Los idiomas ancestrales deben ser reconocidos

17/07/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Más allá del argumento legal que es la aplicación del principio de progresividad y del argumento lógico: que el reconocimiento de los idiomas ancestrales es inherente al reconocimiento de la plurinacionalidad y su sistema de relaciones, la interculturalidad, hay argumentos históricos y políticos para esta exigencia, en la actual coyuntura.

Es justo el reconocimiento como idiomas oficiales del Ecuador, además del castellano, del: awapit, cha’palaachi, epera pedede, kayapi, tsa’fiqui, shuar-chicham, achuar-chicham,paicoca, huao tiriro, a’ingae, sápara, shiwiar, a ’ingae.y kichwa.

Los idiomas ancestrales se desarrollan en las tres regiones del Ecuador continental: en la Costa, están las nacionalidades tsáchila, awá, epera y chachi. En la Sierra se extiende la nacionalidad kichwa y en la Amazonía los shuar, huaorani, cofanes, sionas, secoyas, andoas, achuar, shiwiar, zapara y kichwa.

Estos idiomas no sólo nos enriquecen como país, sino que incluso en muchos casos afianzan los nexos con naciones hermanas. Varios de estos idiomas se extienden hasta Colombia, donde existen muchos más hablantes y en el caso del kichwa y otros idiomas, como el paicoca nos unen con Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú y Argentina, según las investigaciones académicas.

El reconocimiento de los idiomas fue eje estratégico del movimiento indígena, junto con el reclamo de territorialidad, cuando en los años 30 Dolores Cacuango soñó con sus escuelas en Cayambe, o cuando la Misión Andina en los 50 trabajaran en programas de alfabetización e infraestructura, liderada por Monseñor Proaño, quien también puso en funcionamiento las escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador, en 1964.

En ese año surgieron iniciativas bilingües de la Federación Shuar y 20 años después todo este movimiento fue recogido por la educación estatal laica, a través del Plan Nacional de Alfabetización y más tarde el Proyecto de Educación Intercultural Bilingüe.
Desde la perspectiva política, hay que destacar la formación de generaciones de líderes, así como el fortalecimiento del proceso identitario, siendo la actual demanda avanzar en un proyecto aún no cristalizado que es el de la profundización de las relaciones interculturales, que fue base de la propuesta de Educación Intercultural Bilingüe.

Inicialmente, su meta fue la formación bilingüe e intercultural para todos los ecuatorianos, considerando una interculturalidad real, en iguales condiciones para indígenas y mestizos, a partir del aprendizaje mutuo y del diálogo de saberes.

Sin embargo, no ha sido más que la inserción de las culturas diversas dentro de la hegemónica. A decir de los investigadores Víctor Bretón Solo de Zaldívar y Gabriela del Olmo Carmen1: ¨En este estado de cosas, parece que los únicos que deben tomar conciencia, conocer y respetar la realidad heterogénea del país son los indígenas, habida cuenta de que en las escuelas no indígenas (denominadas habitualmente como hispanas), apenas se ha adoptado algún tipo de medida en este sentido".

Su análisis pone el dedo en la llaga: los niños mestizos no deben conocer los otros idiomas, otros valores y otras costumbres a través de sus planes de estudios. Por tanto, no se puede hablar de una sociedad respetuosa, horizontal, en la que se valore a las otras culturas y en la que la adscripción ciudadana no jerarquice a los individuos con relación a la hegemonía mestiza.

¿Cómo pensar en la interculturalidad para todos? El reconocimiento de los idiomas ancestrales permitirá terminar con dos modelos de enseñanza paralelos que se dan las espaldas, pero en el que, además, es el que está en inferioridad de condiciones económicas, es el que debe hacer el esfuerzo desde temprana edad de hablar en idioma no materno, para no ser discriminado; buscar la forma de insertarse en el otro mundo y hacer el esfuerzo de entender, aceptar y adaptarse a otras lógicas y dinámicas sociales que le son completamente ajenas, para sobrevivir.

Pero en esta sobrevivencia subyacerá en el niño indígena la sensación de que ese otro mundo distinto es el válido y al que tiene que aspirar, aún cuando la sociedad nunca le ofrecerá las mismas oportunidades de hacerlo.

Todavía la escolaridad intercultural no es más que una traducción de la escuela tradicional al medio indígena. Aún no se han desarrollado contenidos propios, materiales apropiados, ni se han incorporado perspectivas distintas que conlleven una valoración de la propia identidad.

Este sistema se ha convertido en ghetto, rechazado por los mismos padres indígenas que miran con angustia que la conservación del idioma materno resulta ser no más que un factor de discriminación.

Menos aún se ha pensado en la necesidad de que el sistema sea de doble vía y que el mundo mestizo haga el esfuerzo de aproximación a las realidades indígenas, para valorarlas, comprenderlas e interactuar.

Entonces, no hay paso adelante sin estos reconocimientos. El reconocimiento de los idiomas ancestrales será un acto de justicia con uno de los procesos más importantes de la historia del Ecuador reciente: el del movimiento indígena.

Este reconocimiento es inherente a la de la plurinacionalidad y las relaciones interculturales. Sin él continuaremos viviendo en una nación, en la que son los indígenas quienes se ven obligados, a asumir unilateralmente la interculturalidad.

En suma, la actual inserción del hablante diverso, es una más de las hostilidades que debe sufrir en un mundo mestizo, que le niega la posibilidad de ser y desarrollarse, desde la valoración de su propio ser.

El antropólogo norteamericano Walter Ong hablaba de la importancia de la oralidad, que permite que la memoria se active y se remita a una caja de reserva cultural, de conocimientos, tradiciones, representaciones, simbolismos, significaciones en un grupo social determinado. Remite a sus hablantes a un archivo permanente de memoria ancestral.

Todo este referente se pierde con la escritura. Es por eso que la educación intercultural bilingüe, a través del reconocimiento de los idiomas ancestrales como oficiales permitirá pensar más allá de la preservación idiomática, en la incorporación y valoración de otras perspectivas, en la preservación identitaria, de la manera adecuada, claramente diferenciada del registro escrito que abre la puerta al mundo occidental.

En el mundo occidental, la escritura tiene el valor determinante que en el mundo ancestral tiene la palabra. La escritura que es mediación de la palabra, representación, es diferente al acercamiento comunicativo inmediato, en donde la palabra es el ser.

El complejo proceso idiomático y cultural que se conoce como ‘tradición oral’ tiene funciones precisas, como la conservación de conocimientos a través de rituales, cantos, conjuros, discursos, leyendas o relatos. Tiene sus propias leyes.

La historia oral, por ejemplo, mira en los eventos el interés de los procesos simbólico-culturales, más allá de la anécdota introyecta lecciones y valores. Es producción de conocimientos y no solo canal de exposición.

Los pueblos orales tienen formas de recordar sucesos y reproducirlos. Así la historia de comunidades sin escritura no se pierde. La oralidad es acumulativa y redundante, con estrategias específicas que son una riqueza cultural innegable.

Por esto la palabra otorga poder en el mundo de la tradición oral: no cualquiera puede hablar ni cualquiera puede escuchar. Cada individuo sabe sólo lo que era capaz de recordar. La memoria es entonces la protagonista.

Esto ha significado la preservación de valores que siendo atávicos, no son extemporáneos. La coyuntura mundial nos habla de revitalizarlos, para recuperarnos como seres sociales, recuperar el sentido de lo colectivo como un valor agregado; como expresión de una forma propia de ser occidentales, más allá del individuo solitario del autodenominado primer mundo, consumidor y cifra de encuesta y, próximamente, con código de barra.

Haciéndonos eco de Alberto Acosta decimos que ¨ justificaciones de carácter administrativo son incongruentes con el proceso de cambio que esta Asamblea esta propiciando (…)

¨ El reconocimiento de la composición plurinacional del país que queremos, es ante todo reconocemos como un país con historia (…)

¨ El reconocimiento del kichwa como idioma oficial permitiría un resarcimiento histórico, pues tanto en la colonia como en la República se ha despreciado sistemáticamente las culturas de las nacionalidades y pueblos indígenas y todo lo que estas representan. Es así que el kichwa y los otros idiomas han sido condenados a la subordinación y en otros a la desaparición, como un mecanismo efectivo de anulación cultural¨.

Por su parte, el linguista shuar Santiago Utitiaj expresa en una misiva dirigida a la Asamblea: ¨Estos pueblos y sus idiomas están vivos pese a que la colonia y el Estado, a través de diferentes medios y formas, han intentado sistemática y estructuralmente anular, desaparecer e invisibilizar históricamente¨.

Todos los idiomas ancestrales han sido despreciados, subordinados y condenados a la extinción, y no solo un idioma; por lo tanto, sería un resarcimiento histórico reconocerlos oficiales, al menos en las regiones, provincias y demás circunscripciones territoriales donde habitan las nacionalidades. Este sería un avance histórico y viabilizaría la interculturalidad en el nuevo Estado Plurinacional.

El texto alternativo propuesto por las nacionalidades, como parte del reconocimiento del Estado Plurinacional es:

“El castellano y el kichwa, como primeras lenguas de relación intercultural, son idiomas oficiales del país. Son de uso oficial y de relación intercultural los demás idiomas en las regiones, provincias y demás circunscripciones territoriales donde habitan los otros pueblos y nacionalidades. Todas las lenguas del país son patrimonio cultural y como tales el Estado las respetará, conservará y estimulará”.
https://www.alainet.org/pt/node/128769
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS