Combate a incursión mercenaria en Venezuela

El plan diseñado contra Venezuela no es conseguir grandes objetivos estratégicos, como se podría pensar en una guerra o batalla convencional, sino los mínimos necesarios para justificar la intervención de un tercero.

05/04/2021
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Miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
Fuente: AFP
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Una de las ‘nuevas’ estrategias gringas de guerra es crear condiciones que permitan la rápida intervención de un tercero, precisamente porque en la búsqueda de destruir los países y procesos que se oponen a ser vasallos de su hegemonía, no encuentran en los pueblos el necesario apoyo político interno para justificar una supuesta intervención humanitaria (usar a la población civil como escudo humano), o vender la matriz de opinión a nivel internacional de que se ha desatado una supuesta guerra civil. Esto lo hicieron en Siria, y aún hay gente cree que ahí hay una guerra civil, cuando en realidad se produjo una invasión de diversos grupos armados, entrenados y financiados (una variable es el narcotráfico) por los servicios de inteligencia occidentales. Grupos que inclusive en determinados momentos de la guerra se han dado bala entre ellos, por la disputa, entre otras razones, de la torta del dinero que llega del exterior. Es decir, la guerra también se convierte en un negocio para quienes mueven los hilos de esos grupos armados.

 

Las acciones violentas -que según la definición del Ministro de Defensa venezolano Padrino López-, llevaron a cabo los GRIACOLT (Grupos Irregulares Armados Colombianos Terroristas), buscaron entre otras pretensiones, generar rédito propagandístico. Es decir, adquirieron cierto matiz de propaganda armada con el objetivo de divulgar la idea de que se ha desatado una especie de guerra civil o protesta armada contra el gobierno bolivariano en determinada zona del país, con el objetivo de crear una cabeza de playa (consolidar campamentos mercenarios dentro de Venezuela), que es lo que necesitan para facilitar la intervención de un tercero. Esto no fue permitido gracias a la efectiva respuesta de las FANB y a la correcta orientación política del presidente Maduro de cero tolerancia a la injerencia de cualquier grupo armado procedente de Colombia, llame como se llame.

 

Por su sumisión absoluta al imperialismo yanqui, el gobierno colombiano juega a la ruleta rusa, y no es consciente de todos los demonios que se desprenderán sobre su fanatismo al abrir la caja de Pandora. Se olvidan que Colombia ya no es una cabeza de playa estable; que el Grupo de Lima que avivo una intervención, ahora es una secta prácticamente inexistente; que el COVID 19 ha generado crisis interna en varios países latinoamericanos, y por lo tanto a determinados gobiernos lo que menos les interesa es mover más el avispero. Y algo muy importante, el factor Guaidó, con el que se buscó dar la imagen de la existencia de un gobierno paralelo, ha desaparecido en la realidad. Es decir, sin capacidad política, su capacidad militar queda en gran medida neutralizada, por más que se sienta envalentonado con el apoyo –más que apoyo, ser usado como tonto útil- del imperialismo yanqui.

 

Como vemos, el plan diseñado contra Venezuela no es conseguir grandes objetivos estratégicos, como se podría pensar en una guerra o batalla convencional, sino los mínimos necesarios para justificar la intervención de un tercero. En ese marco, la máxima aspiración es balcanizar el país, generar caos, como lo hicieron en Libia, por ejemplo. Pero los latinoamericanos tenemos a favor que somos una cultura más sofisticada, considerando que el pensamiento occidental es binario y cuantitativo.

 

El gobierno bolivariano y las FANB habrán tomado nota de las experiencias que han generado las últimas guerras desatadas por los gringos en Yemen (donde existe gran cantidad de mercenarios colombianos), Siria y Libia. Estas tienen que procesarse para el escenario concreto y enfrentar como se debe al proxy colombiano. La población venezolana que abarca toda la línea de frontera tiene que prepararse con mayor especialidad, para defender su tierra, sus propiedades, su paz. Las FANB, sin descuidar lo convencional, tiene que dar fuerza a la creación de unidades muy especializadas, que son las que pueden garantizar el éxito.


 

Mario Ramos es Director del Centro Andino de Estudios Estratégicos

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211656
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