Chile, el despertar sin miedos

06/11/2019
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  • Análisis
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Un grafiti en la pared corona una esquina de las calles del centro de Santiago: “Chile despertó, ya no tiene miedo”. Frente a él camina por la calle un sin número de gente, sin banderas, sin colores, con el único objetivo de juntarse en una plaza, para expresar su pérdida a los miedos.

 

Frente a los miedos, podemos encontrar un sin número de explicaciones, biológicas, psicológicas y sociales; básicamente es la reacción que manejamos ante los fenómenos de riesgo, peligro o los desafíos a lo desconocido. Mucho de los miedos que experimentamos, son utilizados en los procesos de aprendizaje y también de socialización, donde también los parámetros de ellos se asocian a las consecuencias negativas, de castigo y punitivos a los que debemos de tener miedo. Es desde ahí que el miedo, se ha utilizado desde los inicios de la humanidad, como dispositivo de control político o religioso, relacionado con el castigo o al ejercicio del poder, como bien analizan diversos autores. De esa manera el no cumplir con lo establecido nos colocará frente al miedo del castigo a recibir, ya sea humano o divino.

 

El miedo viene utilizándose en la clase política desde hace mucho tiempo, jugando con los temores de futuro y con lo que pasará o no ocurrirá de no seguir el juego político. No es de extrañar desde ahí los juegos políticos, que hoy se viralizan por el abuso de las redes sociales virtuales, como es la amenaza de acabar como Venezuela o que podríamos ser como los países “desarrollados”.

 

El miedo se convierte en una construcción social, cultural e histórica. Los miedos son culturales, son aprendidos desde la familia, así como en las escuelas, por los sistemas de enseñanza y educación que de alguna manera nos transmiten tradiciones, creencias y costumbres que han estado ligados con el miedo. Los miedos también son impuestos desde una clase política que legisla para castigar, buscando leyes que impongan penas más que abran oportunidades.

 

El miedo también es parte de la historia, del pasado histórico de Chile. No es de extrañar que luego de decretado el Estado excepción y emergencia, como una de las primeras medidas para sacar a la gente de la calle, para luego imponer el toque de queda. Las personas con más edad, se educaron desde el miedo, de la época del golpe militar, la represión por parte de los militares y los desaparecidos en las horas de toque de queda en la dictadura. Miedos que se han transmitido de generación en generación.

 

Pero esos miedos son los que se han ido perdiendo, y de todas maneras se han manifestado en los últimos días. Se da en la pérdida de miedo sobre el actuar de las fuerzas armadas y militares, donde se le ha perdido el respeto y la valoración que pudo haber tenido, de una institución como carabineros que tuvo una de las mayores valoraciones en los últimos años, la cual ha ido bajando estrepitosamente. Denuncias y procesos judiciales por corrupción, estafa al fisco y manipulación de dinero y bienes del Estado; así mismo el ejército que se ha visto involucrado en fraudes fiscales por cantidades similares. Fraude que se calcularía en sobre los 60 mil millones de pesos (sobre 80 millones de dólares).

 

A esto se suma los privilegios en el ámbito de salud vivienda y sobre todo en el sistema de pensiones que tienen las Fuerzas Armadas, arreglado desde la década de los 80 cuando se realizó el cambio en el tema de pensiones a privados, menos a los funcionarios de las Fuerzas Armadas que mantuvieron un sistema estatal, donde hoy esas pensiones representan cinco veces más el promedio de la pensión básica de los civiles. Son algunos elementos que hace que la imagen de las fuerzas armadas y de orden, se le haya perdido el miedo, ya no se le tiene miedo a su accionar y a su represión.

 

La pérdida de confianza y de credibilidad también atraviesa a la clase política, donde igualmente se ha visto involucrada extensamente en diversos casos de corrupción, partiendo de discursos y promesas políticas vacías, de negocios bajo de la mesa a espaldas del electorado han hecho que la población no sólo tenga un quiebre y desconfianzas con la clase política, sino que también con los grupos de poder, sobre todo los económicos. En los últimos años por ejemplo hemos presenciado casos de corrupción, de colusión económica, de estafas a los consumidores; y los castigos que reciben políticos y empresarios van desde multas irrisorias, sobreseimiento de casos inexplicablemente o clases de ética empresarial como castigo, esto por miles o millones desfalcados.

 

Son esos miedos que se han perdido, pero que también han enardecido a la población desde lo cual también hace que se movilicen, por el cumulo de situaciones que han hecho reventar las molestias cual olla de presión. Es esa pérdida de miedos que se han dejado en el pasado, que hoy han hecho despertar a la población. Chile despertó, luego de años aletargado ante las problemáticas económicas, sociales y políticas que lo agobiaban. Si bien es cierto muchos de los movimientos sociales han cobrado fuerza en los últimos años, estos eran sectoriales o provenían de demandas sociales puntuales. Es por ello que la respuesta desde el gobierno con amenazas de toque de queda y medidas económicas paliativas de corte neoliberal, han hecho despertar aún más a la gente en la calle quienes demandan cambios estructurales de fondo en el sistema, evidenciando un despertar conjunto desde los diversos sectores sociales. Chile despertó sin esos miedos, movilizado eso si por algunos temores de futuro

 

Pero hoy también se han movilizado por los temores, entendiendo que el temor hace referencia a la incertidumbre del futuro y a las expectativas generadas en un consciente colectivo sobre lo venidero. Hoy las incertidumbres que causan temores están puestas, sobre todo, en los jóvenes que van desde los temores a largo plazo a las pensiones y/o jubilaciones que se recibirán. Pero también se tienen temores ciertos sobre las oportunidades laborales, donde hoy la inserción a trabajos inestables y precarizados, es una realidad de nuestros jóvenes.

 

Hoy hay temores ciertos sobre la educación, sobre la calidad de educación que tendrán nuestros hijos o el acceso a la educación superior; temores también reflejados en aquellos que accedieron a la educación con CAE (sistema de crédito estatal de la educación superior) y que los mantiene como mínimo 20 años endeudados cuando sacan una profesión.

 

Hay temor a las enfermedades, donde el coste de la salud privada es inalcanzable y la salud pública no garantiza su calidad, su especialidad o la atención oportuna de las enfermedades, en especial de las problemáticas de salud más complejos. También existen temores sobre las posibilidades de acceso a viviendas dignas, o a entornos saludables y que se asegure la calidad de vida.

 

Los temores son innumerables, ante la complejidad de límites y obstáculos que impone el actual sistema. Temores que son transversales a diferentes ámbitos de la población. Temores al futuro que hoy se convierten en catalizadores motivaciones dentro del movimiento social. Temores que hoy han hecho despertar a la población, dejando los miedos atrás para enfrentar los temores que tienen a futuro. Un despertar que puede ser incierto, pero con esperanzas de hacer frente a los temores de la construcción de nuevos amaneceres.

 

-Francisco Ramírez Varela, Dr. en Cultura y Educación en América Latina, Académico Escuela de Trabajo Social UDLA

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203087
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