El 5 de agosto de 1829: predicciones bolivarianas de impactante vigencia

Bolívar, además de culto e inteligente, era predictivo e instintivo.

06/08/2021
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Introito

“El instinto es un consejero leal; en tanto que la pedantería es un aire mefítico que ahoga los buenos sentimientos”, dijo en 1826. La capacidad de predicción le vino de lo sabio que llegó a ser y de lo entregado que estuvo a la causa que abrazó como proyecto de vida.

 

Predijo muchas cosas; algunas en estado casi delirante, como cuando se salvó nadando a oscuras las corrientes orinoquenses acechado por enemigos en cada brazada, y al llegar a la orilla hablaba de liberar toda Venezuela y la Nueva Granada, y luego ir al Sur hasta Quito y el Perú, como si estuviese poseído del mohán que habita en las aguas. Ocurrió en Casacoima a principios de julio de 1817.

 

Pero no se confunda con superstición lo que es aptitud visionaria y diseño estratégico.

 

I

La situación sobrevenida en Venezuela por el alzamiento de Páez contra el gobierno de Bogotá (Santander), obliga a Bolívar a salir del Perú el 3 de noviembre de 1826. El día 14 llega a Bogotá, y el 25 sale rumbo Cúcuta hacia Venezuela.

 

Un viaje “matador”, como diríamos en la actualidad. El 16 de diciembre ya estaba en Maracaibo, donde pasó tres días y emitió histórica Proclama: “¡Venezolanos! Ya se ha manchado la gloria de vuestros bravos con el crimen del fratricidio. ¿Era ésta la corona debida a vuestra obra de virtud y valor? No. Alzad, pues, vuestras armas parricidas: no matéis a la patria. Escuchad la voz de vuestro hermano y compañero, antes de consumar el último sacrificio de una sangre escapada de los tiranos, que el cielo reservaba para conservar la república de los héroes.” (Maracaibo, 16 de diciembre de 1826).

 

Esa estancia de Bolívar en territorio venezolano pudo alargarse lo necesario para arreglar las cosas con Páez, con la ayuda de Urdaneta y todos los bolivarianos fieles, y nuestra historia sería otra sin ninguna duda.

 

II

Pero Simón Bolívar se entera el 12 de abril de 1827 del alzamiento de las tropas granadinas en Perú dirigidas por el teniente coronel Bustamante, “oficial muy oscuro”. Las informaciones que recibe de Santander son –obviamente- manipuladas, ya que el zángano estaba metido hasta el cuello en esa conspiración.

 

Le advierte a Urdaneta: “el principal móvil de esta insurrección ha sido el odio a los venezolanos”, y el 19 de junio le escribe desde Caracas donde se encontraba reorganizando el gobierno y pacificando los ánimos secesionistas: “Las últimas noticias que me han llegado del Sur de la república me han obligado a variar de plan y de posición. Ya Usted sabrá como las tropas rebeldes de Lima han invadido Guayaquil y amenazan desde allí y desafían a Colombia entera. ¿Puede saberse esto sin sentir la más viva indignación?”

 

Este zarpazo de la oligarquía peruana fue concebido como parte de las acciones encubiertas que los agentes de Estados Unidos ya realizaban contra el proyecto bolivariano. Habían espiado y estudiado a fondo a Bolívar y a los personajes de la política local; así como en Bogotá captaron a Santander para sus planes, en Perú contaban con el cura antibolivariano Luna Pizarro, quien influyó en el General José de la Mar para la impertinente aventura contra Guayaquil.

 

Tras bastidores el autor intelectual de esa trama -una estocada fatal a la unidad latinoamericana- fue el gobierno gringo en la persona del agente William Tudor, quien reportaba directamente al Secretario de Estado y al mismísimo Presidente de aquel país enemigo.

 

Ya sabemos que el Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre dio jaque mate al pastor a los invasores en la bahía del Portete de Tarqui. El Libertador estuvo en el terreno por varios meses en los trámites de suscribir la paz, dilatada por la necedad de la elite derrotada.

 

Tengo la convicción que esos dos viajes atropellados, el primero del Perú a Venezuela por la conspiración oligárquica conocida como La Cosiata, y este de regreso intempestivo al Perú a confrontar una invasión traidora, no sólo causaron gran daño a la independencia y la unidad de nuestras naciones, sino también a la salud del Libertador, mellando sus energías vitales que ya no volvieron a ser las más óptimas.

 

III

¿Quién es verdaderamente ese Simón Bolívar con capacidades predictivas?

 

Su maestro Simón Rodríguez lo definió: “Hombre perspicaz y sensible...por consiguiente delicado. Intrépido y prudente a propósito... contraste que arguye juicio. Generoso al exceso, magnánimo, recto, dócil a la razón...propiedades para grandes miras. Ingenioso, activo, infatigable...por tanto, capaz de grandes empresas. Esto es lo que importa decir de un hombre, a todas luces distinguido, y…lo que llegará de él a la posteridad…El día y la hora de su nacimiento son de pura curiosidad. Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan a ver la luz; sino cuando empiezan a alumbrar ellos…Por él son independientes Colombia y el Perú. A él debe su existencia política Bolivia. Por el respeto que infunden sus virtudes morales y militares, gozan las tres repúblicas de seguridad, y de la confianza que inspira su confianza pública a los monarcas, puede esperar su existencia futura el Gobierno republicano en América. Digan los pueblos, pues, y díganlo, sin temor de ser desmentidos, porque no exageran, que Todo lo ha hecho Bolívar o lo ha hecho hacer, y que sólo sus obras han tenido y pueden tener consistencia”.

 

Otro maestro, el margariteño Luís Beltrán Prieto Figueroa, nos enseña que “a Bolívar no podemos mirarlo los venezolanos, los americanos, como una figura histórica que realizó una obra, sino como un germen de pensamiento, creciendo, floreciendo y fructificando siempre…Las ideas de Bolívar tienen un contenido que trasciende su época y su tierra, porque pensó con la vista puesta en el porvenir”.

 

Un tercer maestro de la contemporaneidad nacional, Miguel Acosta Saignes, lo califica como genial avizorador del futuro: “Bolívar, como todos los grandes genios de la humanidad, creó utopías, especialmente dos: un modelo de gobierno para Bolivia, trocado en simple realidad común y corriente, de manera muy cortés, por los convencionistas bolivianos, y una utopía internacional: la del Congreso Anfictiónico, obstaculizado hasta su muerte por los Estados Unidos”.

 

El primer bolivariano, Rafael Urdaneta, lo exalta en carta a Páez: “Su nombre es ya propiedad de la historia, que es el provenir de los héroes”. Urdaneta sabía desde esos días de 1826 que estaba en marcha un plan muy sofisticado para destruir el proyecto emancipador: “es un hecho que estamos sembrados de espías para dividirnos”.

 

IV

El entorno en el que Bolívar hace su predicción más odiada por los imperialistas y sus lacayos, está condicionado por una etapa de ingobernabilidad, intrigas, divisiones, proyectos monárquicos que él rechaza pero que sus enemigos usan como chisme para calumniarlo; por eso el tono de esa carta a Patricio Campbell es sinceramente pesimista.

 

Una de sus grandes mortificaciones desde los días de la caída de la Primera República, plasmadas en el Manifiesto de Cartagena, y profundamente reflexionada en el Discurso de Angostura era el tipo de gobierno que debíamos dar a las nacientes repúblicas soberanas.

 

Desde Buijó, frente de Guayaquil, Bolívar le dice el 5 de julio de 1829 a Urdaneta: “Hemos ensayado todos los principios y todos los sistemas y, sin embargo, ninguno ha cuajado, como dicen.”

 

El 4 de agosto, un día antes de su más afilada predicción, escribe una poderosa epístola a Mariano Montilla, que se convirtió en desiderátum de la Doctrina Bolivariana sobre el devenir de nuestros pueblos: “Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto a la consolidación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad”.

 

¿A cuál “nuevo coloniaje” se refería el Genio de América?

 

La respuesta está en esa carta escrita al día siguiente, el 5 de agosto de 1829, al Coronel Patricio Campbell, encargado de negocios de Su Majestad Británica.

 

La famosa predicción convierte definitivamente al bolivarianismo en antiimperialismo: “…y que no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia para plagar a la América de miserias en nombre de la Libertad”.

 

Conclusión

La valoración histórica de esta afirmación del Libertador es tajante, definitiva, fundamental. Su vigencia, total, estremecedora de conciencias.

https://www.alainet.org/es/articulo/213370
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