Escritoras

18/10/2017
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¿A dónde están sus voces? Esa pudiera ser una pregunta ante una Biblioteca. Ni un solo libro de los grandes clásicos fue escrito por una mujer. ¿Las mujeres fueron voluntariamente mudas? ¿Desprovistas de imaginación y capacidad de describir? ¿Ellas, que saben distraer la pena con la promesa de un tormento o de un consuelo?

 

Las mujeres siempre hemos existido, o, al menos así parece desde los tiempos de Eva y las primeras mutaciones genéticas que transformaron a algunos monos.

 

Mi amiga Jacqueline me felicitó por una fecha que aquí no existe. Para los españoles hoy es el día de la escritora, así, con “a”. De esas que se llenan de tinta y pierden las uñas en los teclados. Las que antes firmaban con nombre de hombre, las que fueron obligadas a callarse porque les faltó el abecedario para tener voz. Esas que hoy somos tantas que nos paseamos indiferentes en relación al género de los colegas.

 

La paridad, la concepción de una mujer que pierda el rol de florero y la dictadura de la estética en Venezuela son urgencias y esta acción afirmativa, de memoria, de un día de la escritora podría celebrarse en Venezuela como una cuestión de justicia.

 

Porque Venezuela tiene escritoras y algunas incluso muy grandes son, como Teresa de la Parra, Ana Enriqueta Terán, Lydda Franco Farías o como María Calcaño indiscutible soberana de la poesía marabina.

 

O quizás no sea cosa de fechas sino de luces, sobre sus nombres, sobre sus sueños, sobre sus dudas. La mujer escribió y escribe sobre ella y sobre otros así como los hombres les escriben. Generalmente las Marías, las Juanas, las Carmenes están allí como majas desnudas bañadas de pétalos, en rosada promesa pero como si fuera un secreto, también existen otras, también sueñan otras cosas, también tienen fuerza y rabia.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/188691
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