Causas del estancamiento universitario en Bolivia

16/12/2014
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En un artículo anterior sobre este tema (Página Siete 15/09/2014), estimábamos que la universidad boliviana, sobre todo la autónoma, acumulaba un atraso de “por lo menos 50 años”. El vicepresidente del Estado Plurinacional, Alvaro García Linera, sugirió por su parte que el atraso era en realidad “de 100 años”. Este atraso secular genera en realidad graves daños al país. La universidad, que debería ser la institución que contribuye a mejorar la economía y el bienestar de la sociedad mediante sus titulados, se convirtió más bien en un peso que absorbe un presupuesto gigantesco.
 
El atraso es tan grande que el gobierno reconoció que no podía contar con profesionales titulados por ella para ejecutar proyectos tecnológicos que requieren de conocimientos técnicos contemporáneos. Se vio, por consiguiente, en la necesidad de becar a universidades extranjeras a un grupo de titulados por las universidades locales. Lamentablemente, solo 60 sobre 640 postulantes superaron la prueba para obtener las becas, lo que ratifica el bajo nivel de las universidades autónomas o privadas. Ante esto, el vicepresidente sugirió un plazo de “diez años” para que las universidades se modernicen.   
 
Lo lamentable es que mientras el Estado, es decir el país, realiza un fuerte sacrificio presupuestario para enviar becados al exterior, la universidad boliviana rechaza anualmente a profesionales bolivianos que retornan al país luego de obtener, por su cuenta, brillantes doctorados y maestrías en las mejores universidades del mundo. Se prioriza en realidad a licenciados de nivel inferior, sobre todo a amigos y a compadres.    
 
 ¿Cómo es que se acumuló semejante atraso? La “dinámica” universitaria que prevaleció durante el siglo pasado no tendió en realidad al mejoramiento de sus estructuras académicas, es decir, a la superación de sus estudiantes, sino al estancamiento. Existen factores sobre todo sociológicos que explican este atraso.  
 
Primeramente, en las primeras décadas del siglo pasado, los licenciados que dirigían las universidades públicas, establecieron estructuras en la perspectiva del corto plazo, y no en las de largo plazo, es decir, en lo que el país requería para su desarrollo. Estas se consolidaron luego en estructuras inamovibles, caracterizadas en particular por la existencia de “un solo ciclo universitario”, el de “licenciatura”, y la exclusión de los ciclos superiores de maestría y de doctorado. Según éste pensamiento, Bolivia no necesitaría de ciclos superiores, es decir, de ciclos de capacitación mediante la investigación, como los existentes en las  universidades de los países desarrollados. Estos ciclos, en que no se imparten más las materias básicas de licenciatura, son en realidad los que imprimen la dinámica de modernización permanente en las universidades extranjeras, lo que redunda en la prosperidad de sus países.  
 
En segundo lugar, las estructuras de estancamiento establecidas el siglo pasado, tenían como “motor de reproducción” las luchas políticas permanentes y las elecciones periódicas para elegir a sus “dirigentes académicos” –rectores, vicerrectores, decanos, vicedecanos y directores. Estas luchas encarnizadas, denominadas erróneamente como “libertad política e ideológica”, no contribuyeron al mejoramiento académico de los estudiantes sino simplemente al logro de intereses personales prebendales y patrimoniales de pequeños grupos. Las elecciones universitarias permanentes constituyen, en realidad, el medio legitimador para que grupos de docentes accedan a un nivel social que los transforman en “oligarquías burocráticas universitarias”. Gracias a la protección que otorga la “autonomía”, estas oligarquías transforman las universidades en su patrimonio personal lo que contribuye al estancamiento académico.         
 
En tercer lugar, para disfrazar su inmovilismo y para impedir la creación de ciclos académicos gratuitos de maestría y de doctorado, la oligarquía crea los famosos “posgrados pagados”, “centros de investigación”, cursos de “magister”, de “educación superior” y otros inventos creativos y remunerativos. Estos  cursos significan ingresos interesantes ya que cuestan sumas millonarias a los estudiantes, pero, lamentablemente, estos reciben a cambio durante varios años “cursos atiborrados de materias de licenciatura e impartidos por licenciados”, por lo que nadie investiga y casi nadie se titula. Estos posgrados millonarios son, en realidad, instancias de discriminación social contra la gran mayoría de estudiantes. En las universidades de los países desarrollados los dos ciclos superiores se caracterizan únicamente por la investigación continua presencial y supervisada por tutores doctores. En estas condiciones, la investigación de alto nivel está garantizada, así como la formación de alto nivel de los titulados.
 
Finalmente, dijimos que el atraso de la universidad tenía sobre todo “determinantes sociológicos”. Los docentes licenciados lograron constituirse en una especie de “estamento social burocrático” cuya dinámica tiende a proteger sus intereses personales, pero a expensas del progreso de las universidades y del país. Se trata de un estamento social parecido, por ejemplo, a los pequeños comerciantes que se organizan para proteger sus intereses. La diferencia entre ellos y los docentes es que estos se apropian de los recursos públicos y los convierten en su patrimonio, en su interés autónomo, como en el caso de los empleados de la Caja Nacional de Seguridad. Los intereses de estancamiento de este estamento son antagónicos, sin embargo, con las aspiraciones académicas de los estudiantes y los intereses de desarrollo del país.      
 
La Paz, 12 de diciembre de 2014
 
-                      Bernardo Corro Barrientos es doctor en economía y maestro en antropología. bcorro@gmail.com, cel 71282202
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