La parábola del zamuro

La parábola del zamuro es la consecuencia de una vida a destiempo, donde lo malo del alma llega primero que lo bueno, y donde lo bueno llega cuando lo malo pudrió la alegría del alma.

05/03/2021
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No es un águila, no es un cuervo, es un zamuro. Tan feo, tan sucio, tan negro.

 

Los zamuros en Venezuela son apestosas aves que se comen la basura de las calles venezolanas, y aunque no debería existir diferencia entre un horrible zamuro y un bonito cardenalito, pues la realidad, es que el zamuro simboliza a las cosas cochinas del territorio bolivariano, a las cosas podridas que nadie toca con las manos, a las cosas asquerosas que hieden en el profuso aire venezolano.

 

El zamuro se deleita en los improvisados rellenos sanitarios, en los carroñeros mataderos, en los suburbios más escatológicos de una Venezuela sin teología.

 

Hay un refrán muy famoso en Venezuela, que dice “cría fama y acuéstate a dormir”.

 

No hay duda de que los pandilleros zamuros, tienen muy mala fama en Venezuela.

 

De hecho, el zamuro es el pájaro con la peor reputación en territorio venezolano.

 

Nadie quiere al zamuro, es sucio, es oscuro, es malandro.

 

 Siempre juzgamos por lo que vemos por afuera, y aunque quizás por adentro seamos los más limpios y cristalinos hijos de Dios, pues por desgracia, vivimos en una sociedad venezolana donde te tratan como te ven, y si te ven picoteando y comiendo basura en la calle, pues nadie pensará que Dios obra en el zamuro.

 

Sin embargo, muchas veces Dios se vale de lo peor de lo peor, para hacer su obra edificadora y edificante con el poder de su Santo Espíritu, y para transformar al cochino zamuro de la calle, en un pan de Dios que alimentará a la esperanza del prójimo.

 

Decimos lo que queremos decir y lo hacemos cuando lo queremos hacer, porque el sentido de la vida no tiene contornos, no tiene condiciones, no tiene colores.

 

 El zamuro no sabe el motivo por el cual es tan despreciado, como si fuera un chacal, como si fuera un mapurite, como si fuera un zorrillo.

 

 ¿Será porque son más negros que las noches?

 

¿Será porque son feos de los pies a la cabeza?

 

 ¿Será porque huelen mal con el rabo entre las piernas?

 

 ¿Será porque comen basura sin pedir permiso para comer basura?

 

 Los zamuros no reciclan la basura porque son seres incultos, pero se comen la basura que debería ser reciclada por el prójimo.

 

Un prójimo venezolano que por falta de cultura, siempre tira en las calles venezolanas, la basura que luego se comerán los incultos zamuros, y yo me sigo preguntando quiénes realmente son los animales llamados zamuros, y quiénes realmente son los animales llamados venezolanos.

 

 Se vale todo para no sufrir por amor, y aunque a veces tocamos las teclas más escatológicas para escapar del bendito dolor, pues más temprano que tarde, los zamuros tendrán que alzar el vuelo y confrontar la sucia realidad de sus vidas.

 

Una asquerosa realidad que trasciende los linderos venezolanos, porque los legendarios zamuros revolucionarios siempre han vivido en crisis, y siempre han sabido resistir el calvario de las tragedias venezolanas, porque los zamuros saben que no importa lo que entra por boca, sino lo que refleja el alma por fe.

 

Hay muchísima gente que tiene todo en la vida, pero esa gente se siente más miserable que un zamuro, y aunque esa gente no se come la basura de la calle, estamos seguros que esa gente envidia la sabrosa basura que se come el zamuro.

 

 Usted no quiere seguir leyendo lo que está leyendo, y yo no quiero seguir escribiendo lo que estoy escribiendo, pero se vale todo para no sufrir por amor.

 

 Si la desesperación apremia, el más bonito cisne dorado del más bonito lago de cisnes dorados, podría comerse la misma basura que se come el más feo zamuro del más feo basurero venezolano, porque cuando la crisis nos premia con la desesperación de no tener que comer, los venezolanos somos capaces de comer la más fétida basura del río, para no morir de hambre en la vil calle venezolana.

 

 Dicen que por culpa de la terrible crisis venezolana del siglo XXI, los desesperados venezolanos están cazando zamuros, y se están comiendo los revolucionarios zamuros de la patria de Bolívar, porque aunque en el pasado, la crisis nos obligaba a matar tigres, ahora la crisis nos obliga a comer zamuros.

 

 Tal vez es más fácil cazar zamuros, y tal vez fue más difícil matar tigres, pero más allá de la crisis alimentaria y al margen de la crisis laboral venezolana, hay acentos diacríticos que pasan desapercibidos, que se olvidan, que no alcanzan para vivir, que no alcanzan para estudiar, que no alcanzan para ver la luz del sol.

 

 En tiempos de tribulaciones, el zamuro se olvida del orgullo, se olvida de las apariencias, se olvida de todo vano prejuicio venezolano, y con gallarda valentía el zamuro se comerá la basura y se tragará el orgullo del prójimo venezolano.

 

El zamuro no es esclavo de nadie, y son los esclavos venezolanos que viven comprando y tirando basura en las calles venezolanas, los verdaderos esclavos que terminan otorgándole el don de la libertad al zamuro, que sin gastar un centavo, que sin gastar una locha, que sin gastar un real, es libre.

 

 El zamuro no es ni bueno ni malo, es zamuro.

 

Muchos de nosotros quisiéramos tener la seguridad existencial del zamuro, porque nosotros a veces somos buenos y a veces somos malos, y odiamos la suciedad del zamuro, para no odiar la suciedad de nuestras inseguras vidas.

 

Sí mis queridos hermanos lectores, el zamuro es libre, es seguro, es rebelde.

 

 ¿Acaso el zamuro es tan feo como piensan todos los venezolanos?

 

 La belleza es una bella historia llena de relatividad, pero mientras evitamos relacionarnos socialmente con los impopulares y feos zamuros venezolanos, pues tal vez la culpa de nuestra mala percepción ecológica, se deba a los patrones culturales que nos han hecho aborrecer al zamuro, pero que al mismo tiempo, nos han hecho idolatrar la hermosura del turpial, del canario y del cardenalito.

 

 Pero mis hermanos, díganme de qué ha servido idolatrar al hermoso pajarito venezolano llamado comúnmente el cardenalito, si ha sido por culpa de su hermosura, que el cardenalito se encuentra en peligro de extinción dentro del territorio venezolano, por lo que los cardenalitos que todavía sobreviven en nuestro país, viven con el miedo de ser cazados por culpa de sus bellezas, y viven con el miedo de ser traficados como las mejores mercancías al rojo vivo.

 

 Yo creo que es mejor ser un feo zamuro venezolano, porque a diferencia de los hermosos cardenalitos, los asquerosos zamuros no despiertan el interés comercial de los cazadores furtivos venezolanos, por lo que los zamuros viven en la absoluta paz de la libertad, no corren el riesgo de morir cazados ni en las calles ni en las selvas, y no viven con el miedo latente de ser enjaulados, ni de ser disecados, ni de ser vendidos ilegalmente en tiendas clandestinas venezolanas.

 

No hay duda, es mejor ser un feo zamuro y es peor ser un bonito cardenalito.

 

 ¿Será que los zamuros ya no son tan feos como pensaban los venezolanos?

 

 Nadie lo sabe, tal vez deba ser usted quien mirándose fijamente al espejo, pueda responder tantas preguntas y tantos dilemas del mundo moderno, mientras yo sigo evitando sufrir por amor, y mientras yo sigo escribiendo una trágica historia, que sinceramente no sé cuándo empecé y que no sé cuándo acabará.

 

Si hay un zamuro a la vista de un ojo venezolano, es porque algo huele muy mal en la nariz de Venezuela.

 

 ¿Usted ha visto a los zamuros revoloteando en un bienaventurado jardín de rosas?

 

Los venezolanos jamás hemos visto a los zamuros en un paradisíaco jardín de rosas, porque el zamuro siempre está en lugares donde huele mal, donde hay basura, donde hay dolor, donde hay hedor, donde hay malhechores.

 

 Nadie sabe si el zamuro nació comiendo basura de las calles venezolanas, o si las circunstancias adversas de la revolucionaria vida bolivariana, obligaron e hicieron que el zamuro se comiera la basura de las calles venezolanas.

 

 A veces las circunstancias adversas de la vida, te obligan a decir cosas y a hacer cosas, que nunca pensábamos decir y que nunca pensábamos hacer.

 

 A veces las circunstancias adversas de la vida, te obligan a ver las frías gotas de la lluvia en el anochecer, y terminas sintiendo que no habrá amanecer en tu vida.

 

A veces las circunstancias adversas de la vida, te obligan a correr por un empedrado camino lleno de mentiras, que cansan, que agobian, que humillan.

 

Yo no sé si el zamuro sabe lo que la gente piensa de él, y yo tampoco sé si al zamuro le importe saber, lo que la gente venezolana piensa de él.

 

 Los zamuros nunca viajan solos por la vida. Siempre andan en clanes, en grupos, en bandas. Nosotros nunca hemos visto a un zamuro en soledad, porque los zamuros son seres muy extrovertidos, muy sociables, muy pandémicos.

 

 Yo no tengo alas de zamuro, no tengo pico de zamuro, no tengo patas de zamuro, no tengo plata de zamuro, no tengo veneno de zamuro, no tengo estiércol de zamuro, no soy tú.

 

Por su comportamiento, yo me atrevo a decir que al zamuro no le importa lo que la gente piensa de él, porque quien se atreva a comer la basura de las calles venezolanas, tiene que estar muy desesperado, o tiene que ser muy valiente.

 

 Tal vez el zamuro no es ni un héroe ni un prócer, pero sin duda, el zamuro es muy valiente, y se atreve a picotear el dolor en cualquier sucia calle venezolana.

 

Muchas veces nosotros queremos picotear el dolor del zamuro, pero sentimos pena, sentimos vergüenza, sentimos asco de nosotros mismos, y pasamos de largo por la calle merideña, como si no hubiéramos visto al zamuro, como si todo estuviera chévere, como si no quisiéramos volar y nunca jamás regresar.

 

 Volar un poquito, volar como el zamuro, volar un poquito con el zamuro.

 

Pero por desgracia, tendremos que regresar, tendremos que confrontar las medias verdades, tendremos que seguir siendo zamuros para seguir sufriendo la desgracia de una Venezuela, que nunca quiso envidiar el picoteo de los zamuros, pero que desgraciadamente, ella tuvo que aprender a subsistir como el zamuro.

 

 Estoy cansado de la parábola del zamuro, no quiero seguir escribiéndola, pero se vale todo para no sufrir por amor, aunque sin darme cuenta, creo que ya estoy sufriendo el desamor que no deseaba sentir, pero que hoy me fusila el alma por adentro, y que también me fusila la esperanza por afuera.

 

 Afuera hay mucha indiferencia, afuera hay mucha basura, afuera hay trillones de zamuros, afuera hay estacas que se clavan a plena luz del sol, afuera hay vampiros que muerden manzanas negras, afuera hay pastores que bautizan en el nombre del Diablo, afuera hay charlatanes, afuera hay de todo y para todos.

 

Dicen que el zamuro nunca cambia en la vida, porque sean tiempos buenos o sean tiempos malos, el zamuro siempre se come la basura de las calles venezolanas.

 

Pueden yacer los más suculentos manjares preparados exclusivamente para el buen provecho del zamuro, pero el paladar del zamuro rechazará todos los manjares, y el zamuro seguirá comiéndose la basura de las calles venezolanas.

 

¿Acaso el zamuro es estúpido?

 

 ¿Por qué el zamuro rechaza comer el manjar y elige comer la basura?

 

¿Qué tan importante es la comida para el zamuro venezolano?

 

Mis hermanos, los zamuros son aves tan mugrientas, que tan solo pensar en sus mugrientos cuerpos, nos causan indigestiones, dolores estomacales y ganas de vomitar, porque para los venezolanos, el zamuro todo lo hace mal y nada lo hace bien.

 

 Tantas y tantas veces que critiqué al cochino zamuro, y al final, terminé besando al zamuro y acabé acabando dentro de él. Tanto que lo difamé, que lo herí, que lo destruí, y al final, me destruí con él.

 

Tanto que te dije, tanto que te hice, tanto que te amé, y al final, te van a meter preso en la cárcel por salarme el zamuro.

 

Los zamuros tienen convicciones en la vida, son auténticos, tienen una ideología muy bien condimentada, muy bien orquestada, muy bien profetizada.

 

 Los zamuros son apolíticos, no son derechistas y no son izquierdistas. No obstante, los zamuros son como los políticos, porque solo saben decir basura y solo saben comer basura, los zamuros son como los sacerdotes, porque solo saben rezar basura y solo saben predicar basura. Los zamuros son como los ángeles, porque aunque no tienen alas de ángeles, vuelan por encima de la cabeza del calumniado tercer ángel.

 

Realmente los ángeles no tienen alas para volar por el cielo, pero a la gente no le importa la verdad. Gozamos la ficción. Realmente los zamuros sí tienen alas para volar por el cielo, pero a la gente no le importa la verdad. Sufrimos la realidad.

 

 Tal vez no trinan como el más bonito ruiseñor del Señor, tal vez no son tan coloridos como los tucanes de los cereales, y tal vez no vuelan tan alto como los cóndores andinos, pero los zamuros tienen grandísimos y grandiosos corazones de oros, y aunque nadie le ora a un zamuro para que le bendiga su vida, la fe del zamuro puede convertir la oración, en oro del mayor quilate venezolano.

 

 Sabemos que no hay un zamuro orando en el Lugar Santísimo del Séptimo Cielo, pero todos debemos entender que cuando las cosas se rasgan, quedan rasgadas por siempre. No se puede regresar el tiempo, no se pueden enmendar los errores del pasado, no se puede volver a empezar, no podemos vivir de las apariencias, no puedes humillar al bueno y salir ileso, no se puede ser joven por la eternidad, porque cuando las cosas se rasgan, quedan por siempre rasgadas.

 

 Tanto me rasgaste, que me convertiste en basura. Por ti me convertí en zamuro, en animal, en lacra. Tú eres mi peor obsesión, mi pecado de amor, mi muerte.

 

Dicen que la basura vale oro. Si la basura de verdad vale oro, entonces el zamuro no se cansa de comer lujosos desperdicios de oro, y todo el cuerpo del zamuro está revestido del oro del más alto quilate.

 

Si la basura vale oro, entonces el zamuro es millonario, es rico, es Dios.

 

 Si la basura vale oro, entonces el zamuro también vale oro.

 

El zamuro, la basura y el oro.

 

 ¿Acaso el zamuro busca a la basura, o la basura busca al zamuro?

 

 ¿Quién busca a quién?

 

 ¿Quién depende de quién?

 

 ¿Quién usa a quién?

 

 El zamuro se enseñorea del oro porque sabe que los venezolanos nunca reciclan la basura, por lo que el zamuro es el ave más inteligente de Venezuela.

 

Yo creo que los venezolanos deben tallar zamuros y bañarlos de oros, para que a punta de rezos y más rezos en todos los estados de Venezuela, pues los santificados zamuros de oros escuchen el clamor de su revolucionario pueblo pagano, y nos libren de tanta crisis holística que se roba hasta el ombligo.

 

Cuando los santificados zamuros nos liberen del caos de la crisis de Venezuela, los venezolanos hornearemos los suculentos zamuros y los comeremos el Día de Acción de Gracias, por lo que seguro que el zamuro tendrá el sabor de la gloria, y ni el mejor pavo gringo de los gringos, nunca jamás superará el sabor del suculento zamuro venezolano, lleno de basura, lleno de justicia, lleno de amor.

 

 Hijo de gato caza ratones venezolanos, hijo de zamuro caza ratas venezolanas.

 

La parábola del zamuro es la consecuencia de una vida a destiempo, donde lo malo del alma llega primero que lo bueno, y donde lo bueno llega cuando lo malo pudrió la alegría del alma.

 

 Sinceramente, yo no sé cuál será mi destino, creo que voy a morir muy pronto, siento que no tengo futuro, no tengo fuerzas para encaminar el rumbo de mis pies, pienso que no sirvo para nada, veo un infierno de zamuros quemándose en frente de mis ojos, pero yo sigo caminando como si nada estuviera pasando en frente de mis ojos, aunque con cada paso sin sentido que doy y vuelvo a dar en el basurero de mis recuerdos, yo sé que me estoy quemando en la hoguera de la montaña, me estoy aleccionando por afuera, me estoy hundiendo por adentro.

 

El desamor hizo que escribiera lo que no deseaba escribir, pido perdón.

 

Gracias a todos los zamuros por leer mi parábola, bendiciones.

 

Ekologia.com.ve

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211251
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