La presencia china en Latinoamérica:

Paradojas ante el nuevo escenario de integración

10/06/2019
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Foto: Wikipedia barco panama wikipedia small
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Tras décadas de hegemonía neoliberal y predominio de la influencia norteamericana en toda la región, asistimos, a inicios del siglo XXI, a un período de transiciones y cambios. Junto con las transformaciones en el seno del capitalismo mundial, asumieron gobiernos de diferentes fuerzas políticas que coincidieron en las propuestas de integración regional. Estas reconfiguraciones implicaron el surgimiento de nuevos bloques y la reorientación de otros como el MERCOSUR. La UNASUR, la CELAC y el ALBA mostraron, en sus distintas versiones, la nueva correlación de fuerzas emergente. Esto les confirió una base común de acuerdos entre diferentes Estados, nucleados en acuerdos político-institucionales, en áreas como infraestructura y defensa de la democracia, más allá de la integración económica. A su vez, estos procesos obturaron los intentos de profundización de proyectos impulsados desde EE.UU. y sus herramientas; el ALCA, la OEA y el NAFTA (Kan, 2015)1.

 

El giro en suramerica en torno a un nuevo período de regionalismo, coincidió con que China asumimiera un rol predominante en la escena internacional, conferido principalmente por su expansión económica y comercial. No obstante, el estrechamiento de los vínculos se observa en diversos terrenos. En 2004, el presidente Lula da Silva, junto a centenares de empresarios y funcionarios brasileros, visitaba China y la reconocía como una economía de mercado. Las relaciones diplomáticas se desarrollaron también en instancias como el G20, la ONU, y los BRICS. Desde entonces, los vínculos entre China y América Latina continuaron un camino expansivo. En el terreno comercial, desde el año 2009, se convirtió en el principal socio de América Latina y destino de las exportaciones2. A su vez, la crisis mundial de 2008, dejó entrever el lugar que comenzaba a tener como financiador, inversor, y socio comercial. Esto implicó el desplazamiento de Norteamérica como socio prioritario. Ahora bien, las relaciones comerciales no implican necesariamente una asociación estratégica. De esta manera, el giro al Asia Pacífico viene siendo observado por distintos analistas como una nueva etapa en configuración del poder mundial.

 

Durante el boom de los commodities, la demanda china impactó directamente en el precio de las materias primas, al tiempo que aumentó las importaciones de maquinarias, equipos y bienes intermedios desde este país. La expansión de la competencia china llegó a disputar con Estados Unidos, y se tradujo también en la importante llegada de IED. China contribuyó al comercio mundial con sus altas tasas de crecimiento, hasta que, por efectos de la crisis mundial atravesó cierta desaceleración. Con la caída de la demanda global, el gigante asiático lanzó grandes proyectos de infraestructura, créditos y otras herramientas de estímulo para la reactivación económica (Cepal, 2017: 63)3. No obstante, el clima que predominó hasta 2015, se frenó junto con la desarticulación de fuerzas sociales y políticas que venían generando importantes transformaciones en la región. La caída de la demanda china, afectó los precios de commodities y volumen de exportaciones primarias. A su vez, el 70% de las exportaciones totales de Latinoamérica a China se componen de productos con bajo valor agregado (Cepal, 2017: 65). Así, economías como Argentina y Brasil están atravesando un proceso de desindustrialización y reprimarización. En este contexto, el rol chino en la región viene desatando amplios debates en todos los ámbitos, en considerando que no existe una estrategia de inserción internacional compartida regionalmente, ni siquiera desde América del Sur. Como contracara, se multiplican los acuerdos bilaterales, en detrimento de integración latinoamericana. Surge la pregunta de ¿qué tipo de relación queremos establecer con China? Aquí emergen algunas paradojas.

 

Por un lado, la situación dominante hasta la primera década y media del siglo XXI, se inscribió en un giro al Asia Pacífico, con el crecimiento de las zonas emergentes del sur. La incorporación al mercado de trabajo de sectores medios y bajos, acompañó estos cambios. Hoy, no sólo se profundiza la matriz exportadora, sino que los niveles de consumo y empleo bajan estrepitosamente. En este marco, cabe preguntarse si la relación con China derivará en la profundización de los vínculos centro- periferia, cuando las clases dominantes de los países latinoricanos retoman una agenda neoliberal, promoviendo el saqueo del capital financiero en nuestros territorios. ¿Qué pasará con las relaciones con China si nuestra región no diversifica los productos, ni agrega valor, ni consigue invertir en la región Asia Pacífico, para también ser parte de sus cadenas de valor?

 

La situación actual combina neoliberalismo con recrudecimiento de políticas represivas y antidemocráticas en gran parte de los países de la región. Argentina y Brasil cambiaron drásticamente el rumbo de su política exterior a raíz de sus nuevos gobiernos, más afines al neoliberalismo y alineados con Norteamérica. Sin embargo, ninguno rompió relaciones con China. Se mantuvieron acuerdos previos y nuevos fueron firmados. Paradójicamente, mientras se consolida el realineamiento de los países latinoamericanos hacia las políticas de Norteamérica, éste profundiza el proteccionismo. Por otro lado, los bloques de integración emergentes a inicios del siglo XXI, no parecían estar obstaculizando sus objetivos a China. Por el contrario, los foros China-CELAC, son una muestra de ello. Inclusive, el lanzamiento del BRICS estuvo vinculado a la idea de multipolaridad como síntoma de nuevos tiempos.

 

Recientemente, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Guyana y Ecuador se encontraron en la Constitución del Prosur, en señal del drástico cambio de época. Surgen las interrogantes de ¿Qué va a pasar con MERCOSUR, UNASUR, CELAC, y ALBA? ¿Cómo se resolverá la crisis en Venezuela y cómo impactará en el resto de la región? ¿Qué tipo de relación estratégica con China prevén los nuevos acuerdos integracionistas?

 

Si hay algo vigente es la dinámica de cambios a nivel internacional, con la correspondencia entre los procesos de integración sur-sur y el peso de China en el mundo, en un equilibrio inestable. Por esto afirmamos que, la región latinoamericana y caribeña, continúa, una vez más, en disputa.

 

-Amanda Barrenengoa, U. Nacional de la Plata

 

Este trabajo es parte del Boletín Integración regional. Una mirada crítica, N°4/5, mayo de 2019, editado por el Grupo de Trabajo Integración y Unidad Latinoamericana del Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales (CLACSO).

 https://www.clacso.org/wpcontent/uploads/2019/06/boletin_clacso_mayo_2019.pdf

1 Kan, Julián (2015). “La integración desde arriba. Los empresarios argentinos frente al MERCOSUR y el ALCA. 1a Ediciones Imago Mundi. Buenos Aires.

 

2 “En 2000, China constituía el séptimo mayor exportador del mundo, con el 3,9% del total mundial, y el octavo importador, con el 3,4% del total mundial. Después de un crecimiento anual superior al 20% en ambos flujos, en 2011 China pasó a ser el primer exportador del planeta, alcanzando el 10,4% del total mundial. En ese mismo año, China se transformó también en el mayor importador, representando el 9,5% del total mundial. En 2015 esas participaciones alcanzaron 13,8 % y 10,1%, respectivamente” (Cepal, 2017: 9).

3 Cepal (2017). La irrupción de China y su impacto sobre la estructura productiva y comercial en América Latina y el Caribe, José Durán Lima Andrea Pellandra. Serie Comercio Internacional n° 131.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200306
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