Vacas sagradas

12/11/2018
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En los últimos días, la televisión peruana, naturalmente orientada a mostrar frívolos programas de diversión y entretenimiento, se ha visto forzada a ocupar sus horas en dos actividades aleccionadoras.

 

Por un lado, las Audiencias Judiciales vinculadas a Keiko y compañía; y, por otro, los debates ocurridos en el hemiciclo de la Cámara, referidos a hechos del quehacer político.

 

La temática judicial atrajo multitudes, casi como si fuera la final de un disputado campeonato de futbol. Y sus protagonistas -sobre sobre el juez Richard Concepción y el Fiscal José Domingo Pérez- asomaron como figuras a partir de su versación jurídica, y su lógica impecable.

 

Pero la decisión penal contra Keiko, Fujimori hizo “bajar la tensión” entre los espectadores; y muchos de ellos migraron más bien al otro escenario, en el que el debate parlamentario, lució de alguna manera interesante.

 

Interesante sí, pero no por su contenido, sino por el variado perfil de nuestros políticos -los congresistas de hoy- que dieron rienda suelta a sus temores, vacilaciones, miedos y compromisos.

 

La ciudadanía pudo percibir, como si hubiesen sido retratados de cuerpo entero, el talante y la mediocridad de los que ocupan hoy escaños por una muy discutible “voluntad popular”.

 

Y quienes se llevaron las palmas en el tema, fueron los parlamentarios del Keikismo, y los representantes del cogollo alanista del APRA. Unos y otros replicaron como perros de presa, cada que alguien hablaba “algo” de sus jefes. “Terroristas”, clamaba la señora Salazar para aludir a sus adversarios en el debate. “Comunistas”, bramaba del Castillo puesto en la misma circunstancia. Y claro, sus seguidores -los de una y otra bancada- aplaudían radiantes a sus procaces oradores eventuales.

 

Y es que, en efecto, para una bancada y la otra; los que denuncian algo que aunque fuera, sólo “roce” a Alan Gabriel o a Keiko Sofía; no pueden ser sino “terroristas” o “comunistas”, términos ambos que, con ignorancia suprema, usan los dos, como colosales insultos.

 

Vociferan exultantes, como si les tocaran las fibras más sensibles de su intimidad. Instan de manera soez y apasionada, pensando así acallar a los vacilantes y a los timoratos.

Es claro que ese intento, está condenado a la derrota, en todos sus extremos.

 

En el Perú, no existen Vacas Sagradas. Las vacas, son sagradas en La India. Pero no en nuestra tierra. Aquí, nadie debe protegerlas como en la patria de Mahatma Ghandi.

 

La brillante exposición del congresista Manuel Dammert en torno a los negocios de las empresas brasileñas en los años de Alberto Fujjmori, o la existencia de depósitos secretos en la Banca de Andorra, atribuidos sin réplica alguna a García y a sus colaborares más directos, hizo saltar a los parlamentarios de ambas tiendas, como fieras enjauladas.

 

Pero no hará que los peruanos cierren los ojos, o se tapen los oídos. Esos tiempos, ya pasaron

 

Publicado en Diario Uno, domingo 11 de noviembre de 2018

 

https://www.alainet.org/es/articulo/196479
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