Guarimba económica

23/10/2017
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“Guarimba significa un lugar de protección en algunos juegos infantiles venezolanos; el término fue utilizado por Robert Alonso para convocar un movimiento de desobediencia civil, con la táctica de que las personas se agruparan para realizar actos de desobediencia en su área natural”.

El escenario nacional habla claramente, el problema de la gente, no es político sino económico. Lo anterior lo afirmamos con la absoluta certeza de que nunca lo económico es apolítico. Sólo que en grandes rasgos, en la biblioteca de nuestros pensamientos, esas son cosas de distinto orden. Lo político sería el juego del poder visible, los cargos públicos, las decisiones fundamentales, las elecciones,…, lo económico sería el arte de acceder a las cosas y dividir los bienes. Aunque, nunca se separen plenamente estas cuestiones.

El hecho de que el problema es económico, debe ser la más incontrovertida verdad del momento. Incluso si el domingo pasado hubo elecciones, el nuevo mapa no pudo sostener el interés hasta el domingo siguiente pues todo el sistema económico fue víctima de un nuevo “bombardeo” de alza de precios.

¿Un kilo de pollo? ¿un pote de margarina? ¿un pomo de jabón? ¿un par de huevos? Todos los objetos suenan a verdadera tragedia y el asunto es que aunque en este nuevo año haya subido el salario no ha sido posible detener que cada uno de estos bienes pese por sí solo un asombroso porcentaje del salario que devenga una familia.

¿Un tercio del salario mínimo cuesta un kilogramo de carne? ¿La ropa es más barata que un litro de leche? El asunto es sencillamente criminal e inexplicable.  Los viejos partes de guerra de zonas de enfrentamiento se han sustituido por fotografías sangrientas de los anaqueles o de las supuestas facturas de despacho a precio nuevo.

Muchas de las personas así como cuando vivimos la guarimba “política”, hablan hoy convencidas de la veracidad de hechos que no han visto. Por eso, afirman sin dudarlo “¿viste que el pollo llegó a tanto? Mi prima me envió la foto…”, con esa base cuando van a comprar ya ni siquiera cuestionan si ese es el precio cuando se los presentaron ya lo daban por cierto. Entonces quizás el problema no es ni nuevo ni distinto, es tan sólo el mismo método jugando en otra cancha.

Es la guarimba económica. Su General, se esconde detrás de una página web que logró que en Venezuela –como diría un antiguo Rubén Blades– “en vez de un Sol amanezca un dólar”, el cual dirige la estrategia en el campo de batalla, donde como si fuese un pito todos los sectores se alinean.

¿Un liderazgo que se esconde pero que se obedece? ¿Una página web somete a todo un país? Ni Einstein cuando advirtió el riesgo de la tecnología que empezaba a ver pudo soñarlo. Vivimos una guerra virtual que pierden los que hoy comen menos, los que están en hospitales y que quienes la combaten libran la batalla más difícil de nuestra segunda Independencia.

Nuestros enemigos aplican la máxima en la que no vale la pena preocuparse por los medios sino alcanzar los resultados así parezcan a veces un equipo de fútbol jugando sin público o no hagan otra cosa que apelar a esa particular lástima que es característica de los venezolanos que suelen compadecerse con sus verdugos porque al final que tanto importa que nos roben “si a lo mejor nadie les da dólares a ellos.”

Por ello, en toda evidencia, la condenada paginita no es sólo una paginita. Es un instrumento mediante el cual se mantiene la distancia de clases, al reconfigurar los precios de los bienes para destruir las políticas redistributivas del país. Su indomable tendencia a subir no está libre de motivaciones ni de bases, se alimenta de políticas favorables en el exterior y de debilidades palpables en el sistema nacional.

Si intentáramos enumerar las deficiencias del sistema nacional que han sido provocadas, veríamos la poca capacidad de producir divisas que tiene el país así como la perforación del suministro fijo de dinero con la baja inducida del precio del petróleo, las sanciones a PDVSA, la advertencia a las empresas extranjeras de no contratar con Venezuela y finalmente, el juego de las calificadoras de riesgo. Desde esta base, a modo cascada se agravaron los viejos vicios y surgieron los nuevos, haciendo que el esquema que permitió mejorar la vida nacional se presente arcaico, mal aceitado, incapaz de contestar semejante ataque.

¿Cómo se fijan los precios en este contexto? ¿Quién controla que los buques no puedan llegar por las vías directas o que las mercancías no puedan entrar desde los países vecinos sino que tengan que cruzar medio mundo sumando fletes increíbles a cada pequeño e indispensable producto? ¿Cómo se produce lo suficiente y de manera soberana en un planeta controlado por las trasnacionales del agro que han logrado que los animales y las plantas sean dependientes de sus fórmulas para nacer, vivir o crecer?

Son esas las yagas a las que hay que ponerle el dedo. Mirando por demás que la población, ya sea el vendedor o el comprador, incluso el funcionario está siendo llevado a una situación extrema que activa los instintos y duerme los principios.

Debemos hablar más y hablar mejor. Debemos actuar más y actuar mejor. Lo que no quiere decir que no hemos hablado por lo menos cuatro años de la existencia de una guerra económica o no hayamos creado y cerrado instituciones, dictado leyes, desarrollado providencias, acordado “como caballeros” con fulanos o sutanos. Significa que la situación se agudiza y que la estrategia debe ser repensada.

¿Es posible generar un proceso de fiscalización masiva que permita bajar los precios como se hizo en el año 2013? Probablemente no porque el bloqueo ha logrado bajar la cantidad de bienes disponibles y porque con aquello no logramos instaurar una noción de comercio justo, con acceso para los usuarios y ganancia suficiente más no insolente por parte de los comerciantes.

¿Es posible ignorar un grito nacional que pide que alguien haga algo? Sin duda que no y lo que se haga debe hacerse antes.

Cuando nuestras estrategias se han centrado en el precio final, en el último establecimiento hemos contribuido a creer que es allí donde se determina el precio y no cuando, nace la ternera que dará la leche que requieren los niños. Los precios no se cambian en el último momento sino que reflejan toda la vida del producto, su obtención, su desplazamiento, su conservación. Tenemos que volver a entender la economía y el precio con lógica de sistema.

Luego, está la sanción que ha de producir la acción que se desarrolle y esta ha de producir un sentimiento de protección y de compañía, porque tiene que vencer la sensación de abandono que siente cada panadero al que le venden harina colombiana y cualquier madre contando las tarjetas ante el mostrador del supermercado.

¿Es real que el Estado no está haciendo nada? Esto es falso porque, por ejemplo, el CLAP y la reactivación de las casas de alimentación demuestran la voluntad y la acción de protección de los rubros más necesarios y de los sectores más deprimidos.

¿Podremos superar la situación haciendo lo mismo? Es una máxima de lógica elemental que a las mismas acciones le suceden las mismas consecuencias y si esto puede evitarse es mediante el control de variables por parte de alguno que quiera distorsionar o mejorar un esquema ya conocido.

Las acciones para alcanzar el buen vivir requieren entender que el esquema en el que hemos vivido hasta ahora es profundamente manipulable, lo controlan par de sujetos y depende del exterior. Nuestro menú básico por ejemplo es tan limitado que no tenemos los colchones de alternativas que tienen muchos otros pueblos.

Por eso, hay que deconstruir el comer, hay que reinventarlo porque si bien la proteína es un rubro que no puede oscilar libremente y debe haber reparo a las pretensiones de cobrar cientos de miles por cada kilo de animal tenemos también que entender que en el mundo existen más formas de obtenerla que el pollo y la carne de vaca. Bienes que, por cierto, no eran las fuentes básicas de la alimentación precolombina y se sostienen por la lógica comercial de conveniencia de los países productores de estos bienes o de los químicos que soy hoy indispensables para obtener estos rubros.

¿Con qué fuerza pensamos un nuevo mundo si somos víctimas de un acoso? Sólo podemos ir en ese sentido mediante la razón y esta no se trabaja con la retórica que hemos acumulado sino mediante la identificación y los sentimientos. La certeza absoluta de que libramos una batalla justa, para nosotros y para otros.

Sólo la necesidad pare los nuevos inventos y sólo en dialogo permanente, fijando la cúspide de la preocupación política en la base del pueblo, puede la Revolución llegar a buen puerto sin traicionarse a sí misma cuando su obra más grande es poder seguir diciendo que estamos resistiendo.
 

https://www.alainet.org/es/articulo/188804
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