El dorado, anhelo y vergüenza

02/10/2017
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En toda evidencia, en Venezuela se ha hecho rutinario hablar de irse del país. El fenómeno, inducido o no, es palpable y ha tocado sectores que antes no recurrían a ello. La migración ya no es un tema de postura política, ni de condición económica, es tan sólo el nuevo dorado nacional.

El dorado, fue aquella leyenda que prometía a los conquistadores que conseguirían más oro del que podían imaginar y por eso emprendieron cruentas y audaces aventuras, pagándolas con la vida propia, de sus compañeros y de los nativos. Todo valía, incluso abandonar los medios ya conocidos del sustento porque había esta promesa de un futuro inmediato con una prosperidad irreversible. La leyenda se recuerda sin duda mucho más que la suerte de aquellos que hayan podido conseguir oro y el monto de su fortuna.

Todas las generaciones y todos los países tienen su dorado. Luego cada una de ellas tiene una manera de lidiar con ella, de determinar mecanismos válidos y prescritos para hacerse de la fortuna y también, la manera de disimularla o ampliarla, según convenga. La fortuna a la que se aspira no tiene ni siquiera un monto fijo, es tan sólo la promesa de superar rápidamente las dificultades que a cada uno le aflijan que puede ir desde comer hasta adquirir palacios o islas.

Y la verdad, es que aunque todos aspiramos a él, cuando la vara del otro está más arriba, que otro ya viva nuestro anhelo nos resulta opulencia, casi pecado, desconsideración con nosotros y sobre todo con los que están más abajo, a los que sentimos que los que están más arriba deben tenerle particular compasión, incluso más que la que nosotros les tenemos porque nosotros no estamos tan poco tan bien.

Sin embargo, el dorado venezolano actual, me resulta que no es un asunto meramente económico. El anhelo que se diluye individualizado está más enraizado en cierta idea de normalidad, de zafarse de la delincuencia y de la altisonancia política, que del hecho económico en sí. Lo pienso así, dada la tendencia no despreciable de dejar de lado vidas económicamente cómodas por posturas más difíciles con tal de salir. Compulsión que sin duda sabrán explicar mejor los analistas del discurso y los psicólogos sociales, una vez que desentrañen cuales son los mecanismos que crean estas necesidades…

Ahora, como aquel sufrido conquistador en la selva amazónica ataviado con una pesada armadura, el Dorado no resulta tan fácil de alcanzar y el camino no está libre de penurias. Por el contrario, a cada paso, hay un nuevo mundo difícil y hostil que ir descifrando.

El mundo fuera de nuestras fronteras también esta extenuado. El mundo se inunda, se quiebra, se irrita. El clima comienza a mostrar que no era tan exagerado decir que desde hace par de décadas el timonel fijó, más temprano que tarde el final. Por lo que, el ecosistema y los regímenes políticos empiezan a claudicar.

De ello, las escenas de esta semana nos hablan con elocuencia: en Puerto Rico ya nadie puede obviar que el país se encuentra bajo el penoso régimen de las colonias, donde todo va al centro y tan solo se obedece, y, están estas duras horas en Cataluña.

Lo primero que deberíamos poder ver es que ninguna de las dos realidades es nueva. El mundo está dividido entre países libres y oprimidos, y, muchísimas veces dentro de los países existen pueblos oprimidos, como los catalanes, los gitanos, los mapuches,…, pero sobre ellos el silencio se hace endémico, el interés es prácticamente a los efectos de documentales de National Geografic o History Channel.

El escenario de los países muestran un nuevo pico para los movimientos nacionalistas, supremacistas blancos y pro mercantilistas. Las nuevas formas de los Estados se encuentran abiertamente delineadas por los intereses de un mercado cada vez más oligopolizado y que asume directamente las funciones de gobernar. Las políticas de migración son cada vez más cerradas, en general y ahora en específico, para venezolanos.

Por lo cual, sigue mostrándose la idea de migrar como el dibujo del Dorado que llevaba al español a jugarse la vida.

No con ello se afirma que a todos y a cada uno de los que migra les irá mal. La gente no vive en realidades universalizables. La gente siempre vive dentro de su realidad individual y de su ideología. Para algunos, que en España pasen algunas cosas, solo demuestra que allá si hay algo que preservar por ende, existe un imperativo ético para la violencia. Para otros, el irse es de por si suficiente porque el sueño no era una vida nueva sino una vida lejos.

Cuando el mapa luce tan complejo quizás valga la pena intentar convencernos no de quedarnos porque eso no cambiaría muchas cosas sino de procurarlo siendo y haciendo algo distinto.

La tierra abandonada llama a las manos, el barco pide conocer otros puertos. El trabajo de gobernar tiene que volver a ser el arte de solucionar problemas y procurar la paz. El dorado debe irse y no la gente, para plantar nuevos anhelos, libre de fotos que colgar en algún álbum digital.
 

https://www.alainet.org/es/articulo/188388
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