A propósito del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

Defensa inclaudicable y refundación revolucionaria del socialismo cubano (IV)

La gran genialidad de Lenin fue entender esos flujos y reflujos, y para su momento histórico y para su coyuntura los supo leer muy bien; pero esos no son recetarios universales, esas no son teorías generales de las clases, hay que leer esos análisis en cada una de las coyunturas.

02/09/2021
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El socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático


El fracaso del «modelo soviético» de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo» demuestra que, no solo la sociedad cubana, sino todas las sociedades decididas a emanciparse, tienen que resolver por sí mismas, de acuerdo a la situación, las condiciones y las características específicas de cada cual, el problema teórico-práctico de:  

 

  1. elaborar una caracterización actualizada de la situación internacional y las tendencias mundiales, y de su ubicación en ese contexto; 

  1. formular su propia conceptualización del socialismo como sistema político  (forma de gobierno) y como sistema social (socialización del poder político, de los medios de producción, y  de la riqueza material y espiritual); 

  1. determinar el tipo y las contrapartes de la concertación política y la integración económica internacional que les permitan evitar o  romper, según el caso, el círculo vicioso de la «construcción  del socialismo en un solo país», y 

  1. hacer  lo que esté a su alcance para formar y consolidar una familia solidaria de naciones que se ayuden mutuamente a edificar sus respectivas sociedades socialistas, acorde con las condiciones y características de cada una de ellas. 

 
Dadas la envergadura y la trascendencia de este problema teórico-práctico, el socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático, construido con la más amplia participación de la sociedad y refrendado en un congreso programático, ya sea un congreso extraordinario o una conferencia nacional del partido, mecanismo poco aprovechado. El 8vo. Congreso del PCC, en el que culminó el proceso de relevo del liderazgo histórico por compañeras y compañeros nacidos, educados y formados dentro de la Revolución, era un espacio ideal para debatir, analizar, reflexionar y adoptar las decisiones correspondientes sobre todo lo pendiente y todo lo postergado desde 1991, como parte de un balance del primer gran período histórico de la Revolución Cubana (19592021), con el propósito de identificar sus experiencias positivas y negativas, para potenciar las primeras y erradicar las segundas. Sin embargo, se le concibió, organizó y realizó como el cierre de un quinquenio más y el inicio de otro quinquenio más.  
 

En cumplimiento de los acuerdos del 8vo. Congreso, antes de los hechos ocurridos el 11 de julio de 2021 y los días subsiguientes, se había emprendido un plan de visitas de la dirección del partido a los territorios como parte de un proceso de diálogo y debate con la sociedad. Sin embargo, procesos similares anteriores concebidos para «bajar a la base» no dieron los resultados deseados. Mediante ese procedimiento se recopilaron decenas de miles o cientos de miles de planteamientos, señalamientos, críticas y propuestas, es decir, una inmensa masa de información difícil de procesar e imposible de abarcar con un enfoque puntual. Para resolver esos problemas se necesita un nuevo enfoque. 

 

  1. los problemas existentes en las bases (centros productivos, de servicios, de estudios, barrios y demás) que se detecten en toda la nación, no son problemas de las bases, que se resuelven en las  bases, con más frecuentes visitas, y con mayores y mejores orientaciones de los organismos superiores; 

  1. los problemas existentes en los municipios que se detecten en toda la nación, no son problemas municipales, que se resuelven en los municipios, con más frecuentes visitas, y con mayores y mejores orientaciones de los organismos superiores; y, 

  1. los problemas existentes en las provincias que se detecten en toda la  nación, no son problemas provinciales, que se resuelven en las provincias con más frecuentes visitas, y con mayores y mejores orientaciones de los organismos superiores. 

 
Esos no son problemas que los organismos superiores puedan resolver con las actuales concepciones, las actuales estructuras y los actuales método y estilo. Son problemas nacionales que se reflejan en las bases, en los municipios y en las provincias, problemas que solo se pueden resolver a nivel y escala nacional. Son problemas de los organismos superiores, que los propios organismos superiores deben identificar, reconocer, asumir y resolver. Son problemas conceptuales, estructurales y funcionales del socialismo cubano que urge identificar y solucionar. Son problemas cuya solución requiere una refundación revolucionaria del socialismo cubano. 

 
Los temas para un debate de cara a la articulación de un nuevo consenso programático del socialismo cubano podrían incluir, entre otros muchos, a estos tres elementos: 

 
Partido de vanguardia 

 
Ser partido de vanguardia no constituye una condición o un atributo inherente, vitalicio, imperdible, que le corresponde a un partido por llamarse comunista, ni porque sus actividades se basen «en el conocimiento científico de las leyes del desarrollo histórico ofrecido por el marxismo-leninismo como experiencia generalizada de dicho desarrollo y en especial la lucha de la clase obrera». Tampoco lo es porque lo establezca la Constitución de la República y/o sus Estatutos. Lo establecido en la Constitución y en los Estatutos, que el autor suscribe y apoya a plenitud es, al mismo tiempo, un derecho y un deber. Ser vanguardia conlleva el deber de mantener una actitud constante, que no solo incluya la ejemplaridad de su militancia, tanto colectiva como individual, sino, ante todo, ser la locomotora del desarrollo político, económico, social y cultural de la sociedad socialista. En tal sentido, es preciso que: 

 

  1. la defensa y preservación de la sociedad socialista deje de depender de la restricción y dosificación de los flujos de las fuerzas productivas y las fuerzas sociales, y logre compatibilizarse, retroalimentarse y fortalecerse con ambos flujos; y, 

  1. la obtención de resultados materiales y espirituales palpables para toda la sociedad les «gane la batalla» a los «resilientes manuales soviéticos» que aún nos guían. 
     

En El socialismo y el hombre en Cuba, Che escribió: 

 
El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. 

 
Es hora de que el partido de vanguardia que, sin duda alguna es el Partido Comunista de Cuba, apriete el paso para que dejemos de sentir «el aliento cercano de los que nos pisan los talones». 

 
Fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado 

 
Sería conveniente especificar cómo se materializa, cómo se mide y cómo se controla el nexo entre la condición de «fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado» del partido y «su carácter democrático y [...] permanente vinculación con el pueblo», y en qué consiste —y en qué no consiste— tal condición. Es lógico que tal condición la ostente el partido como institución, el partido en su conjunto, mediante la aprobación democrática de un programa partidista, la celebración en tiempo y forma de sus congresos, y los diversos medios y métodos de interacción con la militancia propia y con la sociedad en general. Sin embargo, habría que establecer con claridad quién, cómo, cuándo, dónde y por qué está facultado para ejercer ese derecho y ese deber constitucional y estatutario en nombre del partido y, como contraparte, quién o quiénes no están facultados para ello. 

 
Gran parte del vacío provocado por la carencia de un programa la llenan, con carácter remedial —tal como lo indicó la resolución del 4to. Congreso que en 1991 dejó sin efecto el programa aprobado en el 3er. Congreso—, los órganos de dirección partidistas. Sin embargo, dado el tiempo transcurrido, lo «remedial» se convirtió en lo «normal». A ello se suma que, como a los órganos de dirección les resulta imposible abarcar todo el horizonte de la problemática teórica y práctica de la edificación socialista, otra gran parte del vacío la llenan las opiniones y decisiones de dirigentes, cuadros y funcionarios a distintos niveles que, en sus respectivos «radios de acción», en unos casos enormemente grandes y en otros sumamente pequeños, ejercen el papel de fuerza política dirigente superior de la sociedad y el Estado que la Constitución de la República y los Estatutos del PCC le confieren al partido como institución —no a ellos—, y sus opiniones y decisiones se convierten en directivas y pautas «de la dirección del partido». El vacío llenado de una de estas dos formas, o mediante la combinación de ambas, incluye lo que se discute y lo que no se discute en un congreso del partido y en cualesquiera otras instancias. Un ejemplo de ello es lo ocurrido en la política y las relaciones internacionales no gubernamentales abordado en los artículos «Reflujo de la izquierda latinoamericana», segunda parte, y en el artículo «El socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático», ambos de la serie «El “Triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba»1 escrita por este autor. 

 
Política de cuadros y democracia socialista 

 
Como ya se dijo antes, en el «modelo soviético» la garantía de la continuidad histórica del proceso de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo» dependía de la transferencia del poder de una a otra generación de «guardianes de la fe», que a partir de una o varias de esas sucesiones generacionales fueron «perdiendo la fe». Hace años, en una charla sobre un recién concluido proceso de renovación o ratificación de mandatos de las y los primeros secretarios municipales del PCC, un funcionario del departamento correspondiente informaba que, en todos menos uno de los municipios del país, había resultado electa la persona indicada por el «método de cooptación», es decir, la persona seleccionada, predeterminada, por el organismo superior. A la pregunta de un compañero de si ese caso particular era bueno o malo, el funcionario respondió que esa excepción era inaceptable, porque «así había comenzado el derrumbe del socialismo en Europa».  

 
En efecto, como dijo aquel funcionario, así ocurrió en los países de Europa oriental donde la implantación del socialismo no fue resultado de revoluciones autóctonas. Sin embargo, en la Unión Soviética, es decir, en la cuna de la revolución socialista, quienes minaron, corroyeron, debilitaron y asesinaron al socialismo fueron los propios «guardianes de la fe», cuyos métodos de reproducción copiamos y siguen vigentes en Cuba a 30 años de la disolución y el desmembramiento de aquella gran nación. Dado que en Cuba recién se ha producido el primer relevo generacional de la dirección del Estado y el partido, es decir, el relevo de la generación histórica por la primera generación de relevo, integrada por compañeras y compañeros plenamente consagrados a la defensa de la patria, la Revolución y el socialismo, este es un buen momento para ir cambiando la «política de cuadros» a todos los niveles, de manera que, con el tiempo, no le suceda a Cuba algo semejante a lo ocurrido en la URSS. La política de cuadros debe entenderse como un proceso de educación y formación de cuadros, pero en lo que respecta a la elección a cargos en el partido, las organizaciones de masas y sociales, y en los órganos del Poder Popular, no puede suplantar o superponerse a la democracia socialista, insisto socialista. Socialismo es socialización, no concentración del poder. 

 
Ideas para un debate 

 
Con relativa independencia de lo discutido y aprobado en el Congreso, cuyos documentos solo estudia una parte de la sociedad, la pauta comunicacional tiene un gran impacto en las expectativas previas y las valoraciones posteriores de sus resultados. Recuerdo haber oído, en varias ocasiones, al presidente de la República y entonces candidato a primer secretario del PCC, Miguel Díaz Canel, entrelazar con armonía los dos elementos iniciales del concepto de Revolución de Fidel, sentido del momento histórico y cambiar todo lo que debe ser cambiado, con la consigna Somos continuidad 

 
El entrelazamiento hecho por Díaz Canel dejaba claramente establecido que la continuidad se refería a la continuidad histórica de la Revolución Cubana, y el cambio a descartar y sustituir todo lo que fuese necesario para garantizar el crecimiento y la auto superación de la Revolución como proceso perfectible. Sin embargo, antes y durante el 8vo. Congreso, en la televisión y la radio predominó una voz en off, que en tono grave, frío, enérgico y tajante, repetía la consigna Congreso de la continuidad, sin precisión alguna de a qué continuidad se refería, si a la continuidad histórica de la Revolución que la mayoría de las cubanas y los cubanos queremos, apoyamos y por la cual luchamos, o a la continuidad de conceptos, políticas, medios, métodos, formatos, parámetros, límites, escogencias de participantes y votaciones unánimes que, con sentido del momento histórico, deben ser cambiados. Es conveniente apagar aquella voz en off, y devolverles todas las cámaras, todos los micrófonos y todas las «aulas, estrados y prensa» a la voz a Fidel, con su concepto de Revolución. 

 

El debate y el nuevo consenso programático que el socialismo cubano necesita deben ir a Marx y a Lenin sin mediaciones, es decir, sin interpretaciones de segunda o tercera mano de su pensamiento. Ello implica: 

 

  1. distinguir entre el pensamiento original de los clásicos y todo lo que, vulgar y fraudulentamente, les atribuyó a ellos el marxismo-leninismo o marxismo leninismo soviético; 

  1. cuestionarlo todo, estudiarlo todo, investigarlo todo, escudriñarlo todo, comprobarlo todo, una y otra vez, y una y otra vez más, como ellos, para llegar a conclusiones con base científica, y acto seguido,  asumirlas y ponerlas en práctica; 

  1. reconocer y actuar en consecuencia con la concepción marxista y leninista de  la sociedad como totalidad orgánica universal, dentro de la cual política, economía, cultura y medioambiente son elementos indivisibles e inseparables. 

 

Por supuesto que la atención puede y debe enfocarse en uno u otro de estos elementos, es decir, en la política, la economía, la cultura, la sociedad o el medioambiente, cuando ello sea procedente y suficiente, pero los reiterados ejercicios de prueba y error con los que, de manera infructuosa, se intenta resolver los problemas económicos «por aparte», como si fueran un universo, una totalidad, en sí mismos, demuestran que las deficiencias y errores que arrastra el socialismo cubano no son solo de modelo económico, como tampoco son solo de vida interna del partido. 

 
Además de volver a Marx y volver a Lenin, la Revolución Cubana necesita encontrarse y retroalimentarse mutuamente con las y los marxistas latinoamericanos de nuestros días. A tres de ellos citamos aquí. Solo mediante el debate y la construcción de un nuevo consenso programático, la Revolución Cubana podrá: encontrar la proporción adecuada entre la defensa y la renovación de nuestro socialismo a la que llamaba Schafik Hándal, que en el caso de Cuba hasta ahora se inclina más a la primera que a la segunda; convocar a «toda la población del país» a participar en la definición del «proyecto de futuro del socialismo» cubano, tal como lo plantea Frei Betto; e incluir en el temario de ese debate que la Revolución Cubana necesita las recomendaciones hechas por Nils Castro a raíz del derrumbe del socialismo real: 

 

  1. conjurar la potencial reversibilidad que acecha a toda revolución; 

  1. reavivar las motivaciones humanas indispensables para realimentarla; 

  1. renovarles a sus bases las soluciones de readaptación, reproducción, cambio y continuidad, y sus expectativas socioculturales, económicas y políticas; 

  1. determinar qué realidad ha quedado modificada, y qué nuevos abanicos de demandas, alternativas y oportunidades se abren; 

  1. reconocer que son las personas y pueblos quienes disciernen entre el inmovilismo o las nuevas opciones, y quienes deciden cursar una u otra de las alternativas, eligiendo según sus propias creencias, expectativas y posibilidades; y, 

  1. asumir que los cambios realizados por la Revolución modificaron a las personas y al pueblo que los moldearon, así como a las circunstancias nacionales y las condiciones externas en que los acontecimientos han tenido lugar.  
     

A los aportes de Schafik, Nils y Betto, cabe añadir el concepto de construcción política de Hugo Zemelman: 

 
La idea de construcción política es fundamental porque los actores constantemente construyen en distintos espacios y en diferentes opciones de construcción; por lo tanto, a partir de un concepto fijo, reificado, de fuerza, es un error; la fuerza no permanece igual, se está transformando, aumenta, disminuye, tiene sus flujos y reflujos. 

 
La gran genialidad de Lenin fue entender esos flujos y reflujos, y para su momento histórico y para su coyuntura los supo leer muy bien; pero esos no son recetarios universales, esas no son teorías generales de las clases, hay que leer esos análisis en cada una de las coyunturas, y hay que leer la fuerza en su coyuntura y desde ella misma, en forma que desde ella se puedan determinar las opciones de construcción que se presentan.2 

 
Como colofón, la refundación revolucionaria del socialismo cubano, y su correspondiente nueva construcción política, han de ser pautadas por la idea plasmada por Che en El Socialismo y el hombre en Cuba: 

 
Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. 

[…] 

[La] institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación. 

 
Que la estrategia para salvar la patria, la Revolución y el socialismo sea el pleno cumplimiento del concepto de Revolución de Fidel. 

 

1  Roberto Regalado: en La  Tizza «Reflujo  de la izquierda Latinoamericana (II)»,  7 de junio de 2021  (https://medium.com/la-tiza/reflujo-de-la-izquierda-latinoamericana-ii-15e9bfad0426);  y «El  socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso  programático»,  26 de julio de  2021(https://medium.com/la-tiza/el-socialismo-cubano-necesita-un-debate-y-un-nuevo-consenso-program%C3%A1tico-fadee2eaf3de?source=collection_home). 

 

2  Hugo  Zemelman. «Enseñanzas  del gobierno de la Unidad Popular en Chile»,  en:  Gobiernos de izquierda en América Latina: el desafío del cambio  (Beatriz Stolowicz, coordinadora), Plaza y Valdés Editores, México,  1999. p. 37.

https://www.alainet.org/es/articulo/213649
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