Un árbol vale más que un árbol

28/04/2020
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En un Mundo donde se le pone precio de venta a la vida, y donde se le pone precio de venta a la muerte, no se puede alcanzar la claridad mental para reconocer el valor de la ecología, ya que nuestro modo de vida siempre prioriza la satisfacción personal del Hombre, siempre desestima el bienestar holístico del Medio Ambiente, y siempre maltrata los recursos naturales del planeta Tierra.

 

Según las frías páginas del diccionario, un árbol es simplemente una planta de tronco leñoso, grueso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo.

 

 Quizás poco o nada nos importe talar un árbol en la Amazonía, pues la ausencia de un árbol entre millones de árboles, no será un repudiable crimen ecológico ni aquí ni en Pekín, porque sobran los empinados seres vivos en el verdoso paisaje latinoamericano, por lo que siempre habrá suficiente madera en los bosques, para seguir consumiendo el destino de la sociedad con tanto consumismo, y para seguir capitalizando la obsesiva necesidad de comprar el amor capitalista.

 

 Pero quizás nos importe más que el Universo, preservar la vida del único árbol que yace en nuestra comunidad, porque ese ser vivo regala sombra a las personas que esperan la llegada del autobús en las soleadas y calurosas calles, porque ese ser vivo regala un techo a las personas que en medio de la lluvia, buscan un refugio para no empapar sus pantalones con tanto aguacero, porque ese ser vivo ayuda a serenarnos cuando tenemos un problema y necesitamos reflexionar en el parque, y porque ese ser vivo purifica nuestro entorno para no respirar la toxicidad del aire de las industrias, y para no enfermarnos por culpa de la quema de combustibles fósiles, por culpa de la quema de residuos sólidos urbanos, y por culpa de la desertificación en nuestras ciudades hispanas.

 

¿Sabías que los árboles simbolizan sabiduría, paciencia y fortaleza?

 

Si talamos los árboles de nuestras comunidades, estaremos en serios aprietos.

 

Dicen que cada día se aprende algo nuevo en la vida, y tal vez hoy aprendamos a respetar la vida de un árbol.

 

 En las ramas de un árbol, hay nidos de pájaros que necesitan la buena salud del árbol, para sobrevivir, para proteger a sus crías, y para no ser la presa de otra especie de fauna. Un árbol simboliza vigor para el ciclo reproductivo de la diversidad biológica, sus frutos alimentan a cualquier angelito o diablito que necesita esperanza de vida, sus semillas garantizan ver la luz del sol en épocas de tinieblas, y hasta sus secas hojas caídas, nos recuerdan que el tiempo hay que aprovecharlo positivamente, porque en un abrir y cerrar de ojos, una sonrisa llena de soñadora juventud, terminará siendo una envejecida lágrima de soledad.

 

Forzadamente, vemos que los pájaros están construyendo sus nidos, sobre los semáforos de las autopistas hispanas, dentro de las jaulas de las tiendas de mascotas, sobre los elevados cables telefónicos de las ciudades, en los rojizos tejados de nuestras casas, en las azoteas de los edificios, sobre las plataformas petroleras, sobre los campanarios de las iglesias, sobre las antenas radioeléctricas, sobre los inflamables tanques de gasolina, sobre los techos de las cárceles, sobre las calderas de las estaciones nucleares, y hasta sobre los rótulos de las explosivas armerías.

 

Sin la presencia del cálido tronco de un árbol orgánico, los pájaros vienen reemplazando las ramas de los árboles, por superficies sintéticas para poder construir sus nidos, incluyendo los bloques de hormigón, las barras metálicas fundidas, el papel de periódicos viejos, los cartones de cajas tiradas en las calles, y los cordones de seguridad con alto voltaje eléctrico.

 

Somos tan cínicos, que aplaudimos la gran creatividad de los pajaritos, porque pueden cambiar el tronco de madera por un tronco de polietileno, y somos tan hipócritas, que apoyamos la tala de árboles en los deforestados bosques, porque ayuda a que los pájaros sean más ingeniosos, más resistentes y más soberanos.

 

Yo sé que tengo la razón. Un árbol vale más que un árbol. Pero es imposible sensibilizar a un corazón de piedra.

 

Lamentablemente, en el Mundo sobreabundan los corazones de piedras, y hay más corazones de piedras gravitando en el planeta Tierra, que árboles gimiendo y llorando en los benditos senderos de la Amazonía, por lo que generar conciencia ecológica en el corazón de una roca, es una tarea más difícil, que reconocer hoy nuestros pecados en la arena, y pedir santo perdón en la higuera.

 

 No somos empáticos ante el dolor ajeno, no somos empáticos ante el sufrimiento ajeno, y siempre somos indiferentes ante la desgracia ajena.

 

Hasta que el dolor no toca la puerta de nuestra casa, hasta que el sufrimiento no se filtre en las paredes de nuestro hogar, y hasta que la indiferencia del prójimo no se robe nuestra única ilusión de vida, pues jamás seremos empáticos con el infortunio de otro ser vivo, y definitivamente siempre elegimos ver televisión y comer comida chatarra, antes que apagar el televisor y solidarizarme contigo.

 

Dicen que nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Yo sé que llegará el fatídico día para la historia de la Humanidad, cuando la tala de un simple árbol germinado por obra y gracia de la Madre Naturaleza, será un verdadero Ecocidio que malogrará la supervivencia de nuestra sociedad moderna.

 

¿Acaso talar un simple arbolito será considerado un Ecocidio?

 

Hoy todos sabemos que la realidad supera a la ficción, pero en muy poquitos años, todos sabremos que la ficción superará a la realidad.

 

Quisiera estar ecológicamente equivocado, pero yo sé que más temprano que tarde, ese fatídico día del juicio final llegará con el legendario sonido de la motosierra, pero sin la posibilidad de volver a sembrar árboles en el edén asesinado, y sin la posibilidad de volver a talar árboles en el mismo edén asesinado, porque finalmente el semillero se quedó vacío y sin semillas para cultivar, porque los sudorosos esclavos se cansaron de labrar el edén transgénico de las transnacionales, y porque afortunadamente el fuego eterno de la justicia divina, pudo quemar la eterna vileza que corrompe a la energía del Hombre, y nos devolvió el sonido de la trompeta con la arbolada cruz de paz.

 

A lo largo y ancho de mi infancia venezolana, los árboles fueron una gran fuente de sabiduría, y ahora que estoy viviendo mi adultez, yo debo reconocer que los árboles me ayudan a sobrellevar los depresivos vaivenes de la vida, porque aunque muchas veces pasan desapercibidos, porque aunque muchas veces son silenciosos, y porque aunque muchas veces son talados para construir centros comerciales, yo sé que un árbol nos reconecta con el valor natural de la vida silvestre, nos reconecta con los tesoros de la perfecta creación de Dios, nos reconecta con el buen discernimiento y nos regenera la mentalidad, que siempre se nos escapa de las manos, por culpa del cotidiano e insano alboroto citadino.

 

Todos recordamos la famosa frase que dice: “No se mueve la hoja de un árbol, si no es la voluntad de Dios”, aunque hay mucha gente que afirma ser supuestamente cristiana, pero que decide talar árboles para agudizar conflictos políticos en sus países, para construir estadios deportivos sin licencias ambientales, para matar animales construyendo monumentales plazas de toros, y hasta para construir iglesias y templos religiosos que adoran a Dios Dinero.

 

También recuerdo haber escuchado un relato en mi infancia, que afirmaba que, si una persona talaba un árbol el Viernes Santo, aparecería una mancha de sangre en la madera talada, y la persona sentiría la necesidad de suicidarse. Por respeto a la pasión de Jesús en la Semana Santa, y por mis valores ecológicos que respetan la vida del árbol, nunca he comprobado si el relato es mito o realidad.

 

 Tampoco me olvido del glorioso Himno al Árbol, que decía: “Al árbol debemos solícito amor, jamás olvidemos que es obra de Dios”.

 

 Durante mi niñez venezolana, muchas veces yo conciliaba el sueño y me dormía, escuchando ese bonito cántico que mi mamá y mis hermanas, me cantaban por la noche para realmente dormir en santa paz.

 

Pero en mi funesta pubertad, llegaron las cicatrices del acoso escolar, y llegaron las fatalidades de los adictivos videojuegos violentos.

 

 

 

Yo sigo recordando un tenebroso escenario del videojuego Mortal Kombat 2, donde los troncos de los árboles se transfiguraban en diabólicos rostros humanos, a medida que los luchadores se aporreaban y se degollaban en la pantalla de un televisor, que se convirtió en un monstruoso aparato tecnológico, usado para destruir la salud mental de los jóvenes.

 

También recuerdo refranes muy populares en Venezuela, como, por ejemplo:

 

“Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza”

 

“No hay que hacer leña del árbol caído”

 

Yo estoy seguro que el poder sanador de Dios, es capaz de enderezar y reformar a un árbol, cuyo tronco nació y creció torcido. Lo digo por mi experiencia personal de vida.

 

Y ciertamente, si hay un hermano que está sufriendo tribulaciones en su barco a la deriva, no debemos terminar de hundirlo en el fondo del mar, ya que, por el contrario, debemos ayudarlo y rescatarlo del abismo con un buen salvavidas, para que aprenda a reconocer a Jesucristo como su único faro de salvación.

 

También hay una inolvidable escena bíblica, en la que Jesús usó su saliva para curar a un ciego en Betsaida. El ciego dijo ver a las personas como árboles que caminaban, después que Jesús mojó sus ojos con la saliva. Pero cuando Jesús puso sus manos otra vez sobre los ojos del ciego, entonces el enfermo recuperó por completo la vista, y vio con claridad el milagro de Dios.

 

 Querido amigo lector, sea sincero y respóndame:

 

¿Usted sigue viendo borrosos árboles que caminan en las calles?

 

¿Usted abrió los ojos para ver y respetar los tesoros de la Pachamama?

 

Si la clásica apatía ambiental de la ciudadanía, todavía te tiene viendo árboles que caminan en las calles, y no quieres enloquecer en un Mundo que prohíbe practicar el Conservacionismo, pues quizás puedas abrir los ojos de la conciencia ecológica, gracias a nuestra querida y recordada Pantera Rosa, que en el pasado me ayudó a promover la cultura del reciclaje, y que ahora me ayudará a defender la vida de un ser vivo llamado árbol.

 

 En la serie de dibujos animados llamada “La Pantera Rosa”, vimos una gran crítica socio-ambiental en el episodio titulado “Campaña Rosa”, y a continuación lo explicaremos, para el beneficio intelectual de los lectores.

 

Dentro de la inmensidad del bosque, la Pantera Rosa estaba viviendo cómodamente en lo más alto del tronco de un árbol. Allí había logrado construir su soñado “Hogar Dulce Hogar”, y vimos que la pantera se relajaba en el sofá de su casa, bebiendo una taza de té, y disfrutando de la paz que ofrece el bosque.

 

 

Súbitamente, la pantera sintió como su casa empezaba a tambalearse con furia, como si se tratara de un terremoto, cuyo epicentro era su “Hogar Dulce Hogar”.

 

Debido al incesante ruido y a los constantes temblores, la Pantera Rosa se asomó por la ventana de su casa, y observó a un leñador que, con motosierra en mano, estaba talando el árbol donde el gran felino había construido su casa.

 

 En un santiamén, el leñador taló el árbol donde la Pantera Rosa construyó su casa, y fue gracias al uso de una improvisada sombrilla, que nuestro felino pudo amortiguar y suavizar la caída en el boscoso suelo, mientras veía como el leñador cargaba toda la madera talada en su camión, y se iba tranquilamente del bosque talado, sin pensar en las consecuencias del crimen ambiental cometido.

 

Tras ver el desolador panorama lleno de deforestación, y enfurecido por ver que hasta su taza de té, se rompió en pedacitos por culpa de la agresiva motosierra, pues vimos que la Pantera Rosa planificó vengarse del leñador, quien convirtió su “Hogar Dulce Hogar” en una amarga pesadilla corporativa.

 

La Pantera Rosa rápidamente decidió perseguir al leñador, siguiendo el rastro del camión que él conducía, y viéndolo llegar hasta el aserradero donde trabajaba. Luego la pantera siguió el rastro del automóvil del leñador, para finalmente verlo estacionar su carro, y entrar con alegría en su bonita casa.

 

Tras ver que el leñador entró a su hogar, la Pantera Rosa no dudó en robarse la puerta de su casa, y sin ser sorprendido por el leñador, se la llevó hasta un nuevo lugar del bosque, muy lejos de su talada y derrumbada casa felina.

 

 Llegó el amanecer de un nuevo día, y después que el leñador recogió el periódico en el césped de su casa, se sorprendió al ver que no estaba la puerta principal de su placentero hogar.

 

 Estando un poco preocupado por la extraña situación, el leñador contrató los servicios de una empresa exterminadora de termitas, pensando que una plaga de insectos se estaba comiendo su casa.

 

Pero mientras el exterminador de termitas, usaba la ciencia para identificar minuciosamente el origen del problema de las termitas, pues la Pantera Rosa con total desfachatez y sin miedo de ser descubierto, ya había entrado a la casa del confundido leñador, por lo que el felino seguía robándose las cosas materiales del hogar del leñador, incluyendo el sofá, el televisor y la chimenea.

 

Con los bienes materiales que la Pantera Rosa se robaba de la casa del leñador, el astuto animal iba construyendo su nueva casa en el bosque.

 

 Sin la puerta de entrada para resistir el frío de la calle, el leñador se olvidó de las termitas que supuestamente devoraban su casa, y ahora pensaba que los ladrones estaban saqueando su hogar, por lo que de inmediato llamó a la policía, para denunciar el robo de sus pertenencias.

 

 Pero los policías no encontraron la huella dactilar del supuesto criminal, que estaba robándose las cosas materiales de la casa del leñador, y pensaron que el mentiroso leñador se estaba volviendo loco de remate, aunque los policías nunca supieron que mientras investigaban con pericia la casa del leñador, la Pantera Rosa seguía robándose los bienes materiales del leñador, quien ya había perdido la mesita con el jarrón de flores, el lavamanos, el espejo de la sala sanitaria, las paredes con ventanas, y hasta el techo de su recámara.

 

El desquiciado leñador se olvidó de las termitas, se olvidó de los ladrones, y después de haberse convertido en un neurótico manojo de nervios, decidió visitar el consultorio clínico de un psiquiatra, para intentar comprender qué estaba pasando dentro de su casa, y qué estaba pasando dentro de su mente.

 

Pero para el psiquiatra, la fantasiosa historia del leñador que veía como las cosas de su casa, mágicamente corrían, huían y desaparecían, fue suficiente locura mental para diagnosticar al leñador, como un hombre demente.

 

No obstante, el leñador rechazaba ser calificado como demente, y deseaba demostrar que decía la verdad, por lo que llevó al psiquiatra hasta su casa, para que el médico observara con sus propios ojos la caótica realidad.

 

 Sin embargo, tras llegar hasta la supuesta casa del leñador, el psiquiatra solo vio un terreno verde y baldío, donde no se erigía ningún “Hogar Dulce Hogar”.

 

 Viendo que su casa había desaparecido, el leñador finalmente se sintió loco de remate, y el psiquiatra no dudó en llamar a una ambulancia para recluirlo en un manicomio, mientras los pajaritos volaban en la confundida cabeza del leñador.

 

 Pero mientras el leñador viajaba en la ambulancia rumbo al manicomio, observó una casa en el bosque, que era totalmente idéntica a su antigua casa de la ciudad, y hasta observó un automóvil aparcado, que era idéntico a su antiguo vehículo.

 

Con una súbita reacción de locura e incredulidad, el loco leñador abandonó la ambulancia, corrió hasta la puerta de su aparente casa, y golpeaba con insistencia la puerta principal del hogar.

 

 Los enfermeros también corrían para atrapar al loco leñador, quien con tantos golpes casi derrumbaba la puerta de la felina casa, aunque los enfermeros pudieron atrapar y contener el furor del leñador, y finalmente lo trasladaron en la ambulancia hasta las cuatro paredes del manicomio.

 

Tras escuchar que tocaban con tanta vehemencia la puerta, la Pantera Rosa se levantó del sofá donde bebía su taza de té, y abrió la puerta de su casa.

 

 Aunque a simple vista no vio a nadie, y pese a que escuchó la sirena de la ambulancia, la intrigada pantera cerró la puerta de su casa, y siguió buscando el rastro del misterioso visitante, en las adyacencias de su casa en el bosque.

 

 La pantera no encontró a nadie en frente de su nueva casa, y sin soltar de su mano la deliciosa taza de té, la Pantera Rosa eligió olvidar la misteriosa circunstancia, y pensó en ingresar de nuevo a su casa.

 

Pero en ese preciso instante, la Pantera Rosa escuchó un furioso estruendo en el bosque, y tras mirar el panorama a su alrededor, el felino comprobó que su nueva casa había sido derrumbada, por la estrepitosa sacudida que otra vez lo dejaba sin techo.

 

 Cuando la Pantera Rosa deseaba olvidar su mala suerte, con un sorbo de su delicioso té, pues la taza de té también se rompió en pedacitos, así como su antigua taza de té también se rompió en pedazos, por culpa de la violenta motosierra del leñador, que había talado el árbol de su casa en el bosque.

 

Sabiendo que la triste historia de deforestación jamás cambiaría, la Pantera Rosa decidió rendirse y abandonó el bosque, pero con cada pisada que lo alejaba más y más del bosque, pues más incierto sería el fatal destino del hermoso felino.

 

Si prestamos atención a los detalles del episodio, vislumbraremos que la casa del leñador en la ciudad, no fue la primera casa que la Pantera Rosa, tuvo que robar y desvalijar para reconstruir su hogar en el bosque, aunque fue su último fracasado intento por recuperar su talada casa, lo cual nos demostró que el círculo vicioso de la deforestación a nivel mundial, solamente acrecienta el rencor, las ganas de revancha y el libertinaje, en los cerebros de los seres vivos que pierden sus taladas viviendas.

 

¡Qué tristeza! Los centinelas naturales de los bosques, son vencidos y tienen que marcharse de sus majestuosos ecosistemas, porque los mundanos leñadores talan sus árboles, para favorecer al corporativismo de la sociedad moderna.

 

Obviamente, cuando un animal es forzado a abandonar su hábitat natural de vida, pues lo más probable es que muera al intentar entrometerse en otro hábitat, que ya tiene sus propios depredadores dominando los territorios, que ya tiene un equilibrio ecológico establecido, y que presenta condiciones de vida muy adversas, para las especies de fauna que no son autóctonas en el ecosistema.

 

Si bien el episodio se centró en la venganza de la Pantera Rosa, en contra del leñador que taló el árbol donde estaba su casa en el bosque, no hay que olvidar que los leñadores son simples peones en el ajedrez corporativo de las grandes transnacionales, por lo que a cambio de recibir los salarios que alimentarán a las bocas de sus familias, pues los esclavizados leñadores son capaces de deforestar cualquier jungla del planeta Tierra, son capaces de destruir los recursos naturales del Medio Ambiente, y son capaces de talar hasta la perfumada orina de un árbol, que fue usado por un felino para marcar su territorio en la llanura.

Un cobarde leñador realmente no tiene dignidad en la vida, y es capaz de decirle siempre que sí, a lo que siempre debe decirle que no, porque los empresarios que controlan los aserraderos en las ciudades, se encargan de producir masivamente obreros toscos y robotizados, que no tengan la voluntad para protestar por los ecocidios perpetrados, que no sientan remordimiento ni arrepentimiento por el ultraje ambiental, y que siempre vivan con el miedo latente de perder sus trabajos, si deciden rebelarse para denunciar las fechorías capitalistas.

 

 Es una injusta y sistemática destrucción de los recursos naturales del planeta Tierra, donde siempre pagan almas justas por espíritus pecadores, y donde diariamente los corazones de piedras, compran y venden el derecho a la vida de los animales, porque yo quiero comprar el mismo costoso sofá que compró el vecino, porque yo quiero comprar una computadora con el mejor procesador del mercado, porque yo quiero comprar una grandiosa casa bañada en oro, porque yo quiero comprar una exótica pantera que se parezca a la divertida Pantera Rosa, y porque yo nunca quiero vender mi maldito corazón de piedra.

 

 Cabe destacar, que luego que el leñador destruyó la casa de la Pantera Rosa en el bosque, y tras descubrir la ubicación de la casa del leñador en la ciudad, la pantera pudo haber reaccionado como una verdadera fiera de la selva, y pudo haber atacado físicamente al desgraciado leñador.

 

La Pantera Rosa tuvo la gran oportunidad de morder, de desgarrar, y de descuartizar el cuerpo del malvado leñador, quien, por su vileza ambiental, merecía recibir un mortífero ataque felino en su propia casa.

 

 Pero la Pantera Rosa eligió aplicar la cautelosa violencia psicológica, como el mejor método para castigar al leñador del aserradero, que taló el árbol de su casa en el bosque. Vimos que la pantera no quiso aplicar la clásica violencia física, que por naturaleza aplicaría cualquier feroz animal de la selva, que se siente amenazado y acorralado por la presencia de un enemigo en su territorio.

 

 El gran pacifismo de la Pantera Rosa, nos demuestra que los verdaderos animales de las selvas, que usan la fuerza para pelear y para ganar las batallas de la vida, son los hombres y son las mujeres que se arman con motosierras, con machetes, con espadas, con bombas lacrimógenas, con aeronaves y con escopetas, para acribillar la existencia de inocentes seres vivos en la Tierra.

 

 Es verdad, la Pantera Rosa volvió loco al leñador, y seguro que, desde el manicomio, ese pobre hombre nunca jamás talará un árbol. Pero también sabemos que por cada leñador que pierde la cordura, aparece otro leñador muy cuerdo, que tala lo que se necesita talar, que recibe la plata que necesita recibir, y que repite una trágica historia que aparentemente no tiene final.

 

Además, la Pantera Rosa realmente no cometió venganza, porque el felino pretendió hacer justicia en el bosque, ya que, si el leñador no hubiera talado su casa, pues la pantera jamás lo hubiera despojado de sus cosas materiales.

 

Somos nosotros los Seres Humanos, los ladrones que robamos y perturbamos los espacios naturales foráneos, y somos tan descarados, que nos molestamos si un oso panda se aparece frente al restaurante Burger King, donde siempre comemos carne con nuestros seres queridos, y hasta somos capaces de llamar a la agencia de control de plagas, para que resuelva con prisa el grave incidente, porque yo siempre pago los impuestos, y merezco tragarme una grasosa hamburguesa en santa paz.

 

 

Ojalá y la astuta Pantera Rosa pudiera volver loco, a ese abusivo puño cerrado que sabe golpear a traición por la espalda, y que desde el brillante escritorio tallado en una endiosada oficina gubernamental, siempre se convierte en el Dios Dinero que exige construir un nuevo hotel cinco estrellas, y que con el apoyo de los socios mayoritarios, con el respaldo de toda la junta directiva, y con el financiamiento de los inversionistas extranjeros, siempre puede decidir el destino de millones de seres vivos llamados árboles, que por desgracia, terminan siendo talados y asesinados en la Amazonía, para que usted pueda contemplar las grandes diferencias, entre un hotel tres estrellas y un hotel cinco estrellas.

 

Creemos que la heroica Pantera Rosa, construyó su confortable casa en la cima de un árbol, pensando que mientras más alto construyera su vivienda, pues evitaría que otros peligrosos animales del bosque, invadieran su refugio y destruyeran su sagrado hogar.

 

Pero la Pantera Rosa jamás imaginó que su acérrimo rival, no era la garra ni el rugido de otro felino en cuatro patas, que compitiera por la supremacía de la selva, pues el verdadero peligro de la pantera se encontraba muy por debajo de su casa, donde la escandalosa motosierra del leñador en dos patas, devastaría el tronco arquitectónico de su preciado hogar.

 

 De hecho, cuando la Pantera Rosa nuevamente intentó construir su casa, usando los bienes materiales de la casa del leñador, pues decidió construirla en la capa vegetal del suelo boscoso, para evitar que la motosierra del leñador otra vez derrumbara su vivienda.

 

 Pero aunque la pantera no usó el tronco de un árbol como la base de su nueva guarida felina, lamentablemente, lo que mal empieza mal acaba, y la Pantera Rosa no pudo evitar que una casa robada en la robusta ciudad, terminara siendo el escombro de una casa derrumbada en el frágil bosque, donde los troncos de los árboles que seguirían cayendo por las salvajes motosierras de los leñadores, se encargarían de volver a destruir su sueño de tener un “Hogar Dulce Hogar”.

 

Dime qué sentirías si te partes el lomo trabajando en la calle, para que fruto de tu sacrificio y de tu esfuerzo laboral, puedas proveer alimentos a tus hijos en la mesa del comedor, pero cuando llegas cansado a tu casa para dormir por la noche, descubres que no hay casa, que no hay hijos, que no hay mesa, que no hay alimento, y que no hay un “Hogar Dulce Hogar”, porque a otro poderoso ser vivo se le ocurrió tumbar tu casa, para usarla como la materia prima de un nuevo producto, que será fabricado y vendido para el gozo de los consumidores.

 

La desesperación, la frustración y la impotencia, que sintió la Pantera Rosa después que talaron su casa en el bosque, es el mismo amargo sentimiento que a diario sienten miles de indefensos animales en el Mundo, que son muy vulnerables y que pierden sus árboles, sus madrigueras, sus nidos, sus huevos y sus cuevas, porque los leñadores del exitoso aserradero que asierra durante las 24 horas del día, necesitan más madera para llenar la gran alcancía del ecocidio.

 

No hay duda que en el Mundo, a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno se le llama malo. Una genuina aseveración, que duele reconocer y que duele tolerar.

 

 En pleno siglo XXI, el leñador es bueno porque ayuda a consolidar el progreso económico de la Humanidad, talando árboles que se convertirán en los mejores artículos de consumo global, para que los ansiosos clientes compren la mercancía con tarjeta de crédito, y se sientan 100% satisfechos con el producto.

 

En pleno siglo XXI, la pantera es mala porque no se deja domesticar por el Hombre, y aunque el dueño del circo le pagó mucho dinero al experimentado cazador de animales, para engañar y atrapar al felino en la densa geografía del bosque, la pantera no quiere bailar reguetón en el entretenido show circense.

 

 En pleno siglo XXI, el árbol es malo porque obstaculiza la señal de las redes inalámbricas, y sin acceso a la Internet en las selvas amazónicas de América Latina, pues no recibiremos la imagen satelital actualizada en nuestros teléfonos inteligentes, para saber cuántos kilómetros de bosque nativo deforestaremos el fin de semana, y para saber cuántos pueblos originarios perderán sus raíces.

 

Cada año aumenta el número de especies de fauna en peligro crítico de extinción, porque cada año seguimos talando más árboles para construir más edificios corporativos y más oficinas ejecutivas, donde irónicamente, se redactan las listas anuales sobre las especies amenazadas en la Tierra, se imprimen a full color y se publican los libros supuestamente ecológicos, que utilizan la pulpa de celulosa obtenida de la madera de los árboles talados en los bosques, para supuestamente despertar la conciencia ambiental en los tontos lectores, que compran esos aserrados libritos.

 

Por eso, cuando el enmascarado bandido con pistola en mano, hoy te robe la billetera en la puerta del supermercado, no es necesario que te asustes y llames a la policía, mejor pregúntate y respóndeme quién le roba el pan a quién.

 

 Nos encanta ir al supermercado para comprar la mejor miel de abejas de los anaqueles, pero nunca queremos saber que, para construir ese enorme supermercado, se tuvieron que talar los árboles donde estaban las colmenas de las abejas, y esa miel de abejas que es vendida como un saludable brebaje natural, realmente tiene ingredientes químicos inyectados en el laboratorio apícola, que fue construido talando los árboles donde estaban las colmenas de las abejas.

 

¿Acaso los jóvenes serán los futuros defensores de los bosques?

 

 

Sabemos que los niños y adolescentes latinoamericanos, disfrutan pasar la tarde encerrados en sus casas, bajando más aplicaciones para alimentar a los androides que viven en sus tabletas, y para jugar más videojuegos bélicos en la Web.

 

 Sabemos que los niños y adolescentes latinoamericanos, no quieren pasar la soleada tarde con los frondosos árboles del parque, porque los árboles son bichos muy aburridos, son incompatibles con los androides, y no saben jugar en línea.

 

 Sabemos que los niños y adolescentes latinoamericanos, esperan que el árbol de Navidad con hoja de plástico y tronco metálico, les regale una nueva tableta con la última versión del androide, para disfrutar con alegría de la eléctrica Nochebuena.

 

Adoramos a los androides y repudiamos a los árboles, porque nuestro insostenible gen de egoísmo, siempre perjudica a la sustentabilidad ambiental.

 

 Si los padres en sus casas y los maestros en sus colegios, siguen permitiendo que los jóvenes adoren a los androides y repudien a los árboles, pues los desastres ambientales seguirán creciendo en América Latina, porque la adicción tecnológica viene destruyendo la sana interacción del trinomio Hombre-Medio-Sociedad, y porque sembrar un miserable arbolito en el Día Mundial de la Tierra, ya no genera una luz de esperanza en los deforestados caminos hispanos.

 

¿Acaso es posible combatir la deforestación con la reforestación?

 

 Francamente, no es posible, porque la acelerada sobrepoblación que carcome y consume a la benignidad de la Tierra, siempre será la gran manzana de la discordia en el huerto de la reforestación, y nunca permitirá que la Madre Tierra disponga del tiempo biológico necesario, para regenerarse y curar sus heridas.

 

 Anualmente, millones de nuevas familias surgen en el encarcelado Mundo, y esas hambrientas nuevas familias tienen mucha hambre capitalista, tienen mucha hambre consumista, y hasta tienen mucha hambre carnívora.

 

 Las nuevas plagas humanas necesitan más madera aserrada para amoblar sus nuevas mansiones, necesitan más madera aserrada para comprar las cunas de los bebés que nacieron ayer, para comprar las cunas de los bebés que justo ahora están naciendo en los hospitales, y para comprar las cunas de los bebés que nacerán mañana, también necesitan más madera aserrada para empotrar la cocina tallada en cedro, y siempre necesitan más madera aserrada de los bosques terrenales, para que el sutil olor a pino perfume el olor a gloria de sus ratoneras.

 

Y es que si usted y yo, hoy unificamos nuestros esfuerzos corporales para reforestar una hectárea de bosque, hoy también se deforestarán 100 mil hectáreas en el mismo bosque, porque la transnacional estadounidense ya firmó el multimillonario contrato con la transnacional asiática, para unificar esfuerzos corporativos y construir el banco de semillas transgénicas más grande del Mundo, que se edificará en los deforestados y estériles suelos amazónicos de Brasil.

 

Recuerde que nosotros hoy estamos por aquí, pero nosotros mañana estaremos más allá.

 

 Aunque los cementerios se queden llorando sin árboles, no hay duda que la Educación Ambiental, siempre será la clave universal para que las próximas generaciones de Seres Humanos, aprendan a reconocer el valor de los árboles en sus hogares, en los colegios, en las universidades, en las calles y en la vida.

 

Yo estoy escuchando el trinar de los pájaros, y juro que me alegra vivir en libertad, pero soy consciente de las atrocidades ambientales, que tienen el sello de la impunidad en el sucio nudo de la corbata, en el sucio cuero del cinturón, y en la sangre de los sucios zapatos.

 

Como periodista, yo denuncio anualmente los diez principales ecocidios ocurridos en América Latina, pero necesito que usted también contribuya con la misión ecológica, y se convierta en un agente de cambio por el bien común.

 

Si en tu comunidad se talan árboles para favorecer a la perversa infraestructura comercial, para expandir la insaciable frontera agrícola, y para construir un nuevo Resort con el más envidiable campo de golf, pues te exhortamos a no quedarte callado en el pasivo asiento del sofá, te pedimos que denuncies con celeridad los atropellos ambientales que ocurren en tu localidad, utilizando las redes sociales para compartir fotografías y videos de los pecados ecológicos.

 

Fue fascinante describir un episodio televisivo de La Pantera Rosa, que en apenas cinco minutos de duración, que sin vocalizar ninguna palabra audible para el público, y que con la arcaica tecnología del borroso siglo XX, pues pudo generar una gran reflexión ambiental que nunca pasará de moda, y estamos seguros que ninguna película producida con la más altísima definición audiovisual del siglo XXI, jamás presentará una crítica social tan sagaz y tan cruel, como lo hizo un episodio de La Pantera Rosa en el primitivo siglo XX.

 

Todos los animales respetan la vida de un árbol, pero el Ser Humano tala la vida del árbol.

 

 Tenemos que ser más animales, y menos Seres Humanos.

 

Hoy te invitamos a dilucidar, que un árbol es un ser vivo, como tú y como yo.

 

Muchas gracias a la Pantera Rosa, porque nos demostró que un árbol vale más que un árbol, y un fuerte abrazo para el animal que leyó mi obra.

Ekologia.com.ve

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206225
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