Trump recibió a Guaidó en la Casa Blanca, ¿qué puede significar eso?

10/02/2020
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He estado observando detenidamente las opiniones de los sectores de la oposición venezolana radicada en Miami, Estados Unidos acerca de lo que sucedió la semana pasada cuando Donald Trump recibió a Juan Guaidó en Washington. El presidente de Estados Unidos, tuvo a Guaidó como uno de sus invitados durante el discurso ante el Congreso federal que ofreció el martes pasado. Luego, al día siguiente, lo recibió con honores de Jefe de Estado en la Casa Blanca donde sostuvieron un encuentro privado por poco más de 30 minutos.

 

Además de la recepción en la Casa Blanca, Guaidó sostuvo una agenda de encuentros con el vicepresidente Mike Pence, el Secretario de Estado Mike Pompeo, la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi -acérrima rival de Trump-, con la directiva de la agencia USAID (organización estadounidense que, teóricamente, trabaja apoyando el “desarrollo” en el mundo) y con el Secretario General de la OEA Luis Almagro. Guaidó tuvo, al menos de cara a lo mediático, una agenda muy importante en Estados Unidos que sin dudas sus implicaciones tendrá en la correlación de fuerzas a lo interno de Venezuela.

 

Sin embargo, detengámonos en la forma en que la derecha venezolana de Miami ha interpretado esta agenda, y, sobre todo, lo que dijo Trump en su curso. Comenzamos señalando que cometen graves errores de lectura de coyuntura y geopolítica. Porque presentan el que Trump haya recibido con honores a Guaidó, y que haya dicho en su discurso en el Congreso que el gobierno de Maduro “será destruido”, como que ya hay una decisión sobre invadir militarmente a Venezuela (algo que vienen pidiendo, desde un infantilismo y falta de patriotismo escandalosos, desde febrero del año pasadoi). Esta derecha, profundamente reaccionaria y pro imperialismo, sigue confundiendo deseos con realidad concreta. No saben que en E.U, decisiones sobre intervenciones militares, donde confluyen diferentes visiones alrededor de lo militar-estratégico, no las toma solo un presidente. Por tanto, si todavía, más allá de las amenazas y de los inmensos recursos estratégicos venezolanos en juego, no ha habido ni de cerca una decisión de actuar militarmente es porque no hay consenso sobre eso a lo interno del Estado profundo norteamericano y del complejo militar-industrial.

 

Invadir un país latinoamericano como Venezuela no es como incursionar en Irak, Siria o Libia. Implica atacar un territorio geográficamente muy cercano, en el que podría desatarse una confrontación armada sangrienta que genere una crisis humanitaria de largo alcance con millones de desplazados. Que podría generar un contexto donde factores regionales se fortalezcan afectando intereses concretos de E.U; por ejemplo, grupos irregulares del narcotráfico, guerrillas, movimientos populares etc. Todos elementos que, en el marco de guerras abiertas, nadie, por más tecnología y recursos que tenga, puede controlar. Habida cuenta de que, con una Venezuela en guerra debido a la invasión norteamericana se abrirían heridas, propias de las resultantes de escenarios bélicos, que tardarían décadas en cerrar. Así, la imagen de E.U podría quedar lastimada por generaciones ante millones de latinoamericanos y eso afectaría intereses de largo plazo que superan a Trump.

 

El otro aspecto es el geopolítico. Ya los rusos, usando su proverbial habilidad diplomática, se han pronunciado en el sentido de que una acción militar contra el gobierno venezolano sería, de alguna manera, respondida por ellosii. Para Rusia, en su agenda de disputar geoestratégicamente a E.U, un país de los recursos, posición geográfica y gobierno antiamericano como Venezuela, representa una ficha clave que no van a dejar caer bajo la esfera de influencia norteamericana sin antes asegurar cosas. Y la oposición venezolana alrededor de Guaidó, abiertamente subordinada a Trump y sus halcones neoconservadores, no les da garantías de que, si alcanza el poder, sería un interlocutor confiable. Maduro, en cambio, les ha mostrado que ideológicamente y por necesidad de sobrevivencia está totalmente con y para ellos. La presencia militar rusa en Venezuela es, según información pública, considerableiii (sobre todo en los ámbitos de asesoramiento técnico donde hay una circulación de efectivos rusos constante; de manejo de instalaciones de radares; entrenamiento en el uso de aviones de combate y unidades antiaéreas). El viernes 7 de febrero, dos días después del encuentro de Trump y Guaidó, llegó a Venezuela el Canciller ruso Sergei Lavrov -hombre clave de Putin- a reunirse con Maduro. Las señales de Rusia son claras.

 

Lo cual lleva a la pregunta, ¿por qué y por quiénes se juegan los rusos en Venezuela? Rusia, como dijimos, en el caso venezolano juega a disputarle geopolíticamente a E.U. -lo mismo que hace en Siria donde entró y controló todo el escenario a su favor- y en términos pragmáticos persigue garantizar un mercado para sus productos (y desde el cual proyectarse al resto de la región) y vender armamento. Si Venezuela se recupera en lo económico, sería un importante comprador de sus productos y armas y un centro desde el cual tener alcance en una región comercialmente estratégica. En ese marco, los rusos incluso podrían quitar el apoyo a Maduro si del otro lado ven garantías; lo que hasta ahora no visualizan por la vocación de subordinación incluso ideológica a E.U. del sector Guaidó. Así las cosas, tienen que jugar por Maduro para, en el peor de los casos, condicionar futuras negociaciones donde ellos no pierdan todo. También, considero, cabe destacar que Rusia también maneja su diplomacia desde una perspectiva ideológica que no podemos desdeñar. Ese eje global de resistencia al imperialismo norteamericano que va de Corea del Norte a Venezuela pasando por China y Sudáfrica (y que en muchos países tiene importantes expresiones populares por fuera de los gobiernos), se sostiene sobre lo que queda de la lógica de disputa ideológica de la Guerra Fría. Se trata de países y sectores que respetan y veneran el imaginario de la “Gran Rusa” del siglo XX. Hay ahí, pues, vínculos ideológicos y emocionales que también pesan en las decisiones pragmáticas de los rusos.

 

Militarmente, salvo Rusia, ningún país ni bloque de países del mundo puede disputar a E.U en una confrontación directaiv. Sin embargo, se le puede golpear desde lógicas de resistencia irregular (las denominadas guerras asimétricas). Lo demostraron los campesinos vietnamitas hace casi 50 años y lo siguen demostrando los rudimentarios muyahidines de Afganistánv. En ese sentido, lo que podría hacer Venezuela, en un escenario de guerra frente a E.U., no debe desdeñarse de antemano. Si E.U. decide emprender acciones militares contra Venezuela tiene dos opciones: implementar un programa de ataques aéreos de precisión para desactivar la respuesta militar venezolana y que, así, unidades armadas de opositores venezolanos entren por tierra y quiten el poder al chavismo (que sin dudas se sostiene en buena medida sobre el control militar). Empero, esa opción es difícil de implementar con éxito por los sistemas rusos de defensa antiaérea que han instalado las fuerzas militares chavistasvi.

 

Del mismo modo, por las características topográficas del país -sobre todo la capital Caracas- que es un escenario montañoso que dificultaría las incursiones aéreas desde la distancia. Y porque no se ven grupos de opositores venezolanos que desde Colombia o Brasil o las Guayanas (límites fronterizos de Venezuela) entren; o que se activen elementos internos lo suficiente organizados y popularmente legitimados para lograr hacerse del poder con rapidez. Esa opción, por tanto, se ve improbable a día de hoy. En el marco de opciones militares, sólo quedaría la de la intervención abierta por tierra. Y ahí entra la alternativa de una coalición regional, con Colombia y Brasil a la cabeza, incursionando en territorio venezolano con unidades de E.U acompañando desde la retaguardia (para evitar bajas estadunidenses pues éstas condicionan la opinión pública norteamericana). Pero si es real la respuesta de guerra irregular que pueden dar los venezolanos, con sus “millones” de milicianos armados y entrenados, y un ejército regular ideológicamente comprometido que conoce el terreno y posee armamento ruso sofisticado, este escenario sería muy complicado. Toda vez que Colombia y Brasil son dos gobiernos bastantes frágiles en cuanto a legitimidad popular y capacidad política interna. Duque y Bolsonaro y las élites que los sostienen, ¿están dispuestos a una aventura tan riesgosa como esa? Objetivamente parece que no.

 

Si la opción de guerra es tan improbable, ¿a qué entonces juega Trump con sus declaraciones y movidas recientes que parecen dirigidas a una escalada? Analizando lo que ha venido ocurriendo desde enero del año pasado, cuando Guaidó se autoproclamó presidente y fue reconocido por unos 60 países, veo una continuidad en la estrategia de Trump y no una escalada como ve la derecha venezolana de Miami. Es decir, Trump, desde su impronta de negociante audaz y rapaz, apuesta por acorralar al gobierno de Maduro mediante sanciones que provoquen asfixia económica, así como con amagues de “inminente” ataque militar, para desarticular la estructura interna de apoyo militar y político de que goza el chavismo gobernante. Y así generar fracturas que debiliten el gobierno para, a su vez, se fracturen sus bases. Eso mientras que, por abajo, impulsa conversaciones donde le ofrece a líderes chavistas salidas donde saldrían asegurando beneficiosvii. Lo de Trump con Venezuela, sería, pues, una estrategia de negocios consistente en invertir poco (sin tener que arriesgar capital político con acciones armadas de incierto desenlace y al final costosas) en una apuesta donde si logra su objetivo ganaría mucho: por todos los recursos que tiene el territorio venezolano. Y de paso, se apunta un triunfo político que, probablemente, selle su reelección en noviembre.

 

Como vemos, son todos escenarios donde Guaidó no tiene prácticamente ninguna capacidad o fuerza real para decidir el curso de los acontecimientos. Los sectores políticos y económicos venezolanos detrás de él tampoco deciden casi nada en este ajedrez. No obstante, en caso de que lleguen al poder saben éstos últimos que ganarían muchísimo dinero en un marco de privatizaciones y transacciones con el capital financiero trasnacional a partir de los enormes recursos que tiene Venezuela. Si bien la partida grande sería para Trump y las élites que van con él quienes fueron los que, en todo este tiempo, han estado sosteniendo y legitimando en el plano internacional a la oposición de Guaidó. Empero, esa alianza tan abierta con lo que representa Trump, es, asimismo, un error político. Que lo vimos manifestarse cuando Justin Trudeau, el progresista Primer Ministro de Canadá, le ofreció a Guaidó que aceptara a Cuba como mediador en la crisis venezolana. A lo que éste accedióviii para, apenas horas después, cambiar radicalmente de opinión tras la reacción del gobierno estadounidense que dijo que Cuba era “parte del problema” en Venezuela. Trump tardó días en aceptar públicamente que se vería con Guaidó en E.U. Ahí se ve cómo esta oposición de Guaidó es presa del radicalismo neoconservador de Trump y sus halcones; lo cual políticamente provocará el alejamiento de gobiernos y sectores moderados y progresistas del mundo (España ya lo hizo). Probablemente creen Guaidó, y los intereses políticos y económicos que orientan sus decisiones, que con la fuerza de Trump es suficiente para llegar a donde quieren. Pero hasta ahora nada han logrado con eso.

 

Tristemente tampoco cuenta para nada esa mayoría venezolana empobrecida que malvive precariamente en su país actualmente, o que tiene que migrar a la fuerza. Esos millones de venezolanos que, en su día, vieron en Hugo Chávez una esperanza frente a las élites tradicionales que, en medio de la burbuja de opulencia y “prestigio” racial y social en que vivían, nunca se preocuparon por ellos. Para Trump, un imperialista abiertamente racista y desalmado, esa masa son simples números para colocar en sus discursos acerca de Venezuela; los cuales le reditúan políticamente. Para los rusos primero van sus intereses y luego tal vez toda esa gente sufrida. Para Maduro y el chavismo gobernante, esas mayorías, de donde salen los numerosos sectores populares que todavía los apoyan (por toda la simbología e imaginario de lo popular que implica el chavismo), probablemente quieran auténticamente resolver sus problemas. Pero o bien no pueden por los bloqueos, o bien son incapaces de hacerlo por la ineficiencia y corrupción que sus gobiernos arrastran. O ambas cosas.

 

Mientras Guaidó hacía su gira en E.U, llena de fotos y grandes tweets, la mayoría de venezolanos la siguió pasando mal. Y una vez regrese será muy poco lo que concretamente hará para resolverles situaciones (Guaidó es más realidad virtual que real sobre el terreno venezolano). Y la derecha de Miami, ansiando los tambores de guerra de Trump, como si hubiesen sido cuentos de hadas las invasiones de Irak y Afganistán (para las cuales también se invocaron “crisis humanitarias” y “ayuda para la democracia”), no se preocupa realmente por esos compatriotas. Al final de cuentas los siguen viendo como esa masa “vulgar” y “fea” que, en medio del país de Miss Universos, telenovelas y viajes por el mundo que tuvieron, nunca les importó.

 

Se necesita un giro radical en la situación de Venezuela para que ganen sus mayorías. Si ese giro quiere hacerse sin barbarie y sin sangre de miles o millones, tiene que darse por medio de un diálogo político entre los sectores en disputa. Y un acompañamiento internacional no imperial ni hipócrita (que sólo ve “crisis humanitarias” allá donde hay petróleo u otros intereses). Para que entre venezolanos decidan hacia dónde deben y pueden ir. Sería, digamos, un primer paso para que al menos se comience a ver un horizonte de normalidad donde las mayorías puedan mejorar en algo su precaria situación.

 

Se requerirá altura de miras y auténtica vocación democrática de la oposición venezolana -la de Guaidó y la otra que no le sigue- y disposición a la verdadera política del chavismo gobernante. Esa política donde se dirimen las diferencias en elecciones y gana el que elija la gente libremente. Hagamos votos porque haya una solución así en Venezuela. Muy pronto.

 

Notas

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204672
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