¡Tomás de Torquemada ha regresado!

04/05/2008
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I

El más conocido pirómano de seres humanos, el célebre perseguidor de herejes y celoso inquisidor, custodio de los dogmas, protector supremo de la verdad revelada, quien enviaba a todos los sospechosos de "desvío" religioso, "brujería" o "posesión satánica", a ser devorados en forma inexorable a la infernal hoguera de este mundo, Tomás de Torquemada (1420-1498), ha regresado al Ecuador y se ha reencarnado, de manera múltiple, en ciertos periodistas y comentaristas que, en forma concertada, se han empeñado en demonizar, perseguir, condenar y generar sospechas de potenciales procedimientos antisociales respecto a quienes alguna vez en su vida se han declarado bolivarianos o simpatizantes de sus ideas emancipadoras e integracionistas, así como de sus anhelos de rotunda soberanía.

II

Ser ecuatoriano y no ser bolivariano es un contrasentido casi biológico y una paradoja casi inexplicable, porque nuestra Patria siempre se ha considerado fruto de sus ideales políticos e hija de su espada y su lucha, así como de su inclaudicable empeño independentista. Desde antes de entrar a la escuela, con anterioridad a aprender a leer y escribir, a todos nos enseñan -nuestros progenitores- a persignarnos, así como, a la par, a respetar la bandera tricolor -elaborada por el prócer Francisco de Miranda-, a la que, nos persuaden en forma convincente, debemos amar y defender, porque ella es el símbolo de nuestra Patria o colectividad nacional; en ella están representados nuestros antepasados y sus afanes, y en ella se plasma la vida y esperanzas de todos los niños, jóvenes y ancianos de nuestro Ecuador, así como de las naciones hermanas redimidas por su amor a la independencia y soberanía nacional.

III

Uno aprende de labios de nuestros padres que esa bandera es sagrada porque cobijó a los próceres que lucharon y perecieron en sus enfrentamientos en contra el colonialismo, la que flameó en las tenaces y abnegadas luchas por la libertad latinoamericanista en las heroicas manos del padre de las naciones y libertador de los pueblos, el general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacio, y del genio de la guerra y santo de la paz, el mariscal Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, así como de sus eximios y bizarros soldados (sin cuyo nobilísimo concurso tampoco hubiese existido independencia), entre quienes destacó, junto a tantos otros, el llamado héroe niño Abdón Senén Calderón y Garaicoa!

IV

Difícilmente existe familia en el Ecuador que no posea siquiera uno de sus hijos o consanguíneos el nombre de Bolívar; es tan común como José, Luis, Carlos, María o Rosa; o quizá más frecuente. No hay escuela que no exhiba sus fotos u óleos. No se puede encontrar un caserío por humilde y distante que sea que no tenga siquiera una calle o una escuela con su nombre. En ciudades grandes las más importantes vías y calles, que cruzan el centro de la ciudad como las venas al corazón, junto al parque central, están aquellas que llevan su nombre. En Cuenca, en Pasaje, o en cualquier otra urbe o provincia, la calle principal, por lo general, se denomina Simón Bolívar, y la otra calle paralela, al otro lado del parque mayor, tiene la denominación Antonio José de Sucre. Decir que alguien es ecuatoriano y no aprecia a los libertadores es, para ejemplificarlo, como decirse católico o cristiano y, a la vez, manifestar que no se cree en Dios.

V


Parte medular de la historia nacional y americana, que se enseña en todas las escuelas y colegios, es la gesta de la independencia latinoamericana, y en ella están las nobles y señeras figuras de Bolívar y Sucre. Ellos son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre; son parte tangible de todas nuestras familias. De ellos se conoce más que de la vida de los propios tíos de uno. El afecto a su presencia es de tal género que, como simple ejemplo, en la Federación Deportiva del Azuay, FDA, la que dispone del mayor número de medallistas por cada cien mil habitantes en todos los juegos nacionales de los últimos lustros en el Ecuador –y que ha brindado innumerables campeones bolivarianos, panamericanos y mundiales-, en votación secreta, durante la presidencia del doctor Ernesto Cañizares Aguilar, en 1985, por espontánea voluntad de sus deportistas, se decidió nombrar su figura histórica y referente de sus actividades al libertador Simón Bolívar. Incluso, por decisión unánime de los deportistas y dirigentes, se ubicó su busto en la parte más destacada de sus instalaciones y su día de festejo institucional es el 24 de julio, día del nacimiento del libertador. ¡Evitar la natural e invencible simpatía de nuestro pueblo por la causa bolivariana es más difícil que pretender hacer regresar el curso natural de las aguas de todos los ríos, empezando por el Amazonas!

VI

Pero ¿de dónde ha salido este enfermizo malquerer y perversas insinuaciones en contra de los bolivarianos, por parte de estos modernos Torquemadas instalados en ciertos medios de comunicación? ¡En que los insurgentes de Colombia han dicho que ellos están siguiendo sus pasos y que, con una segunda independencia, anhelan la expulsión de potencias extranjeras colonialistas y multinacionales que saquean su país! ¡Y ha bastado aquello para que arda Troya! ¡Pretender que los ecuatorianos dejemos de mirar con el cariño fraternal de siempre como si fuese un entrañable hermano nuestro, o miembro de nuestras familias, sea a Simón Bolívar o Antonio José de Sucre, es la más grande locura y descabellado propósito! ¡Con semejante “lógica” tan burda y elemental, los Torquemadas criollos podrían extender semejante trato a los creyentes católicos porque, mirando televisión, existen videos donde se aprecia a insurgentes prisioneros o fallecidos, en el conflicto interno de Colombia, que llevan un escapulario o un rosario en su pecho! ¡A este paso van a dudar hasta del pontífice romano!

VII

¡Para estos bárbaros y desnaturalizados Torquemadas reencarnados ha nacido un nuevo pecado social! ¡Ser bolivariano! Si alguien alguna vez ha manifestado tener alguna simpatía con el libertador y su causa, aunque sea hace muchos años, ha quedado, según estas mentalidades medievales, como potencial simpatizante de los insurgentes colombianos y merecedor de acaparar todas las conjeturas y padecer todos los desdenes! Así, de golpe, existimos millones de repentinos sospechosos. ¡Pretenden estos Torquemadas que reneguemos de una de nuestras irrenunciables raíces de la identidad nacional ecuatoriana como es el bagaje bolivariano!

¡Olvidan estos vigías imperiales, hacedores de listas “negras”, que los miembros de cada sociedad y país deberán resolver, en forma interna, políticamente y con verdadera y auténtica justicia social, sus propios problemas, con el pleno derecho a la autodeterminación que les asiste a todos sus ciudadanos, conforme lo consagran todas las declaraciones de derechos humanos del mundo! Se habrán puesto a pensar ¿por qué no existen idénticos problemas sociales, económicos y políticos, por ejemplo, que los que se presentan en América Latina, en Suecia, Noruega o Suiza? ¡Son las condiciones internas de cada nación, de inequidad social y segregación económica por lo general, las que se manifiestan en cada caso y realidad; y esas diferencias, y conflictos sobrevinientes, sólo pueden ser arreglados con racionalidad y políticamente al interior de cada colectividad! ¡Si existe justicia no tiene porqué surgir la violencia!

¡Debemos reconocer, por ventura, que estos inquisidores modernos no tienen el poder de Tomás de Torquemada en los siglos tenebrosos de la persecución medieval, porque, conociendo sus concepciones cavernarias, sin la menor duda, nos habrían enviado a la hoguera a millones incontables de ecuatorianos que nos hemos reivindicado bolivarianos hace décadas! ¡Y pensar que estas mentalidades tenebrosas y lúgubres dirigen la opinión pública del país! ¡Mienten con el mayor descaro y desvergüenza todos los días, sin que nadie les pueda responder y argumentar en vivo! ¡Son los encargados, qué duda cabe, de bombardear ideológicamente la mente de la población desprevenida y asaltar su conciencia para que apoyen a sus propios atormentadores y consumados verdugos!

¿Eran García Moreno, Eloy Alfaro o José Martí miembros de las Farc?

A propósito de este nuevo "pecado social", habría que preguntar si acaso no deberían ser tomados como redomados "pecadores", ecuatorianos de la talla de Gabriel García Moreno o el general Eloy Alfaro Delgado. ¿Por qué razón? ¡Por haber restaurado el uso de la bandera tricolor, mirandina y bolivariana, como símbolo de la República del Ecuador!

Recordemos que el presidente guayaquileño Gabriel García Moreno (quien calificaba de traidores a los partidarios de la desmembración nacional), mediante decreto firmado el 26 de septiembre de 1860, restableció el tricolor grancolombiano, decisión que fue ratificada en la Convención Nacional de 1861; y que el general Eloy Alfaro Delgado, el 7 de noviembre de 1900, firmó el ejecútese del decreto que reglamentó el uso de la misma bandera tricolor grancolombiana, adoptado a instancias suyas por el Congreso Nacional el 31 de octubre de 1900.


¿Por haber sido estos relevantes ciudadanos devotos bolivarianos se los podría acusar absurdamente de precursores o allegados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, como insinúan los incendiarios Torquemadas respecto a los bolivarianos contemporáneos? ¿Saben estos potenciales pirómanos que la admiración de Eloy Alfaro por Bolívar era de tal grado que incluso bautizó con el nombre de Colombia a su única hija?

¡Pretenden estos amedrentadores públicos que nos avergoncemos de ser bolivarianos desde siempre! ¡Habemos entonces millones de "sospechosos"! ¡Ni en la tumba le dejan en paz al libertador de los pueblos y padre de las naciones! Con esa lógica tan descabellada ¿tendrían similar calidad de "sospechosos" los ilustres soldados de Pichincha, Boyacá, Junín, Ayacucho y otros mil sitios gloriosos y memorables? ¿Desde cuándo, y por orden de quién, amar la causa independentista más importante de la historia continental y respetar de manera afectuosa el símbolo bolivariano de la gesta emancipadora latinoamericanista en contra del colonialismo español se constituye en actitud censurable y nos hace merecedores a los ciudadanos libres y de buenas costumbres a ser potenciales integrantes de las caprichosas listas de sospechosos elaboradas por los Torquemadas concertados?

El general Eloy Alfaro Delgado siempre, y en todo sitio, se proclamó devoto bolivariano. Por haberse confesado en múltiples oportunidades como bolivariano, a pesar de fallecer asesinado el 28 de enero 1912, ¿se lo podría calificar, sólo por sus simpatías políticas, a ojos de estos centinelas defensores de la intolerancia, como antiguo adherente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que recién surgirían más de medio siglo después de su atroz asesinato? ¡Un absurdo!

El insigne patriota y fulgurante escritor cubano José Martí era un reconocido admirador de la obra y pensamientos bolivarianos; del libertador, entre muchísimas referencias, escribió: "La América al estremecerse a principios de siglo desde las entrañas hasta las cumbres se hizo hombre y fue Bolívar. No es que los hombres hacen los pueblos, sino que los pueblos, en su hora de génesis, suelen ponerse vibrantes y triunfantes en un hombre"; y también redactó conmovido: "Dícese Bolívar, y ya se ve delante el monte al que, más que la nieve sirve el encopetado jinete de corona; ya el pantano en que se revuelven, con tres repúblicas en el morral, los libertadores que van a rematar la redención del mundo. ¡Oh no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella; de Bolívar se puede hablar con una montaña de tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies!" Y agregó: "Lo que él dejo hecho sin hacer está hasta hoy: ¡porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!"

¿Podremos decir que el prócer maravilloso José Martí, quien cayó en combate luchando por la independencia nacional de su Cuba del alma, en mayo de 1895, por ser bolivariano públicamente reivindicado, era simpatizante, adherente o miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que recién surgirían casi setenta años después de su fallecimiento?

El extremo de la barbaridad llega cuando, para atemorizar al pueblo ecuatoriano, y para reforzar el empeño norteamericano de colocar en la frontera norte la mayor cantidad de soldados, se manifiesta muy sueltos de huesos que el Ecuador ha perdido tres mil de sus ciudadanos asesinados por los grupos irregulares. ¿Tres mil? ¿En dónde? ¿Cómo se llamaban, qué edad tenían, de dónde eran? Eso no es verdad. La guerra interna de Colombia empezó a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948, y nunca se extendió a ninguno de los países vecinos, si bien es cierto que hemos recibido incontables refugiados.

Mirando algunos programas de televisión y ciertos artículos de prensa uno recuerda al detalle los métodos de la CIA narrados por su ex director en el Ecuador, Philip Agee, en su libro "INSIDE THE COMPANY: CIA DIARY" ("Diario de la CIA: La "compañía" por dentro"). La mentira descarada, la calumnia, el engaño, la maliciosa insinuación sin sustento, el amedrentamiento social, una vez más, en forma intensiva y coordinada, han estado a la orden del día para favorecer los intereses imperiales y de los grupos oligárquicos de los países bolivarianos.

¿Karol Wojtyla (Juan Pablo II) era miembro del Partido Comunista Cubano?

Una destacada y reconocida periodista ecuatoriana, que hoy es asambleísta (por Alianza País, lo que, simple opinión, me parece un extravío), María Augusta Calle, en una antigua fotografía de una antigua entrevista aparece junto a una señora que, se dice, es hija del dirigente colombiano Manuel Marulanda. Esta foto ha bastado para generar un barullo injustificado en contra de la comunicadora, cuando precisamente esa es la función de los periodistas: entrevistar, informar, trasladar los conocimientos y distintas versiones a la población; en definitiva, capacitar a los ciudadanos.

¿Cuántos periodistas norteamericanos han deseado con todo empeño, durante décadas, entrevistar a Fidel Castro, como sucedió con Bárbara Walters, sin que ello entrañe ninguna afinidad ideológica, persuadidos que mucho de lo que se manifestaba en contra del líder cubano era una solemne mentira? ¿No se presentó una muy interesante entrevista, ahora histórica, del periodista Carlos Vera al dirigente de las Farc Raúl Reyes, donde éste expresa lo que él piensa y su organización política plantea, y que muchos comunicadores, de cualquier rincón del mundo, la hubiesen deseado hacer, y que nunca poseyeron esa oportunidad? ¿Merecería por ello estar incluido en las listas de los candidatos a la hoguera de los novísimos Torquemadas?

¡Por eso, y para eso precisamente, existen los periodistas! ¿Con la ingenua lógica de que los comunicadores sólo deben entrevistar a quienes se identifican en sus concepciones, no deberían, del mismo modo, los médicos sólo atender a quienes son afines a su ideología, y a los otros pacientes, de modo de pensar distinto, los debe rechazar sin calmarles sus males y dolores, porque en forma supuesta no son sus "coidearios"? ¿Deben acaso los periodistas, antes de cualquier entrevista, además de su ideología, inquirir por el nombre auténtico del padre y madre del compareciente? ¡Esta es una percepción bárbara!

¡Conversar no contagia ni contamina! ¡Existen miles de fotografías en las que el papa Juan Pablo II, en su visita a Cuba, aparece junto a Fidel Castro dándole la mano! ¿Será prueba irrefutable que Karol Wojtyla perteneció al Partido Comunista Cubano? ¿Uno de ellos, acaso, le está levantando el brazo al otro o haciendo una cadena de afinidad o aprobación? No. Es un simple y respetuoso saludo. Nada más.

En el Ecuador se ha desatado un Macarthismo a la criolla –y a la carta-, pero mucho más burdo y torpe que el iniciado por el ya primitivísimo senador Douglas Macarthur, quien en sus delirios persecutorios llegó a acusarle al propio presidente de los EE. UU., a Dwight Eisenhower, impulsor de la llamada "guerra fría", en forma paradójica e increíble, de ... "comunista"! ¿Quién ha dicho entonces que ya no existen, y no se han reproducido, los cazadores de brujas? ¡Ecuador podría exportar decenas de Torquemadas, cada uno más cizañoso que otro!

¿Dónde está el derecho de opinión y pensamiento en la República del Ecuador?


Ante la verdadera criminalización de opiniones emprendidas de manera sistemática, planificada y estudiada, por determinados "periodistas", "comentaristas", "expertos", "analistas", "politólogos", de que los simpatizantes de la obra e ideales de Simón Bolívar, merecen ser excluidos y considerados como "sospechosos" (¡“dignos del infierno”!), conviene recordar que, hace más de dos siglos, la Revolución Francesa, mediante la expedición de la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", aprobada por su Asamblea Nacional, el 26 de agosto de 1789, consagró en su artículo 10, que "Ningún ser humano debe ser molestado por sus opiniones, aún las religiosas, mientras que la manifestación de ellas no perturbe el orden público establecido por la ley."

El artículo 11 de esta misma Declaración, prescribe: "La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los más preciosos derechos del hombre; así pues, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, sin perjuicio de que responda de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley."

Sería coherente que los Torquemadas criollos y otros inquisidores y pirómanos contemporáneos, pidan, en forma previa, para satisfacer sus apetitos y saciar sus animosidades, que se reforme, de manera inmediata, el Código Penal ecuatoriano, y que en él conste, como evidencian sus afanes, como "delito" (¡"digno de reclusión mayor"!) ¡el respetar y simpatizar con los ideales de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre!

Por supuesto que tendrían dos pequeños problemas a resolver: primero, necesitarían una cárcel para más de trece millones de ecuatorianos, y, segundo, deberían empezar encarcelando a los propios jueces y a los encargados de hacer cumplir las leyes!

En la "Declaración Universal de los Derechos Humanos", aprobada y proclamada por la Asamblea General de los Derechos Humanos, de la Organización de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, en su artículo 19, se establece: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."

En la "Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre", aprobada por las naciones americanas en Bogotá, Colombia, en abril de 1948, en su artículo IV, texto acordado por unanimidad, se proclama: "Toda persona tiene derecho a la libertad de investigación, de opinión, y de expresión y difusión del pensamiento por cualquier medio."

El Art. 3 de la Constitución de la República del Ecuador, referente a los "deberes primordiales del Estado", consta en su numeral 2, el siguiente: "Asegurar la vigencia de los derechos humanos, las libertades fundamentales de mujeres y hombres ..."

El Art. 16 de la Constitución de la República del Ecuador, también dice: "Respeto a los derechos humanos.- El más alto deber del Estado consiste en respetar y hacer respetar los derechos humanos que garantiza esta Constitución."

El Art. 17 de la misma Constitución, indica: "Libertad de ejercicio de los derechos humanos.- El Estado garantizará a todos sus habitantes, sin discriminación alguna, el libre y eficaz ejercicio y el goce de los derechos humanos establecidos en esta Constitución y en las declaraciones, pactos, convenios y más instrumentos internacionales vigentes. Adoptará, mediante planes y programas permanentes y periódicos, medidas para el efectivo goce de estos derechos."

El Art. 18 de esta misma Carta Magna, determina: "Aplicación e interpretación de los derechos humanos.- Los derechos y garantías determinados en esta Constitución y en los instrumentos internacionales vigentes, serán directa e inmediatamente aplicables por y ante cualquier juez, tribunal o autoridad."

"En materia de derechos y garantías constitucionales, se estará a la interpretación que más favorezca su efectiva vigencia. Ninguna autoridad podrá exigir condiciones o requisitos no establecidos en la Constitución o la ley, para el ejercicio de estos derechos.

"No podrá alegarse falta de ley para justificar la violación o desconocimiento de los derechos establecidos en esta Constitución, para desechar la acción por esos hechos, o para negar el reconocimiento de tales derechos."

"Las leyes no podrán restringir el ejercicio de los derechos y garantías constitucionales."

El Art. 23, numeral 9, del mismo cuerpo jurídico, proclama entre los derechos civiles de todos los ecuatorianos y residentes en nuestro país, "El derecho a la libertad de opinión y de expresión del pensamiento en todas sus formas, a través de cualquier medio de comunicación, sin perjuicio de las responsabilidades previstas en la ley."

El Art. 97 de la Constitución, relativo a los deberes y responsabilidades de todos los ciudadanos, sean o no autoridades, en su numeral 3, establece: "Respetar los derechos humanos y luchar porque no se los conculque."

Respecto a la vigencia en el Ecuador, como norma de obligada aplicación en el Derecho Positivo, de los Tratados y Declaraciones de Derechos Humanos, cabe recordar lo establecido en el artículo 163 de la misma Constitución: "Jerarquía jurídica.- Las normas contenidas en los tratados y convenios internacionales, una vez promulgados en el Registro Oficial, formarán parte del ordenamiento jurídico de la República y prevalecerán sobre leyes y otras normas de menor jerarquía."

¿De qué vigencia de los Derechos Humanos entonces estamos hablando en el Ecuador si varios de los más relevantes censores, alguaciles de opiniones, aduaneros de ideas, contrabandistas de la razón, pirómanos fallidos (que quedan con las ganas guardadas por un tiempo), y destacados Torquemadas modernos, están encaramados en sitios que deberían ser altas tribunas de pensamiento y opinión patriótica, de justicia social, genuina libertad y amorosa orientación cívica, cultural e histórica irrenunciables; lugares entregados a ellos por decisión de los más pudientes círculos financieros dueños a la vez de la mayoría absoluta de los más poderosos e influyentes medios de comunicación?

¡Y qué audacia! ¡Pretender que una nación entera, y sobre todo su juventud, se abochorne de sus mejores gestas independentistas y sus más nobles ideales, de sus afectos cívicos intransferibles, de sus sentimientos patrióticos irrenunciables, de sus liberadores del colonialismo atormentador -y que solo merecen pundonorosa gratitud y honra-, de sus más brillantes páginas de la historia! ¡Francamente es de ver para creer! ¡Tanta aviesa perversidad! ¡Intentar inducir a que un pueblo generoso y digno se inhiba de sus fuentes nutricias patrióticas, históricas y sociales, equivaldría a pretender que el árbol se avergüence de sus raíces que le han dado vida y vigor, y le han permitido florecer sus frutos! ¿Desde cuándo ser bolivariano es un delito? ¡Todo lo contrario! ¡Es un honor y un deber de conciencia estar en las filas de los agradecidos con quienes derrotaron a los colonialistas, que son las mismas de nuestros padres y demás antepasados! ¡El mariscal Antonio José de Sucre, el Abel americano asesinado infamemente en las breñas de Berruecos, fue el primer bolivariano y pocos seres han sido y son tan amados y recordados por nuestro pueblo como él! ¡Ser bolivariano es ser libertario y justiciero, fruto brotado en la amalgama de colectividades que han dado forma a esta América Latina de nuestros tormentos y esperanzas!

Debemos recordar que en el devenir de América y el mundo, como bien nos recuerda el ilustre historiador Rufino Blanco Fombona, Simón Bolívar: "Ha emancipado cuatro veces más millones de colonos que Washington. Una sola de sus creaciones, Colombia, que tiene 112.000 millas cuadradas, es más basta que todas las conquistas de Napoleón. La historia no conoce guerrero cuyo caballo de batalla haya ido más lejos, y cuyo teatro militar fuera tan extenso. Ni los capitanes europeos Gonzalo de Córdova, Carlos II, Federico el Grande, ni los guerreros fabulosos de Asia: Gengis Khan o Tamerlán han recorrido, triunfantes, tantas tierras como él." Por ello el propio José Martí reconocía que "Bolívar recorrió más tierras con las banderas de la libertad que ningún conquistador con las de la tiranía." Y Clayton reconocía que "sobrepasó a Alejandro, a Aníbal y a César en las dificultades que tuvo que vencer."

Y a pesar de todas sus extraordinarias victorias, en vida lo acosaron, persiguieron, atentaron y difamaron tanto que pereció en las más terribles y duras condiciones que se podrían concebir para un ciudadano de su trascendental e impecable trayectoria: Para guardar sus restos en la tierra que tanto defendió y amó, el médico francés Alejandro Próspero Réverend, que lo asistió sus últimos instantes, tuvo que regalarle su camisa; y, como si ello no fuese suficiente, pereció en casa de un español -en San Pedro Alejandrino, en Santa Marta-, en posada de un súbdito de la monarquía colonialista a la que tanto combatió, en lucha titánica por la que cabalgó como bizarro lancero, galopando desde Cumaná hasta el Potosí varias veces. Y dicen los mayores, quienes le conocieron y escribieron sobre él, que, entristecido por la división de la Gran Colombia y la imposibilidad de formar una gran nación cuando menos con la América Meridional, sólo se bajó del corcel para, en silencio y taciturno, abrazarse con la muerte!

Quito, abril del 2008.

Diego C. Delgado Jara
Profesor de la Universidad de Cuenca y de la Universidad Central del Ecuador. Ex legislador. Autor de 30 publicaciones. Abogado en libre ejercicio.

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