Gritos libertarios

07/09/2018
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La libertad es la libertad de aquel que piensa diferente”.

Rosa Luxemburgo

 

 En la madrugada del 16 de septiembre de 1810 (y no en la noche del día 15, que don Porfirio cambió, a capricho, para celebrar su santo), Miguel Hidalgo dio el grito de Independencia. De la dominación por intervención a la dominación por inversión.  El 2 de octubre de 1968, otro cura, éste del templo de Santiago Tlatelolco, cerró sus puertas a los estudiantes, recordó Cruz Mejía, el pasado 2 de septiembre, en el homenaje a José de Molina.

 

Estudiantes, que desde finales del mes de julio de ese año, venían pidiendo la democratización de instituciones de un régimen autoritario y represivo. Cincuenta años después, el día 3, nada menos que en la explanada de Rectoría, en Ciudad Universitaria (CU), estudiantes que se manifestaban pacíficamente, fueron agredidos, impunemente, por un grupo identificado de porros.

 

En vísperas de la conmemoración del 2 de Octubre, pero, también, del cuarto aniversario, el próximo 26 de Septiembre, de la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero, que iban, precisamente, camino a la ciudad de México, al acto por el 2 de Octubre, a los que, literalmente, se los tragó la tierra.   

 

Aunque, entre las dos fechas medie medio siglo, el propio Estado se ha encargado de enlazarlos a través del expediente de la represión. Una represión, si se quiere, selectiva, pero represión al fin, contra un sector determinado de la población, que resulta ser crítico y contestatario; respondón, pues.

 

En medio de un clima de violencia que no cesa y que sigue cobrando víctimas, que se quieren esconder debajo del tapete, con el fin de dar la imagen (más hacia fuera) de un país con estabilidad, a fin de atraer capital, que expulsa trabajo. Nuestra carta de presentación: la estabilidad de las variables macroeconómicas, aunque otras variables que tienen que ver con el bienestar de la gran mayoría de la población se agudicen, y nos confirmen la desigualdad que nos caracteriza (Humboldt dixit). El resultado es un tejido social deshilachado.

 

Lo anterior, entre la confusión creada en torno a esta larga transición de cinco meses entre el día de la elección y el de la toma de posesión presidencial, que no se presentó ni siquiera en el año 2000, cuando se dio la alternancia entre el PRI y el PAN, con la continuidad del modelo económico, que data de diciembre de 1982. Confusión que se acentúa al confundir la toma de gobierno con la toma de poder.

 

Un gobierno que no acaba de irse, pero que al parecer ya tiró la toalla, y otro que aún no tiene todas las riendas. Gobierno por venir, que genera grandes expectativas entre la gran mayoría, víctima del modelo neoliberal que ya dura seis sexenios, uno de cuyos objetivos ha sido la privatización del Estado.

 

La prueba de fuego del nuevo gobierno es la reforma educativa, a todos los niveles, hasta el universitario. No únicamente en contenidos y cobertura. Que cumpla dependerá no sólo de su capacidad y voluntad política, sino también de la necesaria fuerza social que lo respalde, a fin de desmantelar los efectos socialmente nocivos del modelo neoliberal y no sólo de los pocos beneficiarios de ese modelo excluyente y depredador.

 

Aquí quiero recordar dos hechos de Javier Barros Sierra, de hace cincuenta años: 1) en la mañana del 30 de julio de 1968, después de que en la madrugada elementos del Ejército entraran a CU, izó en la explanada de Rectoría la bandera nacional, en defensa de la autonomía y de las libertades de pensamiento y expresión; 2) en abril de 1970, casi al concluir su gestión como Rector de la UNAM, en una entrega de diplomas a estudiantes de la Facultad de Arquitectura, terminó su discurso, exclamando: “¡Viva la discrepancia!

 

El próximo año se cumplirán cien años de los asesinatos de Mi General Zapata (Tierra y Libertad) y de Rosa La Roja (Reforma o Revolución) Otros gritos, pertinentes hoy día.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195190

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