Escenarios para la intervención militar en Venezuela

13/04/2020
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  • Análisis
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Para quien conoce la doctrina internacional de los Estados Unidos y sus antecedentes intervencionistas en todo el mundo y particularmente en América Latina, así como sus métodos y procedimientos militares para la imposición de su voluntad hegemónica en la geopolítica global, resulta bastante obvio que ya está en marcha una operación militar para provocar el cambio de gobierno en Venezuela, o mejor dicho dar el paso final y directo de una larga guerra desatada por el imperio contra la nación de Bolívar desde el propio advenimiento de la revolución que lleva su nombre.

 

Luego de ir develando las cartas sobre la mesa, el menú de opciones que iban desde las más indirectas, respaldando a los grupos opositores con apoyo financiero para sus campañas electorales y mediáticas además de la violencia interna, después de demoler la economía nacional con la guerra económica y el ataque a la moneda, hasta la intervención directa por la vía de las mal llamadas sanciones, el desconocimiento del gobierno de Nicolás Maduro y el aval de un supuesto gobierno interino apoyado por sus “socios”; pasando por el complot de involucrar a los gobiernos vecinos en la confrontación militar para presentarlo como un conflicto regional, o permitir el despliegue de irregulares desde su territorio para favorecer una guerra proxy, ello sin olvidar el intento de magnicidio; finalmente ante el sorpresivo descarte de esas opciones por múltiples factores, en los cuales no nos detendremos ahora, ha llegado la hora de pasar a la acción directa.

 

¿Qué indicadores hacen presumir que se prepara este terrible escenario? En primer lugar, hay que saber que como siempre dejó claro el gobierno de Estados Unidos, todas las opciones siempre estuvieron sobre la mesa, tal cual lo demuestra la declaración de Venezuela como amenaza inusual y extraordinaria desde la gestión Obama; en segundo lugar la construcción de un marco de legitimidad para una intervención que sea al menos medianamente creíble para la comunidad internacional por una parte, pero principalmente para el electorado estadounidense; de hecho la declaración de amenaza va en ese sentido, por más absurda que suene para el resto del mundo que un país sin una capacidad militar de represalia real (devolver el golpe contra EEUU o sus intereses estratégicos) constituya amenaza alguna para la primera potencia bélica del planeta, para la mediatizada y muy ensimismada sociedad de esa nación, resulta más que suficiente declarar que un país pertenece a una liga del mal que pone en riesgo a la tierra de la señora “libertad”  para comenzar a justificar cualquier acción “justiciera” contra ese territorio; en este sentido también se intentó asociar, en forma totalmente descabellada, a Venezuela con grupos terroristas que tendrían bases de entrenamiento en su territorio, hasta apelar a última hora a una justificación un poco más creíble para su público, es decir el tema de las drogas, aunque sus propias agencias y la contundencia de los números demuestren lo contrario.

 

En tercera instancia está el asunto de la preparación logística para este tipo de operaciones, si bien es cierto que este aspecto pasa desapercibido para la mayoría y para los medios no especializados en el tema militar, lo cierto es que resulta fundamental para entender lo que está gestando el Comando Sur del Pentágono en el Caribe Venezolano y sus aliados de la OTAN en el frente atlántico.

 

Supongamos que usted compra la idea de una operación contra las drogas, entonces debe considerar el equipo militar desplegado, si se tratara de detener lanchas, aviones y sumergibles con drogas, simplemente basta con la guardia costera armada con artillería (cañones y ametralladoras), lanchas rápidas y helicópteros de búsqueda y rescate con funcionarios equipados con armas de mano o desmontables, sin embargo no es solo ese equipo el que están enviando EEUU y la OTAN, de acuerdo a las informaciones conocidas, el Comando Sur despliega un destructor de 9.000 toneladas con 96 celdas de lanzamiento vertical para misiles de crucero, al menos un gran buque anfibio de desembarco, tipo Portahelicópteros de 40.000 toneladas, con todo el personal y el equipo necesario para un desembarco de tropas con apoyo aéreo cercano con helicópteros o convertiplanos de transporte y ataque; además de apoyo aéreo de largo alcance con multiplicadores de fuerza como aviones de alerta temprana (radares voladores), aviones de patrulla marítima y de reconocimiento, inteligencia y guerra electrónica, sin descartar la presencia sigilosa de al menos un submarino nuclear de ataque, también equipado con misiles de crucero. Por su parte del otro lado del Atlántico Francia y Reino Unido también envían barcos anfibios de desembarco para cubrir y bloquear el frente atlántico de Venezuela; en este caso se disfraza de ayuda contra el coronavirus a sus ex colonias de Surinam y Guyana, aunque es un argumento que se cae por su propio peso tomando en cuenta que los británicos en ese barco no tienen más de 30 camas de atención médica.

 

Planteado el escenario y dispuestas las fechas sólo restaría fabricar el casus belli, el cual puede ser cualquier cosa, desde un hecho descontextualizado y sobredimensionado como el procesamiento judicial de algún personero de la oposición, hasta la respuesta soberana de las fuerzas armadas ante cualquier acto de provocación o violación del espacio terrestre, aéreo o marítimo venezolano, como puede ser la incursión de una dron, avión, buque, fuerzas irregulares en las fronteras, entre otras muchas posibilidades; de cualquier forma, de ser necesario la causa del conflicto también puede ser un engaño sin fundamentos, como un auto atentado contra cualquier activo estadounidense del que se responsabilice a Venezuela sin prueba alguna, o cualquier mentira mediática como el tubo de ensayo de Colin Powell usado como excusa para invadir Irak.

 

El problema con este escenario es que choca con factores limitantes a los que me he referido con más detalle en mi página desde el año pasado, más otros que se agregan y tienen que ver con la actual coyuntura; así encontramos por una parte los posibles costos económicos, militares, humanos y de prestigio internacional para los Estados Unidos: Venezuela como he dicho antes no tiene capacidad de represalia militar contra USA, empero si apuesta por una estrategia de negación de acceso de área (A2AD) en su espacio aéreo con el mejor sistema de defensa aérea de Latinoamérica (S-300VM, BUK-M2, TOR-M1, PECHORA-2M, IGLA-S), que podría infligir serios daños y retrasar en forma costosa y bochornosa la primera fase de toda operación militar estadounidense desde la segunda guerra mundial, es decir conquistar la superioridad aérea para dar paso al desembarco masivo de tropas y el establecimiento de cabezas de playa; obviamente que la red de defensa aérea puede ser superada por saturación con una gran cantidad de misiles y ataques de aviación, el asunto es cuántos de esos activos y pilotos se perderían en el esfuerzo bélico, y además por alguna razón los estadounidenses evitan a toda costa que sus aviones furtivos (en teoría invisibles al radar) se enfrenten con sistemas de defensa aérea rusos como los que tiene Venezuela, y que pasaría si es precisamente en esta aventura que el mito de la invisibilidad queda demolido, o mejor dicho, termina siendo derribado?. El asunto con la zona de negación de acceso en el mar si es verdaderamente preocupante del lado venezolano pues nunca se adquirieron los sistemas de defensa costera Ball y Bastión.

 

Por otra parte,  Venezuela está demasiado cerca de Estados Unidos, y no sólo geográficamente, sino también culturalmente hablando, después de todo este también en un país occidental y fundamentalmente cristiano; si bien esto no ha detenido antes al imperio, como lo demuestra su largo historial, no es lo mismo, desde la óptica de la sociedad estadounidense con todos sus prejuicios, una pequeña guerra victoriosa en Asia, África o la región musulmana que en su propio vecindario; es probable que incluso electoralmente no termine siendo tan útil como se espera más allá de las comunidades de exiliados latinos llenos de odio hacia su propia gente. No se trata de asumir que la sociedad de Estados Unidos nos considere iguales, sino que para ellos simplemente somos menos diferentes, aunque igualmente inferiores desde la mirada de sus patrones de la modernidad-colonialidad; de igual forma esta posible lectura también dependerá del momento en que se acometa la acción, como veremos a continuación.

 

Una acción militar de este tipo en un momento en que el mundo atraviesa por una pandemia global, que el pueblo estadounidense no está siguiendo sólo por TV, con la indiferencia de la segura lejanía, sino que la vive en carne propia en sus grandes ciudades; en un momento en que las voces colectivas invitan, reclaman y exigen la solidaridad; en la que los valores propios del capitalismo y el sistema mismo comienza  a ser cuestionado por propios y extraños ante la contundencia de la realidad; cuando las naciones unidas, aunque tímidamente, pide un cese al fuego en todos los conflictos, justo ahora atacar, invadir, intervenir un país, que apenas puede resistir y que también combate con todas las restricciones posibles el flagelo del Covid-19, utilizando una fuerza desproporcionada y argumentos vacíos; cómo puede verse, que efectos y beneficios reales puede tener para la gestión de gobierno de Trump?; tal vez su base electoral, tan parecida a él celebre esta atrocidad como una guerra victoriosa, pueden hacerse del poder y los recursos en Venezuela, pero terminar arrojando al basurero de la historia lo que queda de la imagen de Estados Unidos, y dándole la razón al libertador con su profecía del gigante del norte plagando de miseria al continente y el mundo entero; tal vez lo logren a ese costo y no les importe, pero tal vez no.

 

De momento, al parecer los planes se han suspendido, pero no por razones humanitarias y no por un ataque de consciencia del Presidente Trump y el Estado profundo, sino simplemente por razones logísticas; el Pentágono ha determinado, según dan a conocer algunos medios y analistas, que por el avance indetenible del virus en el poderoso e invulnerable EEUU y sus efectos, ya públicos y evidentes en las fuerzas armadas y especialmente en la marina, no están dadas las condiciones ni están disponibles todos los activos y recursos necesarios para acometer el operativo; de hecho ya hay dos de los magníficos portaaviones infectados, uno de ellos en cuarentena y el otro por el mismo camino, con el capitán del primero despedido por pedir la cuarentena para salvar la vida de su tripulación provocando un escándalo mediático tan grande que termino con la renuncia del subsecretario de la marina, responsable de despedir al capitán; además los medios especializados en el tema militar en estados unidos como The War Zone y la The National Interest, aseguran que hay problemas en el Olimpo por profundos desacuerdos entre el ejecutivo y el alto mando por la gestión de la pandemia, así como la prestigiosa red Voltaire de Francia expone la posibilidad de la activación de protocolos especiales en las que el control pasaría de facto al alto mando, como según dicen ocurrió durante diez horas el 9-11. Similares problemas enfrentan los aliados locales y posibles participes en la operación como el Brasil de Bolsonaro y la Colombia de Duque.

 

Para concluir, todo pareciera indicar que la operación está en marcha y está decidida pero temporalmente pospuesta por razones de fuerza mayor, igual Venezuela está dispuesta a defenderse en la medida de sus posibilidades, y tiene que estarlo sin bajar la guardia; no obstante esta pausa pandémica da un respiro que le brinda al mundo la oportunidad de hacer su propia intervención de solidaridad y sensatez, de dignidad diría yo, los organismos multilaterales deben pronunciarse con firmeza y justificar su existencia, las naciones del sur global activar su solidaridad militante y sin miedo alguno hacer escuchar su voz colectiva; finalmente, y sin ánimos de poner la esperanza en fuerzas ajenas, es necesario que las potencias emergentes y reemergentes regionales y mundiales, hagan sentir su peso específico y no sólo su voz, es importante disuadir al agresor, palabra clave en el juego geopolítico, las formas pueden ser variadas y legitimas: Desde un equipo de especialistas militares rusos o chinos en epidemiología (como en Italia), hasta el arribo del arca de la paz a nuestros puertos en una misión de largo aliento, e incluso la realización de ejercicios anti piratería o anti narcóticos entre las armadas de Venezuela, Rusia o China.

 

Más allá de lo expuesto ahora el país bolivariano tiene entre sus prioridades: Gestionar de la mejor manera la pandemia, estar alerta para defender su soberanía de amenazas multiformes, proteger a su pueblo y especialmente a su clase trabajadora que tiene un poder adquisitivo deprimido, y además ir trabajando desde ya en la recuperación económica poscoronavirus, activar equipos de ideas que vayan pensando, visualizando, identificando y diseñando los planes y estrategias para aprovechar las ventajas naturales de Venezuela y las que se derivarán, como todo parece indicar, de salir más rápido y menos afectado de la crisis epidemiológica siguiendo el ejemplo chino. Todo indica que el mundo será diferente luego de esta crisis, depende de nosotros como nación cual sea nuestra realidad en ese nuevo mundo.

 

Oswaldo Espinoza

Pltgo. Msc.

Docente Universidad Bolivariana de Venezuela

Investigador CEPEC-UBV

Investigador Colaborador CIM-CLACSO.

Participante Esp. Epistemologías del Sur CLACSO

 

www.tableroordenmundial.blogspot.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205870
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