Vamos hoy por huelga y movilización de todes

08/03/2019
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Marcha del 8 de marzo en Montevideo
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La rotación del planeta, cuyas brisas van descorriendo secuencialmente las hojas del calendario, hizo converger azarosamente la salida de esta revista con nuestra salida a la movilización que aquí y en el mundo entero tendrá lugar en contra de la vigencia hegemónica del patriarcado. Como todo 8 de marzo, será una jornada histórica internacionalista, una nueva experiencia de resistencia que espero multiplique las precedentes y la coincidencia no puede desaprovechar la oportunidad de que este texto sea tanto reflexión cuanto una convocatoria más. Lo que vivamos hoy, como mínimo, debería ser una expresión de denuncia contra la violencia y la desigualdad cotidianamente naturalizadas sobre las mujeres y las identidades de género discriminadas, aunque desde hace dos años el llamamiento es a una huelga con movilización. Un énfasis en la dimensión laboral de la opresión que, sin ser exclusiva, contribuye además a ahuyentar la celebración florista y estupidizante de la femineidad y su supuesta sensibilización, vocación intimista frivolizada y consecuente reclusión en la esfera sentimentalmente privada y la servidumbre.

 

También el azar vuelve a situarme en Uruguay como viene invitándome en estas épocas hace años, pero esta vez ya no en capitales del interior sino en Montevideo donde la magnitud es esperablemente desbordante y arrasadora en proporción a la totalidad de los habitantes citadinos (algunos centenares de miles sobre algo más de un millón). Constituye además un ejemplo de superación de las múltiples diferencias y matices entre nuestras inscripciones feministas en una convergencia unitaria con un piso de demanda en la igualdad, aunque no parezca tan anclada en la realidad la consigna de la “Intersocial Feminista” uruguaya invocando la oposición feminismo-fascismo cuando el último si bien se acrecienta en el mundo y el vecindario, carece de expresión política concreta en el país.

 

Hoy el feminismo es el único movimiento igualitarista que produce resultantes transformadoras en dirección a sus objetivos, se internacionaliza y logra permear las agendas y objetivos programáticos de izquierdas y progresismos, al menos allí donde los hay. Comparativamente con el fracaso de los diversos socialismos (reales o socialdemócratas), partidos comunistas y movimiento obrero en declinación, el feminismo aporta hoy demandas precisas y caudal militante a las izquierdas. Es su principal fuente de oxigenación.

 

La demorada igualdad, que junto a la fraternidad y libertad es lema oficial de la República de Haití y de su histórica colonizadora y opresora consuetudinaria, la francesa (desde la segunda república en 1848, aunque provenga de la propia revolución de 1789) recién comienza a ser recuperada como ideario en estas últimas décadas, no sin luchas y sangre desde los mismos orígenes, como lo atestigua la biografía de Olimpia de Gouges, guillotinada en 1793 por haber redactado dos años antes la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”, parafraseando el texto fundamental de la revolución francesa de 1789, antecedente inaugural de la actual concepción de los derechos humanos, la “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”.

 

Tuve ocasión de escribir en años previos sobre el chantaje tácito y explícito del capital y el Estado para el desarrollo de la huelga convocada, cosa nada sorprendente. Pero sí merece triste asombro que no sean las centrales sindicales las que la convoquen y defiendan, no sólo a las mujeres asalariadas sino de todos los trabajadores de todos los géneros (razones literarias me impiden utilizar, salvo en el título, el llamado lenguaje inclusivo). Me refiero a una huelga general, recordando además el origen de la conmemoración en la cruenta incineración de 140 trabajadoras textiles de Nueva York en 1911. Cuando el internacionalismo proletario parece ya ser objeto exclusivo de investigación historiográfica, el feminismo viene hoy a derribar las aduanas ideológicas nacionales y recordarnos que además de la igualdad, la fraternidad forma parte del ideario (tan sólo consecuentemente burgués).

 

El llamamiento a una huelga (que varios creíamos originada en una propuesta de las españolas, pero que un reciente artículo de Justa Montero, de la coordinadora estatal de organizaciones feministas de España atribuye a Argentina, donde el feminismo carece paradójicamente de vinculación militante por insignificancia de las izquierdas) resulta un salto cualitativo relevante. Sin excluir la dimensión cultural de la opresión la resitúa en los cimientos de la explotación que no es otro que la vida laboral, no exclusivamente asalariada sino de la producción y reproducción de la fuerza de trabajo: la insustituible fuente de producción de plusvalía y motor de la acumulación de capital. Sin necesariamente reproducir la esquematización del feminismo marxista de los ´70 y ´80 o el actual feminismo materialista francés de nula traducción a nuestra lengua, es indispensable situar la división sexual y de género del trabajo en la producción demográfica, único insumo insustituible de la explotación capitalista. Se trata de explicar su alianza con el patriarcado.

 

Pero a la vez será necesario -en particular en el feminismo uruguayo- poner en cuestión la propertización naturalizada de la afectividad que exhibe su versión conservadora. Por caso, cuando en la sólida rendición de cuentas del Presidente Vázquez se explicitó la conquista de la garantía estatal de alquiler “para las parejas jóvenes” me fue imposible eludir la pregunta acerca de si la pareja es el único modo de emancipación del hogar parental, o inclusive si este formato es la única forma de vivencia del amor.

 

Por éstas y muchas otras razones, hoy vamos todes.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198598
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