Unidad: ¿aspiración, discurso o realidad?

03/03/2020
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El MAS-IPSP se mantiene como la primera fuerza política del país.
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Dos caminos

 

Como realización y como aspiración, la unidad se ha convertido en un tema de primer orden en la vida política boliviana contemporánea. Su definición tiene su antecedente más cercano en las características del gobierno del Movimiento al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP).1 En este proceso se gestan dos formas de unidad política. Por una parte, como realización, la oficialista, que es construida cotidianamente desde el gobierno en una dinámica de fortalecimiento interno, buscando articulaciones con la sociedad, prioritariamente los sectores populares. Por otra parte, como aspiración, la de las oposiciones, largo tiempo aletargadas, fragmentadas y represadas, para las que la unidad se hizo una necesidad para recuperarse, articularse y enfrentar la maquinaria gubernamental.

 

Más allá de juicios de valor, el modelo de gobierno del MAS-IPSP, como lo define Fernando Mayorga, es un “sistema de partido predominante”,2 porque con un esquema de centralismo presidencialista ejerce control sobre los distintos niveles de funcionamiento del Estado y del proceso político decisional.

 

Por una parte, con una distribución de poder en sentido horizontal, controla los diferentes estamentos del Estado, haciéndolos depender funcionalmente del Ejecutivo. Por otra parte, mediante la distribución horizontal del poder controla los poderes regionales, además de ejercer, con un sentido sindical-estatal, formas de control sobre las principales organizaciones sociales que son cooptadas militantemente a la dinámica presidencial. Y, cerrando el círculo, también se establece un sistema de control transversal de los factores de opinión, entre ellos medios de comunicación, además de una parte importante de la producción intelectual.

 

La formación del MAS-IPSP ha sido, y sigue siendo, producto de un complejo andamiaje de construcción programática e ideológica, de formación de cuadros, de legitimación de un pensamiento bajo los cánones del socialismo comunitario, de la construcción de lazos espirituales y de acomodación en el aparato de Estado. Se trata de un esquema en el que la articulación social y étnica-cultural, en muchos sentidos simbólica, precede a la articulación política.

 

Por eso, con razón, Fernando Mayorga dice que el MAS no es un partido político tradicional, sino que se asemeja más a una coalición entre organizaciones populares, sobre todo campesinas e indígenas, que se dotan del Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos para su incursión en la vida política, trascendiendo su tradicional fuerza orgánica sindical.

 

La forma de realización de la unidad en las oposiciones, aunque en muchos sentidos es todavía más idea y aspiración que realidad, lo que de hecho marca un contrasentido porque no existe unidad por fuera de la práctica, tiene sus concreciones que son necesarias analizar escudriñando por debajo de la superficie de fragmentación con que se suele calificar sus comportamientos políticos.

 

Acaso el impulso más importante, pese a que más que alianza fue una coincidencia no estructurada de una ciudadanía que no votaba a favor de nadie, sino en contra de la reelección presidencial, es el referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F), que como se sabe votó mayoritariamente contra las pretensiones de modificar la Constitución Política del Estado para permitir la reelección indefinida. Este hecho alimenta en el sentido común ciudadano la importancia de la unidad, y refuerza en las organizaciones políticas el criterio que ésta es una condición de posibilidad para un recambio en el sistema de gobierno. Al calor de este acontecimiento se ensayan algunas fórmulas transaccionales, que sin embargo no logran trascender la exposición de vistosas fotografías de líderes políticos posando codo con codo, pero sin lazos que motiven una unidad más allá de su compartida identidad opositora al gobierno. Cada uno de los líderes de la oposición al MAS-IPSP se asume a sí mismo como el eje sobre el cual debe girar todo el andamiaje de articulaciones.

 

Entretanto, en el mundo de la sociedad civil, en parte por su decepción de las organizaciones políticas tradicionales y sobretodo por la búsqueda de visibilización y reconocimiento público como actores sociales y de sus demandas con protagonismo político propio, surgen centenas de plataformas ciudadanas, regadas a lo largo del territorio nacional, con fuerte participación de las juventudes, que invaden el campo político con particulares formas organizativas sociocráticas, y con reivindicaciones por una democracia plena a partir de sus causas concretas que contienen demandas sobre derechos específicos, articulados a demandas globales.

 

Además de la diversidad pluralista, el predominante estilo caudillista de la dirección partidaria y diferencias traumáticas, a veces ideológicas, otras generacionales o regionales y también personales, llevan a que las organizaciones políticas actúen separadas y confiadas en que será la ciudadanía el factor ordenador y de reconcentración de las preferencias electorales.

 

Y, efectivamente, en las elecciones de octubre 2019, funcionó así, con la activación de un voto útil que se concentró en Comunidad Ciudadana (CC), liderada por Carlos Mesa, la alternativa con posibilidades de disputarle el triunfo electoral al MAS-IPSP. Siguiendo los sentidos expresados en el referéndum del 21F, buena parte del voto no fue en favor de un proyecto, sino en contra del binomio oficialista.

 

Sin embargo, tan pragmático y facilista razonamiento, que deja en la ciudadanía la tarea de concentración y articulación que las organizaciones políticas no están sabiendo realizar, no es prenda de garantía como para impedir que en las actuales elecciones el MAS-IPSP pudiera ganar en primera vuelta y/o lograr una mayoritaria representación parlamentaria que, aunque ya no alcance los dos tercios para un dominio monopólico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, inviabilice iniciativas, obligando a acuerdos y consensos condicionados para la aprobación de normas y leyes.

 

Cerrando este punto, digamos que la unidad política, que para ser tal necesita realizarse en experiencias concretas, en el proceso democrático boliviano contemporáneo es, en muchos sentidos, todavía un desafío. Un camino lo sigue el MAS-IPSP, cuya experiencia es una apuesta por pactos de gobernabilidad entre diversas organizaciones populares. Otro camino lo recorren las oposiciones, cuya aspiración de unidad política sigue estando motivada por la convicción de evitar la reelección del MAS-IPSP, entretanto compiten espacios entre ellas.

 

Entre la unidad, las alianzas y las concertaciones

 

Mientras el MAS-IPSP, con realismo construye el Pacto de Unidad3 como una coalición solidificada en su fuerte referencialidad presidencialista, las oposiciones optan por el camino ideal, de mayor complejidad en su realización: el de la unidad prefigurada en la idea de un solo frente político sobredimensionado en su composición y en sus conexiones.

 

En las condiciones de desenvolvimiento del campo político boliviano contemporáneo, la aspiración de unidad política como frente único conformado por todas las oposiciones al MAS-IPSP no sólo que no aparece como una opción viable, sino que también parece no corresponderse con las posibilidades y dinámicas gregarias de una historia de transición democrática en la que las oposiciones reaparecen reacomodándose, fragmentadas, después de un largo letargo.

 

Pero si bien es cierto que no ha sido posible conformar un solo gran frente o una mega unidad nacional de oposiciones, sí se han tejido encuentros y articulaciones electorales de distinto tipo y de nutrida participación de diversos actores como partidos, organizaciones regionales, plataformas ciudadanas, organizaciones gremiales, y otros.

 

Antes de entrar a analizarlas, es necesario aclarar que una alianza electoral puede estar motivada por criterios programáticos, criterios pragmáticos, o criterios partidocráticos, que pueden concurrir combinados o por separado.

 

Las alianzas por criterios programáticos, como su nombre lo indica, motivan sistemas de articulaciones con acuerdos ideológicos tanto en las lecturas de la realidad como en las propuestas de sociedad. Son en esencia acuerdos por el bien común.

 

En cambio, las alianzas motivadas por criterios pragmáticos, son más inmediatistas y de resultados focalizados, como por ejemplo las articulaciones para evitar una posible reelección del MAS-IPSP; así como no perder la sigla desarrollando acuerdos para proyectar candidaturas sin importar la tendencia política.

 

Y los acuerdos por criterios partidocráticos, que tienen mucho de pragmáticos, se caracterizan porque relievan intereses institucionales de la vida de las organizaciones políticas, como por ejemplo lograr un número determinado de representantes en el poder legislativo, o asegurar representantes en el poder ejecutivo.

 

En este ambiente, para aclararnos en los significados y posibilidades de articulación política, hagamos un rápido repaso de las principales alternativas y sus características.

 

  1. Unidad Política

 

La unidad política, es la unidad de las diferencias, mismas que no desaparecen, sino que se mantienen, aunque subordinadas, a los puntos que llevan a contraerla.4 Esta posibilidad tiene su más claro ejemplo de realización en la conformación del MAS-IPSP, coalición política que justifica su articulación en la comunión de ideas afines entre sus distintos componentes, con acciones de mediano y largo plazo.

 

En la actualidad, sin la referencia de su eje articulador: el sistema de centralismo presidencialista, está logrando mantener una estructura política única. El dato no es menor en un contexto del “post-evismo”, que hacía augurar un proceso de implosión y ruptura que finalmente no ocurrió, a pesar de haberse evidenciado distintas posturas, evidentes contradicciones, diferenciados puntos de vista y actitudes respecto al proceso de pacificación, así como para la definición de las candidaturas.

 

En un juego estratégico de difícil explicación para una organización política que fue desplazada de un poder que ejerció durante 14 años ininterrumpidos; que fue parte de una compleja y desgastante coyuntura crítica provocada por irregularidades en las elecciones de octubre 2019; y que además está sujeta a un riguroso sistema de seguimiento, control y sanción gubernamental por denuncias sobre distintos hechos, el MAS-IPSP optó por afianzarse en su núcleo duro y fidelizado que lo mantiene como la primera fuerza política del país.

 

Su binomio presidencial es la evidencia de esta opción de afianzamiento, al volver a representar la articulación campo – ciudad, o el poncho y la corbata, con recuperación de la cosmovisión del Suma Qamaña (Vivir Bien) y la búsqueda de concertaciones con las clases medias y diversos sectores sociales para impulsar su proyecto de sustitución de importaciones.

 

El núcleo duro del MAS-IPSP, que en realidad es un voto integrado, militante, alineado, fanatizado y que sigue bordeando el 30% del electorado nacional, no es un producto espontáneo, sino una construcción política y cultural planificada de unidad por pertenencia a un proyecto, así como por oposición al proyecto que representan otras organizaciones.

 

ii) Alianzas políticas

 

Las alianzas políticas se caracterizan porque sus componentes acuerdan acometer juntos objetivos comunes, guiados por direcciones colegiadas que garantizan el funcionamiento conjunto en relaciones multilaterales al interior de la alianza, lo que no impide a sus componentes poder desarrollar autónomamente acciones de carácter unilateral, propias de la identidad de cada organización. Las diversas alianzas conformadas en el país (Comunidad Ciudadana,5 Juntos,6 Creemos,7 Libre 218), son representativas de estos esquemas.

 

La alianza Comunidad Ciudadana (CC), se asienta en una sola expresión política y orgánica, en la que sus actuales componentes, el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) que le otorga su sigla, y los nuevos socios de la alianza, Ciudadanía Jesús de Lara (Jesuca) y Chuquisaca para Todos, además de decenas de plataformas ciudadanas que se suman a su proyecto, se subsumen a la dirección del candidato Carlos Mesa, cuyo carisma y referente intelectual y político, se constituye en el eje sobre el que gira todo el andamiaje de la alianza basada en adhesiones a una modalidad asumida de centro democrático, que con una dinámica centrípeta está abierta a la incorporación de otras organizaciones que comulguen con su propuesta, y/o crean en sus posibilidades de triunfo electoral.

 

Parecido funcionamiento de autoreferencialidad tiene la alianza Libre 21, cuyos asociados: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el Movimiento por la Soberanía, admiten otorgarle al candidato presidencial, Jorge Tuto Quiroga, una palestra para su vigencia política en el proceso electoral, aun sabiendo que no tiene ninguna posibilidad de pelear por un triunfo.

 

Otra forma de alianza, de articulación multidireccional, que podríamos también llamar articulaciones en estructuras híbridas, que de hecho lo son, entretanto se mantenga un equilibrio entre las distintas fuerzas que componen la alianza, sin pretender el predominio de una corriente sobre las otras, o la subsunción de alguna en las otras. Si predominara una de las tendencias, se caracterizaría por contener relaciones de tolerancias más que de convivencias.

 

La alianza Juntos tiene como factor articulador a la candidata presidencial, Jeanine Añez, empeñada en una fórmula de unidad donde quepan todos. El tejido de unidad tiene un flanco a la derecha con la reposición de trayectorias compartidas entre el Movimiento Demócrata Social y Unidad Nacional, además de UNIR y TODOS, organizaciones regionales de Tarija. En cambio Sol.bo, que está en proceso de apertura e inclusión de actores populares, tiene su posicionamiento en el centro izquierda, reforzado por la organización indígena-campesina Bolivia Somos Todos (BST), con la que actúa coordinadamente en la búsqueda de mayor presencia en sectores periurbanos, campesinos e indígenas. Por otra parte, decenas de plataformas ciudadanas, de diversas regiones del país y orientaciones, se han sumado a la alianza. Para el funcionamiento de este esquema son vitales la fortaleza del eje articulador, el reconocimiento de las propuestas diferenciadas, y los tejidos de articulación programática.

 

iii) Pactos políticos

 

Una tercera posibilidad está representada por los pactos políticos, que hacen referencia a compromisos que contraen las organizaciones para desarrollar en algunos casos puntuales acciones compartidas y, en otros, encarar proyectos estructurales. Los pactos en la coyuntura electoral boliviana se están desarrollando bajo la forma de entrecruzamientos paralelos, cuya denominación denota una contradicción, porque o se siguen líneas paralelas o se generan encuentros en entrecruzamientos identificados.

 

La alianza Creemos es una rara expresión de entrecruzamiento de dos vertientes regionales: el movimiento cívico de Santa Cruz y el movimiento cívico de Potosí, dos departamentos radicalmente diferentes por su geografía, recursos, rol político, grado de desarrollo y aspiraciones. Visiblemente, las reivindicaciones regionales no se conjugan en un solo punto de vista sobre temas estratégicos, como por ejemplo los ambientales.

 

Son por lo mismo movimientos paralelos, pero que desde esta condición convergen en la cualidad de un movimiento cívico que traspone su carácter regional, para aspirar a objetivos nacionales relacionados con la continuidad al rol que jugaron durante la coyuntura crítica de las elecciones octubre 2019, forzando la salida del presidente Morales.

 

Con sus particularidades, el Frente para la Victoria (FPV), organización que propone la candidatura de Chi Hyun Chung, es también una expresión de entrecruzamientos paralelos, en la medida que el candidato, como ya lo hizo en la anterior elección con su auspiciante, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), sostiene su propia agenda que desconoce lo que propone el programa del partido que formalmente representa. Entonces, en este caso, el entrecruzamiento entre el partido-sigla y el candidato presidencial, es de un pacto de conveniencia pragmática - partidocrática unos para seguir en agenda y el otro para proyectar su línea ultraconservadora.

 

Y así como existen pactos entre fuerzas coincidentes, también se dan pactos entre fuerzas opuestas que comparten voluntades de conveniencia por un hecho de resolución coincidente, usualmente de carácter coyuntural y generalmente en función de acontecimientos de alta trascendencia política. Este es el caso del proceso de pacificación que está viviendo el país, que luego de una dolorosa experiencia de confrontación que podría haber derivado en una guerra civil, fue posible gracias a la convergencia de voluntades entre las diferentes fuerzas representadas en la Asamblea Legislativa Plurinacional, con un importante protagonismo de un sector y nuevos líderes del MAS-IPSP, tradicional rival de las otras organizaciones.

 

La viabilidad del voto útil y de la alianza útil

 

En el proceso electoral de mayo 2020 no debe extrañar que sea nuevamente el mecanismo del voto útil el que decida los resultados de las elecciones para las oposiciones, aunque ahora la opción es menos evidente porque se desarrolla una disputa balanceada entre Comunidad Ciudadana y Juntos, o acaso con mayor precisión, entre Carlos Mesa y Jeanine Añez.

 

Dos encuestas recientes,9 muestran que la votación se concentra en el MAS-IPSP (30,6% según Ciesmori y 32% según Mercados y Muestras), Comunidad Ciudadana (17,6% Ciesmori y 23% Mercados y Muestras) y Juntos (16,8% Ciesmori y 21% Mercados y Muestras). Las otras fuerzas están por debajo y con distribución de preferencia como en el caso de Creemos (8% Ciesmori, 15% Mercados y Muestras) concentrada básicamente en Santa Cruz, y FPV de Chi con el 6%.

 

Poniendo estos datos en el telón del arco ideológico que dibuja el espectro electoral, siguiendo los datos de Mercados y Muestras tenemos que el 76.0% se concentra en el centro y centro izquierda (MAS-IPSP centro izquierda 32%, y Juntos y CC, centro 44%); mientras que el 21% es un rebalse a la extrema derecha (Creemos, FPV); y el 3% está en el centro derecha.

 

Desde otra perspectiva, estos datos revelan que el 68% de quienes ya decidieron su voto, se podría definir como un voto instalado en la oposición al MAS-IPSP. La paradoja en este caso, al no corresponderse la pretendida unidad de las oposiciones con acuerdos electorales, confiándose en que será la ciudadanía quien organice, clasifique, priorice y concentre el voto, es que el MAS-IPSP, si llegara a alcanzar su propósito de atraer votación en las clases medias, podría ganar las elecciones, pues tal como van de momento las cosas está más cerca de alcanzar el 40%, que CC o Juntos el 30%.10

 

Según la encuesta Ciesmori, ante la pregunta “¿Si mañana fueran las elecciones por qué candidato para presidente o presidenta Ud. votaría?”, los indecisos, más quienes no votarían y los que no saben o no responden, suman 16,2%. Este porcentaje está por debajo del que se tenía en las elecciones de octubre 2019, donde los indecisos alcanzaban al 25% aproximadamente.

 

Anotamos este dato por su importancia para las estrategias que, a diferencia de las elecciones de octubre 2019, en las que su prioridad era captar el voto indeciso, además del voto útil, en las elecciones de mayo 2020, para las organizaciones políticas la búsqueda de ampliación del voto pasa fuertemente, además, por una triple capacidad: por una parte la apertura a la incorporación de otras organizaciones políticas y ciudadanas; por otra su capacidad de expansión a nuevos sectores sociales, particularmente populares y campesinos; y finalmente, saber generar pactos con otras fuerzas políticas, activando el mecanismo de las alianzas-útiles o alianzas de conveniencia pragmática y/o partidocráticas, y eventualmente programática.

 

Los votos que puedan sumar Libre 21 de Tuto Quiroga y PANBOL, juntos, podrían representar un 3%, y si bien el porcentaje es poco relevante, son votos que suman. El voto decisivo es el que se pueda concertar con la alianza Creemos, de los ex cívicos Camacho y Pumari que, en la posibilidad de un comportamiento ciudadano de otorgarle su voto a alguna de las fórmulas con posibilidades de ganar, mermaría considerablemente su porcentaje actual. Mantenerse en la idea que puede ganar las elecciones, solamente favorece a la dispersión del voto opositor. Y dada la composición de la alianza Creemos, de carácter de articulación por entrecruzamientos paralelos, no se puede descartar que sus candidatos a presidente y vicepresidente, realicen acuerdos por separado y con distintas opciones.

 

Con esta distribución de la tendencia y del espectro electoral, además de las características de las coaliciones existentes, en las oposiciones al MAS-IPSP es altamente probable la activación de un mecanismo de desactivación de las organizaciones sin posibilidades de triunfo, provocando su entrismo pragmático-partidocrático a los frentes que sí tienen opciones de ganar, operando un mecanismo al que llamamos procesos de alianza-útil, por medio de la cual algunas candidaturas opten por bajarse de la contienda electoral, ya sea como organización en pleno, o por separado algunos de sus componentes, para apoyar a las tiendas políticas con posibilidades de disputar el triunfo electoral es decir, Comunidad Ciudadana o la alianza Juntos.11

 

De las alianzas electorales a las alianzas por la gobernabilidad

 

La transición electoral está imbricada con la transición gubernamental, lo que lleva a la necesidad de prever y trabajar ya en proceso electoral, elementos que garanticen la gobernabilidad, sabiendo que ésta será compleja, tanto por las medidas que serán necesarias tomar, así como por la composición heterogénea del Legislativo. Para esta definición, es necesario tomar en cuenta que, mientras las alianzas electorales pueden ser pragmáticas y partidocráticas, las alianzas por la gobernabilidad son por definición programáticas.

 

En este contexto, pensando ya no solo en resultados electorales sino en la gobernabilidad, ¿no será momento para que el MAS-IPSP además de su afianzamiento trabaje articulaciones y convergencias con sus opuestos?, ¿no será el momento para que CC y Juntos empiecen a diseñar formas de articulación que, aunque no deriven en unidad, contemplen pactos programáticos -por construirse-?

 

Un recurso posible de pactos tendría que revisar la experiencia ya vivida entre las décadas de los ochentas y noventas del siglo pasado, con la denominada democracia pactada, para rescatar sus bondades y superar sus falencias en su lógica de funcionamiento transaccional, en lugar de otra amigo-enemigo, o escenarios con fuerzas hegemónicas.12

 

Sus principales falencias fueron de gestión, por la prevalencia de lógicas clientelares, prebendales, patrimonialistas y el impúdico y desvergonzado cuoteo en todos los niveles del Estado, lo que llevó no solo a un desposicionamiento del modelo, sino a una pérdida de credibilidad y a niveles de desconfianza en el funcionamiento de la propia democracia, provocando una crisis de representación en el sistema político. Y entre sus principales elementos positivos está el acuerdo necesario para la gobernabilidad con estabilidad política y social, así como la consecución de consensos para la definición de políticas públicas.

 

No estamos afirmando que el destino de las articulaciones por la gobernabilidad, que deben labrarse ya en los acuerdos electorales, tienen que reproducir la experiencia de la democracia pactada; por el contrario hay que superarla aprendiendo de ella, pero asumiendo la tarea de pensar, aplicar, adecuar, inventar o crear modelos pertinentes a la realidad que nos tocará vivir en los siguientes años, que estarán además motivados por la celebración del bicentenario de la Independencia de la República.

 

En consecuencia, a la par de la construcción compartida de un proyecto de país que caracterice el ciclo estatal, es necesario producir ideologemas o representaciones ideológicas en las prácticas, experiencias y sentimiento social, articulando contenidos y generando procesos de comunicación y su manifestación discursiva.13 De manera más concreta, en la generación de pactos por la gobernabilidad, es necesario que los signos lingüísticos se reconozcan como signos ideológicos,14 trascendiendo del triunfo electoral a la gestión del poder, a la par de la construcción del ciclo estatal.

 

El escenario ha cambiado, el campo político sigue manteniendo su representación en sus opuestos, pero requiere otras alternativas en sus salidas, con pactos entre las oposiciones al MAS-IPSP, así como acercamientos entre esta organización y sus opuestos. Los pactos políticos se han convertido en la condición de posibilidad para la profundización de la democracia, siguiendo el camino que une la transición electoral con la transición gubernamental y con la transición estatal.

 

Adalid Contreras Baspineiro

Sociólogo y comunicólogo boliviano, consultor internacional en estrategias de comunicación

1 El MAS-IPSP gobernó ininterrumpidamente entre 2005 y 2019

2 Mayorga, Fernando, Antes y después del referendo. Política y democracia en el Estado Plurinacional, Kipus, Cochabamba, 2019, p. 22

3 El Pacto de Unidad está conformado por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB); la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia - Bartolina Sisa; la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB); la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB); y el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ)

4 Mires, Fernando, La unidad política, en https://elucabista.com/2015/05/29/la-unidad-politica/, sitio oficial de información de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. Revisado también en http://confirmado.com.ve/opinan/la-unidad-politica/, que menciona que el artículo fue publicado el 28 de mayo de 2015. Consulta realizada el 20 de febrero de 2020

5 Liderada por el ex presidente Carlos D. Mesa Gisbert, se considera una propuesta de centro democrático

6 Es una propuesta ubicada en el centro del espectro ideológico, y lo lidera la actual presidenta de la república, Jeanine Añez

7 Ubicada en la extrema derecha, lo lidera el ex presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, Fernando Camacho

8 Coalición de centro derecha que postula la candidatura del ex presidente Jorge Tuto Quiroga

9 Ciesmori, publicada el 16 de febrero de 2020 y Mercados y Muestras, publicada el 23 de febrero de 2020

10 Recordemos que el triunfo en primera vuelta se logra directamente con el 50% más 1, o en su caso con el 40% o más y una diferencia de 10 puntos porcentuales con su inmediato perseguidor.

11 Más allá de la redacción de este punto en sentido probabilístico, es conocido que existen ya conversaciones de algunas organizaciones con líderes de CC y Juntos. De hecho, la plataforma Resistencia Kochala, miembro de Creemos, expresó públicamente su respaldo a la candidatura de Jeanine Añez.

12 Exeni Rodríguez, José Luis, Democracia impactada. Coaliciones políticas en Bolivia 1985-2003, Plural, La Paz, 2016, p. 120

13 Sarlo, Beatriz y Altamirano, Carlos. Literatura/sociedad, Ed. Edicial, Buenos Aires, 1993, consulta realizada en http://blog.pucp.edu.pe/blog/latravesiadelfantasma/2009/02/05, el 21 de febrero de 2020

14 Bajtin, M (Medvedev, P), El método formal en los estudios literarios: Introducción crítica a una poética sociológica, (trad. Tatiana Bubnova), Alianza Editorial 1era edición, Madrid, 1994, p. 46

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205018
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