El planeta amenazado

21/12/2009
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En manifiesto suscrito por Costa Rica y otros pequeños países (Cabo Verde, Islandia, Singapur, Eslovenia y los Emiratos Árabes Unidos) se afirma que un aumento en la temperatura planetaria provocará menores cosechas en extensas regiones, cambios significativos en la disponibilidad de agua potable, aumento en los niveles del mar que afectará algunas de las ciudades más pobladas del mundo, colapso de ecosistemas como glaciares y bosques húmedos, mientas muchas especies se encaminarán hacia la extinción. Todo en medio de un planeta afectado por tormentas, sequías e inundaciones que provocarán migraciones masivas.  ¡Así se introdujo Costa Rica al inicio de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático que se celebra en Dinamarca!

 Convicción que se reafirma en el documento llevado desde San José donde se reafirma la percepción de una amenaza tangible sobre la salud del planeta, cuya mitigación, sin embargo, no está en manos de los países subdesarrollados sino más bien, en la decisión que habrán de tomar los países desarrollados que han sustentado su crecimiento económico en modelos vinculados al uso indiscriminado de materiales fósiles.   Modelo que ha provocado un aumento sin precedentes en el mundo moderno de las emisiones de gases con efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua; necesarios para mantener la temperatura promedio de La Tierra que sustenta la vida conocida, pero que de seguir aumentando podría alcanzar altos niveles con mucho poder destructivo.

 Pero, si es así, ¿por qué costó tanto llegar a un acuerdo de parte de los 192 Estados representados en la Conferencia?  ¿Es que acaso hay una segunda lectura de esos supuestos hechos?

 Pues sí. Lo cierto es que la comunidad científica no es unánime en sus apreciaciones y diversos entes y personas objetan las visiones catastróficas; debate exacerbado por la publicación de miles de documentos digitales desde la Universidad de East Anglia en Gran Bretaña, donde algunos especialistas reforzaron la visión destructiva, pese a resultados de ellos mismos que los contradicen. 

 Además, no se puede desdeñar el interés político y corporativo que, como sucedía durante el gobierno de George Bush en los EUA, se oponían a cualquier control ambiental que afectara la economía de empresas vinculadas a la Casa Blanca, tendencia que tomó un rumbo opuesto con la elección de Barak Obama a quien, sin embargo, no le alcanzó para provocar el golpe de timón que pudiere matizar, al menos, la amenaza anunciada.

 En ese contexto, el principal emisor de dióxido de carbono, China, se opone a medidas vinculantes que, según sus representantes, impida su desarrollo económico bajo las mismas normas que rigieron para europeos y estadounidenses.  Posición similar a la sostenida por India y Brasil, para quienes es fundamental que los que provocaron el daño, aporten recursos financieros suficientes para los cambios técnicos y tecnológicos necesarios para disminuir el ritmo de liberación de contaminantes, y para quienes, la emisión de gases con efecto invernadero ha de verse en términos relativos “por habitante” y no como han planteado los Estados desarrollados.

 Mientras tanto, países pequeños como el nuestro, pareciere que no pueden hacer mayor cosa por influir en las decisiones que, de seguro, se han discutido en otros salones adonde no se nos ha invitado. Y es que pese a que podemos comprometernos a, por ejemplo, alcanzar en unos 10 años un balance entre el CO2 emitido y fijado por fotosíntesis, los grandes saben que eso es posible en una pequeña nación con solo organizar el transporte de bienes y servicios, basado en ferrocarriles, tranvías y otros medios de movilización colectiva menos contaminantes.  Mientras que para ellos, con grandes proyectos industriales y monocultivos agrícolas de dimensiones gigantescas, tales promesas no son viables económicamente a corto o mediano plazo, por lo que obstaculizan por medios cínicos principalmente, cualquier propuesta que ponga en peligro sus ganancias a corto plazo… aunque al planeta, según al visión cada vez más extendida, se lo lleve el carajo.  Y si además, con situaciones como la sucedida en Gran Bretaña, se refuerza la idea de que todo es un cuento y que la tal amenaza no es cierta, es poco lo que podría esperarse.

 Lo que nadie puede negar, sin embargo, es que se vaticina una situación amenazante que, de darse, tendría consecuencias como las señaladas por Costa Rica y los otros países citados. Amenaza que, por si las dudas, habría que tomar en serio hasta que no se demuestre indubitablemente lo contrario, pues de producirse un aumento superior a 1,5 ºC o 2 ºC en la temperatura promedio del planeta, ya no tendríamos tiempo de mitigar la catástrofe que nadie, ni el más contaminante de los países, quiere para su pueblo y La Tierra. 

 Y para aquellos que vislumbran un futuro inevitablemente catastrófico a nivel planetario, y solo proponen ocurrencias con las cuales enfrentar la amenaza de, entre otros, el aumento en el nivel del mar en ciertas regiones del planeta, un comentario: de darse algo así, que podría hacer desaparecer miles de poblados y provocar la migración forzada sin destino conocido de millones de personas, es sencillamente inhumano actuar como marionetas de los grupos BIOCOLONIALISTAS que piensan más en sus intereses egoístas que en el dolor humano que se vaticina.   

 Ningún país, y mucho menos Costa Rica, puede cerrar sus ojos ante lo que podría significar un cambio brutal en algunas de sus regiones marino costeras.  Cientos de miles de habitantes serían las víctimas y nadie, que no esté “chochando”  podría suponer que como Estado tendremos que hacerle espacio a animales de cualquier tipo, incluyendo las tortugas marinas, dedicando recursos financieros que ni los países desarrollados tienen, para adquirir espacios donde, tal vez, con mucha suerte, pudieren darse transformaciones ambientales tales, que con el pasar de decenas de años tales reptiles pudieren encontrar nuevos hábitats de anidación, como han sugerido algunos de esos títeres que han llegado hasta a hablar de “playuelas”… para las baulas.

 Dr. Freddy Pacheco

Biólogo

https://www.alainet.org/es/articulo/138515
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