Las coplas carnavaleras del Ejecutivo

27/02/2012
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Ya me estaba invadiendo la sensación de que casi todo se había dicho en cuanto a la crisis global del capitalismo, el calentamiento global, la persistencia del colonialismo, las discriminaciones de género y raciales, la violencia y la injusticia humana… Que a pesar de los enormes avances de los pueblos para liberarse, las cosas parecen repetirse en ciclos recurrentes sólo que cada vez más salvajes, entonces estaba pensando que ahora nos queda tomar un camino más práctico, cotidiano, confiados en la fuerza de la gente para cuidar la vida; que el desafío principal está en el nivel local, es decir en cómo demostramos -aunque sea en chiquitito- que es posible cambiar economías, ideologías, pensamientos y mentalidades.

Sin embargo la realidad siempre supera la imaginación y los deseos.  Esta vez es la resaca carnavalera la que nos da la oportunidad de analizar algunos nudos del proceso boliviano y sus desafíos. Las coplas del Ejecutivo nos recuerdan que no todo había estado dicho. Que hay cosas que hemos callado por mucho tiempo aunque molestan y se repiten bajo el perdón y la mirada contemplativa de quienes están convencidos y convencidas aún de que la revolución democrático-cultural sigue viento en popa. 

Los rituales a los que el gobierno se apega cada vez más como forma de contacto con el pueblo, empiezan a amplificar la subjetividad de los funcionarios del estado boliviano, proyectando estructuras más grandes, lastres profundos en evidente contradicción con lo que postularía un estado progresista, descolonizado y antipatriarcal. Subjetividad que también se ha reflejado días atrás cuando los padres de familia del Colegio Bolívar de Cochabamba se pusieron en apronte para evitar el ingreso de diez estudiantes mujeres a un colegio de varones con argumentos sencillamente trogloditas. Pues bien, en cuanto a relaciones de género así de troglodita es una parte de la sociedad y se expresa con cierta ingenuidad en la vida política y en las esferas de conducción del estado cada vez más groseramente.

La melodía que hemos estado escuchando en medio de bandas y cohetillos nos repite: “!Ay¡ la Jessiquita muy solita está, porque el Alvarito cambió de canal”, “Este presidente de gran corazón, a todas las ministras les quita el calzón”, “Las ministras andan por los balcones, pidiendo limosna para sus calzones”, “Bartolina Sisas tienen mucha fama, por eso las llevo directo a mi cama”, “Nuestro presidente mujeriego es y cambia de chica en un dos por tres”, “Nuestro presidente muy pícaro es, sólo quiere a una y se come a tres”…

El contenido ideológico y simbólico de estas frases/mensajes postula una sexualidad machista y conceptos de género arcaicos que no son casuales ni caen en saco vacío, ya lo hemos visto en actitudes y declaraciones del ejecutivo anteriormente y éstas proporcionan una radiografía del estado y un termómetro de las relaciones de género en la sociedad boliviana.

Claro que no vamos a rasgarnos las vestiduras por unas coplas de carnaval, gozamos de la picardía y de los chistes colorados, celebramos las irreverencias y defendemos la libertad sexual y la libertad de opción sexual. Tampoco vamos a revisar nuestro compromiso con la necesidad de articular un proceso popular de izquierda y democrático en Bolivia y de cambiar el mundo.

En Carnavales, la gente se entrega con confianza a las coplas populares porque éstas permiten desatar la lisura, dejan paso a un retruque, a un picaresco diálogo entre hombres y mujeres creando un clima en el que se puede llegar a un empate (no creo que catastrófico).  Pero una cosa es eso y otra que desde el ejecutivo nos ofrezcan nada menos que coplas dedicadas a sus calzones en un universo dominado por el patriarca en el que hasta la mujer (en este caso la ministra de transparencia y más tarde la ministra de comunicación, ambas mujeres a las que estimo) se convierte en portavoz de las supuestas virtudes del varón (repitiendo chistes de mal gusto, disculpando y luego repartiendo venditas para los ojos de la opinión pública), cosa que no tiene que ver mucho con las coplas populares donde las mujeres no se dan “autogol” sino que se defienden con garra y picardía respondiendo a las coplas masculinas sin temor de ir subiendo el chiste colorado hasta pasar a los magentas:

El: “Me gusta tu llajua, me gusta tu kallu, pero mas me gusta ese tu zapallu”

Ella: “Sé bien que te gusta este mi zapallu, acaso no sabes ques pa otro gallo”

El: “Este carnaval ha llegado mudo, mas flaco que nunca como el hueso blanco”

Ella: “Este carnaval parece hora cívica, muchas las palabras, pocas las paradas”

 

Y ni hablar de las hermosas coplas de un artista popular como Alfredo Domínguez que en su texto destilan dulzura:

“Desde el dia que te e visto,

Le e dicho a mi corazón

qué chura piedrita

para darme un tropezón”

 

Las coplas del ejecutivo distan de las populares porque son articuladas desde el poder sin posibilidad de respuesta, son centradas en el macho pícaro y la mujer objeto a la espera de ser la elegida para ir a la cama por lo cual debe estar agradecida, aunque para ello haya tenido que andar limosneando por los balcones, sobre todo si es muy famosa y poderosa porque la cama se ha convertido –en este caso- en el escenario de la misoginia falocéntrica destinada a desvalorizar a las mujeres y reducirlas a escala ínfima. El contacto carnavalero no es ya un encuentro lúdico de otredades con poderes, tamaños, irreverencias y creatividades diversas, sino un acto de sumisión más que nada decadente.

Las coplas populares sugieren una complementariedad porque están hechas de diálogo y no repetición sumisa de los mandatos de un solo lado, Paredes Candia decía que los huayños carnavaleros son “danzas de pareja suelta interdependiente”…”picaresca apicarada y viva”. Las teóricas feministas están reflexionando hoy sobre este tipo de conceptos para resolver las inequidades de género proponiendo que la posibilidad de construir relaciones igualitarias y equitativas pasa por crear condiciones para desarrollar una complementariedad solidaria donde cabe la posibilidad de que la otredad sea también vivida en uno mismo o una misma.

Pero bueno, mas allá de estas complejidades no aptas para el carnaval, la verdad es que si seguimos perdonando y justificando fobias a los pollos por razones de orientación sexual, comentarios misóginos y machistas de las autoridades como los referidos a las indígenas del TIPNIS a quienes hay que “conquistar” para convencerlas de que se construya nomás la carretera, borradas con el codo de los compromisos con el pueblo o coplas burdamente machistas desde el ejecutivo bajo el argumento de que de trata de “lo popular”, mañana sólo nos quedará cantar huayños de desolación al ver que ya no queda ni la mística del proceso de cambio y la revolución cultural.

No puedo evitar en este momento recordar las palabras de un acompañante de baile en estos carnavales: “no pienses tanto lindura, el 99% de los pepinos pensamos así... sigamos bailando”, en este caso voy por ese 1% que opina que de esto hay que hablar, aunque nos digan que estamos equivocadas/equivocados y exageramos. Curioso…, ser parte del 99% en el mundo de los que no queremos seguir con este sistema capitalista, colonial y racista y al mismo tiempo optar por ese 1% que se atreve a decir lo que piensa. Entonces, a ponerse el antifaz heredado de la noche de comadres y a bailar se dijo, ya aparecerán un pepino o una pepina interesantes dispuestos a ejercer y pasarla bomba, el tamaño es lo de menos.

La Paz, Viernes 24 de Febrero 2011

- Elizabeth Peredo Beltrán es psicóloga social, escritora y activista por el agua, la cultura y contra el racismo

https://www.alainet.org/es/articulo/156132
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