A propósito del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

Defensa inclaudicable y refundación revolucionaria del socialismo cubano (III)

La narrativa histórica sobre el proceso tiende a ignorar que hemos atravesado políticas muy diferentes en cada etapa

30/08/2021
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Joe Raedle
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En una carta escrita en Dar-Es-Salaam, el 4 de diciembre de 1965, cuyo destinatario era Armando Hart Dávalos, nombrado secretario de Organización del recién creado Partido Comunista de Cuba, Che Guevara decía: 

 

En este largo período de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además, suelen ser muy malos, la segunda, y no menos importante, fue mi desconocimiento del lenguaje filosófico (he luchado duramente con el maestro Hegel y en el primer round me dio dos caídas). [...] 
 

[...] 

Esto se debe a la comodidad en la obtención de traducciones y seguidismo ideológico. Así no se da cultura marxista al pueblo, a lo más, divulgación marxista, lo que es necesario, si la divulgación es buena (no es este el caso), pero insuficiente.1 
 

El 3er. Congreso del PCC, celebrado del 4 al 7 de febrero de 1986, aprobó el proyecto preliminar del Programa que sustituyó a la Plataforma Programática de 1975. Aunque ese documento no está disponible en la web, sí lo está la resolución adoptada al efecto, que resaltaba su correspondencia con las metas históricas de la Revolución, con el nivel de desarrollo económico y social del país, con la madurez de la conciencia revolucionaria del pueblo, y con las realidades de la situación internacional de ese momento, por lo cual habría de «convertirse en el principal documento del Partido y la Revolución». 
 

Una vez que fuese sometido a un proceso nacional de análisis y debate, ese documento contendría «las aspiraciones y la voluntad de nuestro pueblo respecto a su futuro» y los fundamentos de la actividad del partido, las instituciones estatales, y las organizaciones políticas, sociales y de masas. El programa determinaría los objetivos inmediatos y finales del proceso revolucionario y las vías concretas en cada esfera para su consecución, sintetizaría los aspectos cardinales del proceso histórico, el carácter y la obra de la Revolución, y sería el instrumento fundamental para el trabajo del Partido con las masas y para la educación política e ideológica de los militantes y del pueblo. Vale citar: 
 

El III Congreso considera que en la redacción del Proyecto de Programa se han tenido en cuenta los principios básicos de la teoría marxista-leninista, la experiencia acumulada de otros partidos hermanos, las tradiciones, la cultura y el desarrollo de nuestro pueblo, y las peculiares condiciones en que se ha desarrollado la Revolución Cubana y tiene lugar la construcción del socialismo en nuestra patria. 
 

Luego del proceso nacional de análisis y discusión, el programa fue aprobado en la sesión diferida del 3er. Congreso, efectuada del 30 de noviembre al 2 de diciembre de 1986. Sin embargo, el programa fue invalidado en el 4to. Congreso, realizado del 10 al 14 de octubre de 1991. Como ya se explicó, la Resolución de política exterior de ese congreso afirmaba que, «por razones obvias» —entre las que resalta que el derrumbe del bloque euroasiático de posguerra era un proceso entonces en desarrollo, el cual concluyó dos meses después con la disolución y el desmembramiento de la URSS— «el análisis exhaustivo que estos hechos requieren» era «una responsabilidad histórica, “aún por cumplir”». De ello se deriva que la resolución que anuló el programa adoptado 6 años antes, no fuese clara, explícita y específica con respecto a qué se derogaba y qué mantenía vigencia: 
 

Del análisis del programa se concluye que si bien el texto aprobado por el III Congreso [...], contiene formulaciones medulares que mantienen vigencia plena dado que fue concebido en la perspectiva de la construcción del socialismo en Cuba, fundamentada en un análisis riguroso del proceso histórico y de la estructura neocolonial y subdesarrollada de la economía cubana, en lo que concierne a la transición al socialismo en las condiciones concretas de Cuba, el Programa no se corresponde cabalmente con los conceptos desarrollados en el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, a partir del 19 de abril de 1986, ya en parte señalados antes en el Informe Central al III Congreso. 
 

La resolución del 4to. Congreso decidió: «continuar guiando toda la actividad del Partido por los criterios rectores desarrollados en el proceso de rectificación, por el conjunto de directivas de los órganos superiores para el período especial, y por las pautas que trace la dirección del Partido» y confió «al Comité Central en consulta con los organismos, organizaciones e instituciones que corresponda, la elaboración y aprobación de los nuevos lineamientos programáticos del Partido Comunista de Cuba, así como organizar su estudio por la militancia y el pueblo».  
 

En cumplimiento de la resolución del 4to. Congreso, el subsiguiente 5to. Congreso, realizado del 8 al 10 de octubre de 1997, aprobó un documento programático, es decir, no un programa con todos sus requisitos y atributos, titulado El partido de la unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos, fruto de la elaboración de los nuevos lineamientos confiada al Comité Central, y de un amplio debate partidista y nacional. Su contenido se concentró en la trayectoria de luchas del pueblo cubano, en la historia y las posiciones políticas internacionales y nacionales de la Revolución, y en sus valores, principios y objetivos.  
 

El nuevo documento estableció que: «Hacia nuestro VI Congreso del Partido seguiremos siendo, por mandato histórico y voluntad renovada del pueblo, El Partido de la Unidad, la Democracia y los Derechos humanos que Defendemos» y «Vamos hacia un nuevo Congreso del Partido, encuentro de todo el pueblo cubano». Fue una reafirmación del compromiso del PCC con la continuidad histórica de la Revolución, pero no un texto programático completo porque no abordó el vacío teórico-práctico que quedaba pendiente por llenar sobre su proyección estratégica. De ahí que, de la Constitución de la República de 1976, el nuevo documento programático citara dos conceptos extraídos del «modelo soviético»: el de marxismo-leninismo, y el de «construcción del socialismo y avance hacia la sociedad comunista», que hasta hoy «nos acompañan».  
 

Con palabras de Fernando Martínez Heredia: 

Las tensiones y dificultades que confrontó el proceso de rectificación son sumamente importantes para quien desee comprender el proceso histórico 19861991, y por ende a cada uno de sus aspectos, incluido el del marxismo. En cuanto al necesario abandono de la ideología del «marxismo-leninismo» se produjo una situación que, quizás por evitar ser dramática, resultó totalmente ineficaz. Como resultado de ella no hubo un debate abierto nacional que motivara una renovación del interés sobre bases nuevas que ayudaran a la recuperación del marxismo, y que franqueara un período de transición eficaz para un nuevo florecimiento ideológico y teórico. Faltó un campo alternativo de publicación de criterios diversos, de educación, de debates, en el cual otros temas, otros procedimientos y otras posiciones marxistas pudieran abrirse paso. Además, el funcionariado a cargo de las áreas ideológica y de educación del marxismo leninismo había sido formado intelectualmente, en general, en el sistema de la ideología soviética, y estaba habituado a sus modos de pensar y actuar, y a los rasgos negativos nuestros también. Una multitud de profesores y de otros técnicos laboriosos y responsables quedó sumida en una situación profundamente desventajosa y desconcertante. Al faltar una ruptura y un avance, la confusión y el desaliento fueron crecientes.2 
 

Podría entenderse que el estudio crítico del «modelo soviético», imprescindible para llenar el vacío ideológico y programático con que quedó la Revolución Cubana a raíz del colapso del socialismo real, no se emprendiera durante o inmediatamente después del derrumbe del bloque euroasiático de la posguerra, sino que se esperara un tiempo prudencial, pero prudencial en dos sentidos:  
 

 

  1. Con la distancia histórica-temporal suficiente para garantizar la objetividad en el análisis y la reflexión sobre sus causas y consecuencias; y, 

  1. con la premura necesaria para evitar que, parafraseando a Frei Betto: «el  proyecto de futuro del socialismo [se convirtiera en] un secreto del buró  político».3 
     

La consigna Socialismo próspero y sostenible no llena ese vacío. 
 

Transcurridos 14 años después del 5to. Congreso, es decir, casi 3 veces el tiempo (5 años) en que, por Estatutos, debió realizarse, fue que se efectuó el 6to. Congreso, del 16 al 19 de abril de 2011, que no se planteó hacer el «análisis exhaustivo» del derrumbe del «modelo soviético» que llevaba 20 años «por cumplir». Ese evento fue dedicado a la discusión y aprobación del «Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución», seguido el 29 de enero de 2012, por la «1ra. Conferencia Nacional del PCC acerca de los objetivos de trabajo del partido», donde se abordó el «método y estilo», es decir, no el contenido, no la política, por lo que tampoco en ella se buscó llenar el vacío teórico-práctico existente en la proyección estratégica de la Revolución. Lo mismo sucedió con el 7mo. Congreso del PCC, celebrado del 16 al 19 de abril de 2016, y con el 8vo. Congreso, que tuvo lugar en esos mismos mes y días, pero de 2021. 
 

La resiliencia de los manuales soviéticos en Cuba y, por tanto, del vacío teórico-práctico que el PCC arrastra formalmente desde su 4to. Congreso (octubre de 1991) —digo formalmente porque, en realidad, lo arrastra desde el inicio del «Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas» (abril de 1986), apenas dos meses después de la sesión preliminar del 3er. Congreso (febrero de 1986)—, es lo que explica la pervivencia hoy del marxismo-leninismo soviético en la Revolución Cubana. Del Primer Congreso del PCC, siguen «vivitas y coleando» nociones como «período histórico de construcción del socialismo» y «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo», mencionadas en la Conceptualización del modelo económico y social, porque «vivitas y coleando» siguen, aunque no lo sea abiertamente, las «Tesis y resoluciones sobre los estudio del marxismo-leninismo en nuestro país» de dicho congreso. Vale citar: 
 

El Partido Comunista puede dirigir a clase obrera y sus aliados en la lucha por el derrocamiento del poder del capital y en la construcción de la sociedad comunista, porque sus actividades se basan en el conocimiento científico de las leyes del desarrollo histórico ofrecido por el marxismo-leninismo como experiencia generalizada de dicho desarrollo y en especial la lucha de la clase obrera. 

[...] 

Debe existir en más absoluto control del Partido en relación con la exposición pública y la divulgación de criterios, conceptos e interpretaciones en aulas, estrados y prensa. No es posible admitir la publicidad de interpretaciones de la teoría marxista-leninista y de conclusiones teóricas que contradigan o extralimiten los lineamientos trazados al respecto por el Partido, y que este no autorice. 
 

Estos trabajos de investigación y análisis teóricos deberán realizarse siempre con el conocimiento y bajo la orientación y el control de los organismos superiores del Partido, directamente o a través de las dependencias o instituciones del aparato partidista que dichos organismos determinen. 
 

Asimismo, los resultados y conclusiones a que se arribe producto de estas actividades investigativas y teóricas deberán ser sometidos a la consideración de estos organismos, los que determinarán sobre su utilización y destino. 

[...] 

Al Partido le corresponde definir y aprobar objetivos y vías, así como aprobar programas, bibliografía y profesores encargados de su enseñanza, en cualquier centro o lugar en que esta se efectúe. La dirección por parte del Partido, de toda la educación marxista-leninista expresa el derecho y el deber que tiene de asegurar que la ideología científica de la clase obrera que rige la construcción del socialismo en nuestro país no sufra mixtificación alguna y que el esfuerzo investigativo y docente en torno al marxismo-leninismo, se efectúe por parte de quienes tengan condiciones para ello y en el sentido que al partido interesa, con vistas a que esto contribuya en el mayor grado que sea posible, a la educación política de nuestro pueblo y a los intereses y necesidades de la Revolución.  
 

Es imposible que exista el «consenso ideológico» mencionado en la Resolución sobre el funcionamiento del partido, la actividad ideológica y la vinculación con las masas, aprobada por el 8vo. Congreso, cuando —cito los términos contenidos en el fragmento anterior— el «aparato partidista» ejerce «el más absoluto control» de la ideología de la Revolución Cubana, y ese «más absoluto control» sigue imperando hoy, no solo en el partido, el Estado y las organizaciones de masas y sociales, sino también «en aulas, estrados y prensa». 
 

El primer secretario del PCC y presidente de la República, Miguel Díaz Canel, es un activo promotor de la integración de los centros de investigación y las estructuras decisorias y ejecutivas del partido y el Estado. Es imprescindible que los centros de investigación de todas las ramas de las ciencias y disciplinas dedicadas al estudio de la sociedad participen, codo con codo, con las estructuras decisorias del partido y el Estado en la necesaria y urgente refundación del socialismo cubano. Premisa insoslayable de ese proceso es acabar de exorcizar al marxismo-leninismo o marxismo leninismo soviético (con guion o sin guion), y entregarnos en cuerpo y alma al desarrollo de la teoría de la revolución social de fundamento marxista y leninista.  
 

En el debate sobre el tema «La ideología de la Revolución Cubana», auspiciado el 12 de septiembre de 2019 por la revista Cuba Socialista, en el cual participaron filósofos e historiadores de primer nivel,4 se evidencia el talento, el conocimiento y la capacidad existentes nuestro país para realizar el tan necesario y postergado análisis crítico del marxismo-leninismo soviético. De ese muy somero intercambio de ideas, que sirve de botón de muestra de lo mucho que podemos hacer, selecciono esta idea de la Dra. Isabel Monal: 
 

Marx y Engels dejaron una obra inacabada; y yo parto de una idea que suelo repetir: el marxismo es permanentemente inacabado, y no puede ser de otra manera. Todo el legado del marxismo —incluidos los aportes de Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Fidel y otros muchos—, es inacabado, porque está en su naturaleza serlo. A diferencia de otras filosofías, no supone que lo está abarcando todo de golpe. 
 

En esencia, nuestras científicas y científicos sociales saben que la Revolución Cubana no puede trazar su política sobre la base de una concepción marxista-leninista o marxista leninista, de matriz soviética pos-leninista, basada en la supuesta existencia de «un proceso objetivo inevitable, sujeto a leyes sociales» que dictan la estrategia, la táctica y el programa conducentes a la sociedad comunista. 
 

El zigzag u oscilación del péndulo de la economía cubana 
 

En la primera parte de este artículo se citan fragmentos de la Plataforma Programática del PCC, uno de los cuales ubica, en la segunda mitad del año 1960, al supuesto paso de la Revolución Cubana de la «etapa democrático-popular, agraria y antimperialista» a la «etapa de construcción socialista». Con respecto a aquella concepción «etapista» —que «reaparece» en la Conceptualización del modelo económico y social, tanto en su versión de 20162017, como en la de 2021, aprobada en el reciente 8vo. Congreso—, Rafael Hernández dice: 
 

[...] la Revolución se estableció como poder político aun antes de haberse adoptado la primera reforma económica importante, al ser capaz de imponerse a los intereses creados y a las instituciones en el orden político establecido. Esa radical transformación en el funcionamiento del poder precedió a la Ley de Reforma Agraria de mayo de 1959, que dispararía el conflicto con la clase alta cubana y norteamericana, cuando la Revolución gozaba de un apoyo casi unánime, salvo el de los batistianos que habían escapado. La línea que separa, según algunos libros escolares, el periodo «agrario y antimperialista» de la Revolución y el «socialista» resulta confusa acerca de la naturaleza de ese poder y del proceso revolucionario mismo. Como la estructura de poder preestablecida y el orden social reinantes en la Cuba de los años cincuenta podrían haber admitido una «revolución agraria y antimperialista» como aquella, sin que entrara desde el principio en la dinámica radical de una revolución social de verdad, solo tiene sentido para los códigos de aquel marxismo-leninismo, y en los escenarios revolucionarios hipotéticos que los manuales de la Comintern enunciaban.5 
 

A esa sólida descalificación del «etapismo», páginas más adelante el autor añade: 
 

La narrativa histórica sobre el proceso tiende a ignorar que hemos atravesado políticas muy diferentes en cada etapa. Además de cambios ideológicos, como […] en la adhesión a un marxismo de la liberación nacional o a un marxismo-leninismo de manuales publicados muy precozmente, también los hubo en política económica, concepciones sobre la democracia y criterios sobre su funcionamiento, estrategias de seguridad nacional y defensa, énfasis en política exterior y arquitectura de alianzas internacionales y, naturalmente, aplicación de políticas culturales.6 
 

Con respecto a las políticas muy diferentes por las que hemos atravesado en cada etapa, es preciso destacar que la Conceptualización no menciona a uno de los principales problemas que afectan a la economía cubana —quizás el principal— desde los primeros años de la Revolución hasta el día de hoy: el zigzag u oscilación del péndulo entre la concepción anti mercantil que llevó a Che a diseñar el sistema presupuestario de financiamiento, y la concepción mercantil del sistema de cálculo económico soviético. 
 

Tras un intento inacabado de erigir un socialismo de factura propia,7 en la década de 1970 predominó la idea de que la URSS «sabía de socialismo» y «de cómo se construye el socialismo». En la dirección revolucionaria se estableció un consenso en torno a la implantación en Cuba del «modelo soviético» de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo» en lo que respecta al sistema político-institucional refrendado por el 1er. Congreso del PCC (1975) y por la primera Constitución revolucionaria (1976), cuya esencia se mantiene intacta. Sin embargo, en la economía han coexistido dos concepciones que, entre 1965 y 20102011, compitieron y alternaron entre ellas como políticas estatales, tantas veces como las cambiantes circunstancias inclinaron la balanza a favor de una u otra, y que a partir de 20102011 se manifiestan en las ambivalencias, los estancamientos y los retrocesos de la actualización del modelo económico y social.  
 

La simiente de las antípodas entre las que zigzaguea u oscila la economía cubana fue la divergencia existente dentro del Gobierno Revolucionario, entre los partidarios del sistema de cálculo económico imperante en la URSS, por una parte, y los promotores del sistema presupuestario de financiamiento ideado por el comandante Ernesto Che Guevara, por la otra, ventilada en artículos publicados en medios nacionales, en lo que la historia registra como El Gran Debate de 19631964.8 Ambas concepciones partían de la misma premisa: la economía socialista es estatal y centralmente planificada, dirigida y controlada. La discrepancia que aquí interesa destacar es que: 

 

  • en el sistema soviético las relaciones entre empresas eran monetario mercantiles, se empleaban estímulos materiales como medio de aumentar la producción y la productividad, y podía existir micro o pequeña propiedad privada; y, 
     

  • en el sistema guevarista lo fundamental era la formación ética, política e ideológica de las y los seres humanos productores de la riqueza. Su ideal era una economía 100% estatizada y desmonetizada,  al punto que, en la segunda mitad de la década de 1960, se llegó a  proclamar la construcción simultánea del socialismo y el  comunismo, considerada entonces con un aporte cubano al marxismo. 
     

Entre esos polos se produjo el zigzagueo u oscilación del péndulo de la política económica cubana, en especial, de 1965 a 20102011, con los siguientes «golpes de timón»:  

 

  1. del plan desarrollista para eliminar la mono producción azucarera (1962-1965) al sistema presupuestario de financiamiento concebido por Che, descontinuado a raíz del fracaso de la Zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar (1965-1970); 

  1. del sistema presupuestario de financiamiento al sistema de dirección y  planificación de la economía de matriz soviética (1972-1986); 

  1. del sistema de dirección y planificación de la economía de matriz  soviética, a la rectificación de errores y tendencias negativas, con retorno a los estímulos morales como la palanca fundamental de la economía (1986-1991); 

  1. De la rectificación de errores y tendencias negativas al período especial en tiempo de paz (1991-2004), que combinó la austeridad extrema con el retorno a la matriz económica soviética y la apertura a la inversión extranjera en diversos sectores, entre ellos el turismo; 
     

  1. un nuevo «golpe de timón»  en dirección a la desmercantilización se produjo a partir de 2004, cuando las relaciones económicas, comerciales, y de colaboración y  cooperación, se reorientan hacia los países de América Latina y el Caribe gobernados por la izquierda y el progresismo —en primer término, hacia Venezuela en lo bilateral y hacia el ALBA-TCP, en lo multilateral—, y también gran importancia adquieren los vínculos con la República Popular China; y,   

  1. en 2010-2011 comienza el proceso de actualización del modelo económico y social, que es un relanzamiento de las concepciones «pre rectificación», que hasta 2015 contó con la garantía de estabilidad de las relaciones bilaterales y multilaterales con los gobiernos de izquierda y progresistas latinoamericanos y caribeños,  cuya desacumulación de fuerzas llega a su máxima expresión en 2019, con la subsecuente afectación a las relaciones con Cuba, seguida del azote de la COVID 19 en 2020-2021. 
     

A diferencia de las etapas anteriores, entre 2010 y 2021, ya no hay dos concepciones de política económica que compiten y alternan entre sí en dependencia de las circunstancias externas y externas, y de la correlación de fuerzas entre quienes defienden una u otra, pero el zigzag u oscilación del péndulo se sigue produciendo, en este etapa, en lo referente a cuánto espacio abrirles o no abrirles a la producción cooperativa, al trabajo por cuenta propia y a la pequeña y la mediana propiedad privada, disyuntiva no resuelta que repercute, tanto en la rigidez del sector estatal, como en las restricciones al sector no estatal, en la no ejecución de decisiones aprobadas, y en el congelamiento o incluso la reversión de decisiones ya puestas en práctica.  
 

Todo lo dicho hasta aquí fundamenta que el concepto somos continuidad con el cual, de manera acertada, una nueva generación asume el liderazgo del proceso de edificación del socialismo cubano, debe entenderse como continuidad histórica de la Revolución Cubana, en un sentido cabal y general, pues en términos programáticos, incluido el modelo económico, ha habido una discontinuidad resultante de ejercicios de prueba y error aún infructuosos: ¿a cuál de los zigzags u oscilaciones del péndulo, pasadas y/o presentes, daríamos continuidad? 
 

Para dar una idea de lo complejo del asunto, hay que agregar que la actualización del modelo económico y social, emprendida en 20102011, no continuó «guiando toda la actividad del Partido por los criterios rectores desarrollados en el proceso de rectificación», como lo indicó la resolución del 4to. Congreso, sino que «desandó» los pasos de la rectificación. No se menciona esto porque el autor considere que los pasos de la política económica de la rectificación no debieron «desandarse», pues no dieron los resultados propuestos en términos de producción y productividad, pero la rectificación no fue solo una política económica, sino también una política social y cultural destinada a contrarrestar en la mayor medida posible la desigualdad generada por la crisis y crear expectativas sobre el futuro, complementada por la Batalla de ideas que lanzó Fidel. Con sus aspectos positivos y negativos, la rectificación y la Batalla de ideas son hitos en la Revolución Cubana que es imposible borrar de su historia. Sin embargo, ninguno de los dos términos se menciona en los antecedentes de las dos versiones de la Conceptualización del modelo económico y social (20162017 y 2021) —donde sí se cita a la Plataforma Programática de 1975 y al Programa de 1986—, ni en documento o intervención alguna del 8vo. Congreso del PCC, y posiblemente en ningún documento y/o discurso previo o posterior al 6to. Congreso. La actualización del modelo económico «relevó» a la rectificación y a la Batalla de ideas sin explicación alguna.  
 

 

1  Ernesto Che Guevara: tomada de la  revista Contracorriente año 3, no. 9, La Habana, septiembre de 1997. 

 

2  Fernando  Martínez Heredia: «Izquierda  y marxismo en Cuba»,  en La Tizza, 12 de junio de 2021. Trabajo publicado en la  revista Temas núm. 3 oct./dic. 1995. Tomado de: Martínez Heredia, Fernando. El  corrimiento hacia el rojo Editorial Letras Cubanas, 2001, pp. 82114. 

 

3  Frei  Betto: Intercambio con estudiantes y trabajadores de la Universidad  de Ciencias Informáticas de CUba (UCI), el 13 de febrero de 2014. 

 

4  En  este intercambio participaron la doctora Isabel Monal Rodríguez,  filósofa, Premio Nacional de Ciencias Sociales 1998, directora de  la revista Marx  Ahora el doctor Pedro Pablo Rodríguez, historiador, Premio Nacional de  Ciencias Sociales 2009, director de la Edición Crítica de  las Obras  Completas de  José Martí; el doctor Rubén Zardoya Loureda, filósofo, ex rector  de la Universidad de La Habana; el doctor Miguel Limia David,  filósofo, Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba, director del  Programa Nacional Científico-Técnico sobre la Sociedad Cubana  Contemporánea; el doctor Carlos Delgado Díaz, filósofo, ex  decano de la Facultad de Filosofía, Sociología e Historia de la  Universidad de La Habana; el doctor Fabio Fernández Batista,  historiador, profesor de la Universidad de La Habana; y, como  moderador, el filósofo y escritor Enrique Ubieta Gómez, director  de Cuba  Socialista. 

 

5  Rafael Hernández:  «Las  palabras y las cosas. Consenso, disenso y cultura en la transición  socialista temprana (1959-1965)»,  Guerra  Culta. Reflexiones y desafíos 60 años después de  Palabras a los Intelectuales, Ediciones ICAIC, La Habana, 2021. 

 

6  Ídem. 

 

7  Ver a  Sergio  Guerra y Alejo Maldonado: Historia  de la Revolución Cubana. Síntesis y comentario Ediciones La Tierra, Quito, 2005; a  Juan Valdés Paz: El  Espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano Instituto Juan Marinello y Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009, p.  7;  Aurelio Alonso:  «La  política cultural de la Revolución Cubana: los sesenta»,  ponencia  presentada en el panel «Los  avatares  de la cultura cubana en 1968»,  del coloquio internacional  Los 1968: miradas desde hoy,  convocado por la revista Temas la Academia de Historia de Cuba y la Universidad de Nanterre, La  Habana, 8 y 10  de noviembre de 2018; y a Rafael Hernández: «Las  palabras y las cosas. Consenso, disenso y cultura en la transición  socialista temprana (1959-1965)»,  ob. cit. 

 

8  Ver a  Sergio  Guerra y Alejo Maldonado, ob. cit., p. 146. 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/213603
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