Crisis política en Brasil: entre el impeachment y la ofensiva neofascista

22/05/2019
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Jair Bolsonaro
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Introducción

 

En nuestro trabajo “¿Adiós a Bolsonaro?”[1], señalamos la “tempestad perfecta” que rodea al gobierno del ex capitán, refiriéndonos a una condensación específica de contradicciones de clase que alberga su gobierno y cuyos impactos en los poderes y aparatos del Estado intensifican el marco de inestabilidad y crisis política permanente, lo que pone en el orden del día escenarios de metamorfosis de lo político-estatal y sobre los cuales no puede descartarse una “salida por la fuerza”.

 

En otro artículo anterior[2], reflexionamos sobre la relación indivisible entre economía y política fundamental para comprender los procesos que experimentan en la actualidad nuestras formaciones sociales en América Latina. Así, discutimos sobre el patrón de reproducción del capital y sus relaciones co-constitutivas que implica con las luchas políticas. Sobre esta base, analizamos la conformación del bloque en el poder y los significativos impactos de sus “disensiones intestinas” que al incidir en una crisis política pueden afectar a las formas de Estado y a la reproducción del capital, todo lo cual es de interés de las clases explotadas y de sus condiciones de lucha.

 

Dentro de este eje del análisis, llegamos a señalar que la crisis económica mundial y brasileña en particular, agravó el equilibrio inestable de fuerzas que sustentaron a los gobiernos del PT. La crisis política (2014-2016) desembocó en el Golpe de 2016, el cual implicó una metamorfosis en lo político-estatal (Estado de excepción) girando en torno a una radical reestructuración en la reproducción del capital. Bajo la hegemonía de la fracción financiera (local-extranjera), del agronegocio y de los industriales, los dos años de gobierno Temer sentaron las bases del desmantelamiento del Estado social (neodesarrollista).

 

Posteriormente, el bloque de las clases dominantes en Brasil cerró filas en la elección del gobierno Bolsonaro: El poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Fuerzas Armadas, medios de comunicación, iglesias, todos ellos asociados con las fracciones hegemónicas (locales y extranjeras) y al imperialismo estadounidense, construyeron un pacto de dominación de clase sustentando la inhabilitación política de Lula y abrazando la elección del gobierno Bolsonaro.

Hicimos notar que el gobierno Bolsonaro no es una simple continuidad de Temer. Destacamos que nuevos elementos se inscriben en esta etapa, y uno de los principales reside en “el agravamiento de las contradicciones de clase en el seno del bloque en el poder”.

 

En nuestro último trabajo señalamos dos debilidades del gobierno Bolsonaro: “La creciente fuerza del movimiento obrero-popular y las intensas contradicciones y divisiones intestinas en el seno de las clases dominantes. La profundización de la crisis económica juega a favor del agravamiento de estas dos cuestiones”. Por la importancia de sus determinaciones, nos detuvimos a analizar “las contradicciones que se desenvuelven al interior de las clases dominantes” (en el bloque en el poder), las cuales se expresan entre el neofascismo bolsonariano frente a la llamada “ala militar”.

 

Neofascistas vs militaristas en la reproducción del capital

 

Hemos señalado que neofascistas-Bolsonarianos y militares no son un bloque monolítico, representan “distintos proyectos económicos, políticos e ideológicos, cuyas alianzas y relaciones de clase son dinámicas y relativamente difusas”. Sostenemos que la principal contradicción entre estas fuerzas gira en torno a las modalidades que debe tomar el patrón de reproducción del capital en Brasil (sus pautas, rumbos, tendencias, etc.), todo lo cual acentúa las disputas entre las clases, fracciones y fuerzas políticas, poniendo en cuestión acuerdos y pactos establecidos. Dimos cuenta de que una u otra modalidad de acumulación-reproducción del capital encierra profundas implicaciones en la soberanía, la seguridad nacional, inversión extranjera, mercados, de geopolítica, etc. Y más allá de los intereses comunes (entre bolsonarianos y militares) situados en las relaciones de superexplotación del trabajo y de dominación (Reforma previsional, precarización laboral, prioridad del mercado externo, ajuste fiscal, etc.), expresan lazos de representación de clase relativamente distintos. En ningún momento hemos establecido una dicotomía según la cual una u otra pueda “convenir” a las clases trabajadoras y populares.

 

Olavetes-bolsonarianos representan intereses de fracciones burguesas más dependientes y asociadas al imperialismo de Estados Unidos. Sintetizan un proyecto económico, político e ideológico de corte neofascista apoyado por el capital financiero estadounidense. En su reciente viaje a Dallas, Guedes reiteró la entrega del Banco do Brasil al Bank of América, bajo el risible y ridículo argumento de la “competencia económica”. La asociación subordinada de Bolsonaro con Trump implica una exacerbación del patrón de especialización productiva en su carácter neocolonial, a lo que le subyace el desmantelamiento del aparato productivo tecnológico-industrial, con impactos en las desiguales relaciones de apropiación de valor entre éstas economías, lo que incidirá en la mayor explotación del trabajo y una mayor devastación socio-ambiental. Supone un giro regresivo en materia de inversiones, liberalización comercial en desmedro de la industria, la investigación científica, el mercado nacional. Dicha asociación implica la sumisión a la geopolítica de Estados Unidos y su política de desintegración latinoamericana, de cercenamiento del socialismo latinoamericano del siglo XXI, así como el socavamiento y obstaculización de las relaciones de la economía China con Brasil (BRICS y Ruta de la Seda).

 

Por otro lado, consideramos que los militares en Brasil representan un proyecto económico, político e ideológico relativamente distinto. Sus intereses no son exclusivamente corporativos. Una de sus principales doctrinas estratégicas se basa en hacer del Brasil una “potencia intermedia”, lo que supone una relativa defensa “nacional”, la expansión de la industria, seguridad energética, desarrollo tecnológico, control de los recursos naturales, proyección internacional. En este sentido, no se inscriben en una modalidad de acumulación-desacumulación neocolonial, de abdicación industrial, ni implica una subordinación absoluta a Estados Unidos. Es dentro de este cuadro que encontramos fuertes divergencias de los militares con el proyecto “bolsonariano”, por ejemplo, respecto a la aplicación de distintas políticas económicas, el carácter de las privatizaciones de las empresas público-estatales, sobre la orientación del mercado exterior. Hicimos notar las posiciones de Mourão en relación a China, para quien la economía asiática es un “socio estratégico para Brasil, y no una amenaza”. Esto se comprueba en estos mismos días, en los que Mourão se encuentra en China, y se reunirá con el presidente Xi Jinping. En este marco, el vicepresidente ha señalado: “estamos conscientes de la importancia de China, que hoy tiene más de un tercio del PIB del mundo, y que a corto y mediano plazo puede llegar a más de la mitad. Tenemos que formar parte de eso”. Y añadió que: “espera recibir una propuesta de China para participar en el programa de inversión chino denominado la ´nueva ruta de la seda´”[3].

 

Inestabilidad hegemónica

 

La confrontación actual se inscribe dentro de un periodo de inestabilidad hegemónica. En este contexto, olavistas-bolsonarianos y militares, bajo un orden de alianzas dinámico y cambiante, disputan la hegemonía al interior del bloque de dominación. Un periodo de relaciones de fuerza vacilantes forma un marco inductor de crisis política. Bajo esta disputa, hemos hecho notar el interés del “miliciano” Jair Bolsonaro en “expandir un movimiento de masas de carácter neofascista”, el cual ya está presente en la coyuntura brasileña.

 

Pusimos de manifiesto que las rupturas políticas al interior del bloque en el poder tienen gran significación ya que éstas pueden influir en posibles modificaciones en la forma de Estado. Según las disputas presentes, puede conducir, sea a la forma de un régimen estrictamente militar, sea a una organización neofascista del Estado (con Bolsonaro y sus bases de extrema derecha a la cabeza), o incluso, que se asista a la prolongación del actual Estado de excepción con democracia electoral. Y subrayamos que los alcances de la lucha popular y sus horizontes de construcción de una forma democrática de Estado también están presentes.

 

El gobierno Bolsonaro como Factor de crisis

 

En un cuadro de crisis económica, el papel del gobierno Bolsonaro constantemente pone en cuestión el problema de la hegemonía. Al postrarse a intereses específicos del capital y de Estados Unidos, el gobierno Bolsonaro está incapacitado de “organizar” y “unificar” los “intereses generales” que posibilitan el ejercicio de la hegemonía. Esta postración de Bolsonaro lo incapacita para reproducir la hegemonía, lo que constituye permanentemente un elemento causal de crisis en el seno de las clases dominantes.

 

Problemas de hegemonía: ¿cuál es la vía de solución?

 

Si lo que prevalece es la inestabilidad hegemónica, en nuestro último trabajo nos cuestionamos sobre cuál será la vía que defina la composición jerárquica en el seno del bloque en el poder. Y preguntamos: “¿Llegaremos a una fractura decisiva que precipite una crisis política? ¿Cuál podrá ser la carta de olavetes-bolsonarianos para establecer el control sobre la tutela militar?” […] “¿Puede resolverse el problema de la hegemonía sin fracturas decisivas? ¿Sin golpe de Estado?”.

 

Bajo esta óptica del análisis, pusimos de manifiesto el interés de los militares en el sometimiento del “bolsonarismo” sin la irrupción de una crisis política, “sin ruptura”, ya que una destitución del ex capitán podría favorecer al movimiento popular y al PT, por la vía de una politización de elecciones directas, lo que podría empujar a las fuerzas armadas a un salto en la instauración de una dictadura militar.

 

Crisis política y fractura del bloque en el poder

 

Ahora bien, en los últimos días se agravaron las contradicciones en el seno de las clases dominantes. Quedó evidenciada la incapacidad de articulación política del gobierno Bolsonaro para imponer los intereses de los grandes capitales. Se acentuaron las tensiones entre los distintos poderes estatales, con un presidente de la Cámara de Diputados cuestionando el ajuste, el desempleo, el aumento de la pobreza, y alertando de un posible “colapso social”; partidos políticos desconociendo toda autoridad del poder Ejecutivo; y por otro lado, pronunciándose la guerra del Ejecutivo contra el STF. En la última semana el dólar se elevó a los niveles anteriores a la elección presidencial y la bolsa tuvo una fuerte caída acumulada. Como señalamos, se desdoblaron más las tensiones y escisiones internas desde arriba y los bolsonarianos perdieron gran fuerza. A ello se añade un elemento fundamental. La gran intensidad de la lucha popular con la huelga por la Educación del 15 de mayo, que según la propia Folha y O Globo movilizó entre 150 y 200 ciudades de todo el país.

 

En resumen, las dos debilidades del gobierno Bolsonaro anotadas arriba, en los últimos días se manifestaron en su mayor intensidad: La gran fuerza que ganaron las clases trabajadoras y el movimiento popular, y el mayor agravamiento de las contradicciones entre las clases dominantes que ha desembocado en una abierta fractura en el interior del bloque de dominación.

 

Asistimos a una prematura e histórica corrosión del sistema de alianzas entre las fuerzas económicas y políticas dominantes, que en su “antipetismo” optaron por imponer al neofascismo bolsonariano en el poder Ejecutivo. Su significado político consiste en una fractura del bloque en el poder, lo que abre el marco de una crisis política.

 

Vemos así desplazarse y conformarse nuevas asociaciones y relaciones de alianzas entre las fracciones y sectores económicos y políticos dominantes que apuntan a la construcción de una nueva relación de fuerzas a favor de un gobierno militar, presidido por el vicepresidente, el general retirado Hamilton Mourão.

 

Al asomarse al espejo y descubrirse como el idiota inútil para las clases dominantes, Bolsonaro sabe que tiene el impeachment frente a sí. Como exclamó su hijo Eduardo, días atrás: “Eso que viene ahí puede derrumbar al presidente”. Ante ello, Bolsonaro ha optado por jugar su última carta, una huida hacia adelante, la ofensiva neofascista.

 

Nueva etapa de la crisis política: entre el impeachment y la ofensiva neofascista

 

Fruto de la descomposición del pacto de dominación de clase que sustentó al gobierno Bolsonaro, el excapitán tiene por delante distintos canales por los cuales puede colocarse el juicio político que lleve a su destitución, esto es, el impeachment.

 

Sea por los distintos crímenes de responsabilidad ya cometidos por el depositario del Ejecutivo, o por el quiebre del secreto bancario y fiscal autorizado (la semana anterior) por la Justicia de Rio de Janeiro contra su hijo Flávio y Fabricio Queiroz, asesor del primero, que lo involucran en lavado de dinero, peculado, corrupción, desvío de dinero público, organización criminal, entre otros delitos, y que relacionan a toda la familia Bolsonaro, incluido el presidente, con este conjunto de operaciones ilícitas, y sus vínculos con las milicias de Rio involucradas en asesinatos como el de Marielle.

 

Ante la profundización de su aislamiento y la posibilidad muy real de su destitución, o en su caso, de una “renuncia estimulada por los militares”[4], el gobierno Bolsonaro ha decidido echar mano de lo que parece ser su última carta, que no puede subestimarse, dada sus relaciones con Estados Unidos e Israel, y muy recientemente la gira del canciller Araújo a los gobiernos de extrema derecha de Europa (Italia, Hungría, Polonia).

 

La ofensiva neofascista

 

Frente a la crisis política que tiene a Bolsonaro muy próximo de su expulsión del Palacio de Planalto, éste salta hacia adelante y amenaza el orden institucional liberal desgastado por las condiciones de excepción impuestas desde la destitución de Dilma en 2016.

 

El viernes 17 de mayo, Bolsonaro difundió a través del WhatsApp (las redes sociales se han convertido en Brasil en un vehículo movilizador del discurso neofascista[5]) un artículo anónimo elaborado bajo una nueva narrativa de las “teorías de conspiración”.

 

El texto es simple y básico. No obstante, al contener elementos principales del discurso neofascista, porta el peligro de abrir una nueva etapa en la vida nacional. Digamos brevemente que el artículo[6] intenta mostrar un gobierno “secuestrado” por los intereses de “corporaciones con acceso privilegiado al presupuesto público”, léase, la Cámara de Diputados, el Senado, el STF, sindicatos, empresarios, medios de comunicación, y la “izquierda” en general. Se señala que la “Agenda de Bolsonaro” no interesa a “ninguna” corporación, ni siquiera por parte “de los militares”, por lo que el gobierno no puede gobernar, está atado, y vive en una cárcel que “está siendo sofocante”. Ante tal diagnóstico de un Brasil “ingobernable” a causa del dominio de las “corporaciones”, se anuncian dos “hipótesis” que terminarían con este impasse: a) “la más probable”, que “el gobierno sea deshidratado hasta morir de inanición, con victoria para las corporaciones”; b) “la hipótesis nuclear es una ruptura institucional irreversible”, es decir, una salida golpista. El final del artículo sugiere también la renuncia del presidente, cuando exclama: “Infelizmente, el diagnostico racional es claro: Vendan”.

 

A partir de la difusión de este texto, los pasos que ha seguido el gobierno Bolsonaro, indican que la primera hipótesis, incluso la propia renuncia, no son –nunca fueron– el camino a seguir. La opción real de Bolsonaro es la “hipótesis nuclear”, esto es, la ofensiva neofascista, la agitación contra el orden institucional (el Congreso y el STF), contra los medios de comunicación y contra el movimiento popular que tomó las calles el 15 de mayo haciendo una manifestación de fuerza política de gran significación.

 

Así, el sábado 18 de mayo se dio a conocer que el bolsonarismo neofascista ha convocado a una manifestación para el día 26 de mayo. El mismo día 18, Bolsonaro expresó por twitter: “solamente con el apoyo de todos ustedes podremos cambiar el futuro de nuestro Brasil”. Asimismo, inmersos en la narrativa de una conspiración, este día volvió a difundirse la supuesta existencia de un grupo “ecoterrorista” y “anticristiano” presuntamente llamado “sociedad secreta silvestre” que amenaza con asesinar al presidente. Vale la pena precisar que en el mensaje que acompañaba el artículo propagado al que nos acabamos de referir, Bolsonaro recordó la idea de que “el sistema lo quiere matar”[7].

 

Sin duda estas narrativas de la conspiración (el Brasil “secuestrado” e “ingobernable” y el “ecoterrorismo”) son una vía para legitimar la “ruptura institucional irreversible”, esto es, un régimen de excepción que instaure una forma de Estado neofascista que defina una nueva relación de hegemonía al interior de las clases dominantes.

 

Se ha anunciado que los blancos de la manifestación del día 26 serán el Congreso, el STF, el PT, el PSOL, y en general, el movimiento popular. El lunes 20 de mayo, en un discurso en Rio, Bolsonaro agitó a su base extremista contra el Congreso: “Brasil es un país maravilloso, que tiene todo para salir adelante. Pero el gran problema es nuestra clase política”. En este contexto se han hecho crecientes en redes sociales expresiones que apoyan cerrar el Congreso y el STF, incluso hablándose de “revolución ciudadana”.

 

Los resultados de tal manifestación de fuerza son imprevisibles. Lo cierto es que el bolsonarismo no tiene la misma fuerza que sustentó su propia conformación con las movilizaciones reaccionarias del periodo 2013-2016. Ahora experimenta una desarticulación de sus mismos aliados, incluso al interior de su propio partido, el PSL. El propio Movimiento Brasil Libre (MBL), uno de los principales protagonistas en las manifestaciones contra Dilma, ha roto con el gobierno. Y no se diga los medios de comunicación, las clases medias altas que apoyan al Judiciario y al STF, entre otras fuerzas. Dicha manifestación, bien puede resultar para el gobierno, en un verdadero tiro en el pie.

 

Lo que está completamente diáfano es que, ante la amenaza del impeachment, Bolsonaro opta por la polarización, la destrucción del orden social con rasgos de guerra civil. Ante el silencio de los altos mandos militares, cabe la pregunta, ¿tolerarán éstos la aventura neofascista?[8] Y más importante aún, ¿podrá impedir el Congreso, el STF, los objetivos del neofascismo?

Como señalan Luiz Filgueiras y Graça Druck:

 

“Las fuerzas verdaderamente democráticas, de todos los matices ideológicos, no pueden vacilar: su unidad de acción política es decisiva para impedir la instauración de un régimen fascista en el país, con la constitución de un Estado de excepción “legal” o de naturaleza explícitamente policial; así como para defender los derechos sociales y laborales y la soberanía nacional”[9].

 

En efecto, si bien el impeachment sería turbulento, un régimen militar sería trágico. Entre intereses poderosos y alianzas prefiguradas sobre la base de las contra-reformas estructurales, muy difícilmente las clases dominantes aceptarán el camino democrático de nuevas elecciones. El movimiento popular no puede dejar de luchar por las verdaderas vías de su emancipación.

 

Notas:

 

[1] Ver, “Contradicciones y crisis política permanente. ¿Adiós a Bolsonaro?”, 9/03/2019, https://www.lahaine.org/mundo.php/contradicciones-y-crisis-politica-permanente

[2] Ver, “Neofascistas vs militaristas: Reproducción del capital e inestabilidad hegemónica en Brasil”, 16/05/2019, https://www.lahaine.org/mundo.php/neofascistas-vs-militaristas-reproduccion-del

[3] Ver, http://agenciabrasil.ebc.com.br/es/politica/noticia/2019-05/brasil-espera-propuesta-de-china-para-inversiones-en-infraestructura

[4] Posibilidad que señala Jeferson Miola, “Bolsonaro no centro de tsunamis e Mourão à espreita”, 20/05/2019, https://www.brasil247.com/pt/colunistas/jefersonmiola/393942/Bolsonaro-no-centro-de-tsunamis-e-Mour%C3%A3o-%C3%A0-espreita.htm

[5] A este respecto véase el trabajo de Luiz Filgueiras e Graça Druck, “O governo Bolsonaro, o neofascismo e a resistência democrática”, 12/11/2018, https://diplomatique.org.br/o-governo-bolsonaro-o-neofascismo-e-a-resistencia-democratica/.

[6] Ver el texto íntegro, https://politica.estadao.com.br/noticias/geral,bolsonaro-compartilha-texto-de-autor-desconhecido-que-fala-em-pressoes-para-governar,70002832941

[7] En el discurso neofascista bolsonariano, la crítica al “sistema” se refiere a ese mundo de las “corporaciones”, la “vieja política”, y fundamentalmente, a la “izquierda”.

[8] Un sector de las fuerzas Armadas, se manifestó cuestionando al Congreso y al Judiciario a través de un artículo de autoría del general de la reserva, Luiz Eduardo Rocha Paiva. Este artículo de cariz golpista, fue difundido por WhatsApp entre grupos militares. Ver, https://politica.estadao.com.br/blogs/coluna-do-estadao/general-da-reserva-diz-que-liderancas-do-legislativo-e-judiciario-estao-desestabilizando-governo-para-manter-privilegios/

[9] Op. Cit.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/199982
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