Retos feministas en un mundo globalizado
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¿Es posible un mundo sin discriminación?

Sara Hlupekile Longwe*

¿Es posible poner en tela de juicio la existencia de la discriminación de género? ¿Es la ideología feminista nada más que una utopía sin esperanzas? ¿Podemos imaginarnos una sociedad sin discriminación de género? ¿Podemos considerar la discriminación simplemente como otra forma de crimen que puede ser eliminado o por lo menos controlado?

En comparación con otras formas de discriminación, ¿es la discriminación de género una forma de discriminación particularmente arraigada, y más difícil de eliminar que otras formas de discriminación? El presente trabajo intenta identificar y analizar los principales factores detrás de estas preguntas.

La discriminación de género y otros crímenes

¿Por qué estamos comparando el crimen con la discriminación de género, como si fueran dos cosas diferentes? Porque en la mayoría de países, la mayoría de las formas de discriminación de género no son un crimen. ¡Puede que ni siquiera sean tratadas como comportamientos sociales inaceptables! ¡Puede que incluso sean tratadas como formas de comportamiento aceptables!

Observemos la diferencia entre el concepto de discriminación de género y el concepto de crimen. El crimen es definido como una aberración de la ley y se espera que todas las instituciones del Estado acaten la ley y eliminen el crimen. Por lo tanto, el crimen es considerado como el comportamiento aberrante de una minoría aberrante de inadaptados.

En la mayoría de países, gran parte de las formas de discriminación de género no están contra la ley. Por el contrario, la discriminación de género se encuentra institucionalizada dentro de las instituciones del Estado y las instituciones religiosas. Es considerada como “normal” por casi todos los hombres y, tal vez, por la mayoría de las mujeres. Más aún, la mayoría de las formas de discriminación de género no sólo están permitidas por la ley, sino que en algunos casos pueden estar incluso prescritas por la ley. En mi propio país, Zambia, la Constitución de 1991 contiene un artículo que pretende prohibir todas las formas de discriminación en el comportamiento público y en la provisión de servicios. Pero este mismo artículo tiene una cláusula calificadora que excluye esta protección de la discriminación en las áreas de derecho personal y derecho matrimonial, y en todo el derecho consuetudinario y la práctica tradicional. En otras palabras, la discriminación de género, en sus formas más comunes, es permitida y legalizada en la Constitución.

Esto señala la diferencia entre hablar sobre poner fin al crimen y hablar sobre poner fin a la discriminación de género. Puede que el crimen nunca termine, pero nos quedaremos con el crimen residual que subsiste a pesar de los dictados de la ley y los esfuerzos de diversas agencias ejecutoras de la ley. Los gobiernos pueden ejercer políticas para eliminar el crimen, aunque saben que nunca serán completamente exitosos. Permanecerán en un estado de guerra perpetuo contra el crimen, aunque siga siendo sensato prever un estado ideal donde el crimen haya sido eliminado.

¿Cómo podemos eliminar la discriminación, si es legal y normal e incluso está institucionalizada dentro de la burocracia del gobierno y otras instituciones públicas? En la mayoría de países la diferencia entre discriminación de género y otras formas importantes de discriminación (tales como clase, raza, religión) es que la discriminación de género está más legalizada (especialmente en asuntos relacionados al matrimonio y la herencia), o es más tolerada como práctica social “normal”.

El punto de vista feminista es que la discriminación de género no sólo es moralmente incorrecta, sino una detracción de la gobernabilidad justa y la práctica democrática. Es una forma de opresión que conduce, a nivel de gobierno, a la preferencia masculina en la asignación de recursos y oportunidades. Desde la perspectiva feminista, la discriminación de género debería ser tratada como un crimen, al igual que cualquier otra forma de discriminación.

El enraizamiento social de la discriminación

La dificultad para eliminar una forma de discriminación depende de su nivel de enraizamiento social. Aquí definimos el enraizamiento en términos de cuán profundamente establecida se encuentra una forma de discriminación en términos del siguiente espectro:

La primera implicación que surge de esta lista es que resulta tonto tratar de eliminar la discriminación a nivel superficial del comportamiento interpersonal si en realidad dicha discriminación está enraizada y legitimada en una base subyacente de tradición y derecho. (Muchas agencias de desarrollo tienen una política de introducir el desarrollo “con perspectiva de género”, cuando esto obviamente se da de la boca para afuera, pues se aborda sólo las relaciones interpersonales dentro de los proyectos financiados por los donantes, pasando por alto los temas subyacentes de injusticia de género en la comunidad más amplia).

De manera inversa, es tonto imaginar que la discriminación legalizada pueda ser eliminada simplemente haciéndola ilegal. En Zambia, el robo de viudas por sus parientes políticos estaba legalizado bajo el derecho consuetudinario, pero esta práctica fue hecha ilegal bajo la Ley de Sucesión Intestada de 1989. No obstante, en la práctica, muy poco ha cambiado desde entonces, dado que la costumbre y la tradición se han mantenido resistentes al cambio. Si un caso llega a la corte, los magistrados locales son influenciados más por la costumbre y la tradición y diligentemente ignoran el derecho estatutario. El gobierno no ha establecido ninguna norma o maquinaria administrativa para implementar efectivamente la Ley de Sucesión Intestada. Así, todo permanece casi igual que antes.

Algunas veces, las prácticas que no están basadas en la ley pueden, sin embargo, existir en el nivel administrativo del gobierno. Un ejemplo de Zambia es el derecho de un ciudadano a un pasaporte. Bajo la ley, todos los ciudadanos, sean hombres o mujeres, solteros o casados, tienen igual derecho a un pasaporte. Pero a una mujer casada que solicitaba un pasaporte se le solía pedir una carta de permiso de su esposo. Tomó veinte años de protestas del movimiento de mujeres antes de que este comportamiento administrativo ilegal fuera finalmente detenido. Incluso hasta la fecha, la mayoría de clínicas de salud del gobierno piden a una mujer el permiso de sus esposos antes de poner a su disposición anticonceptivos.

En el ámbito de instituciones empresariales privadas o corporativas, existen casos similares. Los hoteles pueden negar el ingreso a las mujeres que no están acompañadas por un hombre. Los bancos rehusan abrir una cuenta para una mujer casada a menos que cuente con un permiso por escrito de su esposo. De igual manera, las instituciones de crédito pueden requerir el permiso del esposo antes de que se otorgue crédito a una mujer casada.

Por lo tanto, los “niveles” arriba enumerados proporcionan criterios para el diagnóstico del nivel de enraizamiento de la discriminación de género. En las democracias liberales de occidente, la discriminación existe más a nivel de la práctica administrativa y social y es más difícil encontrarla en la legislación (aunque la legislación que no es discriminatoria en apariencia puede ser discriminatoria en su efecto.) En occidente existen algunas leyes anti-discriminatorias, especialmente en las áreas de empleo y remuneración, aunque tales legislaciones generalmente permanecen sin efecto en la práctica.

En aquellos países del Tercer Mundo que son relativamente más democráticos, el patrón es similar a occidente, excepto que existe una ausencia general de legislación anti-discriminatoria. La ley tiende a permanecer silenciosa respecto a la discriminación de género, la cual, por ausencia, abre el camino a la discriminación en la práctica administrativa y social. Sin embargo, en los países más autoritarios o islámicos hay una mayor tendencia a que la discriminación se encuentre fijada muy abiertamente en la legislación del país.

El patriarcado y el apartheid

Es útil hacer una comparación entre la discriminación de género y la discriminación racial. Podemos preguntarnos si es posible concebir un mundo sin discriminación racial. ¿Es posible? ¿Es un desafío imposible?

El hecho sencillo es que, comparada con la discriminación de género, ha habido un enorme éxito en eliminar la discriminación racial. En la década de los 60 existía una discriminación legalizada e institucionalizada en los Estados Unidos, especialmente en los estados sureños. Esta discriminación institucionalizada fue eliminada por medio de las acciones del movimiento de Derechos Civiles, resaltando principalmente la contradicción entre la legislación estatal discriminatoria y la legislación federal más igualitaria.

En Sudáfrica, el apartheid fue, de manera similar, un sistema de discriminación racial legalizada e institucionalizada. La legislación racista de amplia cobertura, apoyada por la ideología racista de la superioridad de los blancos, aseguró que la minoría de blancos monopolizaran completamente el gobierno y la administración con el propósito de dar una masiva prioridad y privilegio a los blancos en la asignación de todos los recursos del Estado. Se puso fin a este sistema de racismo institucionalizado en 1994 luego de una lucha armada que alcanzó niveles de guerra civil, y que fue apoyada por sanciones internacionales.

La lección para las feministas es obvia. En mayor o menor grado, todos los países están infectados con un sexismo institucionalizado, respaldado por la ideología del patriarcado. Mientras que la batalla contra la discriminación racial institucionalizada ha sido ganada en gran parte, la batalla contra la discriminación de género institucionalizada apenas acaba de empezar. Algunas feministas ni siquiera pueden considerar la batalla, más bien han establecido enclaves feministas o sociedades alternativas, supuestamente fuera del control del Estado patriarcal.

En la lucha contra la discriminación racial en Sudáfrica, se hizo una distinción útil en la definición específica de las palabras racismo y racialismo. El término racismo fue utilizado para señalar la forma institucionalizada y legalizada de discriminación racial, basada en una ideología de superioridad racial que había sido adoptada por el gobierno como la legitimación para el establecimiento del estado de apartheid. En contraste, la palabra racialismo fue reservada para la forma menor o social de discriminación racial, practicada a nivel personal y social. Antes de 1994, Sudáfrica mostraba tanto un racismo como un racialismo ampliamente difundido. El racismo fue eliminado de manera efectiva en 1994, pero el racialismo perdura, tal vez disminuyendo gradualmente ahora que ha perdido su base ideológica e institucional.

No estoy segura si, en el movimiento feminista, hemos desarrollado un vocabulario paralelo, suficiente para ayudarnos a distinguir entre las formas institucionalizadas y las meramente sociales de discriminación de género. Tal vez, para una discusión precisa, podríamos reservar la palabra patriarcado para las formas institucionalizadas y gubernamentales de supremacía masculina, y restringir la palabra sexismo para indicar el sistema de supremacía masculina a nivel de la sociedad y la familia.

Sin embargo, si nuestro problema principal es la discriminación de género institucionalizada contra las mujeres, llamada aquí patriarcado, entonces necesitamos conocerla mejor. El conocimiento es la base esencial para la acción. Sólo la comprensión y el análisis nos permitirán identificar los aspectos débiles y vulnerables del patriarcado. Necesitamos ubicar los puntos débiles para la intervención, donde pequeños explosivos pueden derribar toda la estructura.

Patriarcado manifiesto y encubierto

La palabra patriarcado significa dos cosas, y necesitamos hacer una distinción entre ellas. En primer lugar, puede significar gobierno patriarcal, que es un sistema para el monopolio masculino de la toma de decisiones. En segundo lugar, puede significar ideología patriarcal, que es el conjunto de valores y creencias que busca justificar y legitimar la existencia continua del gobierno patriarcal.

Obviamente, el rol legitimador de la ideología patriarcal es lo que debe ser un centro de interés para las feministas, dado que la falta de legitimación adecuada automáticamente significa que todo el edificio del gobierno se sostiene sobre cimientos sospechosos.

La ideología patriarcal es de contenido variable en diferentes partes del mundo, dependiendo de lo que se está defendiendo, y también dependiendo de la credulidad del público. Sin embargo, es muy probable que incluya los siguientes componentes:

  1. Creencia en la superioridad masculina: El dominio masculino sobre las mujeres es justificado en términos de su superioridad biológica y otorgada por Dios, especialmente en términos de inteligencia. (Este y otros componentes, muestran una obvia fuerte correlación con la ideología racista.)


  2. Instrucciones de Dios: Se ofrecen diversas interpretaciones bíblicas, o algunas veces interpretaciones erróneas y falsas, para demostrar que Dios puso a los hombres al mando, y que las mujeres supuestamente deben de respetar el ejercicio de poder de los hombres.


  3. Tradición: Tradicionalmente, los hombres siempre han estado al mando. Por lo tanto, debemos de respetar la sabiduría de nuestros antepasados. Ellos deben de haber tenido buenas razones, aunque no recordemos cuáles eran.


  4. Interés general: Los hombres pueden estar tomando las decisiones, pero tienen en mente el interés general tanto de las mujeres como de los hombres, y actúan por el bien general de toda la familia y de toda la sociedad.


  5. División del trabajo: El monopolio masculino sobre la toma de decisiones no tiene nada que ver con superioridad o inferioridad, sino que es tan sólo parte de una división del trabajo por género natural o conveniente, lo que es vista como socialmente conveniente por ambas partes. El rol de las mujeres en la maternidad y la crianza de los hijos les da una ubicación naturalmente doméstica, dejando que los hombres se encarguen de los asuntos públicos.
    En la medida en que las mujeres no acepten estas creencias o se rebelen contra ellas, llegamos a una creencia final y diferente:


  6. Disciplina y coerción: Los hombres han recibido el rol (de Dios, la tradición, la ley, la sociedad) de mantener su autoridad sobre las mujeres y de asignar castigos físicos u otros a las mujeres que no están dispuestas a someterse a la autoridad masculina.

La última creencia es diferente porque es una creencia de “último recurso”. Revela la necesidad de recurrir a la violencia cuando la creencia patriarcal empieza a declinar y el dominio patriarcal es desafiado. Todo gobierno se hace más coercitivo y violento cuando su legitimidad ideológica empieza a declinar. Por lo tanto, la violencia generalizada contra las mujeres es una señal de un patriarcado que está colapsando o que se está desmoronando en puntos débiles, y puede ser el indicador para la acción estratégica para acelerar este colapso.

Desde la perspectiva feminista de encontrar los eslabones débiles en el patriarcado, el análisis anterior señala dos conclusiones principales. En primer lugar, observamos que el patriarcado depende en gran medida de que las mismas mujeres crean en esta ideología y acepten sus posiciones como inferiores y subordinadas. De manera similar, la lucha contra el apartheid no podía empezar hasta que los negros descartaran su percepción de que el blanco era un mortal superior con derecho a su posición de privilegio y dominación. En primer lugar tenían que creer en sí mismos como seres humanos iguales y, por lo tanto, reconstruir sus propias identidades y percepciones de sí mismos.

De igual manera con respecto a las mujeres. Concientización es la palabra usada con mayor frecuencia para la reconstrucción de las mujeres y de su auto-identificación como iguales. Es preciso que dejen de culparse a sí mismas por sus dificultades y su posición subordinada, y en su lugar, culpar al sistema institucionalizado que las convirtió en ciudadanas de segunda clase.

El segundo punto, desde la perspectiva de cambiar el mundo, es que la ideología patriarcal es muy frágil y no puede resistir cierto tipo de escrutinios. Al igual que el apartheid, el patriarcado, en cada uno de sus puntos, entra en contradicción con los principios de derechos humanos, igualdad de derechos y gobernabilidad democrática. Sólo puede ser abiertamente proclamado como ideología legitimadora en sistemas de gobierno que son explícitamente autocráticos y dictatoriales.

Pero en los países donde los gobiernos afirman adherirse a los principios de derechos humanos, buena gobernabilidad y democracia, obviamente la ideología del patriarcado no puede sostenerse. Puede existir sólo como una ideología encubierta. Es la ideología que no se atreve a decir su nombre. En una sociedad que dice ser democrática, no puede ser planteada públicamente como parte de los principios predominantes. Más bien debe proceder a través de señales no verbales en las salas de directorio y de comités, por hombres que conocen las convenciones silenciosas del dominio masculino. Se encuentra implícito dentro de la estructura y las tradiciones de las instituciones gubernamentales y de la iglesia, y generalmente no se encuentra disponible para el escrutinio y el análisis.

Concientización y estrategia feminista

Las mujeres sólo pueden cuestionar al patriarcado luego de haber logrado verlo, analizarlo y distanciarse de él. Este es el requisito previo para la acción. Sin ello, es ciertamente imposible que el patriarcado cuestione al patriarcado. Las mujeres no pueden cuestionar el patriarcado si viven dentro de él y aceptan posiciones como hombres honorarios o mujeres nominales. No puedes luchar contra el patriarcado si eres una de sus sirvientes fieles y subordinadas.

La concientización es el elemento fundamentalmente necesario dentro de la movilización y la acción. La movilización es la acción colectiva de crítica al patriarcado y la acción colectiva para desmantelarlo. El análisis es la llave de la estrategia, la cuál debe de enfocarse en los eslabones débiles en la armadura del patriarcado.

Los eslabones débiles se encuentran especialmente en la contradicción entre la creencia y el comportamiento patriarcal encubiertos, por un lado, y sus proclamados principios ideológicos basados en los derechos humanos y la democracia, por otro. La concientización empieza cuando las mujeres reconocen que su situación difícil surge de la discriminación contra ellas como mujeres, y no de sus propias deficiencias o falta de educación. La movilización es más amplia y efectiva cuando muchas mujeres, a lo largo de varios países, tienen las mismas quejas contra el maltrato sistemático de parte del gobierno establecido masculino. La acción global es más fácil cuando las mujeres del Norte y del Sur pueden entender y vivir un tema feminista común y utilizan recursos comunes para la acción colectiva.

La acción colectiva es más fácil cuando se enfoca en un tema concreto y bien definido, y no en un principio general amplio y mal definido de equidad de género. Existen ejemplos como campañas contra la destitución de las propiedades de las viudas o contra la mutilación genital de las jóvenes.

Con el reconocimiento común de parte de las mujeres de temas y necesidades comunes, los diversos grupos sociales, dejando a un lado sus diferencias de clase, tribu, raza, religión o color, podrán reconocer una hermandad común y el enemigo común: el patriarcado.


Notas:

* Originaria de Zambia. Presidenta de la Red Africana de Comunicación y Desarrollo para las Mujeres, FEMNET. Consultora en temas de género. Ha contribuido ampliamente al movimiento de mujeres en Africa. Es una activista radical en el movimiento feminista.


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