Un estadista de marras

18/02/2014
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He escuchado a Ricardo Álvarez, que si el Tribunal Supremo Electoral hace valedero el fraude electoral ejercerá muy pronto una de las tres posiciones de Designado presidencial, equivalentes a Vicepresidencias de la República, hacer declaraciones públicas, sintiéndose ya dueño del puesto –adquirido, insisto, en franca violación del supremo deseo del pueblo hondureño burlado, una vez, más en las urna
 
Tales declaraciones lo desnudan como un estadista de marras, de pacotilla, con antecedentes como funcionario público que no le recomiendan dado que sus dos ejercicios como alcalde de la capital han sido un fiasco verdadero, pues deja convertida a la ciudad en un  mar de baches en sus calles, en un basurero gigantesco en donde pululan las ratas y otras alimañas, además de los pobres –objeto de su política - que pululan en torno a los desechos en busca de alguna lata o una botella para obtener unos centavos bien en busca de desperdicios –léase bien- desperdicios para alimentarse, en una ciudad encarcelada frente a las incapacidad del gobierno de su partido de superar la delincuencia que nos ha convertido en el país con más criminalidad y mayor impunidad del mundo, en una ciudad en donde sus ciudadanos quedan con mal sabor de boca frente a las denuncias constantes de corrupción en la administración municipal, pues únicamente la concejal Doris Gutiérrez, con total transparencia, rindió el informe que el pueblo espera de todos acerca de los manejos de los fondos a ellos asignados. Todo esto en una administración que cacareó la consigna de: Primero los pobres.
 
Pues bien, volviendo al asunto que me trajo a este comentario, el señor Álvarez ha hablado para sobrevalorar su participación en el dizque triunfo electoral de JOH, el que, de acuerdo con su criterio no se habría logrado sin su participación. Es evidente que tal desfachatez de Ricardo no se la cree ni él mismo, puesto que, como de todos es sabido, JOH ha ganado las elecciones auxiliándose del tesoro nacional para montar su propaganda en todos los medios pagada por el Congreso Nacional, con los bonos solidarios que son una bofetada a los pobres a quienes se les considera méndigos permanentes útiles solo en el día de las elecciones, con bolsas solidarias que contienen un mendrugo para saciar el hambre de hoy pero para profundizarla durante la duración del período presidencial ejercido a contrapelo de los deseos de los hondureños expresados claramente en las urnas, con la compra de voluntades mediante sumas de dinero que han sido recibidas indignamente por quienes no quieren salir de la indignidad y que colaboran con las fuerzas tradicionales para el mantenimiento de este sistema que les  humilla y que subvalora a la mayoría de los hondureños que se debaten en la pobreza y la miseria y, si esto fuera poco, por los actos de traslados inconsultos de votantes de sus centros de votación, resucitación de muertos, fallecimiento legal de vivos que andan vivitos y coleando, de fabricación de partidos falsos para respaldar -mediante el tráfico de credenciales de representantes a las mesas electorales- el fraude, de falsificación de actas, del acreditamiento de votos antes de que se realizara la elección,…. y paro de contar. No olvide Ricardo que él mismo fue víctima de estos procedimientos fraudulentos cuando aspiró a ser candidato presidencial y que aceptó, luego de un pataleo fugaz, mansa y vergonzantemente.
 
Se refirió, además, Ricardo, con el respaldo de su ideología troglodita, afín a la de los dinosaurios, en forma burlesca a la República Bolivariana de Venezuela y a sus legítimos dirigentes, respaldados recientemente por el pueblo en una elección municipal que la oposición, afín a nuestro estadista de marras, convirtió en un plebiscito al que fue por lana y salió trasquilada. Y lo hizo con tal desfachatez que le condujo a ignorar que, a pesar de que ejercerá la designación presidencial como fruto de un fraude, su gobierno deberá conservar y buscar la amistad y la solidaridad de todas las naciones del mundo que estén dispuestas a cooperar con nuestro pueblo. Incluido el de la República Bolivariana de Venezuela.
 
Ha dicho Ricardo, con una ceguera a propósito, que los venezolanos viven en la total miseria y que ni siquiera tienen papel higiénico, es más que no lo necesitan pues como no comen no podrán tampoco cagar. ¿Con qué talante se podrá presentar el señor Ricardo ante los dignatarios venezolanos cuando ejerza su cargo fraudulento?
 
¡Vaya muchacho! Sería interesante que en un debate público, que le sugiero a Ricardo para que aclare todas sus dudas, con el representante diplomático de la República Bolivariana de Venezuela se compararan cifras y realidades: 1. Las míseras viviendas dignas que Ricardo ofrece a los miserables de Honduras contra el programa de viviendas del gobierno bolivariano, 2. El sistema de salud de los centros de salud y los hospitales saqueados para repartir demagógicamente los pocos medicamentos que quedaban para atender las precarias necesidades de salud de los hondureños, contra el sistema de salud venezolano, 3. El sistema de educación fortalecido en Venezuela para dar oportunidades a todos, desde la enseñanza preescolar hasta la universitaria (el Comandante Chávez entregó una computadora escolar, fabricada por los mismos venezolanos, a todos y cada uno de los niños venezolanos), contra la precariedad de nuestras escuelas y de las condiciones en que nuestros niños que les niegan toda salida de la ignorancia que conviene a quienes nos desgobiernan desde hace siglos, 4. Los grandes proyectos de cooperación con las grandes potencias del mundo que ha firmado y ejecutado Venezuela en favor del desarrollo de ese país, comparado con el atraso tradicional de nuestra empresa privada, maquiladora y revendedora a costa del sacrificio de los hondureños que entregan su pulmón sin la remuneración justa; de nuestros empresarios burladores de la ley, que estafan al Estado y al pueblo mediante sus contratos vergonzantes, su evasión de impuestos, su práctica de contrabando, su régimen de exenciones y sus precios abultados para esquilmar a los pobres, 5. Pero sobre todo para comparar la dignidad que ha adquirido ese pueblo, gracias al gobierno bolivariano que no permite injerencias externas, ni muchos menos que el embajador de otro país se llegue hasta la sede del Tribunal Supremo Electoral a decidir lo que corresponde al pueblo, contra la indignidad de nuestro país convertido en marioneta internacional.
 
Pero lo que mueve a risa y da lástima es lo del papel higiénico, porque Ricardo habla de su situación y de la de sus compinches, pues ni cuenta se da que en el campo y en las barriadas se cagan al aire libre y no usan papel higiénico sino que hojas de árbol, olotes, tusas y hasta piedras. Vaya a las barriadas y compruebe que ahí no huele a jazmines. Vaya a la salida hacia el Norte, por el lado de la Torocagua, y verá que frente al Centro Comercial que ahí funciona hay una laguna, en plena calle, en donde desembocan las aguas negras de las colonias marginales que se encuentra a la vera de la carretera que conduce a Olancho, aguas que los vehículos se encargan de convertir en fragantes gotitas suspendidas en el aire y que respiran los habitantes pobres de esa zona. Además, lo que había en Venezuela era el resultado de una empresa privada que escondió el papel higiénico y porque ve como sus grandes canonjías se le van de la mano, pues el régimen bolivariano ha decidido poner fin a la glotonería despiadada de los mercanchifles e instaurar un régimen de justicia entre comerciantes avorazados y el pueblo mediante una política de precios justos. El gobierno bolivariano ha instaurado un sistema rojo de justicia mercantil contra un viernes negro como quiere hacerlo aparecer un sociólogo de nuestro patio.
 
Ricardo, no puede haber comparaciones. Y, que lo sepan los hondureños, toda esta situación de miseria e indignidad en que se debate Honduras solo es el resultado de la política de quienes, amparados en los pobres, les han engañado durante largos siglos. Por suerte ha comenzado un despertar seguro de los hondureños frente a la demagogia de Primero los pobres, frente a estadistas de marras que suplantan nuestras aspiraciones.
 
 
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