Elecciones 2017 en América

Ecuador, Honduras, Chile, Venezuela, Cuba y EE UU: ¿Dónde ganó la democracia?

24/01/2018
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Empezando por las Presidenciales en Ecuador el 19 de febrero y el 2 de abril del año anterior y finalizando en Chile con la segunda vuelta entre Sebastián Piñera y Alejandro Guillier el 17 de diciembre, el panorama electoral del año 2017 en América Latina se movió entre la esperanza y la desilusión, entre la ilegitimidad y el fraude, entre la limpieza y la conspiración externa, entre la continuidad y el retroceso. Todo ello mediatizado por las elecciones a la Presidencia de los EE UU.

 

Ecuador: “Lo que menos se espera sucede”

 

Parafraseando la balada de José Augusto, “Pero un día/ la maldad escondida aparece/ lo que menos se espera sucede/ y te puedes quedar sin amor”, el Progresismo inaugurado en 2007, “se quedó sin amor” por parte de aquél a quien confió la continuidad de su Proyecto.

 

En las elecciones de febrero y abril, lo que menos se esperaba sucedió: ganó con menos de 3 puntos porcentuales en la segunda vuelta, la promesa de continuidad del proyecto de Revolución Ciudadana. Pero la antorcha cedida al Vicepresidente Lenin Moreno, empezó pronto a languidecer a causa del viento menguante que sopla desde la derecha política, cada vez más cercana al nuevo régimen, aunque algunas medidas, más tranquilizadoras que perjudiciales para la derecha financiera, no son del gusto de quienes pretenden tener en su portafolios el control de la nación: una parte, no les satisface…

 

Recordemos que el “triunfador y continuador” lo primero que hizo al asumir el mando fue “distanciarse” de su antecesor, denigrar su Proyecto llamándolo “Pendejada de Revolución”, y empezar sus acercamientos de buen hombre dialogador con la más cerrada oposición al Proyecto y con la más cerrera derecha del país, ignorando a los coidearios que lo llevaron al Poder. A los que, para que no quepan dudas, reconoció públicamente “estar empezando a odiar”. Justo porque le exigieron cumplir con las promesas de Campaña y ser el Continuador de la Revolución Ciudadana, no el regresivo jinete hacia el neoliberalismo que depredó al país hasta 2008.

 

Pero algo sucedió entre la primera vuelta del 19 de febrero y la segunda del 2 de abril: lo que debió ser una áspera campaña de la derecha, se limitó a unas cuantas apostillas intrascendentes contra el “adversario” por derrotar, y se centró en denigrar al ex Presidente Correa como si este fuera el Candidato. Es que el enemigo no era –nunca lo fue ni lo es ni, por cierto, lo será– el bonachón dialogante, sino el líder de un Proyecto de Gobierno que por 10 años los tuvo al margen, no de los negocios ni de las utilidades, pero sí del control del mando político. El peligro para la derecha, que avanzó con posibilidades inciertas hacia la segunda vuelta, no era el Candidato por vencer sino el fantasma de su antecesor, que encarnaba, y sigue encarnando, ya no al espectro de la Revolución Ciudadana sino la amenazante estantigua del cambio de paradigmas políticos, sociales y económicos, que es lo que les importa. Después de la acumulación de riquezas, por supuesto.

 

Así que para desaparecer todo vestigio del Antecesor, centraron su campaña sucia en la supuesta corrupción del régimen que hizo, con el dinero del Estado, la mayor obra pública de la historia ecuatoriana. A la cual campaña contribuyó el escándalo Odebrecht, que aprovecharon para enlodar y de paso eliminar al Vicepresidente de la fórmula Moreno/Glas, a caballo de la campaña orquestada por la Embajada para eliminar a los candidatos de Alianza País, con la contribución de la CIA que vio en ello la manera de deshacerse de una vez por todas de un Proyecto progresista que aún respiraba.

 

No importó analizar en profundidad el tema, ni se hizo. Lo que evidenció el salto a las primeras páginas y a las pantallas, de la corrupción de una empresa que viene ejerciendo esa “forma de hacer negocios” desde hace más de 30 años en América Latina y en los EE UU, fue lo que prendió la mecha: el empresariado gringo no permite competencia extranjera en el terreno de la Corrupción, su feudo inviolable, y menos de una empresa del Tercer Mundo por próspera y pujante que sea. Las coimas derramadas por Odebrecht entre la burocracia del Estado de la Florida, fueron la gota que derramó un vaso de corrupción lo suficientemente lleno, pero codicioso de más.

 

Lo que ha sido ignorado por los panegiristas de la Honestidad y por la Prensa Comercial alineada, es que la Corrupción nace, crece y se reproduce desde la Empresa Privada Capitalista, que dispone de Poder Económico para tentar a funcionarios públicos que padecen a menudo de dos debilidades: necesidad o codicia.

 

Ahora, ¿todo este tinglado se montó en Ecuador en el poco tiempo entre las dos elecciones? No parece haber dudas de que, mucho antes, hubo arreglos, conversaciones, viajes a Panamá al reducto de uno de los más corruptos ex presidentes, a Ginebra donde fungía de Funcionario el Candidato “oficial”, a los clubes sociales, a las cámaras de la producción del patio y, principalmente, a los espacios del Poder Financiero, para cerrar el negocio de la futura venta del país. Que es de lo que hoy se ocupan todos: “semi ganadores” y “casi perdedores”…

 

El nuevo régimen, so pretexto del diálogo con todos los sectores con el sano propósito de “unificar” a un país dividido por el carácter indomable del Antecesor (Dictatorial, para repetir la cantilena mediática), va dejando de lado, poco a poco para que no se perciba, las conquistas sociales del gobierno de la RC, y entregando las primeras joyas de la corona a sus nuevos aliados: la distribución de energía eléctrica a la tribu Bucaram, y el dinero electrónico a la banca privada en un claro atentado a la autonomía del Estado en el manejo de la moneda.

 

Y no serán las últimas. Con la implementación de una consulta popular que con la carnada del combate a la corrupción, la protección del Medio Ambiente y el castigo a los abusadores de la niñez, todo ello castigado en los códigos penales, lograrían, si triunfa el SÍ, el control para el gobierno y la Derecha aliada de los organismos de fiscalización y contraloría, el desmonte de una Ley de Plusvalía que evita la especulación con la tierra y, como cereza del pastel, el impedimento para que vuelva a postularse a la Presidencia el ex Presidente Correa.

 

Las otras gemas del tesoro nacional: hidroeléctricas, autopistas, universidades y hospitales, podrán pasar sin mucha prisa pero sin pausa al “eficiente” manejo empresarial de la Actividad Privada. La de la crisis financiera y el Feriado Bancario con su consecuencia inmediata: emigración de 3 millones de ecuatorianos –y la muerte de algunos– por el desplome financiero y la especulación desatada con los CDRs… 

 

Curiosa pero no inocentemente, el impedimento para reelegirse no cubre a los mandatarios elegidos antes de 2008: los ex despedidos por incapaces o corruptos. Ellos SÍ, podrán postularse de nuevo. Malos vientos recorren la geografía política del Ecuador.

 

 

Honduras: de la ilegitimidad al fraude

 

Si alguien esperaba irregularidades en las jornadas electorales de 2017 en América Latina, en Honduras se produjeron dos al mismo tiempo: ilegitimidad y fraude.

 

En primer lugar, los Presidentes en ejercicio estaban constitucionalmente impedidos de postularse a la reelección desde 1982, pero un proyecto de Reforma recibido y ejecutado por la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia en abril de 2015 y enviado de urgencia al Congreso, fue aprobado y promulgado el 24 del mismo mes.

 

Curiosamente, un intento semejante por parte del anterior Presidente Manuel Zelaya en 2009, fue motivo para un Golpe de Estado impulsado por el Partido hoy en el poder, y apoyado por los sectores empresariales, el Ejército hondureño y la Embajada de los EE UU.

 

Mel Zelaya, político liberal con cierta independencia con respecto a los EE UU, contaba también con la simpatía de los regímenes cubano y venezolano, lo cual determinó su expulsión del cargo y su posterior exilio, del que regresó para las elecciones de 2017 en las que obtuvo el tercer lugar. Honduras ha sido tradicionalmente un fortín de los EE UU, su Base Militar en Centroamérica, de modo que un gobernante cercano a Caracas y a La Habana, no es tolerable. El hoy Presidente Hernández no padece de tales desvíos y cuenta con el apoyo de la Embajada, y de un Ejército formado en la Escuela de las Américas y preparado allí para “defender la Democracia”.

 

Pero no solo la ciudadanía hondureña tuvo participación directa aunque parca (57.5% del electorado) en la reelección de Juan Orlando Hernández. Tres días después de las elecciones del 26 de noviembre, el 60% de las actas escrutadas daba una ventaja de 5 puntos al opositor Salvador Nasralla sobre el Candidato Presidente. Pero, extrañamente, partir del 1 de diciembre el Tribunal Supremo Electoral empezó a sufrir serias dificultades técnicas que prolongaron el escrutinio hasta el 17 de diciembre, cuando el último informe del TSE anunció que el Presidente Hernández había sido reelecto con una ventaja del 1.5%.

 

A pesar de los requerimientos de observadores y periodistas presentes, y por supuesto de los reclamos del candidato opositor Nasralla, el Tribunal no supo –ni quiso– explicar por qué, a partir del 60% de los votos contabilizados, una ventaja creciente del 5% se fue convirtiendo de a poco en desventaja tal, que no solo alcanzó el 5% en contra sino que consolidó un 1.5% de ventaja final, en una regresión del 6.5% en la tendencia, por lo menos extraña.

 

Fue de tal tamaño y tan evidente el fraude, que hasta la OEA, en la voz del Secretario General, Luis Almagro, reconocidamente alineado con los intereses de los EE UU, manifestó tímidamente sus dudas al respecto y su desconfianza en los resultados oficiales.

 

Sin embargo, ni las protestas del candidato opositor, ni las dudas de la OEA, ni la reacción popular de fin de año y de las semanas siguientes a la promulgación de los resultados, violentamente reprimida por las FF AA, motivaron en el continente titulares de prensa ni protestas gubernamentales, excepto, por supuesto, en Cuba, Venezuela y Bolivia, voces minimizadas o silenciadas por los Medios comerciales, pero que se conocieron a través de TELESUR y los reportes de unas pocas agencias alternativas de noticias, sin espacio en los Medios Comerciales Privados. Ni en los públicos, en lo que respecta a Ecuador.

 

Venezuela: Un sistema, contra la “Canalla Mediática”

 

Lo han dicho a lo largo de casi 20 años y más de 20 elecciones libres, centenares de observadores internacionales y el mismísimo Centro Carter de vigilancia de procesos electorales, entre otras actividades: El Sistema Electoral venezolano es a prueba de fraudes. “El mejor del mundo”, dijo sin dudarlo Jimmy Carter, ex presidente de los EE UU y fundador del mencionado Centro.

 

Pero ello no ha sido obstáculo para que la derecha y hasta la izquierda vergonzante, mandatarios de naciones alineadas con el establishment y, por supuesto, medios comerciales del continente, hayan satanizado cada una de las elecciones realizadas desde 1998 y el primer triunfo del Presidente Hugo Chávez, hasta las últimas para alcaldías, gobernaciones y consejos regionales en 2017.

 

Para ellos, la única elección “democrática y legítima”, fue la que perdió Chávez en 2007 cuando propuso un Referéndum reformatorio de la constitución, que el pueblo negó más con su abstención que con el voto en contra, que obtuvo una ventaja de menos del 1%. Como ha sido tradicional en la derecha continental, las únicas elecciones legítimas son las que ganan. Muy a menudo de manera ilegítima o con evidente fraude.

 

En todos los procesos electorales ganados por el chavismo, los sectores mencionados se han apresurado a deslegitimar toda elección que han perdido, tanto alegando un fraude imposible debido al sistema computarizado que recibe el voto y realiza el escrutinio, como dejando de participar y protestando luego por la victoria del adversario, o acudiendo a las versiones de la oligárquica derecha venezolana que no se resigna, luego de casi 20 años de continuas derrotas, a reconocer que el pueblo venezolano aprendió, mediante un intenso trabajo político en las bases populares, que tiene derecho a darse a sí mismo sus gobernantes, sin esperar resignadamente, como a lo largo de casi dos centurias, a que los designen la clase dirigente empresarial y la Embajada de los EE UU o el aparato militar vinculado a la oligarquía extractivista, comercial, agraria y especulativa de un país que, a pesar de sus inmensos recursos naturales, no fue capaz en 180 años de construir un sistema productivo suficiente para los requerimientos de su población, y prefirió la más fácil comercialización de mercancías y productos básicos y el extractivismo en manos de multinacionales extranjeras. Hasta el agua para el whisky se importaba en los tiempos de la riqueza hidrocarburífera entregada a petroleras y mineras, a cambio de “regalías” para los intermediarios, miembros de una clase dirigente ignorante e incapaz pero codiciosa.

 

Con todo el aparato de propaganda mediática en contra, Venezuela llevó a cabo 3 procesos electorales en 2017: para gobernadores y consejos regionales, en los que el chavismo ganó 20 de las 23 gobernaciones; para alcaldes, en las cuales la victoria chavista fue en 300 de las 335 alcaldías del país; y para la Asamblea Constituyente, aprobada por más de 8 millones de los 19 millones de votantes registrados en el censo electoral. A pesar de obstáculos, estorbos y violencia organizados por la Derecha para impedir el acceso a las mesas. En todos los casos, con una abstención ya tradicional pero inferior a la que afecta a otros países del hemisferio como EE UU, México, Argentina, Chile y Colombia, que bordea el 60%.

 

Los resultados electorales en Venezuela parecerían haber sido una respuesta popular clara a la exhibición de violencia y terrorismo desatados por la derecha en abril de 2017, violencia dirigida, pagada y sostenida por la oligarquía venezolana y por la Embajada de marras, tanto como por la complicidad del gobierno colombiano mediante el ataque financiero a la estabilidad económica del Estado venezolano. Es que para los gobiernos de Colombia, para el ex Presidente Uribe y para su sucesor Juan Manuel Santos, el mal ejemplo del proceso venezolano, es su “peor pesadilla”. Y tienen razón: el país más desigual socialmente en América Latina, Colombia, mucho debe temer y hacer lo que sea para detener un proceso político que, como en el Ecuador de los anteriores diez años y en la Bolivia de hoy, ha mirado primero al pueblo.

 

Por cierto, esa violencia en las calles de Venezuela en abril, causó la muerte de al menos 200 personas, muchas de ellas inocentes ajenos al conflicto, o miembros de las fuerzas policiales que, sin armas letales, trataban de controlar la situación para evitar que fuera el Pueblo de los barrios marginales pobres el que saliera a la calle a defender SU proceso revolucionario, con el riesgo de una confrontación civil que diera otro pretexto al Imperio para intervenir.

 

Esas víctimas inocentes, que los Medios comerciales del continente presentaron cínica y falazmente como producto de la Represión del Gobierno, lo fueron, en un 95%, causadas por el odio de clase que, como en Ecuador, deplora que en la Venezuela de los últimos veinte años hayan tenido el Poder hombres nacidos en las entrañas del pueblo: Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Aún les causa inquina y frustración que un oscuro sargento devenido Presidente y un modesto camionero con inquietudes sociales, conciencia humanitaria y lealtad al Proyecto Chavista, hayan tenido el poder por dos décadas en beneficio del pueblo, por primera vez en la historia venezolana.

 

A finales de 2018, ese proceso se pondrá a prueba en las elecciones Presidenciales. Y desde ya se rumora que, por órdenes de la Casa Blanca, los partidos opositores se negarán a participar, no solo previendo una aplastante derrota como la prefigurada en las elecciones de este año, sino esperando la deslegitimación de la justa electoral con su ausencia. Y que la leyenda de fraude que esparcirá la “Canalla Mediática” continental, sea el caballo de batalla del régimen de Donald Trump para invadir militarmente a Venezuela. Algo que para la clase dirigente de ese país, es preferible a solucionar el problema político en la Mesa de Diálogo, aceptando de una vez que los pueblos de América tienen derecho a elegir sus gobernantes de entre sus mismas gentes explotadas y oprimidas.

 

Chile: Del progresismo tibio a la ultra derecha

 

El Chile Cobre y Mineral que describiera Armando Tejada Gómez y canta Mercedes Sosa, parecería ser en América Latina el mejor escenario para las tropelías de los Imperios, tanto en contra de sus vecinos Perú y Bolivia como en desmedro y agresión a sus propias gentes. Aparte de la Guerra del Pacífico, llamada también la Guerra del Salitre, que le costó a Perú el sur de su territorio y a Bolivia la salida al mar y una vasta región salitrera y cuprífera, ha sido la defensa que varios de sus gobiernos han hecho de los intereses de las grandes compañías mineras de los EE UU y Europa, lo que ha ocasionado las matanzas que su ejército “Prusiano” ha cometido en contra de sus obreros, trabajadores y habitantes ancestrales. Los nombres de Marusia y la Coruña son especialmente trágicos.

 

Pero fue en tiempos más recientes cuando, ante la Amenaza Comunista que los EE UU, aprovechando el fantasma de la Guerra Fría, inventaron y pusieron de moda para agredir a los pueblos del mundo, el pueblo chileno vio nacer y morir en el corto lapso de 3 años, de 1970 a 1973, el primer intento de llegar al socialismo por la vía electoral. Algo que el Imperio no podía dejar florecer ante la experiencia de la Revolución cubana y su idea inicial de traslapar la Sierra Maestra a los Andes americanos.

 

De nuevo el Imperio, por la interpuesta mano del Banco Mundial, como lo acaba de reconocer públicamente uno de sus más altos Ejecutivos, metió la mano en las campañas electorales que por dos ocasiones en los últimos años le han dado el triunfo a la Derecha. La primera Presidencia de la señora Bachelet, representante conspicua de la seudo izquierda tibia en el pusilánime panorama centro izquierdista de América Latina, fue ensuciada por el Banco Mundial difundiendo informes mentirosos y manipulados de sus cifras de Competitividad, abriendo paso a la ultra derecha empresarial de Sebastián Piñera. Y este año, aprovechando el silencio cómplice de la “Canalla Mediática” continental ante la grosera manipulación de cifras del Banco, de nuevo fueron alteradas para deslegitimar la gestión de Bachelet y entregar otra vez la Presidencia al millonario Piñera, nada limpio de corrupción en sus andanzas empresariales y en las maniobras económicas de su primer gobierno.

 

Cuba y EE UU: Modelos antagónicos dibujan su Democracia

 

No es necesario abundar en la descripción y explicación de los sistemas electorales de dos naciones tan antagónicas ideológica y políticamente como Cuba y los Estados Unidos: ambos sistemas con claros y transparentes en su concepción y en la realización de su principal objetivo: elegir a sus Presidentes, gobernadores, mandatarios, congresistas o funcionarios sujetos a la decisión popular.

 

En los EE UU, el sistema electoral data del Siglo XVIII y consiste en que los votantes registrados votan para Presidente, pero no lo eligen directamente. La elección definitiva está en manos de un Colegio Electoral compuesto por 578 delegados de los 50 Estados de la Unión, y el elegido allí será quien tenga 270 votos, mayoría simple, de los Compromisarios, como se les llama.

 

Tales Compromisarios votan de una manera asaz interesante: sea cual sea la diferencia en votos entre los dos candidatos (EE UU solo tiene dos partidos con posibilidades de elegir: Demócrata y Republicano), el elegido por los Compromisarios de un Estado es el que más votos haya tenido allí. Todos eligen a ese candidato, aunque haya ganado la elección por un voto.

 

Tal sistema ha permitido que en varias ocasiones haya sido el perdedor en las elecciones generales populares quien en esta última y definitoria instancia gane la Presidencia. El primero fue en 1824 John Quincy Adams, quien perdió las elecciones generales con Andrew Jackson y, aunque tampoco ganó en el Colegio Electoral donde no fue posible decidir la elección, fue designado por la Cámara de Representantes, en virtud de la Vigésima Enmienda.

 

Hubo 4 casos más en que los perdedores en las generales resultaron triunfadores en el Colegio Electoral y, por lo tanto, elegidos Presidentes de los Estados Unidos: En 1876 Rutherford B. Hayes en lugar de Samuel J. Tilden; en 1888 Benjamín Harrrison en vez de Stephen Grover Cleveland; en 2000, George W. Bush en perjuicio de Al Gore; y en 2016, Donald Trump, en lugar de Hillary Clinton, quien lo había derrotado en las elecciones generales por casi 3 millones de votos.

 

Muy curiosamente también, todos los Perdedores en la voluntad popular pero Ganadores en el reducido Colegio Electoral, fueron los candidatos del Partido Republicano en perjuicio del candidato Demócrata rival.

 

En resumen, en los EE UU no gana el que gana sino el que se elige en un Colegio Electoral cuyos 578 Compromisarios, por lo general, están comprometidos ideológica y económicamente con el Partido Republicano, que representa al sector más reaccionario de un país con solo dos partidos políticos, ambos de Derecha.

 

Y ahora vamos a Cuba, en donde el Sistema Electoral es Representativo a la vez que Participativo, pues tiene derecho a participar todo el pueblo, que elige a sus Representantes al Poder Popular y vota en porcentajes que han estado siempre por el 95% de los electores. Pero ese Modelo, no gusta en el Mundo “Democrático” occidental por alguna razón…

 

En Cuba y desde 1976, rige un Sistema Electoral que contempla voto libre pero NO obligatorio. Y otra cosa interesante: En Cuba solo existe UN partido político, el Partido Comunista Cubano, con algunas organizaciones adscritas como las Juventudes Comunistas, que apoyan y colaboran en las elecciones en la organización de los comicios.

 

Sin embargo, tal vez convenga mencionar que el Partido Comunista Cubano NO propone, postula ni promueve candidatos a nada. Sólo organiza el proceso electoral. Los Candidatos a las distintas funciones, empezando por el Primer Secretario del Partido y el Presidente de la República, los elige la ciudadanía en edad de votar y elegir (desde los 16 años), siempre que no estén impedidos por incapacidad mental, previa declaración médica y judicial, y los declarados interdictos judicialmente. Para ser elegido a la Asamblea Nacional, se requieren 18 años de edad. Pueden votar los miembros de las Fuerzas Armadas y de las organizaciones religiosas.

 

La Constitución cubana contempla 2 procesos: Elecciones Generales cada 5 años, en las que se eligen diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y a su Presidente, Vicepresidente y Secretario de la Presidencia, y demás miembros del Consejo de Estado. Y Elecciones Parciales, en las que se elige cada 2 años a los Delegados a las Asambleas Municipales del Poder popular, sus Presidentes y Vicepresidentes.

 

Análisis y comentario final

 

No son muchas las variantes en los sistemas electorales en América. Unos, como en los casos descritos de Honduras, Colombia y Chile y por supuesto en casi todos los demás países, en donde no solo se compran votos, se truecan por cargos públicos, se amenaza a los votantes para que favorezcan, sobre todo, a los candidatos de quienes tradicionalmente han tenido el monopolio de los recursos económicos y el consiguiente acceso a las armas y a la violencia, o se pueden decidir las elecciones con el expediente de torcer unas cuantas cifras económicas convenientemente ubicadas, sino que, como ocurre en Colombia donde esa reserva electoral es abundante a cuenta de casi cien años de violencia partidista primero, ideológica luego, narcotraficante poco después y hasta hoy, y oficial siempre, suelen votar los muertos…

 

Muertos cuyas cédulas de ciudadanía no se destruyen ni se devuelven al Estado sino que son retenidas por caciques políticos llamados allá “Barones Electorales”. Que, suponemos, les dan “buen uso” en las jornadas electorales recurrentes en Colombia porque, ya lo sabemos, es el paradigma de mostrar en América Latina de lo que es la Democracia Representativa…

 

Otra, la que funciona en los EE UU, ya descrita, y sobre cuyas bondades democráticas es poco lo que hay que agregar a lo ya conocido a lo largo y ancho del Mundo Mediático.

 

Y, finalmente, el Sistema Cubano, que sin duda ha “contaminado” de cierta manera al venezolano actual con la perversa costumbre de que sea el pueblo el que decida en las urnas quienes deben gobernar y administrar la nación y sus recursos, en beneficio de todos…

 

 

Omar Ospina García

Periodista independiente y editor colombo/ecuatoriano.

Diario El Pueblo (Cali) 1975/77

Revista Mundo Diners de 1980 a 2014

Diario HOY, de Quito, de 1994 a 2014.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/190564
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