Bolivia en el corazón

19/11/2019
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Foto: Luis Britto García
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Contra todo proceso progresista hay sentencia de muerte, por golpe, por invasión, magnicidio o judicialización. Contra agresión en todos los niveles, conteste la izquierda en todos los planos. Contra la ofensiva de los poderes hegemónicos debe todo proceso progresista generar contrapoderes. No se contiende con adversarios legalistas, éticos ni humanitarios. Tiran a matar, y es responsabilidad de los progresistas sobrevivir. En la resistencia preparar el triunfo, en el triunfo la resistencia.

 

2

 

No entiende el Imperio, y nunca lo hará, que la manera de ganar elecciones es mejorar la vida del electorado. Durante catorce años gobiernan democráticamente en Bolivia el MAS y su dirigente Evo Morales; asumen el control de los recursos naturales, suben el salario mínimo de 440 a 2.060 bolivianos y el ingreso per cápita de 1.120 dólares a 3.130, elevan la expectativa de vida de 64 a 71 años, reducen la pobreza extrema de 38 a 17%, el desempleo de 8,1 a 4,2% y la Deuda Pública de 52 a 24% del PIB, hacen crecer éste 327 veces y evitan la secesión del país. Tales medidas les reportan el triunfo electoral consecutivo y la creación de una fuerza popular que hasta este momento resiste el asesinato de la democracia.

 

3

 

La derecha sólo reconoce elecciones que gana: su organismo comicial son las bandas terroristas pagadas, la policía, la facción de derecha del ejército y la intervención del Ministerio de Colonias. Error de primera magnitud fue el ofrecimiento de Evo Morales de entregar a la Organización de Estados Americanos la oportunidad de recontar votos e incluso de convocar a nuevo proceso electoral. Desde el momento cuando bendijo la agresión contra la Guatemala de Jacobo Arbenz en 1954 se sabe cuál fue, es y será el proceder del llamado Ministerio de Colonias de Estados Unidos, que recibe de dicho país más del 60% de su presupuesto. Para colmo, el candidato opositor de Evo rechazó la propuesta de reconteo. Ninguno de nuestros países, por ningún concepto, en virtud de ningún tratado internacional, puede ni debe colocar en manos de organismos o tribunales internacionales asuntos de orden público interno. Contra injerencia, soberanía.

 

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Error similar fue la renuncia del Presidente y de numerosos funcionarios a la investidura que el pueblo les confirió y que sólo el pueblo puede retirarles. Cuando el aciago golpe de Estado de 2002, Hugo Chávez Frías pudo comunicarse telefónicamente con Fidel Castro, y éste le dio dos consejos: “No te inmoles” y “no renuncies”. Un Presidente depuesto por la fuerza que no renuncia es una papa caliente para el agresor. Su salvajada no será nunca legítima. El pueblo no creyó en la supuesta dimisión de Chávez difundida falsamente por los medios golpistas; esa certidumbre impulsó la marejada popular que lo regresó al poder. La renuncia del Presidente Evo sólo puede ser aceptada por el Poder Legislativo boliviano, dominado por el MAS. El golpista no ha podido formar gobierno; sólo podría hacerlo asumiendo la dictadura absoluta para imponer la disolución de todos los poderes. Es la Teoría Política del Capital; no acepta otra, salvo como mascarada. Los gobiernos progresistas deben aprender que nada es más inútil que apaciguar al monstruo. Mientras el Imperio sea juez, sus sentencias serán de muerte.

 

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Problema complejo es el de las relaciones con los cuerpos armados. Se descuida con frecuencia a la policía. Pero la Policía Municipal fue la tropa de choque en el golpe contra Hugo Chávez Frías; en el cuartelazo contra Rafael Correa y ahora en la asonada contra Evo Morales. Exigen de éste que les otorgue iguales condiciones de remuneración y de ventajas laborales que al Ejército. Conceda lo que conceda, siempre inventarán motivos para sublevarse. En cuanto al ejército, su situación en Bolivia, como en otros países, es ambigua. A mediados del siglo pasado apoyó con un golpe el ascenso al poder del reformista Movimiento Nacional Revolucionario, y con otro lo derrocó. Desde entonces oscila entre el soporte a gobiernos electos y la instauración de dictaduras de derecha. Todo gobierno progresista debe desarrollar políticas de unión cívico militar: uno de los factores que ha contribuido a que el progresismo en Venezuela sobreviva a todos los atentados y arremetidas violentas y lleve dos décadas en el poder.

 

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En Chile, Brasil y ahora en Bolivia sectas protestantes han adquirido un protagonismo político que supera desproporcionadamente al del número de sus fieles. Tras prolongadas luchas de dos siglos, lograron algunos movimientos progresistas latinoamericanos y caribeños implantar el Estado Laico. La Iglesia Católica, que antes casi ejercía el monopolio de los creyentes en la región, lo está perdiendo por la acción de credos que practican un agresivo activismo social entre sus miembros, manejan importantes recursos financieros, divulgan ideologías y prácticas extremadamente conservadoras, mantienen estrechos vínculos con sus casas matrices en Estados Unidos y Europa, y operan como actores políticos. Tuvieron participación decisiva en la elección de Bolsonaro en Brasil y en lo que un comunicador llamó “El primer Golpe de Estado evangélico del mundo” en Bolivia. Contra política confesional, batalla de las ideas progresista y laicización de la política.

 

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El manejo de los movimientos étnicos es otro problema delicado. Muchos invocan el nombre de la Pachamama en vano, así como muchos cristianos prenden fuego al prójimo de piel morena. La población boliviana que se reconoce indígena ronda el 64%. No es cultural ni políticamente homogénea. Para ellos Evo Morales ha convertido Bolivia en Estado Plurinacional, garantizado el desarrollo de sus culturas, conferido el derecho a que decidan ciertas cuestiones locales de acuerdo con leyes y órganos ancestrales. Dividida entre numerosos grupos étnicos, la población originaria también difiere en puntos de vista. Siguiendo lineamientos de las ONGs estadounidenses Indian Law Resource Center e Indian Treaty, muchos de ellos aspiran a ser considerados pueblos distintos de la población nacional, con territorios y gobiernos propios, vale decir, Estados soberanos con control de los codiciados recursos naturales. Cuando la amenaza de secesión de la Media Luna, seis naciones indígenas declararon su “autonomía e independencia”, comenzando por la Tupí Guaraní. Movimientos étnicos de la CONAIE apoyaron el golpe contra Rafael Correa y pactaron con Lenin Moreno el desvío de la marejada popular de protestas contra el neoliberalismo. En Venezuela, a principios de 2019 una “Guardia Territorial Pemona” trató de impedir que la Guardia Nacional protegiera las fronteras contra la invasión que pretendía violarlas con el pretexto de la “ayuda humanitaria”. Contra secesión étnica, etnias nacionalistas. Izquierda prevenida vale por dos.

 

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https://www.alainet.org/es/articulo/203370
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