Pueblo e izquierda

13/05/2019
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Tal vez el título del presente artículo sea necesario para aclaración del lector angustiado por los resultados electorales de Panamá, caracterizados por el progresivo descenso del caudal de votantes hacia la izquierda, puestos en evidencia en el curso de los últimos diez años evidenciados en los magros resultados electorales obtenidos por una izquierda “proletarista”.

 

¿Quién es pueblo?

 

Me propongo definir la izquierda, pero antes debo abordar la categoría pueblo a partir de una concepción ecológica. A veces caemos en el facilismo de hacer equivalencias entre comunidad y pueblo; más aún cuando la comunidad viene a la mente en su acepción rural. Comunidad no es pueblo; es una categoría ecológica que engloba a una población, en su territorio, más una organización.

 

Una población de gaviotas, en su espacio, más la organización de vuelo en “V” puede llamarse comunidad. Al referimos a humanos, el tema de la organización es trascendente.

 

Toda organización tiene jerarquías. Existen funciones dominantes y dominadas. En la organización humana el “Pueblo” es la expresión política de aquella parte de “la población” que no controla la organización y tiene interés en que el poder y el bienestar se distribuyan entre muchos. Es, la parte de la población que demanda cambios organizacionales progresistas; entendiendo como progreso la tendencia a que el bienestar material y cultural alcance una difusión de tendencia también creciente y sostenida.

 

¿Cómo afrontamos el cambio?

 

La comunicación ecológica, válida para utilizarla en toda ciencia, es útil al usarla trans- disciplinariamente para reinterpretar los hechos sociales, que son los que protagonizan esos seres llamados “humanos”.

 

Aceptemos que “la tarea de la vida” es la adaptación al cambio continuo, para continuar en el ambiente procurando la energía necesaria.

 

En el proceso de expansión y retracción, propio del cambio, los colectivos en retracción frente a otro grupo hegemónico, tienen cuatro alternativas: 1- Asimilación, adoptando los objetivos del dominante, sacrificando los propios; 2-Cooperación, ayudando al dominante a conseguir sus objetivos, manteniendo los propios; 3. Adecuación o acomodación, manteniendo los propios objetivos sin obstruir al dominante: 4-Competición, en donde se obstruyen los objetivos del dominante, desarrollando los propios.

 

La resistencia es una forma militante para preservar la adecuación previa a la competición. Ella se expresa tácticamente, la competición se expresa estratégicamente. En los procesos socioeconómicos de los 80s, la fracción social que controlaba en las calles la organización de la comunidad, aceptó el paradigma neoliberal; en consecuencia, una gran parte de la población de la población se vio empujada a la exclusión. La correspondencia política era la resistencia y lucha, en consecuencia, una parte de la población se hizo luchadora. La resistencia, superándose, debe apuntar a una meta. El “luchismo” sin propuesta de cambio deviene en conservador, percibe el cambio como negativo, pero no se atreve a proponer los cambios que correspondan a la superación. Contener sin proponer es conservador.

 

Afirmamos que “Pueblo” es toda porción de la comunidad interesada en cambios que superen la exclusión de las mayorías, correspondientes a distintos estratos sociales, perjudicados todos por el dominante que sostiene la organización socialmente predominante. El concepto es estratégico, y en él anida “el Programa de Cambios”. Proseguiremos con la definición de la militancia de izquierdas.

 

¿Quién es de izquierda?

 

Después de haber pasado algún tiempo de aquel revuelo causado por las aseveraciones del hoy martirizado Lula, afirmando que la izquierda es una ideología que se pierde con los años, y es un fenómeno de la juventud, considero conveniente efectuar algunas reflexiones (En la actualidad el mencionado personaje y luchador con sus muchos méritos y pocas pero graves equivocaciones está pagando la relatividad que le dio a la ideología en la formación de la conciencia social, sin embargo reconocemos el meritorio esfuerzo para reciclarse).

 

El pasado traspié de Lula no era original, pero evidencia un equívoco muy generalizado, aun dentro de la izquierda misma. La izquierda no es una ideología. La opción por la izquierda es una actitud proveniente de la esfera de las emociones y de la ética. No es una construcción cognitiva que podamos llamar ideología. Esta (la ideología) es una construcción mental de un sistema organizado de ideas, en donde se elabora un esquema analítico que permite interpretar los fenómenos de la vida, la sociedad y la naturaleza, a partir de una cadena de relaciones causa - efecto que admiten un método interpretativo y propositivo para todo lo observado, tanto para los fenómenos como para sus causas.

 

Una ideología admite también, en el procesamiento de las ideas, el reconocimiento de nuevos fenómenos con sus respectivas causas, lo que debe impulsar la ampliación del método de análisis. En cambio, lo que no admite justificativos de modificación es la actitud, es decir la capacidad para la acción que surge de la ética humanista. Quien es de izquierda tiene una moral que solo admite superación sobre sí misma, a medida en que la conciencia crece.

 

Los humanos desgastamos nuestro material biológico en el curso de la vida, pero nuestra espiritualidad crecerá hasta el final, porque el amor a los demás no admite mermas.

 

Desde la ideología se pueden incorporar otras realidades que enriquecen la versión original: religiosos o marxistas, pueden terminar asimilando que la objetividad del mundo material es un nutriente del espíritu, o que la espiritualidad es un componente de la realidad no tangible. Para ser de izquierdas solo falta alertar a los sentidos, abiertos a la realidad, ponerle freno al egoísmo y darle rienda suelta a la conciencia.

 

Así pues, la ideología admite su modificación hacia atrás por: pérdida del poder interpretativo si no se nutre de información; o puede ir adelante con la incorporación de nuevos elementos analíticos hasta que el núcleo original desemboque en el ancho mar de la conciliencia universal.

 

La izquierda, originada en la Revolución Francesa, tiene connotaciones que aluden, no a estratificaciones de clase, ni a esquemas cognitivos sino a actitudes. En la Asamblea francesa se sentaban a izquierda quienes creían que el poder y la riqueza admiten propósitos deliberados de derrame o extensión Ellos debían ser distribuidos completamente hacia la base social. El poder solo debe admitir como norma arbitrar las medidas para que la riqueza -al distribuirse- no merme sino crezca. A la izquierda se sentaban nobles, curas y plebeyos con esas orientaciones; citamos como ejemplo al conde de Mirabeau quien a pesar de su origen noble redactó la Declaración de los derechos humanos y del ciudadano) Actualmente, se mezcla la ideología con la actitud confundiéndose las orientaciones hacia la izquierda con la metodología de análisis marxista, lo que es un error reduccionista

 

A izquierda caben todos: religiosos, sindicalistas, intelectuales y empresarios. La única condición es un espíritu de universalidad creciente y la única exclusión es el egoísmo de grupo. Este es el punto de confluencia cultural e ideológica.

 

En el tramo precedente habíamos acudido a la frase de Lula para abordar la caracterización de la izquierda. Yo pienso que Lula ha demostrado que sigue teniendo una actitud de izquierda y en aquella opinión, ya comentada, la confundía con la necesidad práctica de contar con un instrumento que le permita continuar con las tareas atrasadas del desarrollo, eso que algunos llaman desarrollismo. Lo que sucede es que hay tareas del desarrollo que se implementan con la conducción burguesa y por lo tanto tienen un freno natural cuando se cumplen las expectativas de ese reducido grupo social. Por otro lado, tenemos tareas de desarrollo conducidas con los controles sociales de otros grupos de clase, como las de China, las cuales no deberían detenerse en lo alcanzado.

 

La actitud de izquierdas bastará y deberá asumirse las soluciones con un instrumento. En ese momento se necesitará de una ayuda metodológica y estará entonces sosteniéndose en una ideología,

 

Estamos de acuerdo con los señalamientos del respetado politólogo argentino Atilio Borón: Si por izquierda denominamos a aquellos que luchan por una alternativa frente al régimen político, social y económico imperante; y por derecha, a quienes defienden el actual estado de cosas (“el viejo régimen”, como dirían en la Francia revolucionaria de 1789).

 

Una condición sine qua non para ser de izquierda es:

 

1. Ser antineoliberal. Ello presupone:

 

2. Abogar por la Reconstrucción del Estado, en el sentido de reivindicar su papel de regulador de los procesos económicos y como agente económico (nacionalizaciones), frente a aquellos neoliberales que defienden el imperio del mercado.

 

3. Anulación de las deudas externas de todos los países pobres, la cual es un saqueo descarado en el que los préstamos han sido pagados 5 o 6 o muchas veces más.

 

3. Una política de redistribución del ingreso y la riqueza nacional, alejada de las llamadas políticas de focalización que demagógicamente imponen los auxilios a grupos clientelares.

 

4. Una reforma tributaria en sentido opuesto a la impuesta por las IFIs, que quita impuestos a los que más ganan; sino una que les obligue a tributar más.

 

5. Una reforma agraria auténtica que permita, a la vez que garantice a ese gran porcentaje de la población un modo de vida decente, evite el despoblamiento del campo, y sirva como política de preservación del ambiente.

 

6. Nueva estrategia de desarrollo que no pasa, como sostiene el neoliberalismo por el sector exportador, sino por la construcción de un mercado interno, lo que conlleva industrialización y un sector asalariado mejor pagado.

 

Concluimos que: en última instancia, lo que le da calidad transformadora a un programa, es el agente social que lucha por él, o lo ejecuta desde un gobierno, esto es: la participación de la clase trabajadora y, además, todas las capas de la población interesadas en el cambio. No obstante, esos cambios –sentidos o vivenciados en lo subjetivo, deben expresarse -o aterrizar, si es que los sueños vuelan- en la concreción de un programa. A continuación, veamos que se requiere de un programa.

 

La izquierda necesita un programa

 

En cada etapa de la historia el agente de cambio social sueña con un mañana mejor, con una sociedad que supere las limitaciones del presente. El actor del cambio social, que se identifica a sí mismo como revolucionario requiere -para serlo- de dos atributos:

 

Sensibilidad ante el dolor social y criterios formados que le permitan proponer las vías de cambio. En nuestra época algunos asumimos que el método que permite el análisis y la propuesta de las vías que correspondan es el marxismo, otros con la misma sensibilidad tienen otras formas interpretativas como la teología de la liberación. Lo anotado es una cuestión de “interpretación” de la realidad, que es la materia que trata la ideología

 

La propuesta del marxismo es la sociedad socialista en tránsito al comunismo, pero como la falta de difusión de estos conocimientos y las consiguientes convicciones, es el ancla principal que inmoviliza a la sociedad en el pasado, el marxismo concibe el instrumental propagandístico para la transformación de las masas en sujetos agentes del cambio, conscientes de hacia dónde se debe ir. Para eso los partidos revolucionarios, en el ámbito global, son la escuela que enseña y señala el objetivo

 

La finalidad o imagen-objetivo es siempre la transformación social y esta transformación tiene componentes que deben ser precisados. No basta con señalar que el objetivo es el socialismo.

 

¿Qué es el socialismo en cada fase concreta de la vida de un hombre?

 

Para el hambriento es la sociedad que le permite comer; para el revolucionario es la sociedad que permite crear las condiciones para que no falte comida. Para el desempleado es la sociedad que le da trabajo decente; para el revolucionario es la sociedad que pone en su centro al trabajo y al papel del trabajador como agente central de la producción. Para el pobre es la sociedad que permite la movilidad social mediante la educación; para el revolucionario es la sociedad que vincula sistemáticamente la cultura con el bienestar. Para el postergado es la sociedad que le permite ascender a un empleo justo; para el revolucionario es la sociedad que permite crear empleos sin explotación. Para el campesino y el productor agrario es la sociedad que le garantiza tierra, insumos, le asegura precios y salida a la producción y retorno justo por su esfuerzo; para el revolucionario es la sociedad que utiliza la propiedad agraria vinculándola a la seguridad y sostenibilidad del proyecto nacional. Para el productor de bienes industriales es la sociedad que le permite la protección de su mercado nacional y gestiona condiciones de inserción favorable y equitativa en el mercado mundial; para el revolucionario es la sociedad que poniendo énfasis en el interés nacional y social, prioriza la propiedad colectiva de las empresas de infraestructuras, poniéndolas en articulación con las formas de propiedad que son válidas para cada paso del tránsito social. En fin, la definición siempre será relativizada conforme al progreso social

 

Para ese progreso se necesita acumular transformaciones y por ello el partido revolucionario se concibe para identificar cada necesidad concreta y señalar el camino de lucha por ellas. El partido no es pues un fin en sí mismo, sino un medio para la transformación social.

 

La trasformación social inmediata - la posible- se va dibujando en un Programa de Cambios. En este panorama, el partido revolucionario se asemeja al pintor al cual le es entregado lienzo y pincel para dibujar el cambio social. No puede pasarse todo el tiempo trabajando sobre sí mismo, podría correrse el riesgo de sacar la punta al lápiz permanentemente sin hacer un trazo sobre el lienzo.

 

Solo el programa permite la vinculación de los distintos sectores sociales. Esto es aún más valido en esta época en que no se concibe ya que un solo partido represente a todo el conjunto social. Se necesita un programa que permita los enlaces y articulaciones con otras fuerzas.

 

Una revolución tiene dos contenidos: es subversiva y es progresiva. La palabra subversión está compuesta de dos vocablos sub, que significa abajo, y versión que significa girar o voltear. Poner arriba lo que estaba abajo y abajo lo que está arriba es el contenido subjetivo de la revolución. La ubicación del enemigo principal en cada contingencia específica para golpearlo – en este caso el partidismo electorero y sus modalidades sucesoras que comotizan la bipolaridad impuesta por la invasión estadounidense- es asunto de la táctica; pero eso no basta. Si ponemos arriba lo que estaba abajo se habrá dado cumplimiento a un sentimiento de revancha histórico, pero eso no basta para que los que tomen el espacio de arriba no cometan los errores de los que lo ocupaban antaño. Para ello la sustancia revolucionaria es la noción de progreso social. La Estrategia señala el ámbito de esta transformación -un Estado de Democracia Social Nacional y Popular que cumple un Programa. En el Programa se expresan las intenciones del cambio y las vías del progreso. El Programa es el que motiva a las masas y las transforma en sujeto del cambio, porque lo comprenden y saben para que es. Sin Programa los revolucionarios organizados son los agentes propagandistas del cambio, pero las masas no.

 

La unidad popular se asemeja a un portaviones, que es una gigantesca plataforma marítima provista de cables tendidos sobre su superficie, los cuales han de ser enganchados por los garfios que cuelgan de los aviones que sobre él descienden. Si no hay cordaje no se produce el acoplamiento. La unidad popular es el portaviones al cual descienden los aviones que tienen un mismo derrotero estratégico y en función del mismo tienen operaciones comunes. El partido o alianza de partidos que oriente al conjunto social será aquel que tenga un cordaje de amarre, ostensible y resistente, es decir el Programa de Cambios. ¿Lo tiene la izquierda?

 

El entramado de clases, estratos y grupos sociales que levantan un programa y le dan soporte, está nutrido de otras fibras aportadas por nuevos protagonistas como los grupos indígenas y luchadores ambientales. Todo esto requiere la reflexión de todos y no solo de nosotros.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/199810
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