El “golpe maestro”, comentarios desde Venezuela

10/05/2018
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Hace muchos años, leí el Diario de Ana Frank. Lo leí porque a eso de los trece años, cuando tuvimos la edad que ella tenía mi padre lo compró para mi hermana y para mí. En Europa, la lectura de este texto es todo un ritual en la vida de una adolescente y para la mayor parte de ellas este será el único contacto en primera persona con la guerra.

 

Pero yo, estoy aquí, en Venezuela, en mayo de 2018 y acabo de leer el artículo que publicó la argentina Stella Calloni sobre el “golpe maestro”[1] que preparan los Estados Unidos contra Venezuela. Sé que ella ha venido par de veces a Caracas y conozco su trabajo sobre varios temas. Al leer su descripción, basada en documentos norteamericanos, pasan por mi mente muchas sensaciones.

 

A la abogada que soy, con mi libreta de apuntes y el teléfono lleno de capturas de fotos toda la narrativa de la preparación para estallar muy pronto una confrontación armada, la hace correr a las imágenes que viene publicando el Acnur en sus cuentas en español[2], donde se ven niñas harapientas, desnutridas llegando a Brasil después de “huir” de Venezuela. Posan delante de una carpa blanca con emblemas azules ubicadas en Brasil. No sólo como vengo denunciando nos ubican en el simbolismo con el que se narran los “conflictos internacionales” sino que están puestas en los sitios desde donde según Calloni iniciaría la invasión.

 

El nudo de la cuestión es “obtener el apoyo de cooperación de las autoridades aliadas de países amigos (Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana). Organizar las provisiones, de las tropas, apoyo logístico y médico desde Panamá. Hacer buen uso de las facilidades de la vigilancia electrónica y las señales inteligentes; de hospitales y dotaciones desplegadas en Darién (selva panameña), el equipamiento de drones del Plan Colombia, como también las tierras de las antiguas bases militares de Howard y Albroock (Panamá) así como las pertenecientes a Río Hato. Además en el Centro regional Humanitario de Naciones Unidas, diseñado para situaciones de catástrofe y emergencia humanitarias, que cuenta con un campo de aterrizaje aéreo y sus propios almacenes”

 

A la venezolana que soy, su narrativa sobre la asfixia económica me lleva a pararme frente a mi nevera, a la necesidad de acostumbrarme a omitir que mis zapatos de trabajo están rotos o a las horas de conversación desesperada con mi madre que sólo sale de la impotencia para reposar en la ira de sentirse agredida.

 

El Plan para acabar en plazos muy cortos con la llamada “dictadura” de Venezuela llama a ”incrementar la inestabilidad interna a niveles críticos, intensificando la descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación de nuevas medidas inflacionarias que incrementen ese deterioro”.

 

Otro objetivo es “obstruir todas las importaciones y al mismo tiempo desmotivar a los posibles inversores foráneos” para –y vean ustedes la bondad capitalista- “contribuir a hacer más crítica la situación de la población”.

 

A la militante, me hizo revivir la cada vez más recurrente conversación sobre qué es esto del Movimiento Somos Venezuela y cuáles serán sus consecuencias a largo plazo en el escenario político nacional, cómo se relacionará con el PSUV y cuál es su oferta política. Conversación que no pasa, de nuevo como narra la argentina, sin que se cuestionen las intenciones y sujetos que lo conforma.

 

También sugieren “exacerbar la división entre los miembros del grupo de gobierno, revelando las diferencias de sus condiciones de vida y la de sus seguidores y al mismo tiempo incitándolos a mantener en aumento esas divergencias”… promover “la fatiga entre los miembros del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela) incitando la a inconformidad entre ellos mismos, para que rompan ruidosamente las relaciones con el gobierno y para que rechacen las medidas y restricciones que también los afectan” y hacerlos tan débiles como es la oposición, “creando fricciones entre el PSUV y Somos Venezuela”.

 

Pero hay dentro de todo eso, una simple humana que lee y suele recordar los libros que ha tocado. Esa es la que se reencuentra con el Diario de Ana Frank porque tiene un escalofrío, el de sentir que en su propio país, sobre su propio destino se está dibujando una guerra.

 

Contaba, bien al inicio de su Diario, Ana Frank lo siguiente: “Papá, en estos últimos tiempos, se queda a menudo en casa porque ya no puede bajar oficialmente al negocio. ¡Qué  sensación tan desagradable debe ser la de sentirse inútil! El señor Koophuis ha retomado la empresa Travies y el señor Kraler la firma Kolen & Cía. El otro día, cuando nos paseábamos alrededor de nuestra plaza, papá empezó a hablar de la clandestinidad. Decía que iba a ser muy difícil para nosotros vivir completamente separados del mundo exterior.”

 

Esa sensación de los Frank quizás se parece mucho a una línea que está en los cafés que he compartido en los últimos días: es que no me alcanza para nada; es que podría renunciar y sería igual; es que mi prima aceptó irse a Perú para ser la “novia paga” de un fulano porque con eso ganaba más que siendo bioanalista en Venezuela.

 

La propuesta va subiendo de tono como cuando llama a “estructurar un plan para lograr la deserción de los profesionales más calificados del país, para dejarlos sin profesionales en absoluto, lo que agravará más la situación interna y en este sentido culpar al gobierno”

 

Pero es la última frase sobre la que quiero quedarme porque de nuevo –como en los días previos a la elección de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente- se ve crecer en redes sociales la campaña de miedo construida sobre la afirmación que participar en las elecciones es un delito.

 

utilizando “todas las capacidades de la Guerra Psicológica de la armada de Estados Unidos”. Es decir, repitiendo los mismos escenarios de mentiras, armados de noticias, fotografías y videos falsos, y todo lo usado en las guerras coloniales del siglo XXI.

 

Como es una campaña, un rumor, un acto que no se sujeta, vemos que las afirmaciones de que votar sería un delito se agotan en decir que a su entender la participación es ilegal y que lo ilegal y lo delictual, son sinónimos. Lo que es incorrecto.

 

Aun siendo, que no es, ilegal no sería un delito porque votar no está previsto como delito en ninguna ley venezolana. Por el contrario, es un derecho humano consagrado en la Constitución, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en el Pacto de San José y en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

 

Adicionalmente a ello no es ilegal. Termina un periodo constitucional y debe, por orden constitucional, elegirse un nuevo Presidente. Lo que, cuando no era procedente constitucionalmente, exigieron los que ahora quieren criminalizar a los electores.

 

Por un lado, esta reedición de la criminalización del voto tiene en común con la anterior que cuando se hizo fue para negar que el gobierno hiciera algo que en principio exigió la derecha. Cuando tuvieron un escenario electoral para “todo cambiarlo” y de una forma que primero solicitaron ellos, huyeron. Cuando tienen el momento de demostrar que el chavismo se acabó, vuelven a huir y a criminalizar a quien quiera participar.

 

Pero esto ahora cae en un clima muy claro de intolerancia que busca superar el discurso de los “chavistas desdentados” a los “chavistas delincuentes per se” que nos ubica en capítulos oscuros de la historia universal.

 

Mala per se era esa niña que quería jugar pingpong y comer helado pero nació judía; malos per se eran los dos millones de ruandeses  que murieron por orden de una radio y sin que se inmutara la comunidad internacional.

 

Es allí, que la historia nos cuenta que a campañas como la que hoy vemos que describe Stella Calloni le han seguido catástrofes humanitarias y despreocupadas excusas de los ejecutores cuando consideran que los objetivos han sido logrados y la nueva situación es irreversible.

 

La participación de los países vecinos es un hecho tan irrefutable como triste cuando vemos que prestan sus instituciones para parainstancias, o, no objetan el escenario de la OEA como sede para romper el pacto de convivencia regional sino para aplaudir, luego de dar un speach en inglés que se señale y castigue a un país hermano.

 

Los días que hemos estado viviendo aparecen así impuestos como un castigo para el pueblo y la más ruidosa confesión de la incapacidad –o falta de voluntad- de la oposición para hacerse del poder legalmente por lo que lo que hemos vivido desde el año 2016 no es sino un proceso permanente de abandono del escenario político por factores que, de quererlo, tenían la fuerza para definir, en democracia, el rumbo del país.

 

Curiosamente, la derecha no llegó a la Asamblea Nacional para lograr un buen gobierno o mejorar el destino de Venezuela sino para fabricar un dictador de modo que el caso venezolano sea digno de entrar en la agenda de los Estados Unidos para mantener “la seguridad y la estabilidad continental”.

 

[el propósito es] intensificar el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante, socavar el apoyo popular” al gobierno y “alentar la insatisfacción popular, aumentando el proceso de desestabilización y el desabastecimiento para “asegurar el deterioro irreversible de su actual dictador”

 

Por ejemplo, si todo lo que vivimos es un problema de corrupción, ¿Por qué la Asamblea Nacional se encaprichó con los tres diputados y no avanzó en los procedimientos de control político en contra de los Ministros que objetaba? ¿Por qué no dictó una moción de censura al Vicepresidente de la República? ¿Por qué no dictó una ley que prohibiese las prácticas que les irritan del chavismo? ¿Por qué desde la Ley de Amnistía jugó a destruir el sistema de justicia y no a disponer un sistema en contra de la impunidad en el país? ¿Por qué, seguros como están de su mayoría no fueron a una Asamblea Nacional Constituyente donde cambiar las relaciones del Poder Constituido? Seguramente dirán que las condiciones no eran ideales pero desde la primera ley en 2016 el asunto no ha sido de recomponer el Estado sino de entregar la República.

 

Y cuidado con el tema económico porque si su promesa del 2015 fue la última cola, la actuación desde el 2016 ha sido propiciar, legalizar y avalar un sistema que bloquee los ingresos y las transacciones necesarias para recuperar la capacidad de compra de los bienes y servicios que necesita el país. Justo, por ejemplo, la guarimba y el desconocimiento del Tribunal Supremo de Justicia de la entonces Fiscal General fue para impedir que se normalizara la balanza de pagos internacionales de Venezuela.

 

Desde esta perspectiva, parece que la alternativa de la alianza de Washington con la oposición es sencilla: el fin de la República en los términos que la ideó Bolívar. Ya para el país de España esto está en camino y todas las apuestas de las “dos oposiciones” pasan por erradicar la independencia de Venezuela: con el ala “internacional” se sirve el país a una acción armada que “asfixie al chavismo” que “maximice el dolor” y con el ala “nacional” se erradica el bolívar y el plan económico se somete a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional.

 

Notas

 

[1] http://www.diariocontexto.com.ar/2018/05/09/stella-calloni-para-contexto-el-golpe-maestro-de-estados-unidos-contra-venezuela/

 

[2] https://twitter.com/anicrisbracho/status/993320498225442816

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/192795
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