El linchamiento moral de la venezolanidad

22/02/2018
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Nunca en la historia de la humanidad hubo tal conspiración internacional para destruir el ser nacional de un país. Ni siquiera la extinta Unión Soviética tuvo que sufrir una campaña de descrédito tan despiadada y ruin. Se ha mancillado de tal manera nuestro gentilicio, que nos hacen sonar como mala palabra en cada titular malintencionado que se vierte con fiereza.

 

El objetivo de destruir la Revolución Bolivariana como proyecto político emancipador que contagió el ánimo libertario de los pueblos del continente, se les hizo pequeño a los enemigos de una mejor humanidad: ahora quieren ir por más, quieren arrancarle el alma a la patria que parió a Simón Bolívar, para luego descuartizar el territorio y repartirse nuestras riquezas naturales como botín de corsarios.

 

¿Quiénes andan en el plan antivenezolano?

 

En primer lugar los gringos. Esta palabra dicha así como la digo con desprecio, se refiere a la elite hegemónica de Estados Unidos, no a la clase trabajadora de ese país que padece una forma sofisticada de esclavitud.

 

Red Tillerson encarna mejor que nadie esa casta opresora. Empresario petrolero arrogante y mafioso que hace de mandadero de otros más poderosos, incluido el patán mayor que los gobierna. Y más allá de ambos, el terrible entramado de poder transnacional que conforman el Complejo Militar Industrial, el Pentágono, las varias agencias de espionaje y terrorismo yanqui (NSA, CIA, DEA, FBI, entre otras) al servicio del gran capital y la geopolítica imperialista.

 

Estos intereses han manejado el cerebro de la operación contra Venezuela, desde su perspectiva de guerra no convencional y pretensión de apoderarse de la mayor reserva de petróleo del mundo, a la vez que apagan la mecha soberanista en Nuestra América.

 

Para tales fines, han dispuesto de todos sus “tanques pensantes” y de una centena de empresas de desinformación que manejan prensa, redes sociales y noticieros a nivel planetario.

 

También se apuntan de ayudantes, además de la OEA de Almagro (ese juguete insufrible) y su subconjunto el Cartel de Lima; un mal vecino, una monarquía resentida y un veneno invisible.

 

Desde Colombia se aplicó la parte del plan para infiltrar paramilitares que azuzaran la violencia y la inseguridad, y las acciones criminales para crear desabastecimiento y destrucción del signo monetario; desde la España monárquica se articuló –con saña y alevosía- la narrativa del fracaso bolivariano, del país caótico, del proyecto socialista inviable, del chavismo como remedo de viejas “dictaduras”. Mientras, desde Israel y sus miles tentáculos etéreos, se simularon escenarios fallidos y se conspiró con maña.

 

La derecha criolla supeditada a esos conglomerados transnacionales, ha bailado al son que le impongan los centros de poder imperiales, causando la vergüenza de un servilismo humillante rayano en el delito de traición a la patria.

 

El empeño en construir una pésima imagen de Venezuela ha tenido dos planos de acción: el terrenal, deteriorando brutalmente las condiciones materiales de vida de la población, y el emocional, afectando la estima y el sentido de pertenencia del venezolano. En el primero se agregaron sanciones financieras que bloquean la posibilidad de realizar operaciones comerciales internacionales para proveernos de insumos fundamentales que aún importamos. En el segundo, la mediática antibolivariana ha regado toda clase de mentiras, imponiéndolas ante una opinión pública inerme.

 

Así, un país como Venezuela, donde abundan los procesos electorales y existe absoluta libertad de expresión e información, es convertido en una “dictadura”; un país que se ha esmerado en ampliar y profundizar los derechos de todas las personas, en particular de las más vulnerables, se ha estigmatizado como un “violador de derechos humanos”; un país más que solidario, generoso y fraterno con sus vecinos, se le indilgan actitudes problemáticas en las que nunca ha incurrido.

 

Esto es un linchamiento en el estricto y malvado sentido de la palabra. Una confabulación de factores económicos y políticos para castigar sin razón ni juicio a un país por haber tenido el atrevimiento de soñar una sociedad de iguales.

 

Últimamente se ha agregado al prontuario de falacias, la manipulación del fenómeno migratorio que en sí mismo es consecuencia de la guerra no convencional contra Venezuela; campañas de odio xenófobo provocaron tragedias humanas en tiempos pasados y recientes, constituyéndose delitos de lesa humanidad con saldos realmente dantescos.

 

“Amenaza inusual”, “refugio de insurgentes”, “crisis humanitaria”, “corredor humanitario”, “déficit democrático”, “violaciones masivas a los derechos humanos”, son construcciones ideológicas que buscan justificar una intervención militar extranjera, mientras ya ejecutan una intervención tipo Medusa para desquiciar la vida cotidiana de la ciudadanía.

 

Pero ninguno de esos términos se usan para la Colombia mayor productor de cocaína del mundo, con un conflicto político armado de más de medio siglo, con nueve millones de expatriados, sesenta mil desaparecidos, y donde sólo en estos dos meses de 2018 han asesinado a 26 líderes sociales defensores de derechos humanos. Tampoco se usarán contra la Honduras que acaba de sufrir un fraude descarado impuesto con represión y muerte, o contra el autoritario usurpador del gobierno en Brasil y el corrupto presidente de Perú que acaba de salvarse de ser destituido tras acordarse con el genocida Fujimori.

 

Son las paradojas de una región que pugna por conquistar su verdadera y definitiva independencia, o continuar de rodillas ante el imperialismo gringo. Este linchamiento busca destruir nuestras fortalezas históricas como pueblo: nuestros valores de rebeldía, patriotismo, familiaridad, esperanza, identidad, apego al amor y la libertad.

 

Nosotros optamos por la bicentenaria doctrina que forjó El Libertador Simón Bolívar al responderle al embajador de Estados Unidos Juan Bautista Irvine: “protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndonos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191213
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