Pandillas

Las “Maras”, fenómeno de la exclusión social

11/10/2006
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Nacidas en California y compuestas por más de cien mil jóvenes, las pandillas juveniles preocupan a los políticos. Los presidentes centroamericanos promulgaron nuevas leyes de “mano dura", pero esto sólo radicaliza aún más el conflicto. Con la presencia del ilegítimo “presidente” de México, Felipe Calderón, los jefes de estado de Centroamérica se reunieron el 4 de Octubre en Honduras para discutir sobre la forma de neutralizar a las “maras” las pandillas juveniles que están azotando la región. Luego de horas de deliberación, los presidentes acordaron instar la creación de una orden de captura a nivel regional y a partir de la experiencia de las fuerzas combinadas entre El Salvador y Guatemala, crear una policía unificada que permita coordinar de manera más eficiente la lucha contra el accionar de los pandilleros. De acuerdo a Miguel Cruz, sociólogo de la Universidad Católica centroamericana (UCA), estas medidas no apuntan al problema de fondo: la desigualdad social es que lleva a que los jóvenes a que se sumen a las maras. Además añadió que “las pandillas comienzan a organizarse cuando los capturan y los ponen juntos en una misma cárcel, donde establecen vínculos y arman alianzas”. Las maras nacieron en California en la década del ochenta. En un comienzo estaban integradas por jóvenes inmigrantes salvadoreños que habían llegado a Estados Unidos para escapar de la guerra civil que existía en su país. Nacieron teniendo como punto de referencia al barrio y representaban una respuesta a las condiciones de exclusión y racismo que sufrían los latinos por ese entonces. Una de las pandillas más importantes era la “mara salvatrucha”, la cual surgió en la calle 13 de Los Angeles. Su rival era la “mara 18”, que nació en la calle con ese número en el South Central de la ciudad californiana. Las dos bandas rivales rápidamente comenzaron a pelearse para determinar el control del tráfico de armas y del cartel de la droga. Como la magnitud de las maras “se incrementó notablemente- por ejemplo la salvatrucha cuenta con más de 20 mil ramificaciones en todo EEUU- las autoridades norteamericanas endurecieron las leyes para reprimir este fenómeno, a su vez comenzaron con las deportaciones masivas de los “mareros” a los países de Centroamérica. Muchos de los pandilleros no hablaban mucho español y hasta no conocían su tierra natal, pero finalmente consiguieron adaptarse y continuaron con su expansión, hasta el punto que actualmente hay unos cien mil “mareros” dispersos por todo Centroamérica. Los integrantes de las maras en su mayoría son jóvenes de entre 12 y 25 años de edad, que habitan en barrios marginales y que deciden convertirse en pandilleros para poder así escapar de la miseria que viven cotidianamente. Vale recordar que, de acuerdo al INCEF, el 50,8 % de los Centroamericanos es pobre. Con la cabeza rapada y el cuerpo cubierto de alegóricos tatuajes, los “mareros” crearon un lenguaje especial: que mezcla palabras de español e inglés, pero que a su vez también utiliza modismos utilizados en México, Colombia, etc. Asimismo estos tienen ciertas reglas internas de cumplimiento obligatorio: por ejemplo no pueden consumir drogas, ni alcohol, ya que estos deben estar sobrios para poder así cumplir a la perfección su trabajo. Como las maras se estaban ampliando cada vez mas- ya existen bandas de este tipo en Australia, Canadá, etc- y representaban un serio desafío para el Estado, los gobiernos centroamericanos decidieron declararle la guerra: por ejemplo el 10 de Octubre de 2003 se aprobó en los parlamentos centroamericanos una ley que incluía el nombramiento de jueces que debían juzgar a personas etiquetadas como “mareros” por la policía. Las sanciones tipificadas por este “delito” oscilaban entre los dos y cinco años de cárcel. El director de la organización humanitaria guatemalteca Casa Alianza, Arturo Echeverría, aseguró que detrás de esta ofensiva sobre los maras y aunque el Estado lo ha negado, en Guatemala existe una suerte de “limpieza social”. Los menores son asesinados bajo el pretexto que pertenecen a pandillas juveniles de los barrios marginales. "De todas las muertes violentas, hemos registrado un promedio de 47 menores asesinados cada mes", señaló Echeverría. A su vez denunció la presunta participación tanto de agentes de policías, como del crimen organizado, en estos hechos. La gravedad del conflicto es de tal magnitud que hasta la Organización de Estados Americanos (OEA) comenzó a interesarse en el asunto y hasta el FBI se instaló en la región, para seguir de cerca los movimientos trasnacionales de los pandilleros ya que temen que estos, que ya controlan rutas de inmigrantes, ayuden a “terroristas” a entrar a su país desde México. No obstante las dimensiones que adquirió el tema, lo cierto es que muchos gobernantes se escudan en el azote de los maras para justificar así su ineptitud al mando de las naciones centroamericanas. Tal es el caso del presidente Guatemalteco, Oscar Berger, quien responsabilizó a las pandillas del 80 % de los crímenes violentos que ocurren en su país. Carlos Díaz, de la Asociación Cristiana de Jóvenes, hizo un análisis sagaz sobre el problema de fondo que determina el surgimiento de las pandillas Hablando sobre Honduras -aunque esta realidad también se podría hacer extensivo a toda la región- sostuvo que “el gobierno en este momento no está dando espacio reales para que el joven se vaya desarrollando, para que este joven pueda sentirse parte del país tanto a nivel educativo, artístico, nivel productivo”. O sea que -según Díaz- subsanando estas falencias y no con mano dura, se puede evitar que los adolescentes decidan convertirse en pandilleros para poder así conseguir una identidad dentro de la sociedad. Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
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