Migraciones: un enfoque bolivariano

15/01/2018
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Parto de asumir, como dato de la realidad, el carácter clasista de las migraciones, y, como consecuencia lógica de ello, que las políticas migratorias de casi todos los Estados, tengan ese mismo sello discriminatorio.

 

Las evidencias son elocuentes: se levantan muros contra los pobres y se colocan alfombras para el capital. Se estigmatiza a la clase trabajadora migrante, pero se sacraliza la inversión extranjera.

 

Se trata como mercancía al ser humano: un niño extranjero no puede jugar futbol en equipos de ligas privadas europeas, pero a una estrella de este deporte le dan la nacionalidad en dos días para mover contratos millonarios

 

Concebimos las migraciones como un fenómeno humano ancestral, que en el marco de las sociedades explotadoras ha llegado a convertirse en flagelo para nuestros pueblos. Las migraciones originarias en nuestro continente Abya Yala datan de miles de años, pasando por las oleadas Caribe-amazónicas que brotaron desde el sur guaraní y llegaron hasta Venezuela; por los flujos arahuacos que desde nuestras costas poblaron las grandes islas antillanas, y los movimientos humanos protagonizados por las grandes culturas del sur, centro y meso América que nos legaron esencia desde la nutritiva ternura del maíz, la yuca y la papa.

 

Luego llegaron los invasores europeos que provocaron una catástrofe demográfica en los pueblos originarios, y con ellos, trajeron la migración encadenada y dolorida de la que es hoy nuestra raíz africana.

 

Los clásicos de la economía burguesa afirmaban que el capitalismo permite el libre flujo del capital, las mercancías y la fuerza de trabajo, pero el neoliberalismo prefiere la atracción (fatal) de capitales y repudia los inmigrantes en los países del bloque imperialista, mientras a los que requieren como fuerza de trabajo, los someten a explotación extrema. Es la paradoja humana de la plusvalía trashumante.

 

Hay una fuerte dosis de clasismo y racismo en el fenómeno migratorio. Hay inmigrantes e “inmigrantes”. En América Latina hubo gobiernos que –inspirados por el positivismo social- trajeron colonias europeas para “mejorar la raza”. El inmigrante gringo o europeo es bien recibido; mientras, el hermano latinoamericano o africano es despreciado por las élites económicas y gobernantes.

 

Nuestros emigrantes sufren discriminación en los países imperialistas. Incluso, en países hermanos, hay discriminación hacia inmigrantes venidos de naciones vecinas.

 

Hay una doble moral capitalista en el tema de las migraciones: por un lado la sobre-explotación de la mano de obra inmigrante, los obstáculos al libre tránsito de personas, la estigmatización del migrante como delincuente, utilización electorera por políticos xenófobos; junto a la necesidad de crecimiento del mercado interno de países viejos demográficamente, robo de talentos y cerebros, problemas de tráfico y trata de personas, y los refugiados como segmento especial de las migraciones, que son ciudadanos expulsados de su país por la violencia de regímenes oligárquicos aferrados al poder, como es el caso del pueblo colombiano.

 

También se contraponen modelos migratorios antagónicos. Migraciones para el odio, como las que EEUU ha promovido contra Cuba desde ese reducto contrarrevolucionario que es el sur de la Florida; y migraciones para el amor, como la que Cuba y Venezuela llevan a cabo con profundos lazos de solidaridad y altruismo.

 

No debemos olvidar que el imperialismo no ha vacilado en utilizar la migración como pretexto de invasión colonialista, supuestamente para “proteger” a sus ciudadanos en otras partes del mundo. Recordemos Granada y Panamá, por solo citar dos casos.

 

Reconocemos los aportes de la Revolución Bolivariana en la gestación de una nueva cultura del trato al inmigrante. El Estado venezolano hace enormes esfuerzos por incluir a la población inmigrante. Sólo de Colombia se estima que hay en Venezuela cerca de 5 millones de inmigrantes. El Gobierno Bolivariano ha dignificado la vida de estas personas, dando acceso masivo a la documentación legal, y a las políticas de inclusión social que les arropan igual que a los nacionales. En el sistema de salud público, en la educación gratuita a todos los niveles, en el acceso a alimentos y energías subsidiadas, en todos los servicios: eléctricos, transporte, agua y comunicaciones, están siendo beneficiados quienes han hecho de Venezuela su segunda patria.

 

Con políticas humanistas y solidarias, la Revolución Bolivariana está demostrando que otro mundo es posible.

 

Reconocemos por igual el inmenso esfuerzo que realiza la Revolución Ciudadana en Ecuador, para brindar protección internacional a más de 50.000 refugiados colombianos; y las enseñanzas que en esta materia nos ha dado la siempre heroica Revolución Cubana, que, en medio de grandes dificultades económicas, no vaciló en darle abrigo, alimento y educación a cientos de miles de africanos, latinoamericanos, árabes y todos los pueblos que alguna vez requirieron su solidaridad.

 

Llama la atención que todas las instituciones multilaterales involucradas, suelen realizar pomposas cumbres y declaraciones rimbombantes para que le presten más atención al problema migratorio. Pero la cruda realidad es que el fenómeno se acrecienta y empeoran los efectos negativos del mismo.

 

Sólo los emigrados de cuatro países indoamericanos suman la población entera de Venezuela. Doce millones de mexicanas y mexicanos, nueve millones de colombianas y colombianos, tres millones de personas de El Salvador, e igual cantidad de hermanos ecuatorianos, más otros tantos de Honduras, Guatemala, Haití, Dominicana, fueron expatriados en las últimas dos décadas por modelos opresores que hicieron del capital su religión y vicio.

 

El fenómeno tiene raíces básicamente económicas, donde la imposición del modelo neoliberal ha jugado un papel determinante en el incremento de la fuga de capital humano de nuestros países.

 

Vemos con preocupación que existe una masiva violación de derechos humanos de los migrantes en Estados Unidos y Europa, en particular los derechos laborales.

 

Medios de comunicación y políticos derechistas acusan a los inmigrantes de la crisis y la falta de empleo, promoviendo odiosas actitudes xenófobas rayanas en el nazismo. Las migraciones forzadas por calamidades socioeconómicas, por violencia política y hasta por desastres ambientales, producen dolorosas rupturas familiares, procesos de desarraigo ciudadano y espiritual, que atentan contra la dignidad y estabilidad de la persona humana.

 

Realidades paradójicas ofrece el terrible paisaje de la migración de los pobres. El caso de México que es país expulsor de emigrantes y, a la vez, receptor o tránsito de otros, especialmente de Centroamérica, que son víctimas de violaciones de derechos humanos, y presas fáciles del crimen, por la extrema indefensión en que se encuentran.

 

Esta situación también genera vecindades conflictivas, especialmente de EEUU con todos los países del sur, incidiendo en fronteras altamente peligrosas, que en muchos casos se han escapado de las manos de los actores estatales, o, con la complicidad de éstos como agentes del capital transnacional, han permitido el establecimiento del narcotráfico y el negocio de las armas, con las escandalosas secuelas en ingobernabilidad y muerte que son harto conocidas.

 

Pero si el cuadro podía ser peor, lo es cuando constatamos la situación específica de los grupos más vulnerables: el tráfico de mujeres hacia Europa y Estados Unidos para explotarlas en la prostitución, y la aberración de utilizar niñas, niños y adolescentes en estos negocios infrahumanos.

 

Debe haber una discusión internacional de estos problemas y fijar estrategias comunes para enfrentarlos. Las guerras imperialistas en Irak, Afganistán, Libia, Sudán, Siria, han lanzado al refugio a millones de personas, mientras el capital transnacional se apropia de las riquezas de esos pueblos.

 

En Nuestra América tenemos el caso colombiano, donde se ha producido la mayor catástrofe humanitaria de la historia después de la invasión europea del siglo XVI. Más de seis millones de desplazados internos y varios cientos de miles refugiados en los países vecinos, se suman a los miles de luchadores sociales asesinados, torturados y encarcelados, otros miles de “falsos positivos”, extravagante forma de ejecución extrajudicial puesta en práctica por un terrorismo de Estado que se acostumbró a las masacres, las fosas comunes y hasta los hornos crematorios típicos del fascismo.

 

Debemos estudiar a fondo las causas del crecimiento del problema de la migración de nuestros compatriotas. Denunciar los efectos que han tenido los TLC´s y el modelo neoliberal en general, en el empobrecimiento de nuestra gente y la emigración de la fuerza de trabajo como máscara de una nueva colonización.

 

Necesitamos fortalecer la protección y solidaridad con nuestros emigrados en Estados Unidos y Europa. Establecer coordinación efectiva con sus organizaciones naturales y estimular la agrupación de sus luchas.

 

Se deben establecer mecanismos permanentes de consulta sobre las migraciones, con carácter orgánico, que emule las iniciativas integradoras en espacios como ALBA, UNASUR y CELAC; donde podamos intercambiar experiencias en políticas públicas y sistematizar información especializada en la materia, así como coordinar acciones comunes en defensa de nuestros migrantes.

 

Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.

https://www.alainet.org/es/articulo/190361
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