Desafíos del sindicalismo

09/12/2019
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Jesús José Bautista Pérez
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Entrevista con el Maestro Jesús José Bautista Pérez

 

-40 años de neoliberalismo, entre otras consecuencias, ha repercutido en la pérdida de conciencia de clase y combatividad de los trabajadores.

 

Jesús José Bautista Pérez (Oaxaca, México, 1959), economista, especialista en temas educativos y laborales, reivindica la figura del sindicato, no obstante que es una de las instituciones peor evaluadas, como el medio más eficaz para la defensa de los derechos legítimos de los trabajadores.

 

En entrevista a propósito de la publicación de su libro Teorías, estrategias y desafíos de los trabajadores y del sindicalismo, Bautista Pérez reconoce el esfuerzo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, al romper con alrededor de cuarenta años de política de contención salarial impuesta por los gobiernos neoliberales. “Haber incrementado un 16 por ciento los salarios mínimos, creo que es un gran esfuerzo. No hay que dejar de reconocerlo”, subraya.

 

En otros temas, sostiene la vigencia de la huelga como un derecho irrenunciable para los trabajadores y esboza un modelo de sindicato para el siglo XXI.

 

¿Qué le motivó escribir este ensayo?

 

—Primero que nada, aportar una herramienta de análisis para los trabajadores, sindicatos, académicos, periodistas y todos aquellos actores interesados en el tema laboral y el sindicalismo. Esto porque una de las características del movimiento sindical en México es la despolitización de los trabajadores. 40 años de dominio neoliberal, entre otras consecuencias, ha provocado la pérdida de conciencia de clase y combatividad de los trabajadores. El corporativismo distorsionó el objetivo fundacional de las organizaciones sindicales que es la efectiva defensa y promoción de derechos sociales, económicos y laborales. Se ha caído en la trampa del individualismo y la competencia, que han debilitado la identidad, unidad, solidaridad y fraternidad, principios básicos del movimiento sindical.

 

¿Cuál es el público objetivo del análisis?

 

—Sobre todo trabajadores y dirigentes sindicales. También está dirigido al mundo académico y a los analistas interesados en estos temas. Cuando hablo de dirigentes, me refiero a quienes realmente representan y defienden los intereses y derechos de los trabajadores, y no a esa élite tradicional que podría ver ésta herramienta como un cuestionamiento a su desempeño. A los dirigentes que estuvieron al servicio del viejo régimen y abandonaron a los trabajadores, quizá les resulte molesto y hasta arcaico el contenido de la presente publicación.

 

¿Cuál es la postura de los clásicos de la economía sobre el sindicalismo?

 

—Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones consideraba que la intervención del Estado, las regulaciones y los sindicatos eran perniciosos para el funcionamiento de la economía. No concebía la organización de los trabajadores para la defensa de sus intereses porque era un obstáculo para la economía de mercado. No en vano reivindicó el libre juego de la oferta y la demanda. En este sentido, los sindicatos y las reivindicaciones obreras impedían la marcha de las fábricas y de todo el proceso productivo.

 

¿El keynesianismo rompe con esa mirada?

 

—Sí, el keynesianismo aparece como una alternativa al pensamiento de los economistas clásicos. Keynes considera que el Estado sí debe intervenir en la economía, como propietario de empresas y con una creciente inversión pública para generar empleos y crear instituciones sociales que propiciaran el mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores. De hecho, en esta etapa los sindicatos vivieron uno de sus momentos estelares. Obreros y trabajadores del sector público lograron importantes derechos sociales. La esencia de la política keynesiana, sin embargo, fue garantizar la continuidad del proceso de acumulación capitalista y contener la atracción que amplios segmentos de la población mundial tenían hacia el socialismo.

 

¿Qué opinaban al respecto los teóricos del neoliberalismo?

 

—Los economistas del pensamiento neoliberal como Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Milton Friedman, como ideólogos del libre mercado y de la “sociedad abierta” definitivamente se opusieron a las políticas keynesianas y a la organización colectiva de los trabajadores. Los sindicatos no tienen razón de existir, decían, y, por tanto, había que abolir sus “privilegios”. Por lo demás, rechazaron la intervención del Estado en la economía, abogaron por la reducción drástica del gasto público. Desde su perspectiva, la única intervención del Estado es dar seguridad a las inversiones y a la propiedad privada de los medios de producción.

 

¿Cuál fue la percepción de Marx sobre la figura del sindicato?

 

—A diferencia de lo que muchos piensan, en un principio Marx sostuvo que los sindicatos no eran expresiones fieles de toda la clase obrera, sino más bien personificaban una “minoría aristocrática” de “obreros privilegiados”. Posteriormente reivindicó los sindicatos como colectividades indispensables para acabar con la dispersión, la competencia individual y la despolitización de los obreros. Tanto es así que impulsó la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores y abiertamente defendió a los sindicatos como instrumentos para la conquista del derecho a la huelga y la obtención de mejores salarios, jornada laboral, vivienda, prestaciones sociales y seguridad social. Y fue más allá, los concibió como instrumentos fundamentales en la lucha por la abolición del trabajo asalariado y la transformación radical del sistema capitalista.

 

En el libro se habla de la “gubernamentalización” de los sindicatos. ¿A qué se refiere con ello?

 

—Es un concepto que surgió en el marco del debate que Lenin sostuvo con Trotsky y los mencheviques (1919) durante un congreso sindical. Ahí Lenin afirmó que: “Los sindicatos, después del golpe político que transfirió el poder a sus manos, tienen que desempeñar un papel particularmente importante, tienen que convertirse, en cierto sentido, en los órganos políticos clave, porque todas las viejas concepciones de la política han sido derrocadas y trastornadas”.

 

Y precisó: “La gubernamentalización de los sindicatos es inevitable, su fusión con el poder del Estado es inevitable, la transferencia a sus manos de todo el desarrollo de la producción a gran escala es inevitable”.

 

Como lo apunto en el libro, para Lenin, éste era un proceso dilatado, que no solo implicaba la disposición y capacidad de los obreros y sindicatos de llevar a la práctica un nuevo modelo de organización del trabajo productivo y de esa manera contribuir a consolidar la economía socialista, sino abarcaba la transformación de los sindicatos en órganos de poder de un Estado, equipado con un nuevo entramado legal e institucional, cuyo propósito estratégico era lograr la supresión de las clases.

 

En la visión de Lenin, los sindicatos son clave para lograr la socialización de los medios de producción. Ese proceso implicaba que los sindicatos también estarían representados en los órganos del Estado encargados de generar la política salarial, laboral y económica. Tal era la utopía leninista. Donde los trabajadores serían actores esenciales para la transición del capitalismo al socialismo.

 

¿Es vigente el derecho a la huelga?

 

—Sigue plenamente vigente. No podemos renunciar a un derecho conquistado. Es un medio de acción producto de una lucha histórica.

 

La pregunta viene al caso por aquellas expresiones que consideran que la huelga ha perdido legitimidad.

 

—Efectivamente, se ha impuesto la idea de que la huelga es una herramienta innecesaria. Esta posición forma parte de una estrategia empresarial, gubernamental e intelectual que no solo pretende conculcar los derechos laborales, económicos, sociales y colectivos, sino intenta desaparecer a los sindicatos que, por ley, tienen la facultad de hacer valer este derecho. Los argumentos de quienes promueven la limitación de la huelga son múltiples. Algunos, los más simplistas, aseveran que los empresarios han tomado conciencia sobre la necesidad de reconocer los derechos de los trabajadores y a concederles más prestaciones; pero eso es una falacia.

 

Lamentablemente, quienes procuran restringir el derecho de huelga no solo han sido los teóricos del neoliberalismo, los empresarios y gobiernos conservadores de derecha. En esa agenda coinciden también los gobiernos que se dicen de “izquierda” o “posneoliberales”. En México, la nueva legislación laboral entraña el riesgo de una franca violación al derecho a huelga. Es inconcebible que el Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo, ahora exijan una constancia de representatividad para ejercer el derecho a huelga. De por sí, ya era complicado ejercer ese recurso, hoy se agregan más condiciones.

 

¿Qué implicaciones podría tener?

 

—Lo más preocupante es que la lucha por la obtención de la constancia de representatividad genere una batalla irreconciliable entre los trabajadores y mayor pulverización de los sindicatos. La lucha será entre estos por obtener la constancia de representatividad. Por esta vía se les quita un peso de encima a los empresarios y al propio gobierno.

 

¿Qué otras posibles consecuencias negativas para los trabajadores traería la nueva reforma laboral?

 

—La contratación colectiva. Ahora para obtener la titularidad de un contrato colectivo también se debe obtener una constancia de representatividad. Y, una vez más, la disputa se traslada al campo de los agremiados, a los simpatizantes de una u otra corriente sindical.

 

¿Qué responder a la visión crítica del sindicalismo en México capturado por la corrupción, el autoritarismo y otras lacras?

 

—Creo que ese es un reto de los sindicatos: sacudirse la percepción social negativa. Es cierto que el sindicalismo en México se pervirtió por liderazgos que utilizaron para beneficio propio la representatividad que le otorgaron los trabajadores. Además, olvidaron que representaban a los trabajadores y se aliaron a un partido político o a un gobierno. Son los desafíos a enfrentar. Cuando se analizan las encuestas que miden la percepción social sobre las instituciones, generalmente los sindicatos salen reprobados. La gente los identifica como organizaciones corruptas. Un reto importante de los sindicatos hoy es terminar con esa percepción negativa siendo más eficaces, transparentes, representativos, comprometerse con su materia de trabajo, fomentar la productividad.

 

La nueva ley laboral obliga a democratizar la vida de los sindicatos. ¿Esto es un importante avance?

 

—Es un avance porque los obliga a ser realmente democráticos, rendir cuentas, abrirse a la pluralidad y fomentar la libertad ideológica y política de los afiliados. Si se logra, los sindicatos pueden ser actores fundamentales para consolidar el cambio de régimen impulsado por la 4T.

 

El tema del outsourcing no fue contemplado por la reciente reforma laboral. ¿Por qué dejaron fuera este renglón?

 

—Fue excluido porque es un tema muy complicado y, esa decisión en su momento fue sensata. No obstante, a estas alturas no puede seguirse posponiendo en la medida en que es imprescindible acabar con la evasión fiscal, terminar con el incumplimiento del pago de las cuotas patronales y la violación del derecho de las y los trabajadores a la seguridad social. Y, en este sentido, quienes toman decisiones deberán reflexionar ampliamente qué es lo que más conviene al país: desaparecer o regular el outsourcing. En cualquier caso, debe abarcar tanto la esfera privada como la pública.

 

¿Cuál es su opinión sobre la política salarial de la 4T?

 

—El aumento de los salarios mínimos en un 16 por ciento en 2019, es un mérito que se le debe reconocer a la 4T, al gobierno federal. Es un esfuerzo loable porque podría ser un punto de partida para revertir la dura política de contención salarial aplicada por los gobiernos neoliberales. Es plausible se impulse una política de recuperación salarial. No hay que dejar de reconocerlo. Lo ideal es que sea parte de una estrategia para detener la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, que en “la larga noche neoliberal” se deterioró entre un 75 y 80 por ciento. Lograrlo significaría dar un salto cualitativo, una hazaña; pero sería irresponsable suponer que la meta se puede alcanzar en un solo periodo sexenal. Lamentablemente la voluntad no es suficiente para reponer el rezago acumulado. Entre otras condiciones, se requiere conseguir un crecimiento económico sostenido y que eso se armonice con una redistribución equitativa de la riqueza.

 

¿Qué futuro tienen los sindicatos en el Siglo XXI?

 

—Sin duda, tiene desafíos enormes, pero estoy convencido de que estamos muy lejos de su extinción. Son la mejor forma de organización de las y los trabajadores, siempre y cuando utilicen adecuadamente sus recursos de poder para renovarse. Necesitan ser capaces de encarar exitosamente las transformaciones económicas, sociales y tecnológicas, que están revolucionando el mundo del trabajo. Rechazo categóricamente las ideologías y estrategias que vaticinan el fin del sindicalismo.

 

¿Los sindicatos deben permanecer ajenos frente a los procesos políticos?

 

—En los últimos cuarenta años que ha imperado el modelo neoliberal, se puso en marcha una estrategia encaminada a debilitar y poner a la defensiva a los sindicatos. Eso explica, entre otras cosas, que existan ­—a escala mundial— corrientes muy influyentes que impulsan la marginación total de los sindicatos de la política y la cosa pública. Si bien es cierto que no pueden actuar corporativamente, quienes se oponen a la participación sindical en la política deliberadamente omiten que los agremiados son ciudadanos y, como tales, tienen libertades, derechos y obligaciones. Es legítimo entonces que los sindicalistas participen como ciudadanos en todos los ámbitos, y desde ahí defiendan sus intereses colectivos, promuevan pospuestas de políticas públicas o exijan rendición de cuentas a los gobiernos. Vale la pena recordar que en la historia del movimiento sindical en el mundo, muchos partidos fueron formados por trabajadores y sindicatos, como el Partido Laborista inglés o el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

 

Semblanza

 

Jesús José Javier Bautista Pérez. Originario de la comunidad indígena de Macuiltianguis, Oaxaca, México, es licenciado en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en Ciencias de la Educación por la Universidad Latinoamericana. Es consultor en temas relacionados con la educación, movimientos sociales, sistema político mexicano y sindicalismo. Ha sido profesor, funcionario público y asesor parlamentario.

 

Es autor de los libros Interpretación sobre las causas, las modalidades y la organización del comercio en la vía pública de la Ciudad de México (1992); Apuntes y reflexiones: Defensa de la educación superior como bien público y dos perspectivas filosóficas (2009) y Teorías, estrategias y desafíos de los trabajadores y del sindicalismo (que circula bajo el sello del Sindicato Independiente de Trabajadores del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (SITISSSTE), México, 2019).

 

Es miembro de la Red Iberoamericana de Docentes, del Grupo María Cristina (espacio de análisis y reflexión libre y plural) y de la Red Mexicana de Estudios sobre los Movimientos Sociales.

https://www.alainet.org/es/articulo/203722
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