia por fuera de las lógicas de lo necesario o para acceder a ese control territorial o para despejar población abriéndole paso a los proyectos de las transnacionales o para re-controlar poblaciones perdidas en lo político electoral?
Lo preocupante, en este caso, no es tanto que en Colombia, como en muchas otras partes del mundo, haya habido y siga habiendo violencias, sino que éstas, con más frecuencia de lo que se ha dicho y pensado, se hayan ejercido en la forma como lo reflejan las dos narrativas contadas en este acápite. En unos casos, se ha ejercido en forma extrema, como efecto demostración: para que los que las presencien “no lo vuelvan a hacer, por ejemplo, apoyar o auxiliar al enemigo; pero, en otros caso, porque lo que los ha motivado a ella, ha sido el odio al enemigo: una persona que odia a otra le responde con una ignominia y esta le contra-responde con otra peor, y así la situación se mueve de degradación en degradación en una incontrolable espiral de odios acumulados.
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Aunque no se trata de desvanecer y desdibujar responsabilidades morales y penales en el nivel personal como si esta sociedad fuese una masa inerme de niños socialmente indefensos, sin embargo, los extremos inhumanos a que se llegó en materia de ejercicio de la violencia en periodos y regiones concretas del país, sobre todo, en las coyunturas 1950-1960 y 1990-2000, por ejemplo, sugieren que en el seno mismo de esta sociedad, a sus formas nodales de organización social debe haber entrado algo“intrínsecamente maligno” capaz de posibilitar esos “productos sociales” tan perversos.” Es decir, que estamos ante la posible y “peligrosa” hipótesis de la sociedad colombiana como potencialmente victimaria.
En el Atisbos Analíticos No 111 de marzo del 2010, trajimos a colación una entrevista concedida al “El Tiempo” a finales del 2009 por FrancoiseZimeray, Embajador de Francia en la que destacó las siguientes ideas,
“hay una dimensión, dijo, que me impacta: cuando vemos como se atacan los derechos humanos en Colombia, y veo muchos ataques en el nivel mundial, - estuve en Asia, en Palestina, en Africa, en Chechenia, lo que me impacta de la situación colombiana no es solamente la violencia y la pobreza, o los desplazamientos masivos, es la crueldad. (Subrayado nuestro) En Palestina…no se descuartiza la gente”.
Pero, no se quedó ahí el embajador francés, pues le impactó que de cara a esa situación nadie se indignara ni protestara, “después de los falsos positivos, dijo, no estoy seguro de que haya una indignación de la opinión pública lo bastante fuerte, para tener una traducción política”. Era como “si existiese la idea de que, de todas maneras, no sirve para nada lo que podamos hacer”. Se preguntó entonces qué era lo que estaba sucediendo en esta sociedad proporcionando una respuesta digna de mucha reflexión, “También me pregunto, señaló, acerca de la sociedad colombiana misma…me pregunto si lo que se hace tiene fundamento en el cuerpo social”.
Por ahora limitémonos a señalar que tanta crueldad sólo puede ser una de las expresiones de una sociedad en la que ha habido fallas notorias y notables en la historia de institución de lo social. Como que, miembros de esta sociedad, segmentos cada vez más amplios de sus habitantes se han venido apropiando de una “esencia” casi perversa. Frente a la vida humana, una masa amplia de colombianos ha asimilado subculturas ligadas a sus problemas más macros, que expresan un enorme desprecio por la vida humana[23]: inequidad social extrema y casi crónica, guerra de nunca acabar y corrupción casi generalizada.
Pero, una importante advertencia: la hipótesis no puede extenderse al conjunto de la población colombiana que, aunque por razones ligadas al dominio social ha bebido de culturas perversas, sin embargo, son gente buena y sencilla y de raigambre popular trabajadora que, a no ser por una explicable pasividad social, no ha tenido nada que ver con la dirección hegemónica, y usamos la noción en su sentido gramsciano, de esta sociedad o que, en términos más positivos, ha hecho parte de esa pluralidad de movimientos de resistencia , que ha caracterizado al movimiento social colombiano.
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Expresión clara y robusta de ese social colombiano precario y desvanecido ha sido la enorme inequidad social que ha caracterizado a esta sociedad. En lo económico tecnológico, Colombia no hace parte de los países más atrasados del mundo. Aún más, por estos días de puesta en marcha de otro modelo de integración regional latinoamericana, de modo genérico se ha reiterado que, integrados, México, Colombia, Perú y Chile le darían forma a la octava economía del mundo. Esto no obstante, de acuerdo con el coeficiente de Gini, Colombia, contando desde la cola hacia arriba, ocupa en el mundo el tercer lugar en inequidad social en materia de distribución general de la propiedad rural. Sobre esta materia, con un Gini del 0.86, el país se encuentra casi cercano a la perfecta desigualdad.[24] Aún más, la concentración de la tierra en vez de disminuir, ha tendido a aumentar, pues entre 1970 de un Gini de 0.70, se pasó a otro de 0.86 en 1980.[25] Este es un asunto ya casi rutinario entre nuestros buenos estudiosos de la cuestión rural como Darío Fajardo, Absalón Machado y Alejandro Reyes.
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En nuestra opinión, la anterior situación social crítica se presenta cuando en una sociedad concreta empiezan a hacerse socialmente inefectivos los históricos y tradicionales macro-códigos de regulación de la vida diaria; nos estamos refiriendo a la ética, al derecho positivo y a la cultura social, sean los que sean sus contenidos, pues para regular las vidas humanas no existen en todas partes – ni han existido en todos los tiempos - una misma moral ni un mismo derecho positivo ni una misma cultura.
Pero, si de modo pronunciado, esos códigos regulatorios históricos han empezado a fallar en la sociedad colombiana ha sido porque en ella se han venido conmoviendo los cimientos mismos de su organización social. A guisa de hipótesis, señalémoslo de modo más preciso. En los discursos continuamos engolosinados con el “sacrosanto derecho positivo”- esta es una sociedad de derecho, nos proclaman a toda hora-; con la “moral católica, eterna y divino–natural, que heredamos de nuestra Madre la Iglesia Católica”- ; y con la “tradicional cultura social, que nos legaron nuestros abuelos”. Eso en los discursos, pues, en la práctica, en nuestras conductas e interrelaciones cotidianas han tendido, y tienden a primar, otro derecho, otra moral y otra cultura social. Como para decir que, en esta segunda década del siglo XXI,los colombianos tendemos a atenernos a dos modelos regulatorios ambivalentes de las conductas personales, uno para “hablar y discursear” y otro para “hacer”: El primero, especulativo e inefectivo pero muy loado, el segundo, socialmente efectivo pero pactado y agazapado. Por eso, los colombianos, más que institucionales, son y han sido para-institucionales. Como expresiones empíricas de tan tremenda brecha entre la vida ciudadana discursiva y la vida práctica ciudadana, se tienen: 1.una tesis cristiana y tomista del bien común, que nos conduce a proclamar que el Estado es “de todas y de todos”, pero, en la práctica, se trata de una gran finca manejada y controlada y usufructuadapor unos pocos mayordomos (la concepción patrimonialista del Estado) sin que haya una sola acción de la que no deriven una renta o la satisfacción de un interés estratégico de “los de arriba”(rentismo, clasismo, clientelismo y corrupción); 2.una pretendida muy rica Cultura jurídico-legal, la gran herencia de España, que, en la práctica, mientras los jueces no nos observen, se transa y negocia a toda hora con el vecino de turno inspirados en el principio, que sí se ha constituido en genuina Cultura social, do ut des, “qué y cuánto me das para yo saber qué y cuánto darte”; 3.una moral católica, prístina por divino-natural,proclamada de año en año por las Conferencias Episcopales, que casi a toda hora y circunstancia es pisoteada y hecha trizas por una u otra versión de la moral de la situación; y finalmente,una adorada cultura social, la herencia de los abuelos, que, sobre todo en las tres últimas décadas ha sido subvertida por unas muy eficaces contraculturas mafiosas asociadas al narcotráfico y al paramilitarismo.[26]
Ha sido así como los que tradicionalmente han dirigido esta sociedad, los que han ejercido su hegemonía, han permitido que en su seno hayan tomado forma factores estructurales perversos muy eficaces en la construcción de lo social. Hasta llegar a lo que se tiene, un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que asociativo.
Desde una apuesta investigativa enhebrada desde lo político, que se pregunta por el tipo de social que en esta sociedad se ha construido en sus distintos presentes pasados hasta llegar al presente actual, las anteriores hipótesis ocupan un lugar central.[27]
***17***
Por todas estas últimas razones, medio esbozadas entre los acápites 9 y 16 de este Atisbos, lo que los colombianos deberíamos estar haciendo es tratar de darle forma a una necesaria y compleja pero todavía dificultosa y casi imposible LEY DE PUNTO FINAL: cambiémosle las enjalmas a las mulas, cambiemos también las mulas y a los que arrean y volvamos a comenzar. Algo así, ha insinuado por estos días Pablo Catatumbo,
“El país está maduro para escuchar con serenidad una declaración de responsabilidad histórica en el desastre que hemos vivido durante 60 años. Esa sola señal sincera por parte del gobierno permitirá avanzar en transformar el acuerdo firmado en un tratado de paz. Que se reconozcan las víctimas del conflicto, las víctimas de las dos partes. Que se pongan sobre la mesa todos los componentes del rompecabezas, que se traigan a la mesa todas las víctimas y todos los victimarios.”[28]
Para muchos -congresistas, políticos, organismos internacionales de los derechos humanos, y analistas- una ley así nacería muerta[29], pues, en primer, le abriría más las puertas a la amplia impunidad existente, y, de entrada, haría falta un presupuesto central sine qua non: un conocimiento, por lo menos, adecuado, de la verdad de lo sucedido. Por otra parte, una ley así, para que pudiese ser socialmente eficaz, debería estar soportada por un propósito nacional casi imposible de construir en el actual marco de polarización sobre el problema de la paz.
Entonces, dejemos el asunto así hasta que vaya madurando, y digamos algo sobre la crítica que tantos le están haciendo al proceso OSLO-LA HABANA, en el sentido de que es una puerta abierta a la impunidad.
***18***
En los últimos meses dos destacados líderes, el Procurador y el Expresidente Alvaro Uribe Vélez, al unísono, han hecho una convocatoria al país a que nos rasguemos todos y todas las vestiduras por el crimen de lesa-Colombia que se estaría cometiendo al apoyar un proceso de negociación que le estaría abriendo las puertas de par en par a la impunidad judicial.
Pero, en Colombia la impunidad ha sido la ley, lo más regular y constante del sistema judicial colombiano; ha sido- y, sobre todo, continúa siendo- una frecuencia mayor que la de los fallos. No es que porque así sea acá, no importa que en la Habana también haya impunidad, pues en la tierra de Martí los negociadores de las dos partes no harán nada por fuera de una forma de justicia, internacionalmente reconocida y validada, llamada JUSTICIA TRANSICIONAL.
Sería quizá más importante que Procurador y ex-presidente con sinceridad se dedicasen a contribuir a buscarle salidas a un sistema judicial, que como el colombiano, está en los límites críticos de lo incontrolable, antesde obsesionarse por cuestionar a priori un sistema de justicia que, como el de La Justicia Transicional, todavía no se ha aplicado en el caso de las negociaciones en Cuba. De acuerdo con un veredicto de la Corte Suprema de Justicia, el sistema judicial colombiano está pasando por una coyuntura, que coloca en tela de juicio su funcionamiento: mientras que en el sistema penal la impunidad puede llegar al 97%, en el civil, la posibilidad de condenas es apenas del 20%. [30] Una situación así, sí es un motivo como para convocar a un rasgar colectivo de vestiduras.
La Justicia Transicional no ha sido concebida para perdonar a las personas en lo penal porque sí y ni siquiera para pagarles o agradecerles la dejación de las armas a quienes las han empuñado de modo subversivo; es una forma de justicia, concebida para abordar y manejar y ponerle fin a un conflicto macro, grave para el país y de mucho impacto perverso para el conjunto de sus habitantes. Por sí y en sí misma carece de sentido, pues es una función de las condiciones en las que se maneje el conflicto a resolver. Es así como a la luz de sus lógicas, el cómo y el cuánto de justicia dependen de los niveles de reparación de las víctimas, de el qué y el cuánto de la reparación, así como de los grados efectivos alcanzados en el establecimiento de la verdad, de garantías de no repetición y de reconciliación. [31]Esto parece olvidarlo, casi por completo, el líder de la oposición a la paz, el ex-presidente Alvaro Uribe Velez, así como sus asesores y seguidores. ¿Mala fe o interés político u obsesión guerrerista o todo a la vez? Recordemos ahora que, hace 21 años, el propio Uribe, como senador y ante una situación crítica de vacío legal, sacó avante una ley de indulto total para el M19.[32]
Entonces, en síntesis la JUSTICIA TRANSICIONAL tiene que ver con la idea sana y saludable de desmitificar y desacralizar lo jurídico, de bajarle un poco el tono a las decisiones judiciales pero sin desvanecerlas ni reducirlas a su mínima expresión abriéndole así espacio a las decisiones políticas buscando siempre un tratamiento adecuado y rico y oportuno del conflicto central por la vía de una equitativa reparación de las víctimas.
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- Atisbos Analíticos 175, Cali, junio 1 de 2013, Humberto Vélez R, profesor investigador del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País. UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA COLOMBIA, http://fundacionecopais.blogspot.com, humbertovelezr@gmail.com,
[1]. “Habla Pablo Catatumbo”, Entrevista de María Ximena Dussán, 25-05-2013
[2].Comunicado Conjunto Gobierno-Farc, No 16, La Habana, 26-05-2013.
[3] . Medina, Gallego Carlos, “BALANCE SEMESTRAL DEL PROCESO DE PAZ”, 05-18-2013.
[4] . Ospina, William, “Formas de Reparación”,
[5]Melo, Jorge Orlando, “La Paz difícil”, El Tiempo, 08-05-2013.
[6]. Ver Atisbos Analíticos, 159, en http://fundacionecopais.blogspot.com
[7]. “EL INCENDIO NO COMENZÓ CON LAS FARC”, Entrevista Jorge Leyva, en OLA POLÍTICA,
[8] .Medina, Carlos, art.cit.
[9]. Entrevista a Jorge Leyva ya reseñada atrás; ver también, “Toda una Vida combatiendo por la dignidad del pueblo de Colombia”, Entrevista de Jesús Santrich a Miguel Pascuas, 27-05-2013.
[10]. Medina, Carlos, art.cit.
[13]. Vélez Ramírez, Humberto, “CUANDO LOS MILITARES PIENSAN EN EL PAÍS MÁS ALLÁ DE LOS FUSILES”, EN, Idem, El Conflicto político armado en Colombia Negociación o Guerra, Editorial Universidad del Valle, 1998, pgs. 221-245
[14]. Entre otras cosas más allá de la entrevista, ver, ANALES DEL CONGRESO, “Palabras del señor Ministro de Guerra en sesión del 22 de agosto de 1962”, 4 de septiembre de i962, pgs. 879-883 Ruiz Novoa, Alberto, “Reforma de Estructuras”, En, EL GRAN DESAFÍO, Tercer Mundo, Bogotá, 1965, pgas.91-108.
[15]. Pataquiva García, Germán Nicolás, “LAS FARC, SU ORIEGEN Y EVOLUCIÓN”, Unisci, Discussion Papes, No 19 (Enero/Janauary 2009)
[16]. Vélez R, Humberto, SECUESTRO, impresos Richard Ltda. Marzo 2005, p.178.
[17]. Echandía,Camilo , “Dinámica espacial de las muertes violentas en Colombia” 1900-2005.
[18]. Coverdy Rojas, Jalily “LA ECONOMÍA MICROPOLÍTICA DEL TERROR Y LA CRUELDAD EN LOS GRUPOS PARAMILITARES” Tesis, Maestría de Estudios Políticos, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2001; ver también, Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, MEMORIAS EN TIEMPOS DE GUERRA Reportaje de Iniciativas, octubre 2009.
[19]. El Espectador, Bogotá, 14-20 noviembre de 2004.
[20]. SEMANA
[21]. Vélez, Humberto, SECUESTRO, op.cit. pgs 177-181; El Espectador 14-20 noviembre, 2004.
[22]. Entrevista de Camila Zúñiga a Otto Morales Benitez, El Espectador, 11-09-2012.
[23]. Velez Ramírez, Humberto, “CUANDO LA VIDA HUMANA NO CABE EN ELCUERPO SOCIAL QUE HABITA”, Atisbos Analíticos No.
[24].El Espectador.com, 05-24-2013
[25]. Maya, Guillermo, “Colombia: Modelo para desarmar”, El Tiempo, 23-05-2013.
[26]. A este respecto, ver, “La crisis de los códigos de regulación de la vida social”, en, Vélez, Humberto, SECUESTRO, op. cit. pgs. 187-194.
[27].Vélez R, Humberto, Notas de Clase sobre la Naturaleza de lo Político, Programa de Estudios Políticos, Universidad del Valle, 2013, en proceso de publicación.
[28]. ENTEVISTA DE ALFREDO MOLANO A LOS NEGOCIADORES DE LAS FARC, El Espectador, domingo 19 de marzo de 2013, pgs. 6 a 9.
[29]. Quintero Cerón, Rafael, COLPRENSA, 22-05-2013.
[30]. COLPRENSA, “Impunidad en el sistema penal puede llegar al 97%”, 03-19-2013.
[31]. De la Calle Lombana Humberto, “Justicia transicional: más allá de la teoría del sapo”, El Tiempo, 18-05-2013; en este artículo, De la Calle trabaja la siguiente bibliografía: Sandrine, Lefranc, Políticas del Perdón, Frénesis, 2007; Ambos, Kai, El Marco Jurídico de la Justicia de Transición, Temis, 2008; De Greiff, Pablo, Justicia y Paz, Intermedio, 2009.
[32].Ver, http://www.periodismo sinfronteras.com/indulto-al-m-19, htm/
https://www.alainet.org/en/node/76734
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