Estados Unidos y el mundo: ¿Hacia dónde vamos?

02/10/2008
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Este informe fue presentado durante el "Seminario sobre Estados Unidos", patrocinado por la Fundación Alexandre de Gusmão y el Instituto de Investigación de Relaciones Internacionales (IPRI por sus siglas en portugués), en el Palacio de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Externas de Brasil), Río de Janeiro, Brasil, el 29 de septiembre de 2008.

 

Introducción

 

Estados Unidos parece estarse embarcado en una transición sobre dos importantes frentes: su propia economía, tanto a nivel financiero como real, y sus relaciones con el resto del mundo. Hay cierta relación entre las dos transiciones. Algunos de esos cambios dependerán del resultado de las elecciones generales de noviembre en Estados Unidos, y otros no. Este texto presentará una breve reseña de las tendencias actuales, poniendo cierta atención a la política de Estados Unidos en América Latina, así como en otras áreas.

 

Perspectivas de la economía estadounidense y sus implicaciones.

 

Al momento de escribir este texto, todos los ojos están dirigidos hacia la crisis financiera que enfrentan actualmente Estados Unidos y los mercados financieros internacionales, ampliamente considerada como la peor crisis de este tipo desde la Gran Depresión.

 

Efectivamente hay una grave crisis en la esfera financiera, como lo indicaron los acontecimientos de la semana pasada, en particular el congelamiento de los mercados de crédito. Por el lado malo, el gran temor es que podría conducir a un colapso generalizado de partes del sistema financiero. Esto fue ilustrado de una manera más fehaciente la semana pasada cuando se retiraron unos 224,3 mil millones de dólares de los fondos de inversión en activos del mercado monetario, que los inversionistas habían manejado como si tuvieran la misma solidez que una cuenta de cheques. Hay aproximadamente $3,4  billones (millones de millones) de dólares en estas cuentas. Si el pánico se hubiese extendido, habría sido equivalente a algo como una corrida contemporánea del sistema bancario. No obstante, por fortuna, el Departamento del Tesoro intervino rápidamente y anunció que aseguraría estos fondos, que anteriormente estaban fuera de sistema del seguro de los depósitos federales.

 

Éstas y otras intervenciones masivas y no ortodoxas indican que las autoridades de Estados Unidos, incluida la Reserva Federal (en conjunto con otros bancos centrales como el Banco Central Europeo y el Banco de Japón) y el Departamento del Tesoro, están dispuestas a hacer lo que sea necesario para prevenir una quiebra importante en la esfera financiera. Han llevado a cabo las más grandes nacionalizaciones y la transferencia más cuantiosa de deuda de la historia mundial (la nacionalización de Fannie Mae  y de Freddie Mac), así como en la nacionalización de la aseguradora más grande del país (AIG) y han bombeado cientos de millones de dólares en el sistema bancario como respuesta a la falta de liquidez.

 

Dada esta disposición de las autoridades a realizar lo que sea necesario para evitar una corrida en los depósitos (que ahora incluye a los fondos de inversión en mercados de dinero) y al congelamiento del crédito, la amenaza de un colapso generalizado del sistema financiero parece exagerada.

 

Lo más probable es que haya más presiones en el sistema a medida que las instituciones insolventes se vayan hundiendo - de la misma forma en la que el turbulento colapso de Lehman Brothers precipitó la actual crisis - y otros eventos inesperados ocurran en un proceso de "saneamiento de deudas" y contracción del inflado y sobre endeudado sector financiero. Este sector se multiplicó más de tres veces en relación al PIB a lo largo del periodo de la posguerra y, antes del reciente desliz, era equivalente a más del 30 por ciento de las utilidades corporativas. Gran parte de estas ganancias fueron ilusorias y desde entonces han desaparecido, tal y como estamos viendo ahora.

 

La actual batalla provocada por las condiciones que la administración Bush impuso a su propuesta de rescate de 700 mil millones de dólares constituye un indicador más probable de las batallas por venir. Será una lucha por la distribución de las pérdidas - los contribuyentes al fisco y dueños de casas por un lado contra accionistas, presidentes de corporaciones e inversionistas financieros por el otro. La semana pasada la administración nos puso ante la siguiente disyuntiva: "o nos dan un cheque en blanco o correrán el riesgo de un colapso financiero".

 

Esta vía fue rechazada por una revuelta populista en ambos partidos, aunque todo indica que de todos modos se impondrán algunas condiciones al rescate. Pero si se toma en cuenta el poder que el sector financiero ejerce sobre el sistema político de Estados Unidos, estas condiciones quedarán muy lejos de cualquier reforma práctica y factible que brinde protección a los propietarios de casas, que obligue a los inversionistas y a los ejecutivos que tomaron malas decisiones a absorber la parte que les corresponde de las pérdidas y a implementar las reformas a la regulación, necesarias para evitar que esto se vuelva a repetir en el futuro. (Para tener una idea general de dichas reformas y lineamientos necesarios para un rescate adecuado, consultar, Dean Baker (2008), "Condiciones progresistas para un rescate financiero").1 Sin embargo, es probable que estas batallas políticas continúen a lo largo de los próximos dos años.

 

Existe cierta confusión entre la mayor parte del público con respecto a las condiciones en las que se encuentra la economía de Estados Unidos. Los problemas económicos actuales son ampliamente percibidos como una crisis financiera, cuando la realidad es que hay graves problemas en la economía real que están arrastrándonos hacia una grave recesión. Es decir que, aún si se resuelven los problemas financieros, no se podrá evitar la profundización de la recesión.  Hoy en día, estamos viviendo una recesión que fue generada por el estallido de una masiva burbuja hipotecaria; una burbuja que creó unos 8 billones (millones de millones) de dólares en riqueza ficticia, antes de que empezara a reventarse a mediados del año 2006.

 

Esta burbuja apenas se ha desinflado en un 60 por ciento, y eso suponiendo que no se dispare en la dirección contraria (a territorio negativo) cuando toque fondo. La aritmética es bastante sencilla2 : de 1996 a 2006, los precios de las casas en Estados Unidos se dispararon un 70 por ciento por encima de la tasa de inflación. Pero anteriormente, los precios de las casas a largo plazo no crecieron a un ritmo más rápido que la inflación. Esto significa que los precios de las casas tendrán que caer un 40 por ciento para que vuelvan a niveles acordes con la tendencia.  Hasta ahora, en términos reales (incluyendo la inflación), han caído en un 25 por ciento.

 

Pero todavía queda una gran sobreoferta de casas en Estados Unidos, y los propietarios de casas están recibiendo notificaciones sobre la ejecución de sus hipotecas (es decir, perdiendo sus propiedades) a un ritmo aproximado de 3,6 millones cada año. Además del impacto de una contracción en los sectores de la construcción y otros sectores relacionados a los inmuebles residenciales, un impacto sobre la economía que surgirá a raíz del colapso de la burbuja inmobiliaria se dará a través del efecto de riqueza. Los hogares estadounidenses típicamente adquieren préstamos respaldados por el valor de sus casas, y la expansión de la economía estadounidense desde el final de la última recesión (noviembre de 2001) hasta el año pasado, obedeció principalmente a este endeudamiento. Cuando la burbuja había alcanzado su punto más elevado en el año 2006, los consumidores estaban utilizando unos 780 mil millones de dólares al año en créditos respaldados por el valor de sus casas (que en ese entonces se elevaba rápidamente). En gran parte, estos niveles de endeudamiento y gasto han llegado a su fin. En el próximo informe trimestral del PIB (tercer trimestre) es posible que veamos una caída en el gasto de los consumidores, que hasta ahora se había mantenido a pesar del colapso de la burbuja financiera.

 

En los datos de los últimos cuatro trimestres se puede apreciar que el principal contribuyente al crecimiento económico fue un mejor resultado en la balanza comercial, derivado del considerable desliz en la cotización del dólar (un 25 por ciento contra una canasta de divisas ponderadas por el intercambio comercial) que comenzó en el año 2002.3 Pero el comercio sólo representa un 26 por ciento de la economía estadounidense, mientras que el consumo representa un 70 por ciento. Sin olvidar que el mercado laboral se ha debilitado hasta alcanzar niveles de recesión: el desempleo ha llegado al 6,1 por ciento, casi alcanzando el nivel más alto, en septiembre de 2003, durante la última recesión, mientras que el nivel de empleo, como porcentaje de la población, está a punto de alcanzar los niveles más bajos de la última recesión. La economía ha perdido empleos a un ritmo de 81,000 por mes durante el último trimestre, al mismo tiempo que cae el salario real.4 Todo esto se reflejará en el mercado hipotecario y también debilitará el consumo. Además, el sector público a nivel estatal y local, que hasta ahora ha estado creando nuevos empleos, mostrará una contracción en el futuro cercano a medida que los gobiernos empiecen a recortar el gasto (la mayoría tiene que equilibrar sus presupuestos) como respuesta a la caída en sus ingresos. El gobierno de la Ciudad de Nueva York, por ejemplo, anunció recientemente un recorte de mil 500 millones de dólares en su gasto para los próximos 15 meses.

 

En otras palabras, esto significa que la baja en la economía de Estados Unidos apenas está empezando y que esta tendencia se acelerará, aún si los problemas del sector financiero se hayan resuelto de la manera más eficiente posible. Lo más probable es que los problemas en el sector financiero - a medida que éste se deshace de las instituciones insolventes y de la deuda de mala calidad - contribuyan a la desaceleración a través de restringir la disponibilidad de crédito disponible y de minar la confianza de los inversionistas en general.

 

Esto conduce a lo que será la siguiente gran batalla de índole económica, una vez que se haya resuelto la crisis financiera: la política fiscal. Una política fiscal expansionista será necesaria para mitigar los efectos de la recesión, la que probablemente será la peor en por lo menos un cuarto de siglo. El banco central estadounidense, la "Fed", ya redujo la tasa aplicada a los Fondos Federales de 5,25 al 2 por ciento, y por ende, ya no le queda mucho margen para seguir reduciéndola. Pero la política monetaria no podrá tener ni siquiera una pequeña parte del efecto expansionista que mostró en la última recesión, cuando contribuyó a la masiva expansión de la burbuja inmobiliaria.  Las tasas de interés a largo plazo son las que tienen el efecto más grande sobre la actividad económica en Estados Unidos, y bajar la tasa de interés de corto plazo no necesariamente ayuda a bajar las tasas de interés a largo plazo. De hecho, ya son varias las ocasiones en que los mercados de los bonos del Tesoro a 10 años han reaccionado a los recortes de las tasas por la Fed (que son de corto plazo) con un aumento en sus rendimientos. Además, la Fed está mucho más preocupada ahora por la inflación, con una variación interanual en el Índice de Precios al Consumidor que supera el 7,2 por ciento (con una variación de 3,4 por ciento en el núcleo inflacionario), en comparación con el 2,9 por ciento al comienzo de la última recesión (con un 3,5 por ciento para el núcleo inflacionario).

 

Dada la ineficacia de recortes adicionales a la tasa de interés líder, la política  fiscal se convertirá en la principal herramienta a la mano para implementar una política anticíclica en un futuro próximo. Sin embargo, la deuda nacional supera ya el 67 por ciento del PIB. El rescate bajo consideración la disparará por encima del 72 por ciento con la probabilidad de que ocurran rescates adicionales (como por ejemplo, inyectar nuevos fondos a la Corporación Federal de Seguro de Depósitos - Federal Deposit Insurance Corporation, FDIC, la que no tiene posibilidades de enfrentar las probables quiebras bancarias) así como aumentos adicionales en el déficit, motivados por aumentos automáticos en el gasto y la caída en los ingresos a medida que la economía se debilita. Estos son niveles de deuda pública que no se habían visto desde principios de la década de los cincuenta, cuando la deuda seguía bajando paulatinamente desde el crecimiento explosivo que registró durante la II Guerra Mundial.  Evidentemente, la mejor política durante una recesión aún sería la de ignorar estos niveles de deuda para impulsar un amplio paquete de estímulos fiscales, especialmente debido a que los rescates financieros, al mismo tiempo que hacen crecer la deuda, no tienen el mismo efecto sobre la demanda que otras formas de gasto deficitario. Sin embargo, todavía hay un intenso prejuicio en el sistema político de Estados Unidos, tanto en los partidos políticos como en los medios masivos de comunicación, contra una medida semejante. El tamaño y el crecimiento de la deuda nacional es un tema muy importante en las campañas políticas, incluida la campaña presidencial, y en los últimos años muchos demócratas han sido aún más conservadores sobre este tema que los mismos republicanos.

 

Consiguientemente, la profundidad y destructividad de esta recesión bien puede depender de la medida en la que el próximo gobierno esté dispuesto ha ignorar este dogma económico para poder estimular la economía. En la última recesión, el gobierno federal pasó de tener un superávit fiscal del 2,4 por ciento del PIB a un déficit del 3,5 por ciento (2000-2003); y esto fue junto con los recortes a las tasas de interés (del 6 por ciento en mayo de 2000 al 1 por ciento en junio del 2003) y el masivo crecimiento de la burbuja hipotecaria. Actualmente, la tasa para los Fondos Federales ya es de un 2 por ciento y el déficit del presupuesto federal (usando el presupuesto unificado que habitualmente se difunde) está en 3,3 por ciento del PIB, sin incluir los actuales rescates.

 

Aunque las autoridades se han mostrado hasta ahora bastante flexibles en responder ante la crisis financiera - nacionalizaciones masivas, acumulación de deuda e incluso cierta tolerancia ante altos niveles y riesgos de inflación que son características poco usuales de la Reserva Federal - lo que todavía no queda claro es si el próximo gobierno, independientemente de quien gane las elecciones, estará dispuesto ha abandonar, en la medida de lo necesario, el conservadurismo fiscal para estar en condiciones de sacar a la economía de la recesión.  Lo más probable es que no cometerán los mismos errores que cometió el gobierno japonés tras el colapso de una burbuja en su bolsa de valores y sector de bienes y raíces en 1989. Además, Estados Unidos tiene otras ventajas, especialmente en relación al dólar que es la divisa clave para la economía internacional, y que ayudará a Estados Unidos a evitar un prolongado periodo de estancamiento. No obstante, quedan todavía bastantes posibilidades de que esta recesión se prolongue mucho más allá de lo necesario si hay errores en las políticas a aplicar.

 

Haciendo a un lado por un momento la profundidad y la duración de la recesión, y su dependencia sobre las políticas que surjan para enfrentarla, es probable que la actual coyuntura económica deje efectos duraderos en el sistema económico de Estados Unidos y en buena parte del mundo, debido a la influencia global de este país. De hecho, algo de esto ha sucedido ya. Cinco de los principales bancos de inversión de Estados Unidos ya no existen: Bear Stearns colapsó a principios de este año, Lehman quebró, Merrill Lynch aceptó ser adquirido por Bank of America; mientras que Morgan Stanley y Goldman Sachs renunciaron a su calidad de bancos de inversión. Esto hace que queden dentro del sistema de regulación de la Reserva Federal.

 

¿Qué impacto duradero podemos esperar una vez que se recupere la economía?  Podemos esperar que se den algunas reformas a la regulación del sistema financiero de Estados Unidos para al menos reducir algunos de los abusos que llevaron a este colapso. Lo que falta por ver es si reformas progresistas como los impuestos a las transacciones financieras, que podrían reducir la especulación y generar más de 100 mil millones de dólares al año en recaudación fiscal, tienen la oportunidad de hacerse realidad.

 

Dado que ésta es la segunda recesión en siete años que ha sido causada por el estallido de una burbuja de activos, es posible que la Fed cambie su actitud con respecto a dichas burbujas especulativas y comience a controlarlas y tratar de contrarrestarlas. Hasta ahora, la posición de Alan Greenspan y Ben Bernanke (ex presidente y presidente actual de la Reserva Federal, respectivamente) ha sido que la Fed no debe tratar de hacer algo para enfrentar las burbujas en activos sino hasta que suceda algo.5 Sin embargo esto no tiene sentido; la burbuja en la bolsa de valores fue identificable e identificada a fines de los 1990s, y lo mismo es verdad para la burbuja hipotecaria de principios del año 2002.6  Además, la Fed no necesariamente tiene que elevar las tasas de interés para poder contrarrestar una creciente burbuja de activos.  Se puede hacer bastante para controlar la especulación si se les informa a los inversionistas y al público de los peligros de invertir en activos inflados por una burbuja, además de otras medidas reglamentarias.7  Esto es importante, porque si bien es cierto que ahora se reconoce que hubo fallas en la regulación - como por ejemplo, en el caso del mercado hipotecario de mala calidad o de alto riesgo (sub-prime) que contribuyó a la actual crisis - aún se desconoce ampliamente que el fracaso para contener la burbuja en si, lo que pudo haberse logrado, representa la principal y más importante causa de los daños que estamos viendo hoy.

 

La reducción del déficit comercial de Estados Unidos durante esta recesión ajustará, por lo menos en cierta medida, uno de los desequilibrios más grandes de la economía global. Para Estados Unidos, este reajuste puede ayudar a recuperar las condiciones para un nivel de crecimiento sustentable. Desde los años noventa, el crecimiento de la economía estadounidense ha dependido en gran medida del consumo impulsado por las burbujas, primero por la burbuja en la bolsa de valores y luego por la burbuja inmobiliaria. Una de las razones por las cuales esto sucedió, es el enorme y, hasta el año pasado, creciente déficit comercial de Estados Unidos, el cual es resultado de un dólar sobrevaluado.

 

Dado que el déficit comercial, en términos contables, reduce el crecimiento, la economía requiere de otra fuente de demanda para compensar. El consumo impulsado por las burbujas ha jugado ese papel hasta ahora, pero ya no será necesario si el desliz del dólar, aunado al efecto de la recesión que reduce la demanda de las importaciones, reduce el déficit comercial hasta un nivel sostenible.

 

Después de esta recesión, la influencia de las ideas neoliberales, que tienen su base de apoyo internacional más fuerte en Estados Unidos, saldrá un tanto debilitada. Y su variante libertaria impulsada por el fallecido Milton Friedman ya ha disminuido de una manera precipitada en los últimos años, y cada día será más difícil defender este tipo de fundamentalismo del "libre mercado" en los años venideros. ¿Pero que pasará con las ideas neoliberales que son más aceptadas, las cuales, con frecuencia, son erróneamente etiquetadas como de "libre mercado" o "libre comercio"? En realidad, estas políticas han desmantelado las barreras de acceso al mercado cuando dichos cambios causan una disminución de los salarios o una redistribución del ingreso a favor de los sectores de mayor ingreso (como sucede con el comercio internacional de manufacturas), al mismo tiempo que apoyan el proteccionismo y las soluciones que no son de mercado cuando éstas redistribuyen los ingresos hacia arriba (por ejemplo la creciente protección de los productos farmacéuticos a través de las patentes, la restricción en la competencia por el empleo profesional, en los salarios de los ejecutivos de corporaciones).8  También estas ideas se habrán debilitado de alguna manera en los años por venir. Y en algunos aspectos puede ser similar a lo que sucedió en Japón tras el colapso de 1989, aunque en una versión más benigna. Antes de 1989, la política industrial de Japón y el crecimiento impulsado por las exportaciones fueron ampliamente admirados como una prueba de políticas económicas exitosas; pero tras el colapso de la bolsa de valores de Japón y de su burbuja financiera y el consiguiente estancamiento de la economía en los noventa, Japón ya no fue considerado como un ejemplo digno de imitar.

 

Ha habido un notable esfuerzo en los últimos años, en los círculos políticos y de prensa más importantes de Europa, para empujarla a que imite a Estados Unidos, que es presentado como una forma de capitalismo más dinámico y exitoso. La creencia generalizada es que los países de la Eurozona no se pueden dar el lujo de tener su estado benefactor (o de bienestar) en la nueva economía global, y que las regulaciones del mercado laboral y los sindicatos han aumentado el desempleo y mermado el crecimiento de la productividad. Sin embargo, la evidencia económica de que estos argumentos son correctos ha estado completamente ausente9, pero sí contribuyeron a que Nicolás Sarkozy se convirtiera en el presidente de Francia en el 2007, mientras que el liderazgo del Partido Social Demócrata alemán ha desafiado repetidamente a sus propios votantes tratando de moverse en esta dirección. Ahora es posible que estas ideas pierdan un poco de fuerza a medida que la realidad de la actual crisis y recesión de Estados Unidos sea presentada al público europeo. Es probable que las ideas neoliberales pierdan también cierta credibilidad en los países en desarrollo. De hecho ya perdieron gran parte de su popularidad en América Latina durante la última década.

 

La recesión de Estados Unidos también reducirá la influencia mundial de este país de una manera más generalizada, la cual ha ido cayendo rápidamente durante la administración Bush.

 

La política exterior de Estados Unidos en los años por venir

 

Hay un consenso generalizado de que Washington ha perdido considerable influencia y prestigio mundial en los últimos años, principalmente debido al rechazo del mundo a su invasión a Irak, pero también debido a otros escándalos internacionales y a los abusos a los derechos humanos (centros secretos de detención como Abu Ghraib, Guantánamo, entrega extraordinaria [de prisioneros] y tortura), así como por una postura generalmente unilateral y de "con nosotros o contra nosotros" que ha sido propugnada por la administración Bush.

 

Existen otras razones para la decreciente influencia de Estados Unidos, y en ocasiones son factores que contribuyen de mayor manera, pero que han recibido poca atención. La más importante de estas razones es el colapso del Fondo Monetario Internacional (FMI).10  Ésta era la avenida más importante para ejercer influencia en los países en desarrollo que Estados Unidos tuvo durante las últimas tres décadas. El FMI se posicionó, mediante un acuerdo informal, a la cabeza de un cártel de acreedores. A los gobiernos que no llegaban a acuerdos con el Fondo sobre diversas políticas, se les negaba en la mayoría de los casos el crédito, no sólo del FMI sino también del Banco Mundial (que es más grande), así como de otros prestamistas multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo, de los gobiernos de los países ricos y en ocasiones, incluso del sector privado. Esto dio a Washington, que ha dominado al FMI desde su creación en 1944, una poderosa palanca para promover toda una serie de reformas económicas en los países en desarrollo.

 

A lo largo de la última década esta palanca se colapsó virtualmente entre los países de ingresos medios. Aunque algunos países pobres, especialmente en África, siguen sometidos a las condiciones del FMI, la mayoría de los países de ingresos medios ya no lo están. En los últimos cuatro años, la cartera total de créditos del FMI se redujo de 105 mil millones de dólares a menos de 10 mil millones de dólares. Dicha organización opera actualmente con un déficit anual de 400 millones de dólares y ha sido obligada a reducir su tamaño.

 

El colapso del FMI contribuyó grandemente a la pérdida de influencia de Washington en América Latina. Y ahora la mayoría de los gobiernos de la región son más independientes de Washington que Europa. Esto obedece también al hecho de que en la última década han sido elegidos gobiernos de centro izquierda en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, y Venezuela. Una de las causas más importantes de esta revuelta en las urnas ha sido el fracaso de las políticas económicas neoliberales que fueron promovidas activamente por Washington y por las instituciones multilaterales donde ejerce su dominio, como el FMI, el Banco Mundial y el BID. De 1960 a 1980, el ingreso per cápita de la región creció en un 82 por ciento. De 1980 al 2000 creció únicamente 9 por ciento y a pesar de unos cuantos años buenos recientemente, ha acumulado un crecimiento de apenas 14 por ciento en esta década. Aún si se ignora la distribución del ingreso, que es la más desigual en el mundo y que ha empeorado en algunos países, el fracaso en el crecimiento de largo plazo y el desarrollo económico de América Latina en la era neoliberal no tiene precedentes en la historia moderna.11

 

La respuesta de Washington al viraje de América Latina hacia la izquierda ha acelerado su pérdida de influencia en la región. La administración Bush apoyó el golpe militar contra el gobierno electo de Venezuela en el año 2002 y, tras el golpe, continuó financiando y apoyando a grupos de oposición y tácitamente apoyando serios esfuerzos de desestabilización (incluyendo la huelga petrolera entre 2002 y 2003). Teodoro Petkoff, quien es actualmente uno de los líderes más prominentes y respetados de la oposición venezolana en los círculos internacionales, recientemente ha hecho una descripción de la estrategia de la oposición como una "estrategia que pretendió abiertamente llevar a cabo un golpe militar" entre 1999 y 2003, así como también describe su uso de la industria petrolera con fines de derrocar al gobierno.12

 

El apoyo de Washington a esta estrategia, y el continuado apoyo a la oposición venezolana hasta nuestros días, ha producido una grave fisura con Venezuela.  En lugar de intentar reestablecer relaciones normales con Venezuela, por ejemplo a través de pláticas directas, se ha embarcado en una serie continua de acciones hostiles que parecen encaminadas a provocar la enemistad - más recientemente, amenazando con incluir a Venezuela en la lista de naciones calificadas como "estados patrocinadores del terrorismo." 13 

 

Además, Washington ha impulsado una estrategia que pretende aislar a Venezuela de sus vecinos. Esto también ha tenido efectos contraproducentes y ha servido más para aislar a Estados Unidos que a Venezuela en la región.  El apoyo de la administración Bush a los grupos de oposición en Bolivia, incluyendo el financiamiento de la USAID, llevó el pasado 10 de septiembre a la expulsión del embajador estadounidense en ese país. Venezuela expulsó al embajador de Estados Unidos como un gesto de apoyo, y Washington procedió luego a expulsar a los embajadores de Venezuela y de Bolivia.

 

Como otro indicio más de la decreciente influencia de Estados Unidos en América Latina, y especialmente en Sudamérica, UNASUR se reunió el 15 de septiembre y emitió una declaración con la que de manera enfática apoyó al gobierno de Evo Morales. Entre los firmantes estuvo Colombia, el aliado más cercano de Washington, así como Perú y Chile, país que convocó la cumbre.  Todo esto demuestra la importancia de los cambios estructurales que están solidificando la independencia de América Latina así como su búsqueda de una integración económica y política a través de instituciones como la UNASUR y el Banco del Sur.

 

Existe una serie de factores que apoyarían las actuales tendencias en los próximos años. Primero, el mercado de Estados Unidos para las exportaciones de América Latina, que se expandió muy rápidamente de 1994 a 2006, cuando el déficit comercial de Estados Unidos alcanzó un nivel máximo del 6,2 por ciento del PIB en el año 2006, no crecerá de esta manera en los próximos años. Esto se debe a la reducción del déficit comercial en Estados Unidos (tema que se trata en la sección anterior). El impacto se sentirá con mayor fuerza en los países que tienen acuerdos de "libre comercio" con Estados Unidos, especialmente México, Canadá, Centroamérica, y el Caribe.14  Países tales como Brasil y Argentina, que exportan menos del 1 por ciento del PIB a Estados Unidos, no se verán afectados de manera significativa. Este impacto diferenciado reforzará a su vez al movimiento encaminado a la diversificación y en contra de la dependencia excesiva del comercio con Estados Unidos, incluyendo la integración de América Latina.  No sería sorprendente si incluso los aliados más fuertes de Washington, como Colombia, terminan uniéndose a dichas instituciones como el Banco del Sur.

 

Al reducirse el apoyo a los acuerdos de "libre comercio", tanto en América Latina como en Estados Unidos, también se reducirá la importancia relativa de Estados Unidos en sus relaciones comerciales con América Latina. El propuesto "Acuerdo de Libre Comercio para las Américas", que se negoció entre 1994 y el 2005 está muerto, y el propuesto acuerdo entre Estados Unidos y Colombia se ve con pocas posibilidades.  El éxito económico de los gobiernos de izquierda que han resultado electos a lo largo de la última década también va a motivar a los países a que busquen más espacios políticos de los que les eran permitidos durante la era neoliberal. Venezuela y Argentina, por ejemplo, han seguido políticas macroeconómicas heterodoxas y han tenido las economías de más rápido crecimiento en el hemisferio durante los últimos seis años.15

 

A medida que el mundo se vuelve cada vez más multipolar, la influencia de Estados Unidos seguirá disminuyendo, no sólo en América Latina sino también en el resto del mundo. El fracaso de las negociaciones en la Organización de Mundial del Comercio el pasado mes de julio, por ejemplo, es otra manifestación de este proceso. Los países en desarrollo, incluidos India y China, son mucho más grandes e influyentes de lo que lo eran cuando se creó la OMC - con reglamentos que van en contra de los intereses del mundo en desarrollo - en 1995.  En el futuro, los países en desarrollo ya no firmarán acuerdos que beneficien a los países ricos a costa de su propio bienestar, como sucedió como con las propuestas para el Acceso a los mercados para productos no agrícolas (AMNA) que obligarían a los países en desarrollo a implementar reducciones arancelarias más acentuadas en el sector manufacturero que las reducciones que tendrían que implementar los países de mayores ingresos - esto contribuyó al actual estancamiento de las negociaciones.

 

¿Qué podemos esperar en el ámbito de los cambios a la política exterior de Estados Unidos si Barack Obama llegara a ganar la presidencia en noviembre? Aunque es más moderado que McCain, Obama ha adoptado parte de la misma retórica hostil hacia Venezuela, ha prometido mantener el embargo contra Cuba e incluso ha mostrado apoyo a la incursión al territorio ecuatoriano por parte de Colombia, el pasado 1 de marzo.16  Esto fue una violación a la soberanía y una peligrosa regionalización del conflicto de Colombia, apoyado por la administración Bush, que fue públicamente rechazada casi por todos los gobiernos del hemisferio.

 

Por otra parte, Obama ha dicho que se reuniría con el presidente Hugo Chávez de Venezuela y Raúl Castro de Cuba. Además, resulta difícil evaluar el significado de las declaraciones de cada uno de los candidatos cuando compiten por cientos de miles de votos de cubanos-estadounidenses derechistas en Florida, un estado con 27 votos electorales que viraron los resultados en las últimas dos elecciones presidenciales.

 

Pero el problema es mucho más profundo que los candidatos o que sus creencias o sus estrategias. Existe en Washington una élite con influencia en la política exterior, que incluye a los principales medios masivos de comunicación y a las más grandes instituciones de análisis político, así como a miembros del congreso y el Departamento de Estado. Este establecimiento de política exterior - ignorando a los neoconservadores que figuran entre los asesores más importantes de McCain  pero que no jugarían un papel en la administración de Obama - tiene una bien asentada y profunda visión del mundo que es decididamente poco complaciente con los cambios políticos que han tenido lugar en América Latina durante la última década.17  Los asesores de Obama también forman parte, en buena medida, de ese consenso.  La principal diferencia con el manejo que la administración Bush le ha dado a las relaciones de Estados Unidos con América Latina es que ellos creen que la administración no le puso atención suficiente a la región.18

 

Si Obama gana, el escenario más factible es que el presidente Chávez le dará la bienvenida a la nueva administración y le ofrecerá una rama de olivo. Si Obama escucha a sus asesores, rechazará esta apertura de una manera tal que reforzará el estatus quo anterior. Aunque, por supuesto, queda la posibilidad de que Obama vaya en contra de sus asesores y abandone la campaña de Washington en contra de Venezuela.  Pero ese resultado no es el más probable.

 

No obstante, con el paso de los años se puede esperar un cambio significativo en la política de Estados Unidos hacia América Latina y hacia el resto del mundo con un congreso y un presidente demócratas. Ello obedece a que las bases de los dos partidos son sumamente diferentes. Esto no se nota en las políticas presidenciales por numerosas razones. Cada uno de los senadores demócratas de Estados Unidos, con ambiciones presidenciales, votó a favor de la guerra en Irak. El cálculo de dichas decisiones es simple: ellos saben que si votan por la guerra y resulta un desastre, sus bases de apoyo los perdonarán, pero si votan en contra de ella y es un "éxito" "perderán cierto apoyo del centro-derecha (incluyendo los medios masivos de comunicación).19

 

Pero con el paso del tiempo, la diferencia en la base de los dos partidos ejerce una influencia significativa en política exterior. Esto es aún más cierto hoy que hace 20 años, cuando el congreso demócrata cortó los fondos a los contras nicaragüenses como consecuencia de presiones de la base. El presidente Reagan fue obligado a llevar adelante la guerra desde el sótano de la Casa Blanca, con fondos ilegales que casi le cuestan la presidencia a causa del escándalo conocido como el de "Irán-Contras". Entre la base del Partido Demócrata hay en la actualidad millones de personas, incluidos activistas, que ven toda la "guerra contra el terror" como una farsa y no creen que Estados Unidos tiene ni el derecho ni la necesidad de imponer su voluntad en otros países.

Los candidatos ya tienen diferencias significativas sobre otros asuntos claves de política exterior. Obama dice que está dispuesto a negociar con Irán sin precondiciones. La actual política hacia Irán, que McCain continuaría implementando al mismo nivel sino es que hasta con más fuerza, insiste en que Irán debe suspender el enriquecimiento del uranio antes de que empiecen las negociaciones. Esta es la receta para un conflicto militar, puesto que los propios iraníes, y no solamente el gobierno, apoyan fuertemente la idea de que son ellos quienes tienen el derecho (bajo lo estipulado en los acuerdos internacionales) de enriquecer el uranio para usos pacíficos. Así que la diferencia que tiene Obama con las actuales políticas hacia Irán es grande. Esto tiene implicaciones para el resto de la región. Por ejemplo, la cooperación de Irán con relación a Afganistán podría facilitar una salida de esa guerra.

 

Con relación a Irak, también existen diferencias significativas.  Mccain está mucho más comprometido con que la guerra sea un "éxito" y consiguientemente, es posible que permanezca allí más tiempo y que trate de mantener indefinidamente una mayor presencia militar. Cada vez más el gobierno iraquí ha resistido la presión de Estados Unidos.  El gobierno iraquí ha obligado, por ejemplo, a llegar a un acuerdo sobre un calendario para el retiro de soldados extranjeros de las ciudades iraquíes y es posible que logre un acuerdo sobre un calendario para un retiro general de tropas en el país. También se ha enfrentado cada vez más a Washington en relación al papel de las empresas petroleras extranjeras.20  Es más factible que Obama, más que McCain, acepte estas realidades más pronto.

 

En cuanto a Afganistán, Pakistán e Israel / Palestina hay diferencias menos obvias entre los dos candidatos. Ambos quieren incrementar los niveles de presencia militar en Afganistán y perseguir una postura más agresiva hacia Pakistán. Estas políticas, así como el fracaso en al menos oponerse a la expansión de asentamientos israelíes en los territorios ocupados, son contraproducentes y peligrosos. Ambos candidatos también quieren aumentar el número de soldados en la milicia estadounidense.

 

Sobre este último punto, el nivel de deuda nacional que puede acumularse al final de esta recesión y rescates financieros, puede convertirse en una limitante a la expansión militar. Aunque Estados Unidos es capaz de sostener altos niveles de deuda pública sin daño a la economía, existen limitaciones políticas que también entran en juego como se mencionó anteriormente. En lo más alto de la guerra de Vietnam, cuando Martin Luther King Jr. advirtió que la guerra contra la pobreza estaba siendo abandonada a causa del gasto militar, la deuda nacional era de un 43 por ciento del PIB y estaba cayendo, en comparación con el 67 por ciento del PIB y el rápido aumento en la relación deuda-PIB hoy en día.  Eventualmente, es posible que los estadounidenses comiencen a sentir que tendrán que elegir entre luchar para defender un imperio en decadencia, u optar por una calidad de vida - que incluiría beneficios como tener un sistema de salud universal - con el que cuentan sus homólogos de otros países ricos.

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Notas

 

1. Dean Baker (2008), "Progressive Conditions for a Bailout", Center for Economic and Policy Research: Washington, D.C.

2. Veáse Baker (2007).

3. US BEA (2008).

4. US BLS (2008).

5. Veáse, por ejemplo, Greenspan (2002) y Bernanke y Gertler (1999).

6. Veáse, Baker (1999) y (2002).

7. Veáse, Baker (2008).

8. Veáse, Baker (2006).

9. Veáse, por ejemplo, Howell et al. (2006), Schmitt (2006a) y (2006b) y Schmitt y Zipperer (2006).

10. Para una visión general de este colapso desde la crisis financiera en Asia, veáse Weisbrot (2007).

11. Para una discusión más detallada sobre la disminución de la influencia de Estados Unidos en América Latina, véase Weisbrot (2006).

12. Petkoff (2008).

13. Runningen (2008) y US DOS (2008).

14. Weisbrot et al (2008).

15. Veáse Weisbrot y Sandoval (2008); Weisbrot y Sandoval (2007).

16. Obama (2008).

17. Veáse, por ejemplo, Castañeda (2006) y (2008), Hakim (2006) y Shifter (2006) - todos publicados en la revista de política exterior Foreign Affairs, una publicación del Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations).  Esta revista es quizás la publicación sobre política exterior de mayor influencia en Estados Unidos.  Los artículos en Foreign Affairs han sido consistentemente hostiles a lo que se ha denominado el "populismo latinoamericano".

18. Por ejemplo, veáse Green (2008) y Bachelet (2008).

19. Es posible que Hillary Clinton haya perdido las elecciones primarias para la nominación presidencial por su voto a favor de la guerra, pero esto es más probable aún ya que ella defendió ese voto durante mucho tiempo durante esas elecciones en vez de

20. Véase, por ejemplo, Thompson (2008) y Glanz and Oppel (2008).

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- Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research) en Washington, D.C.

https://www.alainet.org/es/articulo/130146

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