La patinada peruana

18/11/2019
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A finales de junio pasado, cuando en Moquegua se realizó un encuentro binacional Perú-Bolivia protagonizado por Martín Vizcarra y Evo Morales, ambos mandatarios aparecían sonrientes y contentos. El encuentro produjo una serie de acuerdos –saneamiento del lago Titicaca, que ambos países comparten, uso racional de recursos hídricos comunes, integración vial y un importante proyecto de venta de gas natural boliviano al Perú. A pesar de las tendencias políticas divergentes, los dos presidentes aparecían satisfechos y amigables, y así quedaron en la iconografía oficial.

 

(Al fin y al cabo, los dos países son históricamente hermanos, mejor dicho salidos uno del otro, cuando en 1825 Bolivia se declara independiente de España y se separa del Perú con el nombre de República de Bolívar).

 

Nada hacía prever entonces la puñalada trapera que Vizcarra le daría a su popular homólogo justo en la hora del apuro, cuando más necesitaba apoyo y protección. Entre la versión de la odisea aérea de Evo Morales que han dado el canciller peruano Gustavo Meza-Cuadra –parcialmente desmentida por el propio presidente Vizcarra- y la divulgada por el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, es la segunda la que ha ganado credibilidad, también en la opinión pública peruana. Sacar a colación cuestiones como “las altas horas de la noche”, unas “consideraciones políticas” (¿cuáles?) o “acuerdos tomados antes” (¿acaso son inmutables?) no logra disimular la realidad: Perú negó el abastecimiento al avión mexicano en el viaje de regreso, exponiendo la seguridad y la vida de Evo Morales y de sus acompañantes. Si no hubiera sido por el apoyo del gobierno paraguayo y la inesperada concesión del gobierno de Brasil, se habría activado una trampa de consecuencias funestas.

 

El propio Evo Morales, en una entrevista a El País, ha declarado:”No puedo entender cómo Perú, con quien tenemos tanta amistad, con quien compartimos la misma historia, no permitió que el avión pudiese aterrizar en Lima”.

 

Quién sabe si en las futuras –e inevitables- reconstrucciones hollywoodienses de este episodio se verán las previsibles llamadas de Donald Trump –quien se ha apurado a festejar el “regreso de la democracia” en Bolivia- a los varios gobiernos sudamericanos para activar la caza al hombre que osó desafiar el Imperio. Lacayo es un término que se creía extinto con el fin de la guerra fría, sin embargo se aplica perfectamente al comportamiento de gobiernos como los de Ecuador y Perú.

 

A veces es suficiente un término o una expresión para entender de qué lado está uno, a cual ideología se adhiere. Así, recorriendo la prensa mundial en tiempos de internet, queda fácil separar el trigo de la cizaña: viendo quien evita utilizar la definición “golpe de estado” y quien la usa para caracterizar las horas aciagas que está viviendo Bolivia, se revela de qué lado de la barricada está un gobierno o un medio de comunicación. La pradera de la democracia o la fortaleza del imperio. ¿Lucha maniquea o contradicción milenaria?

 

Lo más disgustoso del intento de golpe boliviano –el partido está lejos de haber acabado- es el uso de la temática religiosa, de la Biblia y los crucifijos para contrastar y aniquilar la espiritualidad indoamericana. Un cántico siniestro que viene de los tiempos de la Conquista y perdura en la expansión evangelista y pentecostal en las Américas, con su carga autoritaria, represiva y sexofóbica.

 

La autoproclamada presidenta Jeanine Áñez, sentada en las armas de los militares, había ya declarado guerra en el pasado a los “ritos satánicos indígenas”, su definición de las ricas creencias milenarias, filosóficas y religiosas, de los pueblos andinos. Biblia y metralleta en vez de Biblia y espada. La ignorancia acaba por parir monstruos. Al contrario, en tiempos de la “dictadura” de Evo Morales, se han dado a conocer al mundo conceptos antiguos pero actuales como el “buen vivir”, que empalma con el democrático “bien común”, la ética andina –que profesa “no robes, no mientas, no seas ocioso”- y sobre todo la visión cósmica de la Pachamama, la Tierra Madre, a quien debemos respeto y cuidado. En esta cosmovisión, donde ecología y misticismo vienen a formar un círculo virtuoso, los pueblos originarios –y Bolivia cuenta con 36 de ellos- han aprendido a cuidar la naturaleza como una madre, a non torturarla como hace la hodierna angurria extractiva, ultima playa del neoliberalismo.

 

Los que confluimos en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el cambio climático y los derechos de la Madre Tierra en Cochabamba (abril 2010), convocada por Evo Morales, éramos 20 mil participantes de 130 países. En aquellos días, en que se diseñó una hermandad planetaria, pudimos constatar el grado de madurez y conciencia de los bolivianos y de las poblaciones andinas en general en cuanto a devastación ambiental y remedio de los desastres naturales ----como el deshielo de los glaciares tropicales- o extractivistas, como la apocalíptica minería imperante. Aprendimos con alegría y emoción que la Pachamama había entrado en la Constitución del Estado plurinacional de Bolivia como sujeto jurídico, que goza de derechos en cuanto ser vivo, que además nos nutre y nos hospeda a todos.

 

Estábamos lejos de las fuertes contradicciones que, junto con la represión de la disidencia, minarían más adelante la enorme popularidad de Evo, como la carretera del Tipnis, la adopción de cultivos transgénicos, el proyecto de construcción de la central nuclear “más grande de Latinoamérica y más alta del mundo”.

 

Y estábamos más lejos aún de imaginar un golpe de estado imperial, cívico-policial, inspirado en un ideario “religioso” tipo Ku Klux Klan como el actual.

 

Es muy probable que los acuerdos sellados en julio pasado entre Evo Morales y Vladimir Putin en Moscú, relativos justamente a la construcción de la central nuclear en El Alto y la entrega de grandes cantidades de litio y gas natural a Rusia, hayan fuertemente irritado a Washington y pueden haber precipitado los tiempos de realización del golpe.

 

Por último: felicidades por la recuperada caballerosidad de una noble tradición mexicana.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203340
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