El látigo que cambió la historia de la Humanidad

03/03/2020
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Imagine que durante un soleado domingo de primavera, usted decide realizar una sabrosa barbacoa en el patio de su casa, invita a todos sus vecinos y a todos sus familiares para que disfruten de un rico almuerzo, mientras todos huelen el apetitoso olor a carne asada, y mientras todos ven como el suculento cerdo es cocinado a fuego lento, esperando comer y beber en una bonita tarde de domingo.

 

Imagina que yo me acerco hasta la puerta de tu casa, mientras tu cocinas el sabroso cerdo, y te grito ignorante por no respetar los derechos de los animales, imagina que te leo un versículo bíblico que condena el comer carne, imagina que te llamo bola de grasa, gordo troglodita, caníbal y asesino, porque no respetas los derechos de los animales, y porque te comes el cuerpo de un inocente ser vivo.

 

Con toda la atención puesta en el cerdo, y con tanta hambre de comerlo, lo más probable es que tú, no hagas caso de mis reclamos, y sigas cocinando el sabroso cerdo en el patio de tu casa. Quizás solo pienses que soy un fanático religioso, quizás solo me grites una palabra sucia para intimidarme, quizás solo saques el grosero dedo medio para ofenderme, quizás me llames envidioso porque no fui invitado a la fiesta, o quizás me lances una piedrita para asustarme y que me vaya.

 

De todas formas, usted seguirá cocinando el sabroso cerdo, y no dejará que su conciencia sea perturbada, por toda la tonta palabrería, que yo dije frente a la puerta de su casa.

 

Pero, qué pasaría si por el deseo de hacer justicia, yo abro la puerta de su casa, y llego hasta el patio donde se realiza la barbacoa, y lanzo con furia el sabroso cerdo al suelo, lo pisoteo una y otra vez, luego lo mancho con restos de estiércol, después lo vuelvo a pisotear más fuerte, luego echo más trozos de estiércol en la boca del cerdo, y por último, tiro el sabroso cerdo a la basura.

 

Estoy seguro que la rabia que usted sentirá, porque eché a la basura todo el dinero que usted gastó para comprar el cerdo, y porque eché a la basura todo el dinero que usted gastó para sazonar su deliciosa carne, hará que usted enloquezca por tanta ira acumulada, y me golpeará, me humillará en frente de todos sus invitados, y probablemente, mi vida correrá verdadero riesgo de muerte, por culpa del encolerizado malestar que todos sufrirán, después de que yo amargué el sabroso almuerzo, que todos esperaban disfrutar en la tarde de domingo.

 

Yo solamente deseaba defender la vida de un pobre cerdo inocente, y solo quería aleccionar a los hombres, por tanta vileza mundana, que se cometió en el patio de una casa.

 

La situación que acabamos de explicar, es la clave para entender el motivo por el cual crucificaron a Jesús.

 

Puedes pasar millones de horas leyendo la Biblia, pero es muy probable, que sigas sin saber cuál fue el verdadero motivo, que se escondió detrás de la crucifixión de Jesús.

 

Hoy me gustaría preguntarle: ¿Usted realmente desea saber la razón por la cual crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo?

 

Si su respuesta es afirmativa, lo invito a continuar leyendo el texto presentado. En caso contrario, por favor no siga visualizando la lectura, pues podría cambiar su mentalidad.

 

Después de dos mil años de historia cristiana y en pleno siglo XXI, la envidia sigue siendo el motivo por el cual, se piensa que crucificaron a Jesús de Nazaret, y aunque la envidia fue parte de la cizaña mundana que envenenó su fatal destino, NO fue el motivo principal por el cual crucificaron a Jesús.

 

De hecho, Jesús llevaba tres años soportando la antipatía durante su ministerio en la Tierra, y no hay duda, que Jesús hubiera podido envejecer y resistir durante toda su vida, tanto la envidia como los reclamos de los sacerdotes, las trampas de los fariseos, las tentaciones de Satanás, y hasta las piedras llenas de injusticia, pero sin tener que abandonar su grandioso ministerio terrenal, que tanto benefició a su prójimo.

 

Sin embargo, el verdadero motivo por el cual crucificaron a Jesús, se produjo por un acontecimiento que suele olvidarse y silenciarse en la mayoría de los estudios bíblicos cristianos, porque no compagina y no armoniza con el carácter santo que todos conocemos de Jesús, y aunque sería absurdo negar el amor, la mansedumbre y la nobleza de Jesús, hubo un hecho que sucedió en los días previos a su crucifixión, que realmente fue el motivo principal, que lo llevó a la cruz del calvario.

 

Si Cristo se hubiera dedicado solamente a predicar, a compartir sus parábolas llenas de sabiduría, a curar la lepra de los enfermos, a orar en el monte, a realizar milagros y a perdonar pecados, pues por mucha envidia y antipatía que hubieran sentido los fariseos y escribas, estamos seguros que Jesús, hubiera podido seguir ejerciendo libremente su ministerio en la Tierra, y su vida realmente NO hubiera sido sentenciada a muerte, pues más allá de las críticas que intentaban doblegar el espíritu divino de su misión, Jesús siempre infundía respeto y hasta miedo, en la mente de sus más acérrimos opositores.

 

El gran problema, fue que Jesús decidió tirar el sabroso cerdo a la basura, lo cual hizo que los impíos y fariseos vieran como su dinero, sus intereses capitalistas y sus comodidades mundanas, quedaban en verdadero peligro de extinción, por culpa de la luz de justicia que caracterizaba a Jesús.

 

Cuando Jesús decidió tirar el sabroso cerdo a la basura, él mismo se puso la soga en el cuello, y él mismo cavó el hoyo de su propia tumba, porque tirar el cerdo a la basura, fue la verdadera gota de sangre que rompió el cántaro, fue la pólvora que encendió el fuego de la venganza, fue la audacia que colmó la paciencia de los sacerdotes, y fue el verdadero motivo por el que Jesús, fue apresado y sentenciado a muerte por las corruptas autoridades romanas, quienes demostraron que el dinero es un perverso vicio, es la causa de todos los males, y es el origen de muchísimas injusticias en la Tierra.

 

Suponemos que usted se pregunta: ¿Qué significa que Jesús tiró el cerdo a la basura?

 

Para responder a su duda, abriremos la Santa Biblia, y leeremos en el Evangelio de Juan, capítulo 2, versículos del 13 al 22, lo siguiente:

 

“Estaba cerca la pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y a las ovejas y a los bueyes, y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas.

 

Y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre, una casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. Y los judíos respondieron y le dijeron: Ya que haces esto, ¿Qué señal nos muestras? Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿Y tú en tres días lo levantarás?

 

Más él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y creyeron la Escritura y la palabra, que Jesús había dicho”

 

Cuando Jesús totalmente encolerizado, hizo sentir su enfado por la profanación del sagrado Templo de Jerusalén, y usó la violencia física, convirtiendo un manojo de cuerdas en el látigo que sostuvo con su mano, y que utilizó como arma de represión social, para obligar a que los mercaderes respetaran la pureza de su casa de oración, pues Cristo terminó protagonizando el verdadero motivo que lo llevó a la cruz del calvario, porque los cambistas y comerciantes del templo, no estaban dispuestos a perder el gran valor monetario de sus riquezas materiales y de sus animales, ni siquiera por respeto a la Santa Escritura, ni por respeto a la santa presencia del hijo de Dios.

 

También vamos a leer en el Evangelio de Marcos, capítulo 11, versículos del 15 al 18, lo siguiente:

 

“Llegaron a Jerusalén, y Jesús entró en el templo, y empezó a echar de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero, y volcó los puestos de los que vendían palomas. Y Jesús no permitía que nadie llevando mercancías, atravesara el templo. También les enseñaba con éstas palabras:

 

¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?

 

Pero ustedes han convertido mi casa, en cueva de ladrones.

 

Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, oyeron a Jesús, y comenzaron a buscar la manera de matarlo, pues le temían, ya que toda la gente se maravillaba de sus enseñanzas”

 

La expulsión de los mercaderes del templo, es una escena evangélica que casi fue convertida en un tabú, siendo un hecho menospreciado, censurado, y que tendenciosamente, ha sido silenciado en la lectura bíblica de muchas iglesias cristianas del Mundo, porque como hemos afirmado, ese acontecimiento contrasta, contradice, y perjudica el buen carácter y la benevolencia de Jesús, que los pastores cristianos acostumbran a resaltar en sus sermones y predicaciones, para que los feligreses sigan el ejemplo de Cristo y sean bondadosos, caritativos y humanitarios.

 

En la actualidad, muchas iglesias cristianas de Hispanoamérica, censuran la actuación violenta de Jesús, que conllevó a la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén, porque tienen miedo de que cualquier cristiano, que asista a la misa o al culto religioso, pueda cuestionar la supuesta mansedumbre de Jesús, y dude en imitar el perfecto carácter del hijo de Dios, pudiendo razonar y preguntarle al pastor o reverendo de su iglesia, lo siguiente:

 

Si fue Jesús quien usó la violencia de un látigo, para resolver un problema cotejado en la vida:

 

¿Por qué usted dice que debemos imitar y admirar el carácter que mostraba Jesús?

 

Sin embargo, creemos que el buen cristiano no debe acobardarse, ni debe sentir temor de escudriñar las Santas Escrituras, y también creemos que el buen cristiano debe tener el suficiente discernimiento, como para saber que el comportamiento violento de Jesús ante los mercaderes del templo, fue una acción totalmente justificada, dada la santidad que manifestaba el lugar, pero que NO debe hacernos dudar sobre la eterna nobleza de Jesús, y no debe hacernos pensar que Cristo fue un hombre violento, pues hay abundante evidencia en la Biblia, que demuestra el infinito amor de Jesús de Nazaret, quien fue, es y será, el único hombre que ascendió al santísimo cielo, sin mancha de pecado durante su vida en la Tierra.

 

Pero aunque nos duela reconocerlo, si Jesús no hubiera usado la violencia física, para expulsar a los mercaderes y para mantener purificado el templo de Jerusalén, pues los comerciantes cegados por la satánica ambición de poseer más dinero, hubieran seguido contaminando, corrompiendo y prostituyendo la sagrada casa de oración.

 

Aunque Jesús siempre fue un hombre de paz, él sabía que en ese caótico momento, no sería suficiente alzar la voz y usar su bendito verbo, para reprender a los mercaderes con punzantes palabras de castigo, y creo que ustedes no pueden imaginarse, la frustración e impotencia que sintió un Jesús, que aunque pudo resistir 40 días orando y ayunando en la soledad del desierto, luego se vio obligado a usar la fuerza irracional para embestir con gran furia, y utilizar la insensatez del disturbio, como mecanismo de presión y de protesta, para que se respetara la santidad del templo de Jerusalén.

 

Un látigo condenó y crucificó la vida de Jesús, es así de simple.

 

La mayoría de los cristianos alrededor del Mundo, no son conscientes de la gravísima ofensa, que cometieron los mercaderes en el templo de Jerusalén, y de hecho, según los registros bíblicos del Nuevo Testamento, Jesús nunca estuvo tan enfurecido y nunca había perdido el control, como en aquella trágica escena evangélica acontecida en víspera de la pascua judía, siendo la primera y única vez que Jesús tuvo que usar deliberadamente la violencia física, como arma de represión moral y como arma de represión social, en contra de los cambistas que violaban las leyes de Dios Padre.   

 

Jesús fue realmente condenado, azotado y llevado a la cruz, por culpa de su insurgencia en el templo de Jerusalén, que dio como resultado la agresiva expulsión de los mercaderes, quienes tras ver que sus riquezas eran amenazadas y pisoteadas, y sabiendo que los jefes de los sacerdotes y que los maestros de la ley, también se indignaron por la violenta osadía de Cristo, pues hicieron valer el poder político y económico que ejercían dentro de la jerárquica sociedad romana, para encontrar y apresar con premura a Jesús, gracias a la traición cometida por uno de sus apóstoles llamado Judas Iscariote, quien cegado por la codicia vendió su dignidad humana, y aceptó recibir las envidiables 30 monedas de plata, por las que decidió besar y traicionar a Jesús.

 

De hecho, si Judas llegó al Getsemaní con una multitud armada, con espadas y con garrotes para arrestar a Jesús, y si Judas pidió que lo aprehendieran rápido y que se lo llevaran con seguridad, fue porque los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, ya conocían el disturbio ocasionado por Jesús con su látigo, para lograr la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén, por lo que no dudaron en mandar a una turba iracunda que acompañara a Judas, pensando que Jesús volvería a reaccionar con violencia, para escaparse del inevitable arresto y seguir en libertad.

 

Pero Jesús, después de enfadarse y expulsar a los mercaderes y cambistas, había quedado muy debilitado espiritualmente por tanta violencia, y no fue casualidad que para el instante de su arresto en el Getsemaní, Jesús se encontraba muy angustiado, muy deprimido y muy afligido, porque su alma ya presentía el olor a muerte del calvario que empezaría a sufrir, por culpa de aquel manojo de cuerdas que transformó en un látigo, y que utilizó para exigir el respeto por el sagrado Templo de Jerusalén, el cual necesitaba ser purificado y respetado como la casa de oración de Dios.

 

Los latigazos de Jesús en el templo, no solo alimentaron el odio de los sacerdotes en contra de Jesús, sino que también ocasionaron una impresión negativa en sus discípulos, siendo Simón Pedro quien intentando evitar el arresto de Jesús en el Getsemaní, quiso emular la reacción violenta de Jesús en el templo, sacando un cuchillo y cortando la oreja derecha de un siervo del Sumo Sacerdote, pero para sorpresa de los discípulos y para sorpresa de la turba iracunda, Jesús demostró ser un milagroso hombre de paz, pues solo tuvo que tocar la oreja del siervo para sanarle.

 

El disturbio causado por Jesús, para lograr la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén, fue el motivo perfecto que tuvieron los sacerdotes y ancianos, para acelerar el arresto y para condenar el ímpetu revolucionario de Cristo, pues ellos estaban desesperados por engañar y por matar a Jesús, antes de la celebración de la pascua judía, para evitar un posible tumulto popular durante la fiesta.

 

Fue tan miserable el complot de los sacerdotes y escribas, para destruir con rapidez la buena reputación de Jesús, que usaron la difamación para afirmar que Cristo estaba incitando al pueblo a no pagar los impuestos, a no respetar las leyes tributarias y a desestabilizar la economía romana. Aunque los fariseos sabían que Jesús había dicho: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, ellos también sabían que Jesús tumbó y esparció todas las monedas que negociaban los cambistas, por lo que una vez más, los sacerdotes aprovecharon los latigazos de Jesús en el templo de Jerusalén, para decir que Jesús estaba incitando el vandalismo, el saqueo, y hasta la delincuencia.

 

Si Jesús no hubiera usado el látigo para purificar el templo, y si Jesús no hubiera usado la misma violencia mundana, que siempre han usado los hombres para ajusticiar los delitos de sus pueblos, pues estamos seguros que un alguacil jamás se hubiera atrevido, a abofetear el santo rostro de Nuestro Señor Jesucristo, pero debido a que el uso del látigo ya había mancillado la imagen pacífica, que previamente caracterizaba y honraba al hijo de Dios, pues sus opositores se sintieron libres para demostrar el resentimiento que sentían por Cristo, mediante la constante instigación, la humillación y el ultraje.

 

Si bien la inscripción hecha por Pilato y puesta sobre la cruz, afirmaba: “JESÚS EL NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”, y aunque Jesús no se negó a ser reconocido como rey de los judíos, mientras fue interrogado por el gobernador, ya los sacerdotes y ancianos habían usado los latigazos de Jesús en el templo de Jerusalén, para enjuiciar su rebelión y sentenciar su desobediencia ante el pueblo judío, por lo que si la muchedumbre eligió dejar en libertad a un ladrón como Barrabás, para que un hombre inocente como Jesús ocupara su lugar en la cruz del calvario, fue porque los sacerdotes y escribas se encargaron de ensuciar la estampa pública de Jesús, para que fuera visto y tratado como un gran malhechor, que merecía ser crucificado junto a Dimas y Gestas.

 

Es conveniente usar un famoso refrán hispano, para entender el sucio oportunismo de los fariseos y sacerdotes, quienes aprovecharon el disturbio causado por Jesús, para defender el significado del refrán que dice: “Quien a hierro mata, a hierro muere”.

 

No hay duda que un látigo, condenó y crucificó la vida de Jesús.

 

No fue por envidia, no fue por blasfemia, no fue por megalomanía.

 

Toda la tragedia cristiana, fue por culpa de un látigo.

 

Pero como demostraron las citas bíblicas que presentamos, el látigo que usó Jesús para expulsar a los mercaderes del templo de Jerusalén, estaba predestinado a simbolizar su pasión, su muerte y su resurrección, porque con su preciosa sangre derramada en la cruz del calvario, Cristo expió todos nuestros pecados y redimió a la raza humana.

 

Querido lector, recuerda que allá afuera, tú puedes decir y hacer lo que quieras.

 

A mí no me importa lo que hiciste, no me importa lo que haces, y no me importará lo que harás.

 

Pero si vienes aquí adentro, y usas el látigo para matar a mi sabroso cerdo de oro, pues tú morirás por la misma sangre, que derramó mi sabroso cerdo de oro.

 

Ojo por ojo, diente por diente, sangre por sangre.

 

Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del Mundo, y aunque han pasado dos mil años de amargura desde su injusta crucifixión, sabemos que en el Mundo hay millones de hermanos que dicen ser cristianos, pero que siguen disfrutando comer la sabrosa carne del ensangrentado cerdo, y no quieren vencer el veneno del orgullo, para poder postrarse de rodillas, y entrar en santa comunión con Dios.

 

Hoy en día, abundan las iglesias cristianas que realmente son cuevas de ladrones, donde Dios Dinero exige que sus esclavos capitalistas entreguen los diezmos, los dólares, las limosnas, las ofrendas, las dádivas, las donaciones, las sonrisas, los premios de las loterías, los billetes del banco, y demás beneficios económicos, que prostituyen la verdadera fe cristiana, porque la mayoría de las iglesias supuestamente cristianas, nunca ayudan a la gente pobre que sufre en nuestras comunidades, y siempre compran los mejores látigos del mercado, para embellecer el ego de sus clérigos.

 

Muchas veces vamos a las iglesias cristianas, buscando la paz y la tranquilidad que se consigue en una casa de oración, pero suele ocurrir que nos encontramos con hermanos, que trasladan sus hábitos mundanos a la iglesia, y por eso, muchas personas usan la casa de oración para chismear, para usar aplicaciones del teléfono celular, para escuchar música con alto volumen, para presumir que visten ropa elegante, y hasta para comprar y vender mercancía cristiana, como: rosarios, calendarios, imágenes de santos, velas, incienso, libros y adornos navideños, que se comercializan dentro de las cuatro paredes de la iglesia, y que tienen la aprobación de las autoridades eclesiásticas.

 

Actualmente, muchísimas iglesias cristianas hispanas, merecen recibir un latigazo de amonestación por parte de Jesús, para que respeten la solemnidad de la casa de oración de Dios, y para que no sigan destruyendo el cuerpo del templo de Jerusalén.

 

Pero más allá de la prostitución de la fe cristiana, todos sabemos, que un día no muy lejano, el redentor vendrá por segunda vez, para que su justicia divina ajusticie el corazón de los pecadores en la Tierra, y porque nada ni nadie podrá evitar el juicio final.

 

Si piensas que el dinero es más importante que la oración, hoy es un buen día para arrepentirnos, para pedir perdón, y para recibir el regalo de la salvación.

 

Ekologia.com.ve

 

 

 

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