Las cosas en claro

20/05/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

A propósito de la 9na. Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia dedicada al reclamo por espacios laborales sin homofobia ni transfobia.

 

El ejercicio de la igualdad, que no igualitarismo, a través de los actos efectivos de justicia social contra todas las formas de dominación.

 

“La violencia contra las mujeres [...] [desde la pornografía] está experimentando un viraje hacia la representación explícita del maltrato de la mujer, donde la línea entre el placer y el dolor de esta es cada día es más difusa. “En los últimos tiempos se está viendo un tipo de pornografía más violenta, [...] menos lúdica [...] contra las mujeres [...]; este tipo de prácticas pone en relieve la crisis en la relación entre hombres y mujeres. Todo el poder que ya no se puede ejercer a través del pago de dinero se intenta poner en práctica por otras vías más violentas”. Y es que detrás de la violencia de género se esconde el intento de cercar y limitar las capacidades y derechos de las mujeres” (D.R.)

 

La nación y cultura cubanas nacieron de la interacción entre el ejercicio de la esclavitud contra indígenas y posteriormente personas oriundas –secuestradas-, del África a través del genocidio que significó la asquerosa trata de esclavos durante casi trescientos años; y, a su vez la marginación más criminal contra cualquier actitud que fuese en dirección contraria a la de los preceptos impuestos por una patrimonialidad capitalista, machista y “blanca”; siempre a través de la interdicción política de la Iglesia católica de la época.

 

Ninguna forma de dominación está por sobre o por debajo de la otra; todas interactúan entre sí para lograr la conservación a toda costa de la autoproducción burguesa.

 

Controlar el cuerpo de de los dominados, re-colonizando constantemente sus mentes es la mejor garantía para el mantenimiento de las relaciones sociales de producción capitalista.

 

Negros o mestizos, mujeres y personas no heterosexuales están contenidas dentro del espacio a controlar mediante la colonización de las mentes.

 

Aún no existe algo realmente serio que celebrar; la implementación efectiva de la justicia social todavía sigue siendo manipulada por determinados sectores que se definen a sí mismo como de poder.

 

Durante las primeras tres décadas de revolución socialista cubana, las personas no heterosexuales fueron o marginadas o vapuleadas en nombre de principios y normas culturales que siempre obedecieron a principios inculcados desde la historicidad de la autoproducción burguesa, sobrevivientes al interior del mismo proceso socialista cubano.

 

Relacionar a la decencia con la opción sexual ha servido durante todos estos años para ocultar ciertos “errores” dentro del sistema que podrían haber puesto en peligro muchos actos harto sensibles de justicia social efectiva. Solo que hemos olvidado algo muy importante.

 

La misma autoproducción burguesa se actualiza a través de la observación crítica que hace de los problemas que confronta la implementación socialista al seguir a pie juntillas, casi, los mismos trastornos heredados del capitalismo. Y al iniciar un proceso de revisión a tenor, comprende que debe comenzar a viabilizar “soluciones” que distancien, segreguen a unos sectores de otros dentro de la diversidad social y cultural existente.

 

Será inútil una lucha efectiva contra la homofobia o la transfobia por separadas del resto de los modos de dominación. En el caso de Cuba reiteramos que la génesis de una masculinidad dominante cubana es burguesa. El proyecto de emancipación fue cultivado desde la exigencia de austeridad, autocontención y pertinencia moralista al que debe someterse la diversidad genérica; aún si interactuando con la praxis política socialista en busca de la equidad social. Esa masculinidad dominante acopia poder victimando a los otros y a lo “otro” por inferiores, en tanto diferentes, y sufraga su socialización distorsionado al grado de cultura política pertinente. Justo en medio de las guerras por la independencia se esfumó la posibilidad de la unidad con equidad de lo diverso, por continuidad hegemónica de esa masculinidad dominante dentro del modelo de cultura. i

 

La revolución socialista cubana no inventó la homofobia ni la transfobia; la heredó desde la autoproducción burguesa ya desmantelada en Cuba desde hace más de medio siglo, pero las ha cultivado desde preceptos burgueses disfrazados de socialistas.

 

Desde la actualización cultural burguesa dentro de la hegemonía angloestadounidense vigente, se ha expandido hacia el mundo “globalizado” el término “bowling” que más o menos se semantiza como la potestad para hacerle la vida imposible a los, y a lo diferente para debilitarlo en la existencia de su representatividad social y cultural. Es un término que nace de la convivencia escolar trastornada por la violencia impuesta por las dominaciones inculcadas a las personas desde la infancia. Que puede camuflarse en un “problema” psiquiátrico que padece el acosado en su “diferencia” de los otros.

 

Lamentablemente durante los primeros años del proceso socialista en Cuba no pocas personas padecieron “bowling” por negros, muy pobres, por homosexuales; o sencillamente por ser mujeres. Durante el último cuarto de siglo emergió una institución en Cuba que es un legado harto importante de Vilma Espín el CENESEX liderado por Mariela Castro, que poco a poco y sin retrocesos encabeza una lucha con solo contra la dominación y prejuicios contra las personas convencionalmente “diferentes”; sino que va extendiendo ese combate haciendo lo interactuar con el resto de las dominaciones existentes.

 

El anterior es el logro más importante de dicha institución; el derecho efectivo a la visibilidad de cualquier manifestación de la diversidad social y/o cultural cubana bajo principios éticos y de decencia personal que nada tiene que ver con la opción sexual o de género. Buenos “cabrones” heterosexuales, incluso “revolucionarios” hemos padecido o cultivado, mientras se realizaban los raides policiacos contra los exponentes de la diversidad sexual o de género. Rectificar es no solo de sabios; a su vez indispensable para salvar al necesario socialismo sustentable.

 

Ejemplos elocuentes existen como el de la prestigiosa académica Teresa de Jesús Fernández González.ii(2) Hoy al frente de la editorial del CENESEX; quien tuvo que vivir un cuarto de siglo fuera de Cuba por razones evidentes.

 

Deberíamos reflexionar avergonzados, quienes fuimos víctimas de ese “bowling” culturalmente institucionalizado; y quienes fueron en su momento los acosadores.

 

Reflexionamos en un momento anterior, que es improbable una integración política sin fundamento cultural en democracia, desde el sometimiento de la cultura al poder político. Ese conflicto se secularizó en el modelo cubano y se extiende hasta nuestros días cuando el sistema político al organizar e inteligir a la sociedad, intentó –en un momento-, interactuar con la acumulación histórica sometiendo a la complejidad y diversidad culturales. El reduccionismo, desde dogmas y actos de dominación disimulada, evade problemas del modelo en su interacción con la acumulación histórica. El discernimiento socio clasista burgués manifiesta una noción del sentido al uso que se localiza en los contenidos de la memoria histórica de la dominación, y se legitima como soporte analítico. La memoria común, sometida a entuertos nos juega una mala pasada tratando de inducirnos a copiar mecanismos mnésicos de la cotidianidad capitalista desde la hegemonía de la masculinidad dominante WASP, para “inteligir” a la sistémica política socialista que busca sustentabilidad para los actos de justicia social contra la desigualdad.

 

Se asume a esa dominación obviando a cualquier componente del modelo o su acumulación cultural que implique aporte de los dominados. Un cariz racializado por machista en su praxis política, aun si parece confrontarlo. El control político sin fundamento cultural profundiza conflictos con la producción de pensamiento –sin excluir consensos temporarios por reformar políticamente al modelo en la unidad nacional. Era improbable que la reproducción burguesa abriese paso a la justicia social. El poder político no puede auto inferirse fundamento cultural, si el modelo no se lo provee mediante su interacción subjetiva (selectiva) con la acumulación histórica; no existe otro modo de actualizar al grado de cultura política socialista pertinente.

 

Advertíamos además, que las masculinidades se conciben a sí mismas como “colaboradoras” entre si, que ven la integración de las mujeres a la sociedad como una concesión de ellos, en tanto “concesores” de ese espacio que parte de su “autoridad” cultural y política. ¿A cambio? de que las mujeres accedan a dicho espacio cargando con todo lo demás que ya traen históricamente encima de ellas, con la menor molestia posible para la masculinidad dominante, a la que no puede echársele toda la culpa de la expansión histórica de la cultura del capitalismo. Hace mucho emergieron variantes socialistas o de izquierdas de esa dominación masculina; homofóbica y transfóbica; desde una amnesia que responde a los intereses de esa masculinidad dominante a la que se somete el resto de las masculinidades, y un porciento no despreciable de las mujeres, el tema del género en Cuba fue hasta no hace mucho casi tabú: obviemos los tímidos esfuerzos promocionales. A estas alturas de la rectificación radical socialista posible la sociedad cubana está, aún, saturada de “masculinizaciones zocotrocas”.

 

La cubana es una cotidianidad (cultura o modelo de sociedad) y una acumulación o totalidad histórica (Cultura) racializada, homofobizada y transfobizada desde una patrimonialidad inserta en la expansión de la cultura del capitalismo a lomos de la modernidad europea; e implica a la norma de una masculinidad dominante que somete a la pugna de poder entre heterosexuales -masculinos autoinferidos como dominantes-, versus no heterosexuales.

 

¿Será posible que uno tenga que reiterarlo?

 

Ninguna de las variantes del género quisiera rozar la posibilidad de verse "feminizado" dentro de esa pugna de poder, durante la interacción (subjetivamente selectiva) entre el modelo de sociedad y la acumulación histórica. Sobre todo en espacio público. Mientras no consensuen hacia la politización de la equidad que implica el trato diferenciado a cada cual, son reductos donde cada uno "observa" su propia imagen. Parodiando a un viejo aforismo africano: si los elefantes juegan la mujer sufre; si riñen, también la mujer sufre, porque siempre está debajo. No es de extrañar, que cuando el salario alcanza apenas hasta el antepenúltimo día del mes, y a partir de la deflación que la preeminencia machista sufre en su implicación como "cabeza" de familia, en tanto líder histórico de la manada "civilizada" y a partir del 57% que representa la fuerza femenina especializada dentro del mercado del trabajo en Cuba, andemos pasándonos la papa caliente de la discrepancia ocupacional doméstica, que históricamente era -¿es?- femenina.

 

La masculinidad dominante originaria en la autoproducción burguesa, hace y dirige las guerras de agresión; trastorna a los espacios del cuidado personal y filial a través de genocidios y desplazamientos forzados; convierten a las mujeres en trofeos de guerra que se manifiestan a través de la pornografía, la explotación dentro del mercado sexual, de sus genocidios: masacrando a los maridos y hermanos, obligándolas a ir hacia donde ellos imponen, y dejándolas a merced de un medioambiente material, social y espiritual diezmado por tales guerras. Es un problema global impuesto por la unipolaridad de la expansión del sistema y la cultura capitalistas. Nuestros problemas locales condicionados por más de medio siglo de bloqueo imperialista angloestadounidense, que obliga a consensuar los actos efectivos de justicia social a favor de la equidad con los remanentes de esa masculinidad dominante.

 

Se cuece en los ciber-debates que la conquista de lo público, lo remunerado, lo que implica poder personal y social, lo tradicionalmente masculino, es lo meritorio y que los hombres "degeneran" asumiendo tareas feminizadas que no tienen más mérito que el de cualquier acto de justicia distributiva; como si lo de ellas fuese una hazaña y lo masculino una obligación. Ese "principio" es masculino dominante apoyado por hombres no heterosexuales, y en general contra la mujer (al margen de su opción sexual de ella). Los enfermeros, los maestros primarios que duran en su ocupación; todos los hombres que asuman un trabajo para cuidar de la salud de las personas, o de las personas en estatus de vulnerabilidad aun si circunstancial como el caso de los niños en las escuelas, todavía son escasos y muy mal remunerados. La gente se acuerda de alguien solo cuando está enfermo y lo necesita para que lo cuide; así con los maestros en las escuelas. El propio Estado (en contradicción con la política de, y los actos efectivos de justicia social) ha, de manera machista, condicionado el proceso; impone contratación preferente de mujeres en esas plazas. Quizás con la necesidad de abrirse al cuentapropismo el modelo de cultura cubano actual, en medio del bloqueo angloestadounidense, los errores locales, la crisis capitalista y la necesidad de deslastrar al erario público de "botellas" inexplicables, se vea obligado a abrir el espacio lo suficiente a los cambios radicales que la necesaria sustentabilidad de la transición socialista exige. Hemos propinado al género femenino, y a lo dilucidado “feminizable” por la patrimonialidad machista una serie de garrotazos históricos sin otro fundamento que ese; ahora no podríamos curar los golpes contra aquellas en testa propia.

 

La atomización identitaria sometida a la masculinidad dominante burguesa que promueve la expansión histórica del capitalismo, crea una apariencia de diversidad y democracia que desbarata al mundo. A pesar de la Merkel, la Clinton o la Rice –no digamos Cristina o Russef-, la mujer es la primera “enemiga” potencial del sistema capitalista; una mosca insoportable para la plutocracia dentro de la lucha de clases y la guerra cultural. La diversidad de opción sexual o de género siempre está en ciernes de recibir otro garrotazo.

 

Aquí aparece reiterado:

 

A la plutocracia global que rige a la masculinidad dominante le urge reajustar el control sobre las mujeres, tras décadas de actos de justicia efectivos en algunas sociedades. No es una cuestión de control homogéneo sobre la natalidad. Sino definir dónde, cuándo y bajo cuál perfil nacerá su nueva mano de obra. Controlar el cuerpo de la mujer es la mejor garantía del mantenimiento de las relaciones sociales de producción capitalista.

 

La 9na Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia, la celebración de sus manifestaciones públicas, las comparsas y los eventos teóricos, no son sino el inicio de un proceso arduo y sin tiempo previsible en su extensión. Medio milenio de autoproducción burguesa contra poco más de medio siglo de proceso revolucionario socialista equivale a una pelea “cubana contra los demonios”, de león vs., ratón amarrado. Pero de los resultados al efecto dependerá el alcance de un socialismo realmente sustentable, contra todos los modos de dominación para desigualdad.

 

 

i Víctor Andrés Gómez Rodríguez. Ante la emergencia de la transversalización de género. ALAI. 18/06/2015. http://www.alainet.org/es/articulo/170483

ii Alina M. Lotti. Jornada Cubana vs. la Homofobia y la Transfobia: "Soy feliz como soy". Cubasí. Martes, 17 Mayo 2016.

http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/5...

https://www.alainet.org/es/articulo/177584
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS