Balance y expectativas de cara al 2009

Brasil avanzó varios casilleros en el tablero mundial

02/01/2009
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Durante el año que se fue, Lula Da Silva trabajó para profundizar y encabezar la integración regional. Su próximo objetivo, sentarse junto a las potencias en el Consejo de Seguridad o en un G8 ampliado.
 
En este año que se fue, Brasil mantuvo una política exterior bastante agresiva, que tratará de continuar y capitalizar en 2009. En el plano regional, trabajó para fortalecer el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), un espacio más amplio en lo geográfico y en lo político. Además, acercó estos bloques a los países andinos y caribeños y a Cuba durante la “combocumbre” de Costa do Sauípe (Bahía, Brasil), donde se sentaron las bases para la creación de la Organización de Estados Latinoamericanos y Caribeños (OELC) y la isla ingresó formalmente al Grupo Río.
 
En esa oportunidad, un exultante Felipe Calderón, presidente de México, habló del lanzamiento de la OELC como “una OEA (Organización de los Estados Americanos) sin Estados Unidos ni Canadá”. La ocasión también sirvió para sellar la creación de otra iniciativa que lleva el copyright brasileño, el Consejo Suramericano de Defensa, un espacio que servirá, según adelantaron los presentes, para aliviar todo tipo de tensiones y permitirá un mejor desarrollo de la industria de material militar de sus integrantes.
 
La “combocumbre”, denominación acuñada por el mandamás ecuatoriano, Rafael Correa, se trató de la combinación, en el mismo lugar y en sólo dos días, de la 36º reunión de mandatarios del Mercosur, la reunión extraordinaria de la Unasur, el encuentro del Grupo Río y la Cumbre de América Latina y el Caribe. A tres décadas del concierto de generales dirigidos por la CIA y a una del Consenso de Washington, no es poco.
 
La asociación de Cuba a una instancia supranacional de América Latina era una deuda que no mantenía coherencia con la nueva camada de presidentes, muchos confesos admiradores de la Revolución. Sobre este punto, las conversaciones en el complejo turístico de Costa do Sauípe concluyeron en darle tiempo a la nuevo presidente estadounidense, Barack Obama, para que muestre cuál será su política hacia La Habana. Si continúa el bloqueo, se avanzará más rápido en la construcción de la ya mencionada “nueva OEA”.
 
El Grupo de Río es una instancia de consultas políticas integrada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Venezuela, México, Ecuador, El Salvador, Haití Guatemala, Guyana, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Panamá, Perú, Uruguay, República Dominicana, Belice y un representante rotativo de la Comunidad del Caribe. El inicio de este armado tuvo como objetivo, justamente, encontrar soluciones autónomas durante la Guerra Fría.
 
Quizá, una de las manchas del Gobierno de Lula es haber terminado su presidencia pro témpore del Mercosur sin conseguir avanzar en la unión aduanera. En este año, el puesto estará en manos de Paraguay y Uruguay, naciones que, con cierta razón, están desencantadas con un Mercosur que mantiene asimetrías y parece servir sólo a los intereses de los hermanos mayores.
 
En esta última cumbre, los uruguayos se manifestaron contrarios a subir aranceles externos para proteger determinadas industrias (como la marroquinería). También trabaron la designación de un secretario general de la Unasur, al vetar la candidatura del ex mandatario argentino Néstor Kirchner, que tenía el visto bueno del resto de los integrantes.
 
Por su parte, Paraguay frenó la eliminación del doble arancel dentro del bloque, que permitiría que los productos que ingresan del exterior no paguen impuestos otra vez cuando son transportados de un miembro al otro. Brasil, que construye su superávit fiscal a partir su intercambio con el Mercosur -entre 2003 y 2006 fue de unos 12 millones de dólares-, tendrá que arbitrar las medidas necesarias para reducir esos descontentos. A mayores beneficios, mayores responsabilidades, tendría que ser la ecuación.
 
Aún en la región, Brasil logró pasar otro año, sin comprometerse de lleno en los mega proyectos propuestos por el jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez, aunque trabajó un poco más en el Banco del Sur que en el Gasoducto.
 
Además, en el plano internacional, el gigante amazónico fue tomado en cuenta como el líder de los países emergentes y en vías de desarrollo. Empero, en este apartado, sufrió un tropezón en la Ronda de Doha, la mesa de diálogo de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Pero logró reponerse al mantener una actitud ofensiva durante la debacle financiera que aún no termina y cada vez golpea más duro a la economía real.
 
En Doha, Brasil se mostró bastante flexible a la propuesta de abrir los mercados periféricos a la entrada de manufacturas producidas por las potencias centrales, aún cuando éstas no se comprometieran reducir su proteccionismo agrícola. Y eso le valió la recriminación de los más postergados, que se consideraron traicionados por Brasil, a quien le había confiando cierta representación. Al final, tuvo retractarse y las negociaciones naufragaron.
 
Pero la nación lusoparlante recuperó su imagen cuando, en plena crisis, a través de su presidente, Luiz Inácio Lula Da Silva, señaló de manera insistente la necesidad de reformular el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de pedir que el peso de la hecatombe recaiga sobre Estados Unidos y Europa, a quienes apuntó como responsables. Sobre los organismos de crédito, pidió más participación de los Estados menos afectados y con las cuentas más controladas.
 
La relación con Argentina
 
En 2008, Brasil terminó de formalizar una alianza estratégica con Argentina cuando allá por marzo Lula llegó a Buenos Aires para establecer junto a Cristina Fernández las prioridades de la relación bilateral. Además, esos acuerdos significaron dejar de lado viejos rencores y coordinar trabajos en áreas sensibles como energía nuclear, investigación espacial y construcción de material militar.
 
En ese entonces, los mandatarios pusieron a funcionar el Mecanismo de Integración y Cooperación Bilateral (MICB), un dispositivo con características inéditas porque prevé dos cumbres por año para repasar asuntos en común y analizar el cumplimiento de metas establecidas previamente. El segundo episodio tuvo lugar en Brasilia el último 8 de septiembre.
 
“Vamos a sortear las diferencias, porque cuanto más profunda sea la integración, menos lugar habrá para algunas minorías que siguen soñando con el fracaso de este Mercosur”, señaló Lula en aquellos días. Por su parte, Cristina Fernández subrayó el logro que significó superar viejas concepciones que obstaculizaban la mancomunión, producto de “mentes febriles que impidieron que Argentina y Brasil se constituyeran en el eje de transformación de una zona que necesita de la recuperación de su sociedad”.
 
Las claves del éxito
 
Según el profesor de la Universidad Nacional de La Plata y experto en relaciones internacionales, Alejandro Simonof, quien dialogó con APM, Brasil “está recogiendo los frutos” de una política exterior basada en un buena lectura, “pragmática se podría agregar”, que siempre buscó mercados para vender sus materias primas y manufacturas.
 
Asimismo, para Simonof, el rasgo sobresaliente del Gobierno de Lula fueron los éxitos conseguidos puertas afuera, que le sirvieron para marcar una ruptura con su antecesor, Fernando Henrique Cardoso -presidente entre 1995 y 2002-, algo que no consiguió en el plano interno. El profesor también ponderó las excelentes relaciones que estableció con Sudáfrica, China, India y Rusia, países con los que comparte la categoría de emergentes.
 
En el mismo sentido se expresó el investigador argentino Vicente Palermo, sociólogo y doctor en Política, que ha dedicado su vasta carrera académica a comprender la sociedad brasileña. “Si mucha posibilidad de maniobra en el terreno doméstico, pero con la necesidad de mostrar un cambio de época, Lula eligió la política exterior como un campo de renovación y canalización de las esperanzar que se depositaban en su mandato”, señaló a la revista Veintitrés.
 
Con esa idea, Lula nombró de vicecanciller a Samuel Pinheiro Guimarães (todavía en el puesto), uno de los intelectuales, junto a Helio Jaguaribe, más comprometidos con el rechazo del ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas) y la necesidad de la integración regional. Pero, explicó Palermo, esa iniciativa le generó roces con Itamaraty (como se conoce a la Cancillería), “acostumbrada a manejarse con bastante autonomía y aferrada a la idea china dominar por gravitación pero sin proponerse como líder”.
 
Entonces, Lula encontró un equilibrio que, parece, fue la clave de su éxito: no resignó su idea de comandar Suramérica, pero optó por la no confrontación. Por ejemplo, a diferencia de Chávez, Lula no eligió la postura anti-estadunidense como bandera pero se movió para disminuir la influencia de Estados Unidos en el cono sur y un poco más allá.
 
Uno de los puntos más polémicos sobre la diplomacia brasileña, que Lula no inventó pero tampoco modificó, y por eso cabe en este análisis, es el supuesto imperialismo que ejerce sobre sus vecinos de los cuales saca provecho, ya que mientras mantiene superávit comercial con Argentina, consigue un gas barato de Bolivia y una energía hidroeléctrica aún más barata de la represa hidroeléctrica de Itaipú, que maneja de manera conjunta con Paraguay.
 
Con respecto a Argentina, habría que advertir que la conducta expansionista corre a cuenta más que nada por la burguesía industrial, simbolizada por la poderosa FIESP (Federación de las Industrias del Estado de San Pablo), que adquirió en poco tiempo verdaderos emblemas como Pérez Companc, Loma Negra, Acindar, Alpargatas, Quikcfood y Swift Armour.
 
Igual, no hay una animadversión hacia la celeste y blanca, ya que, por ejemplo, la cervecería belga-brasileña Inbev, dueña de Brahma y Quilmes, acaba de comprar la estadounidense Anheuser-Busch, dueña de la famosa marca Budweiser, por 52 mil millones de dólares. Con eso, Inbev se convirtió en el fabricante cervecero más grande del mundo.
 
La relación Paraguay
 
Hay una situación inédita para Brasil en la región que resulta de gobiernos progresistas/nacionalistas en Bolivia y Paraguay, países que siempre había concebido en materia energética y de mercado interno como dos apéndices. En el caso de los guaraníes, los reclamos del flamante presidente Fernando Lugo pasan por renegociar la normativa de explotación de Itaipú, asentada sobre el río Paraná en la frontera binacional.
 
El contrato vigente indica una cuota energética para cada país. Y según la prensa paraguaya, mientras Brasil usa la totalidad de los megavatios/hora que le corresponden, Paraguay usa sólo un 18 por ciento y debe ceder su excedente obligatoriamente el vecino país a un precio irrisorio de 100 millones de dólares anuales, cuando las estimaciones señalan que una suma justa no puede bajar 1.250 millones.
 
“Tenemos un Tratado de 1973 que establece que mitad de la energía es brasileña y mitad es de Paraguay. Y fija que toda la energía excedente que Paraguay no use, debe vendérsela a Brasil; no puede venderla a otro país. Y esto porque fue Brasil quien financió prácticamente Itaipú. La cuestión del precio que le pagamos a Paraguay por el excedente que nos vende es siempre relativo: hoy Brasil paga más la energía que compra a Paraguay que lo que se paga aquí dentro. Brasil tiene que hacer todo el esfuerzo necesario para facilitar la vida de Paraguay, un país pequeño”, dijo Lula al ser consultado sobre la cuestión por un matutino de la ciudad de Buenos Aires.
 
Si bien es cierto que Brasil costeó casi en totalidad de la obra, destrabar ese conflicto será clave para una recuperación paraguaya y para una integración más equitativa. Este episodio pone a prueba la vocación integradora de Brasil, que por ahora, cuando son tocados sus intereses económicos, tanto fronteras adentro como fronteras afuera, le cuesta bastante reaccionar como un hermano suramericano.
 
Un lugar en la mesa de las decisiones
 
Brasil intentará concretar su incorporación a las mesas donde se toman las decisiones de la política mundial. Con los palmares conseguidos en la arena internacional, más una economía pujante, intentará formar parte de un G8 ampliado y de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
 
Para eso deberá encolumnar detrás suyo a los países latinoamericanos. En ese sentido, los huesos más duros de roer son Perú y Colombia, que aún se mantienen bajo el tutelaje político y económico de Estados Unidos e intentan sabotear cualquier instancia de unificación. No es casualidad que el peruano Álan García y el colombiano Álvaro Uribe haya faltado a la cita de Costa do Sauípe.
 
La estrategia militar
 
La estrategia militar adoptada por el Gobierno de Lula se mantiene orgánica con su idea de disolver las viejas hipótesis de conflicto enquistadas en las bibliotecas castrenses. Es así que entre noviembre y diciembre presentó el Plan Estratégico Nacional de Defensa (PEND), que, además de dar prioridad a la protección de los recursos naturales, establece quitar de la lista de posibles enemigos a los países limítrofes -en especial a Argentina- y establece que las disputas con terceros serán superadas en ámbitos políticos como el Mercosur, la Unasur o el flamante Consejo Suramericano de Defensa.
 
El PEND también incluye una fuerte inversión para iniciar un rearme y dotar a las tres fuerzas nuevos equipos y más infraestructura. Por eso, las partidas para el sector pasarán del 1, 4 al 2,4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI). Pero el proceso de recuperación ya comenzó este año, cuando se ejecutaron, sólo en inversión, sin contar salarios ni otros gastos, unos 2.585 millones de dólares contra 1.100 de 2007. La iniciativa se servirá de la investigación estatal y tratará de nutrirse de las naciones más avanzadas en este punto.
 
En ese marco, Lula firmó en diciembre un acuerdo con su par francés, Nicolás Sarkozy para la construcción de un submarino de propulsión nuclear, que estará operativo en 2024. El tratado incluye la transferencia de tecnología de punta, la que será usada para proteger más eficientemente la selva amazónica, las reservas de agua potable y los gigantescos yacimientos de hidrocarburos que descansan en aguas profundas a 300 kilómetros de la costa de San Pablo y Río de Janeiro.
 
Con un Ejército de 190.000 militares, una Marina de 48.600 hombres y la Aeronáutica de 73.500 efectivos (cifras a comienzos de 2008), Brasil posee las Fuerzas Armadas más numerosas en América Latina. Según el ministro de Defensa, Nelson Jobim, la estrategia de Brasil no se define por "pretensiones expansionistas sino por el concepto de disuasión; es decir, que a nadie se le ocurra que puede entrar tranquilamente en el espacio aéreo brasileño, ni tampoco que nadie piense que puede concentrar fuerzas en el mar, en aguas territoriales brasileñas".
 

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata,  Argentina.  

http://www.prensamercosur.com.ar

https://www.alainet.org/es/articulo/131712
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