La destrucción del país

03/07/2019
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Estoy perfectamente consciente de que los problemas confrontados por Venezuela en la hora actual son de orden estructural, problemas que se han venido agigantando debido a que en su momento no fueron atendidos o resueltos debidamente. En el orden económico el primero ha sido --y todos lo sabemos-- el rentismo petrolero, el depender de un solo elemento sobre el cual hacer recaer todo el peso de nuestra economía, sin haber empleado este recurso para desarrollar el agro, la pesca, la ganadería, la confección y otros rubros básicos de importancia que nos permitieran la sobrevivencia material más allá de los lapsos de cada gobierno.

 

La segunda razón ha sido la mala administración de esos recursos, la ausencia de planificación para asumir los proyectos, entregados casi siempre a la improvisación y a la falta de coherencia de los mismos, casi siempre oportunistas, lo cual origina dos de las principales rémoras de nuestra administración: la burocracia y la corrupción. En pocos países se han dilapidado recursos como en Venezuela, se han invertido cifras astronómicas en proyectos que no se llevaron a cabo y ni siquiera se retomaron: se desecharon y luego fueron sustituidos por otros que tampoco se llevaron a término; ello, en todos los ámbitos: vialidad, salud, comunicaciones, alimentación, construcción, tecnología, energía. Esta ceguera donada por una ilusión de paraíso artificial fue creada por el petróleo y la falta de conciencia de las clases dirigentes en los distintos gobiernos, nos han llevado a la crisis que padecemos hoy.

 

Según parece, la cosa más eficaz en el país es la maquinaria para organizar elecciones que, una vez ganadas, las autoridades, gobernadores, ministros, alcaldes, legisladores y hasta los presidentes toman otra actitud: la de envanecerse y olvidar los problemas del pueblo. Buena parte de nuestra clase política es muy buena manejando verbos y discursos, pero en el momento de la práctica desvían los ingentes recursos de la nación para sus negocios personales. Esto ha sido así históricamente, desde los tiempos de los adecos y los copeyanos, hasta quienes se dicen revolucionarios o socialistas. Los ejemplos son numerosos. Basta recordar los casos recientes de la Fiscal General de la Nación y del Presidente de PDVSA; cómo se fueron del país llevando consigo cuantiosas sumas de dinero. Hace poco, el actual Fiscal General de la Nación reveló con vergüenza una nueva lista de más de cincuenta fiscales corruptos en el seno de esa institución. La depuración continúa.

 

De estos problemas somos responsables nosotros mismos. No podemos buscar culpables fuera del país. Somos nosotros quienes hemos estimulado y permitido estos lamentables errores, estas vergonzosas desviaciones de la política que han venido desprestigiando una gestión de gobierno con buenas intenciones. No hemos logrado un efectivo bienestar social, económico ni cultural debido a la debilidad institucional; nuestras instituciones han crecido enfermas, llenas de vicios, envilecidas por el facilismo y la complicidad para hacer negocios ilícitos, generando la práctica del cobro de comisiones en los contratos de trabajo, creación de empresas fantasmas o de maletín, instituciones donde reina el nepotismo y donde familiares y allegados se enriquecen con los recursos del Estado, que deberían ser para todos los venezolanos.

 

Esta "viveza" (no la sana picardía para ganarse la vida, plena de humor y locuacidad) del venezolano, su superficialidad y facilidad para crear pequeñas y grandes mafias se ha replicado entre la gente del pueblo, como una plaga se disemina en todos los ambientes institucionales, donde se van creando de inmediato roscas que imitan a las del poder y acaban con los recursos, mientras las mafias de los comerciantes desangran la economía familiar. Estas mafias siempre hallan un cómplice, alguien que les facilita o les encubre las cosas, o una excusa para presentar sus falsos argumentos ante las autoridades. Muchas autoridades, guardias nacionales, policías, fiscales, funcionarios, en vez de proteger al pueblo, terminan por ir contra él cuando tejen sus coartadas con los comerciantes, acaparadores o contrabandistas, haciendo un daño tremendo a la ética institucional, y destruyendo poco a poco la convivencia. Al no cumplirse las leyes, o al violarse éstas con la complicidad de las autoridades, se está destruyendo lo más importante: la ciudadanía. Aprovecho para hacer dos señalamientos críticos al gobierno actual: su poca firmeza en el momento de aplicar sanciones a quienes especulan y roban al pueblo, especialmente a los comerciantes y acaparadores; la ausencia de un control de precios para impedir el alza de éstos, pues los comerciantes los aumentan a su antojo, sin ningún tipo de presión, como sucede con los precios en de los pasajes del transporte público, los cuales se elevan sin ningún control, convirtiendo los traslados en el interior del país en un verdadero infierno; aplicar sanciones a las mafias extranjeras --sobre todo árabes-- que operan en el país con la anuencia de muchas autoridades. En el plano político ya basta de estar "negociando" con una oposición política que ha mostrado sus rasgos claramente criminales, la cual, apenas se le da la primera oportunidad, intenta de nuevo hacerse del poder por las vías más deshonestas. Necesitamos una oposición, es cierto (un país no puede gobernar mediante un solo partido con un absoluto control del poder, eso sería totalitarismo) pero una oposición sería, crítica, formada y llena de ideas nuevas y vigorosas. La idea es que exista un solo Parlamento donde tengan cabida también diputados de la oposición; no una Asamblea Nacional en desacato cuyo único objetivo sea el de relevar en un tiempo estipulado al Presidente de sus funciones.

 

Por lo pronto, yo recomendaría crear un Consejo Ético Nacional compuesto por hombres y mujeres probos y sabios de todos los sectores del país, que evalúe internamente la función de las instituciones. En cuanto a Hugo Chávez, poco favor le haríamos endiosándolo con el epíteto de "El Comandante Eterno", cuando lo que se requiere es poner a valer sus ideas en el momento actual a través de acciones políticas y sociales concretas.

 

Los otros factores estructurales que tienen mal al país se deben al desenvolvimiento de la geopolítica. En la actualidad, con la restauración neoliberal que se vive en América latina, están operando los principios del capitalismo de tipo "salvaje", es decir, un imperialismo que arremete contra las ideas diferentes con toda su crudeza y su poder destructor. Hacen caso omiso de leyes y normativas internacionales; ignoran los acuerdos de las Naciones Unidas, violan tratados, intervienen militarmente países, manipulan capitales y fondos, aplican sanciones, amenazan bancos; se valen de todos los medios para mantener su hegemonía. En la época actual, los Estados Unidos y otros países de su área de intereses, en Europa y América, han armado una conspiración contra Venezuela porque su gobierno difiere de las líneas políticas de ellos, y ahora nos atacan de la manera más artera, bloqueando cuentas en bancos de otros países que nos sirven para realizar pagos y hurtan fondos sin ningún escrúpulo; apoyando gobiernos ilegítimos como el que quiso imponer Guaidó; hacen espionaje mediático, manipulan la información a través de falsos positivos, sobornan funcionarios, intentan magnicidios con drones, hostigan con permanentes sanciones, llevan al país a una inflación descomunal, caldo de cultivo para comerciantes inescrupulosos que ahora se aprovechan de la situación, sin que el gobierno tome medidas eficaces para contenerlos, y han llevado al país a una depresión social que se traduce finalmente en una verdadera guerra, que está minando la salud física y mental de los ciudadanos, obligándonos a emigrar y a debilitar nuestras familias; ha habido de todo: accidentes, asesinatos, suicidios, muertes por enfermedad y por carencia de medicamentos en clínicas y hospitales, mientras en el territorio escasean el gas, el agua, la electricidad, la gasolina y los alimentos están por todas partes, pero a precios inaccesibles. Vivimos la peor crisis que hayamos vivido en años.

 

Para colmo, la presión sobre Venezuela ha arreciado, al convertirnos en un país botín nadando sobre pozos de petróleo, gas, minerales, oro, bauxita, grandes ríos, manantiales, riquezas que, al ser intervenidas y obtenidas a la fuerza, puedan repartirse entre los países que apoyan la intervención. Ahí tenemos a los gobiernos de España, Argentina, Chile, Colombia Perú, Ecuador, Brasil. Resulta verdaderamente escandaloso observar cómo han traicionado los gobiernos actuales de estos países los ideales no sólo de Bolívar, sino de tantos otros héroes que murieron en batallas luchando y dando su vida por sus ideales y sueños para legarnos países libres y mejores; ideales de libertad y justicia que deberían ser ahora un norte ético y logren encarnar nuestra utopía social. De no alcanzar estas metas seguiríamos humillados, dependientes, sin capacidad para decidir sobre nuestro destino nosotros mismos, aguardando sólo órdenes del Banco Mundial, el FMI y de gobiernos autocráticos como el de Estados Unidos que, lejos de mostrar su poderío, lo que hacen es poner en evidencia su debilidad moral y su pobreza espiritual. En verdad, USA día a día pierde su verdadero poder político, mostrando sólo un poderío militar que sólo le sirve para amenazar a naciones más pequeñas.

 

Los venezolanos debemos estar en guardia, ahora más que nunca, no sólo con respecto a las amenazas foráneas, sino también a las amenazas que se tejen internamente por gobernadores, legisladores, alcaldes y ministros dudosos, dispuestos a hacer trampas en la primera oportunidad que se les presente, para después tratar de justificar sus actos con alegatos ideológicos. A decir verdad, las ideologías nos están devorando: pretenden tragarse los discursos de la historia, la cultura, la filosofía, la educación. Están atragantadas de los medios de comunicación para que éstos repliquen su discurso consumista, vacío, de puro entretenimiento, violencia, sexo y banalidades, evasión permanente, un discurso inhumano y depredador de la naturaleza y de la ética. Creo que también los venezolanos deberíamos pensar en una nueva política, menos llena de consignas y más estructurada con acciones concretas y planteamientos sociales productivos, más que de inflamados discursos demagógicos, en el fondo vacíos. Tenemos la obligación de forjar una nueva generación de humanistas, maestros, técnicos, agricultores, ingenieros, científicos, poetas y pensadores, y hallar nuevos modos de encauzar nuestros recursos económicos en pro de un desarrollo real y de una nueva política, sin discursos reiterados ya agotados, bajo cuya hipocresía se ocultan muchos depredadores que podrían llevar al país a la bancarrota definitiva, si no los detenemos.

 

© Copyright 2019 Gabriel Jiménez Emán

 

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