Un balance de la COP 20

Las mujeres y el clima

17/04/2015
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Las mujeres son más vulnerables a los efectos del cambio climático y de hecho son ellas las que tienen en sus manos la producción de alimentos y el cuidado de los medios de vida que son intensamente afectados por esta -aún sorprendentemente silenciosa- crisis global. Inundaciones, sequías, deslaves, riadas, tsunamis, heladas y huracanes cobran más vidas de mujeres que de hombres. Los estudios de OXFAM de 2005 sobre los impactos de los Tsunamis en el Asia evidenciaron cómo estas catástrofes afectan más a las mujeres con cifras alarmantes: en Indonesia de 676 sobrevivientes sólo 189 eran mujeres (2005), en India luego de un Tsunami murieron en una comunidad 391 mujeres ante 141 hombres. Las mujeres producen entre el 60 y 80% de los alimentos en los países en desarrollo mientras que sólo el 2% cuenta con títulos de propiedad, por lo que no siempre son sujetos de créditos ni programas de ayuda para enfrentar el cambio climático. Los impactos del cambio climático tienen innegablemente un sesgo de género.

 

Mujeres vigilantes en la COP

 

La Alianza Global de Género y Clima lanzada en 2007 para asegurar que las políticas del clima sean enfocadas desde una perspectiva de género, se reunió en la COP 20 realizada en Lima en Diciembre pasado, para analizar estos temas; sus integrantes señalaron que de las tres Convenciones creadas en la Cumbre de la Tierra (1992): la Convención contra la Desertificación, la Convención de la Diversidad Biológica y la Convención Marco del Clima- esta última no incluía el tema de género de manera integral.

 

Denunciaron que dentro de la estructura de la Convención hay una gran disparidad. La Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú reportó que tres cuartas partes del Comité de Finanzas y el Comité de Adaptación, son hombres y que recién desde 2007 se incluyeron de manera formal criterios y términos de género en las negociaciones. En la COP 20 se desató una controversia cuando países como Arabia Saudita no apoyaron la inclusión del concepto “equidad de género” y propusieron el término “balance de género” en su lugar, supuestamente “para que cada país lo interprete a su manera”.

 

Las mujeres de las organizaciones y redes que participaron del seguimiento a las negociaciones de la COP 20 en el “Pentagonito”, a tiempo de denunciar la debilidad en la inclusión de la perspectiva de género, valoraron que hay un pequeño avance pues es la primera vez que se incorporan criterios de género en el Fondo del Clima. Igualmente se mencionaron oportunidades importantes en la Agenda Post 2015 y el Proceso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODSs) que ha incorporado estos criterios y que en su punto 13 se dedica exclusivamente al cambio climático, a criterio de muchos el punto más importante de esta agenda.

 

En 2011 ya se inició la discusión sobre la incorporación de criterios de género en el Fondo Verde del Clima, y las dificultades de arrancar con un Fondo financiero que ponga en práctica el compromiso de los países desarrollados de destinar 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020 para los países en desarrollo. En Lima se ha aprobado el primer Fondo Multilateral con un capital de alrededor 10.000 millones, que tiene el mandato de incorporar género. Según la opinión de activistas, esto lo hace diferente de otros fondos pues hará importante considerar las implicaciones en políticas de género en los sistemas nacional y multilateral para implementarlas en los contextos de clima y desarrollo. El componente de acceso a la energía y soluciones de energía limpia y líneas relacionadas con la seguridad alimentaria abiertos a las mujeres serán –opinan ellas- importantes para tomarlas en cuenta en los programas nacionales.

 

Algunas corrientes de activistas del clima, sin embargo, se manifiestan diciendo que esto podría ser otra vez una forma de instrumentalizar a las mujeres y no abordar el tema central que exige un cambio de sistema y una necesaria crítica al Fondo del Clima censurando que éste haya incluido el uso de combustibles fósiles en su implementación como van denunciando Amigos de la Tierra Internacional, y otras redes.

 

La Cumbre de los Pueblos

 

Mientras estos debates se generaban en el marco de las negociaciones y activistas que las siguen, en la Cumbre de Los Pueblos las mujeres organizaron sesiones de análisis y denuncia de las enormes inequidades que viven en la vida cotidiana y de cómo sus capacidades y sus experiencias no son recogidas ni tomadas en cuenta por los gobiernos para enfrentar el cambio climático.

 

La Cumbre de los Pueblos incorporó oficialmente el Eje Temático: La sostenibilidad de la vida posicionado por las feministas peruanas y latinoamericanas -entre ellas la REMTE LA (Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía)- que acababan de cerrar el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe semanas atrás en la ciudad de Lima. Los debates se concentraron en imaginar salidas desde la economía del cuidado, la economía solidaria y a identificar aquellas propuestas que propone la economía feminista para cambiar el sistema. El símbolo de la lucha de Máxima Acuña, líder emblemática contra el extractivismo en el Perú, rondaba por las salas y era reivindicado como un ejemplo de la resistencia de las mujeres frente al extractivismo y el cuidado de los bienes comunes, en una problemática regional lacerante por sus impactos en el agua y la vida de las comunidades agrícolas indígenas.

 

La denuncia de las consecuencias de los modelos extractivistas entre las que se identifica la violencia y la trata, daba cuenta de la vinculación entre extractivismo y violencia de género. Y es que es casi obvio, el capitalismo basado hoy en el despojo de la Naturaleza, está deteriorando los tejidos sociales, vulnera los principios de la convivencia, no es regulado a favor del medio ambiente ni de las comunidades afectadas, sus Estados necesitan desarrollar gobiernos autoritarios de “oídos sordos” como forma política que acompaña la sistemática violación de los “derechos de la Naturaleza”.  En el caso de nuestra región -aunque posicionadas en dos constituciones y visiones estatales de avanzada en los países andinos- las bases del equilibrio con la Naturaleza se ven amenazadas con el neo extractivismo que se ha instalado fuertemente, sus gobiernos protagonizan inconsecuencias y disonancias significativas al promover regulaciones y prácticas políticas que deterioran el cuidado del agua, del medio ambiente, de los bosques.

 

Y de hecho, estos Estados no están realizando inversiones sustanciales en los derechos de género, ni en las políticas sociales que podrían asegurar mayor equidad de género, mejor atención a la niñez y la economía del trabajo doméstico que sostiene la economía visible.  En el caso de Bolivia las inversiones para transportes, agricultura, y energía llegan casi al 70% del presupuesto mientras que en educación, salud, saneamiento, seguridad social y otros relacionados indirectamente con mejores condiciones para la equidad de género, no superan juntos el 13% (según datos de Fundación Jubileo). En tanto que las inversiones específicas a favor de las mujeres -según las redes feministas- son insignificantes: menos del 2% de inversión para políticas de género e igualdad. En tanto que la política económica –e inclusive legislación- no insiste en sistemas de regulación para prevenir daños ambientales del extractivismo, ha flexibilizado los mecanismos de consulta sobre los territorios, el modelo de desarrollo y la gestión y el cuidado de los recursos naturales y ha estigmatizado las corrientes de opinión críticas al modelo. El caso boliviano –además- ilustra este rasgo no sólo colocando el extractivismo de combustibles, minerales y recursos naturales en el centro de su economía sino con una falta de decisión política para eliminar el machismo y la misoginia de la práctica política en sus propias filas, pues la jerarquía gubernamental y las autoridades de diversas fuerzas políticas reproducen y refuerzan un “clima” que alienta simbólicamente el machismo a tiempo que el país tiene un número alarmante de casos de violencia y feminicidio..

 

No era casualidad pues que en la marcha de la Cumbre de los Pueblos en Lima había un cartel que decía: “Ni perforadoras, ni perforadas: Basta de machismo y de extractivismo en Bolivia!”. Junto a éste, cientos de pancartas se pronunciaban contra las negociaciones sin resultados, contra las “falsas soluciones” como los mercados de carbono y los programas REDD  y contra las políticas que profundizan el extractivismo, la contaminación y la deforestación; así como carteles y expresiones de rechazo a los proyectos de energía nuclear y explotación de gas de esquisto (fracking) haciendo referencia explícita a proyectos que ya son una realidad y amenazan en convertirse en un triste “sello de modernidad”.

 

"No sirve de nada gritar" decía un transeúnte durante la marcha por el clima que se realizó en Lima. Pero al parecer sí que sirve para mantener la fuerza y la capacidad de indignarse ante la inacción y el cinismo de los gobiernos frente a la emergencia global y para posicionar una visión que desde las mujeres y sobre todo las jóvenes generaciones de activistas y de feministas rechaza la violencia machista y el neo --extractivismo miope que se impone en las Américas.

 

- Elizabeth Peredo Beltrán es Psicóloga Social boliviana, dirige actualmente la Fundacion Solon y el Observatorio Boliviano de Cambio Climático y Desarrollo, es parte de la Campaña Octubre Azul en Bolivia, integrante del Consejo de la Universidad Tierra Ciudadana y del Directorio de Food and Water Watch.

 

* El presente artículo es de exclusiva opinión y responsabilidad de la autora

https://www.alainet.org/es/articulo/169030
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